Especialistas advierten que es la primera causa mundial de dispacidad y la segunda causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años.
Muchas personas que sufren depresión no son detectadas, no acceden a los servicios de salud o no reciben el tratamiento adecuado, según alertó el director del Centro de Estudios en Salud Mental de la Universidad ISalud y psiquiatra Hugo Barrionuevo, quien recordó que dos de cada diez argentinos la padece y que es la principal causa mundial de discapacidad.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de personas que sufre depresión “aumentó notablemente en las últimas dos décadas”, afectando en la actualidad a más de 300 millones de hombres y mujeres en el mundo.
Definida como un trastorno mental frecuente que genera un cambio en el estado personal, en el que el individuo afectado es invadido por sentimientos prevalentemente negativos (como tristeza, dolor, pesimismo, miedo o amenaza), la depresión no es algo novedoso, sino que ya los griegos hablaban de “melancolía” como una de sus formas.
“Cuando una persona padece depresión, disminuye su posibilidad de hacer frente a los retos habituales de la vida y afecta su capacidad para realizar las tareas cotidianas más simples”, dijo Barrionuevo a Télam.
El director del Centro de Estudios en Salud Mental agregó que “el deterioro de los vínculos afectivos, la interrupción de la educación y la pérdida del empleo, son con frecuencia algunos de sus efectos” y que en los casos más extremos puede llevar al suicidio, “que actualmente es la segunda causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años”.
“La buena noticia es que contamos con los conocimientos y herramientas para hacer frente a esa problemática con bastante eficacia. Y la mala es que un número importante de los afectados no es detectado, un gran porcentaje no tiene acceso a los servicios de salud y una porción importante de los que finalmente acceden no recibe el tratamiento adecuado”, aseguró Barrionuevo.
“El desafío actual de los sistemas de salud es entonces adecuar los dispositivos asistenciales para favorecer el acceso a la detección temprana y al tratamiento adecuado y oportuno”.
Por su parte, el director del Centro de Investigación en Neurociencia y Neuropsicología de la Universidad de Palermo, Gustavo Vázquez, señaló que la depresión afecta más frecuentemente a las mujeres y que se manifiesta generalmente entre los 25 y los 35 años.
“Cuanto más jóvenes empiezan con el cuadro clínico peor es el pronóstico: hay más cantidad de episodios, mayor abuso de sustancias, son más refractarios a los tratamientos. Por ello, el diagnóstico temprano y adecuado es fundamental”, afirmó en diálogo con esta agencia.
El especialista comentó además que se trata de una enfermedad con alta recurrencia, por lo que “una tercera parte de quienes sufren un episodio, volverán a tener otro“.
“Hay estudios que demuestran que si la entrevista se hace con el paciente y un familiar presente, las posibilidades de acertar el diagnóstico se duplican. Eso se debe a que muchas personas se olvidan de que en algún momento estuvieron maníacos o hipomaníacos, ya que la depresión implica una alteración cognitiva o de memoria y cuando estuvieron hipomaníacos se sintieron bien: estaban activos, dormían poco y tenían grandes proyectos, por lo que no detectan ese período como una enfermedad”, apuntó.
En cuanto a los tratamientos disponibles, Vázquez detalló que “el más antiguo es la terapia electroconvulsiva (TEC), también conocida como electroshock, que sigue teniendo mucha eficacia”.
“Si bien está marcada por un estigma social, porque en el imaginario se asocia con la tortura, es de hecho el tratamiento que produce mayor cantidad de respuestas clínicas”.
El TEC consiste en inducir una convulsión: “Se necesita un anestesista, control cardiológico y producir un pasaje de corriente eléctrica por el sistema nervioso de un pulso muy corto. Los riesgos de muerte son menores a los de quitarse una muela, pero no deja de generar mucha resistencia no sólo de los pacientes y familiares sino también de los médicos”, puntualizó.
“Otro tratamiento es el de estimulación magnética transuraniana, una variante donde no se pasa electricidad. El paciente está despierto y se hace un pulso magnético como si fuera una resonancia en diferentes áreas del cerebro. En la Argentina hay uno o dos equipos para hacerlo, pero en otras partes del mundo se está trabajando mucho y la respuesta es positiva, da buenos resultados”, amplió el director del Centro de Investigación en Neurociencia y Neuropsicología de la Universidad de Palermo.
Vázquez contó que existen además opciones más invasivas, como la estimulación del nervio vago.
“Los tres tratamientos son experimentales, pero fueron aprobados en los Estados Unidos para casos refractarios, es decir, donde no tuvieron éxito los medicamentos”, explicó.
Para finalizar el especialista manifestó que “en un tratamiento tradicional, lo ideal es combinar lo psicológico y lo farmacológico. La elección inicial entre psicoterapia y psicofármacos depende del balance entre las preferencias del paciente y la disponibilidad de ambas terapias”.