Por Juan Alberto Yaria
Director general de GRADIVA – Rehabilitación en adicciones
” … la confusión es el principio del mal de las ciudades”. Dante, “La Divina Comedia”.
Recibo a Jorge, hace unos meses, en mi consultorio con padres preocupados luego de una internación psiquiátrica que no dio los resultados esperados. Vienen en consulta. El joven me dice que le gusta la marihuana y no la va a dejar. Le hablo de los daños probables que pudo haber tenido. Me contesta repreguntándome si comía hamburguesas o si fumaba, ya que ahí estaba lo dañino. No entré en el juego oposicionista, desafiante que me proponía. Contesté que no y una sonrisa abrió el diálogo.
Me empezó a reconocer que en sus 17 años empezó a controlar la ingesta de marihuana y ahora lo hace con menos frecuencia. Le pregunto por su historia escolar y me dice que repitió dos años. Le cuesta asimilar que estas fallas académicas pueden tener que ver con un bloqueo del aprendizaje comprobable con el consumo de marihuana.
Estudió en un colegio público muy exclusivo de la Ciudad de Buenos Aires y me confiesa que ahí era común el consumo y que llegó a ser un “pasamano” para tener su propia dosis. Compraba y revendía, y se quedaba con su propia dosis. Los padres me alertan de otras drogas como los ácidos lisérgicos y las pastillas. Su impulsividad se agravó con violencia hacia los padres y con dificultad para aceptar límites.
Su tratamiento mostró que tenía un doble problema: un trastorno de personalidad límite o borderline junto al consumo de drogas en la adolescencia con una personalidad en desarrollo y un cerebro en inmadurez (el término del crecimiento es a los 25 años), especialmente en los centros de control de impulsos y de la capacidad para postergar acciones.
Todo esto sumado a los grupos de consumo con compra-venta en plena expansión de la sexualidad pueden conformar un “combo” explosivo que asegurará un deterioro creciente en su evolución. Hoy su tratamiento progresa con la colaboración de toda la familia, pero me pregunto cuántos padres pueden ocuparse y preocuparse de los daños y trastornos que causan las drogas.
Crisis de los sistemas educativos
El joven responde al nuevo “Poder Blando” que existe en medios académicos y culturales; todo puede ser sí. Se acabó el no. Pero el no es ni siquiera alertar sobre las consecuencias del consumo. Cualquier país desarrolla una acción centrada en los valores de la salud.
Parece confundirse educación con represión. No será que los adultos estamos confundidos (padres, maestros, políticas) y me sorprende en los jóvenes la falta de transmisión de los padres y los docentes y la cultura en general sobre los daños de las drogas y el alcohol, especialmente en momentos críticos evolutivos. Más bien se la promociona como un valor a descubrir o como una señal de libertad cuando en realidad es un pasaporte que puede llevarnos a la esclavitud.
La palabra, que es el eje de toda cultura, queda vencida por la química. Los encuentros fueron fallidos. Muchos traumas con abandono desde la infancia quedando así rencores ocultos que se diluyen con sustancias desde alcohol en adelante. Las palabras adultas parecen estar ausentes, mudas.
Uno de los propagadores históricos del consumo libre de drogas en España, Antonio Escohotado, a sus 78 años dice que no hace falta legalizarlas ya que la supuesta guerra a las drogas supuso un armisticio total. Ex comunista y progre en lo demás, considera que “la dosis hace al veneno”, siguiendo la tesis de Paracelso (siglo XVI) y si la dosis es mayor es un problema del consumidor parece querer decir. (Nota del 28 de julio en el diario.es)
Caído el Muro de Berlín, considera que ahora uno de los temas centrales de la izquierda es dejar de ahuyentar a la gente con las drogas. No hay consideraciones sobre las edades y las patologías en juego pero lo cito porque en los medios “progre” es uno de los mayores exponentes de esta nueva Iglesia universal.
Al final dice que triunfará el espíritu empresarial yanqui que arrasará con todas las barreras y expandirá el consumo con el cannabis como caballo de troya a través del llamado cannabis medicinal que impondrá de a poco el “porro” como una sociedad que se libera de “curas y moralistas”. Por supuesto no hay ninguna mención de salud como no lo hay en estos intelectuales. “La punta de lanza va a ser conseguir que la gente entienda los efectos terapéuticos de la marihuana” (este es el Caballo de Troya que mencionaba).
“La traición progresista”
Vale la pena leer “La traición progresista” de Alejo Schapire, intelectual residente en Francia de izquierda arrepentido, que muestra como luego del colapso de Unión Soviética se cambia el sujeto histórico y se pasa de la clase trabajadora a las minorías y una de ellas el colectivo de consumidores de drogas debe ser protegido y paradójicamente se espera del capitalismo yanqui la expansión comercial del consumo de drogas como efectivamente ya está sucediendo en una alianza tácita entre poderes ideológicos y el dinero.
Schapire llega a decir “…la nueva Iglesia es lo progre y el hereje es quien ose criticarla”. La generación química se apoya en la generación tecnológica y surgen sitios, campañas de marketing, sitios de Instagram y de ventas “online” de sustancias que han recibido la “pontificación” de la cultura de vanguardia y que además por abajo del mostrador deja pingues ganancias.
Las últimas estadísticas de prevalencia del 2017-Sedronar (creo que ya son antiguas de acuerdo a la evolución del “Poder blando” sobre las culturas territoriales) existe una elevada tolerancia social al uso de drogas (marihuana-cocaína y alcohol). En los adolescentes hay un 19 % con evidentes signos de adicción y la edad promedio de inicio es a los 15 años .Los que comienzan a esta edad casi 30 de cada 100 abusan y el 46% es dependiente. Hoy el dato más relevante es el poli-consumo de drogas .La bolsa química que van desde depresores hasta estimulantes y alucinógenos es la solución letal a estos que en el pesami9ento actual serían los “lumpenes” del sistema.
Esto para el pensamiento “progre” que atraviesa todos los espacios de opinión parecería no existir. La visión de salud pública, de la cantidad de discapacitados que esto genera es un dato que no es relevante.
No escuchamos la profunda depresión de muchos de estos jóvenes. El problema de hoy no es la represión sino la depresión y parecen faltar desde hace muchos años encuentros significativos, limites cariñosos y transmisión de valores.
Heidegger hablaba que no se podía vivir si no aparecía la “voz del amigo” (padres, un modelos, un maestro) ya que esta voz significativa constituye la apertura primaria para vivir con esperanza. Abandonos por doquier encontramos en las historias de estos muchachos. La química no parece ser una solución o quizás es la solución final para un continente de “lumpenes” que parecen ser los condenados de los nuevos “gulags” nazi-estalinistas que estamos conquistando.
En la era digital desaparece cada vez más “la Voz del otro”, del amigo y fundamentalmente la escucha de los sufrimientos masivos y esto parece ser la fuente de grandes resentimientos. Hoy la gran profesión (y esa parece ser nuestra tarea) es la de “oyente”.
Abandonos por doquier encontramos en las historias de estos muchachos. La química no parece ser una solución o quizás es la solución final para un continente de “lumpenes” que parecen ser “nadies” en el mundo de hoy.