En el Paseo Dávila el Emsur desmontó "Los Molinos de América", quedaron columnas oxidadas y corroídas. Nadie sabe si volverán a su lugar.
Pasó un año y los molinos siguen sin aparecer. No son los imaginados por don Quijote en la llanura ibérica, sino aquellos instalados en el Paseo Dávila, que hace más de un año fueron removidos por la municipalidad para su mantenimiento pero todavía no volvieron a ser colocados en su lugar de origen.
La zona quedó en estado de abandono. El sector que une Punta Iglesia con La Perla, el Paseo Dávila, ostentaba desde diciembre de 2010 más de 20 molinos multicolores cuyas aspas se movían incesantemente por efecto del viento. Fueron inaugurados en el marco de las actividades culturales programadas en adhesión a la XX Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno, que se desarrolló en la ciudad, bajo la denominación “Los molinos de América”.
El estado de abandono del lugar se refleja en las columnas oxidadas.
El trabajo artístico había sido desarrollado por un equipo integrado por el artista Felipe Giménez, Leandro Chiapa (autor de la idea), Martín Dalponte (diseñador) y Javier Masetro (diseñador mecánico).
Hoy en ese lugar, donde se habían instalado los 21 molinos de acero pintados con los colores de las banderas de los países iberoamericanos, sólo se encuentran las columnas que los sostenían en un evidente estado de abandono y descuido. Ante la ausencia de los molinos, sólo quedan columnas vacías y oxidadas, con evidentes muestras de corrosión que hasta generan peligro para los caminantes.
Los molinos fueron retirados en octubre de 2018, con la coordinación del Ente Municipal de Servicios Urbanos que preside Eduardo Leitao, con la intención de un “acondicionamiento de la obra”, según se informó oficialmente en aquella oportunidad. A más de un año los molinos siguen sin aparecer y sin reparar.
Ausencia
Uno de los creadores de la escultura, el diseñador industrial Martín Dalponte, se mostró asombrado por la desaparición ya que “lo único que sé es por los medios; no tengo ningún contacto con esta administración municipal que los iban a pintar y reparar”.
Asimismo, recordó que “ya en otra oportunidad anterior habían hecho esa tarea y ahora explicaron que lo harían antes de la temporada (2018-2019). Pero pasó el verano, el otoño, el invierno, la primavera y parece que pasará otra temporada sin los molinos en el lugar”.
Desde el Emsur no explicaron qué sucedió y, quizás, con el silencio confirmaron lo que se escuchó cuando los desmontaron en 2018: “Fue el intendente Carlos Arroyo quien ordenó que se quitaran y no hubo intención de repararlos y volverlos a poner”.
Dalponte describió: “Es una sensación extraña porque mucha gente estaba entusiasmada, a muchos les gustaba y ya se había instalado como una nueva postal marplatense. Es una pena, porque le aportaba valor a la ciudad”.
La escultura urbana y dinámica de carácter simbólico fue construida en acero y consta -¿o constaba?- de 21 molinillos de 6 metros de altura impulsados por el viento de la costa marplatense, los que, con la intención de que las velocidades y sentidos de giro fueran variados, fueron orientados en diferentes direcciones.
La obra buscó producir un impacto visual que, unido al carácter simbólico y conmemorativo, constituían un nuevo punto de referencia para la ciudad. Pintados con los colores de sus respectivas banderas, los molinillos representaban a cada uno de los países iberoamericanos que participaron de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno que se desarrolló ese año en Mar del Plata. Hoy el efecto que generan es el contrario al inicial.