La Ciudad

Emotiva despedida de Mestre: “Fui inmensamente feliz como obispo de Mar del Plata”

Junto a miles de fieles, el titular de la Diócesis celebró su última misa antes de partir rumbo a La Plata. Agradeció las muestras de afecto y el trabajo en equipo en sus seis años en el cargo.

En un clima de profunda emoción y con una Catedral abarrotada de miles de fieles, monseñor Gabriel Mestre celebró su última misa en la ciudad y afirmó: “Fui inmensamente feliz como obispo de Mar del Plata”.

La nostalgia del desarraigo y el agradecimiento tanto a las muestras de afecto recibidas como al trabajo en equipo de toda la comunidad de la Iglesia fueron los ejes de la homilía del obispo, que dejará su cargo tras seis años al frente de la Diócesis de Mar del Plata.

La celebración se realizó en una Catedral repleta, que contó con la presencia del intendente Guillermo Montenegro, Florencio Aldrey, director de LA CAPITAL, Fernanda Raverta, directora ejecutiva de la Anses, y diversas figuras destacadas de la ciudad que aprovecharon la ocasión para mostrarle su gratitud a Mestre.

“Cada eucaristía es única e importante. Algunas misas acompañan en momentos particulares de una persona, familia o comunidad. Esta tiene como matiz que el pastor se despide de la ciudad y parte para servir a Dios y a su pueblo en otro lugar. Reunidos en comunidad, hacemos acción de gracias por lo vivido en estos seis años”, señaló el obispo, acompañado por todos los sacerdotes de la Diócesis.

Mestre propuso, como es habitual en sus misas, tres puntos para meditar y reflexionar con los fieles: “Gracias, desarraigo y equipo”.

En primer lugar, expresó un profundo agradecimiento a Dios y a toda la comunidad de la Diócesis por los años de “ministerio de pastoral”. Y destacó: “Gracias, señor, por permitirme compartir la vida de cada comunidad desde las más cercanas hasta las más lejanas, especialmente aquellas de las periferias geográficas y existenciales; en nuestros barrios más postergados”.

También ponderó “la búsqueda del bien común, la paz y la justicia social” con muchos sectores del ámbito político y social; movimientos populares; fuerzas armadas y de seguridad; los medios de comunicación social; sectores judiciales; y los organismos de derechos humanos.

Luego, puntualizó en el desarraigo al trazar un paralelismo con el pasaje bíblico de la experiencia de Abraham.

“Me surge la palabra desarraigo, acompañada de otras similares: desprendimiento, desgarrón, éxodo, salida, transformación, cambio. La despedida que hoy compartimos me ha dejado al límite de mi afectividad“, señaló.

Y reconoció: “La intensidad de mis emociones y el latir de mi corazón han sido muy fuertes. Ni al entrar al seminario, ni al ordenarme, ni al ser nombrado obispo lo experimenté con tanta fuerza”.

“Deja tu tierra natal y la casa de tu padre y ve al país que yo te mostraré”, recordó Mestre al citar el mensaje que Dios le dejó a Abraham para referirse al desarraigo que implica dejar la Diócesis.

“Me resulta muy duro desarraigarme, me cuesta no estar en la Caravana de la Primavera, no participar de la Invasión de Pueblos en (Villa) Gesell, no caminar a Luján con la Diócesis, no hacer la marcha con las comunidades del sur, no realizar la 50° Marcha de la Esperanza y tantas otras cosas”, continuó.

No obstante, remarcó que “el dolor del desarraigo se transforma en luz de esperanza” y que “tiene mucho de la luminosidad del Domingo de Resurrección”.

A su vez, pidió que el desarraigo “sea realmente fecundo y dé mucho fruto de bien, de verdad y de belleza para las Iglesias de Mar del Plata y de La Plata”.

Equipo

En el último punto de la homilía, el obispo señaló que desde el momento en que fue nombrado como arzobispo de La Plata, no dejó de recibir “agradecimientos y felicitaciones personales” por lo que muchas personas entendieron que pudo “hacer de bien”. De todos modos, reconoció sentir “un poco de vergüenza” y hasta un cierto “exceso de valoración”.

Y enseguida valoró el trabajo en equipo para llevar a cabo su función. “Lo bueno que he podido hacer es porque siempre detrás de cada gesto pastoral había un equipo que sostenía y ejecutaba”, subrayó.

En el cierre, rememoró una oración del ex obispo Eduardo Pironio cuando, en 1975, se despidió de la Diócesis y después afirmó: “Fui inmensamente feliz como obispo de Mar del Plata. Los llevo muy dentro de mi corazón. Puedo decir que disfruté profundamente de cada lugar y pequeño o gran acontecimiento de la vida diocesana. Los voy a extrañar mucho, muchísimo”, manifestó.

Y concluyó: “Jamás escatimé un minuto de mi vida para alguien o algo de la Diócesis. Mi tiempo ha sido siempre para cada grupo, para cada comunidad, para cada servicio haciendo, muchísimas veces, malabares con la agenda para llegar siempre y a todos lados. Esto ha generado en mi corazón un vínculo tan fuerte y profundo, tan paterno y afectivo, que hace dolorosa y difícil la partida”.

Al finalizar sus palabras, Mestre no pudo contener las lágrimas ante el aplauso multitudinario de los miles de fieles que abarrotaron la Catedral.

 

Reconocimiento

La despedida al obispo siguió con el discurso de 5 representantes de la “familia diocesana” que dejaron sus agradecimientos. Ellos fueron Gabriela Tumini, Ángela Bovier, Johnatan Aguirre, el Diácono Pedro Alderete y el Padre Ezequiel Kseim.

“Llegó el día que no queríamos que llegara. A nosotros se nos mezcla la alegría y el orgullo de nuevo nombramiento, pero a la vez es imposible no sentir nostalgia ni tristeza por saber que ya no te tendremos acá a un par de cuadras disponible para pasar por cada encuentro o encontrarte por la costa que tanto amás”, comenzó Tumini. Y agregó:

“Para despedirte pensé en tres palabras que compartías hace seis años cuando iniciabas tu camino y nos dijiste que querías ser para nosotros padre, hermano y amigo. Yo le sumo hoy a esas palabras gracias. Gracias padre, gracias hermano y gracias amigo. Puedo decir que fuiste todo eso desde siempre o desde que yo te conozco hace más de 25 años. Gracias padre porque desde recién ordenado y casi sin conocernos a Jorge y a mí nos aconsejaste y nos acompañaste y en este salón nos tomaste de la mano y nos alentaste a casarnos, cosa que hicimos meses después. Vos ya no estabas pero como fiel amigo seguiste pendiente de nuestro caminar. Por eso te digo gracias amigo. También gracias hermano porque siempre estuviste a la par validando cada mínimo esfuerzo. Nos enseñaste la importancia de caminar juntos y alentaste el trabajo entre pastorales, actitudes propias de un hermano”.

Al finalizar sus emotivas palabras, Tumini resumió: “Por todo esto y mil cosas más, gracias por haber sido nuestro padre, amigo y hermano. Que Dios siga obrando en vos para que tu pastoreo siga dejando en todos las mismas huellas que dejaste en nosotros”.

Luego, a su turno, Aguirre, sostuvo: “Hoy día en que te despedimos quisiera quedarme con la palabra amigo y en mi corazón, como en el de tantos y tantas, late la hermosa cita de San Juan aquella noche santa donde Jesús nos regaló el mandamiento del amor supremo: ´No hay amor más grande que dar la vida por los amigos´. Vos haz dado tu vida por amor a esta Diócesis, a estos tus amigos. Has sido para muchos de nosotros un verdadero amigo. Un amigo con mayúscula; has sido un obispo que ha sonreído con las alegrías y llorado con las pérdidas y los dolores de tu pueblo”. Y, enseguida, afirmó: “Un obispo amigo que siempre ha procurado tender la mesa para todos para que todos nos sentemos alrededor de Jesucristo. Nos has invitado a cuidar a nuestro viejos, a dialogar con el que piensa diferente y a contagiarnos de nuestros jóvenes con esa rebeldía. Nos has convocado a ser misericordiosos. Un obispo amigo que siempre ha sido familia. pastoreaste la Diócesis en tiempos convulsionados, pero nos mostraste que la Iglesia de Dios es tienda de campaña para los que más sufren. Tu episcopado ha sido signo de unidad ante tantas divisiones. Seguirás estando en nuestros corazones siempre”.

En tanto, el diácono Pedro Alderete afirmó: “No es sencillo poner  en palabras los sentimientos que atraviesan nuestro corazón y mente. Las despedidas nunca fueron fáciles, más bien son difíciles y dolorosas. Los diáconos de Mar del Plata queremos expresarte nuestra gratitud, nuestro agradecimiento sincero”. Y agregó: “En nuestros corazones los sentimientos son de los más variados y contradictorios. Por un lado, la tristeza por la despedida y, por el otro lado, un profundo sentimiento de acción de gracias a Dios por todos estos años compartidos a tu lado. Hemos tenido la dicha de compartir nuestro servicio diaconal a tu lado. Muchos nos hemos formado con tu ejemplo que nos mostró que el camino es el servicio. Es un servicio que tiende a romper las barreras y a romper las distancias y que nos compromete con los desafíos de nuestro tiempo. Todo tu ministerio nos habla de servicio, de un servicio al estilo de Jesús. Querido padre Gabriel cada uno de los diáconos siempre te hemos sentido como un padre, como un amigo y como un pastor siempre próximo y dispuesto. Tu vida es un testimonio de un amor que se entrega, de un amor que se dona, que es servicio humilde y desinteresado. Los diáconos de esta Diócesis te vemos como un modelo a seguir. Querido padre te vamos a extrañar mucho y al mismo tiempo sabemos que la distancia no puede apagar el cariño y el amor que nos une”.

Por último, el padre Kseim expresó: “El término facilitador cuadra muy bien para este amigo que estamos despidiendo. Gabriel es un ejemplo excelente de eso. Lo digo en lo personal y en nombre de todo nuestro clero. Sos para nosotros un gran facilitador en múltiples aspectos”, expresó el padre Kseim.

El representante eclesiástico sostuvo que el facilitador es “un líder de equipos, un maestro, un pedagogo, un profesor y un compañero”.

Pero aclaró: “A diferencia de todos ellos, el facilitador no se comporta según el prototipo de ninguno porque su empatía y su sabiduría hacen que no te hable desde un estrado, sino que te trata como lo que sos, fortaleciendo tus potencialidades, nunca señalando tus defectos”.

“Ese trato es lo que posibilita a las personas crecer, hace las cosas fáciles cuando son difíciles. Gracias, querido Gabriel, por ser un instrumento facilitador de la vida de Dios para nosotros”, sentenció Kseim.

En tanto, un grupo de jóvenes de diferentes espacios juveniles vinculados a la iglesia entregaron un presente a Mestre: una cruz pectoral que el obispo lució hasta el final de la celebración como insignia episcopal.

La despedida de Mestre concluyó con un agasajo a los miles de fieles en las puertas de la Catedral, donde se ofreció chocolatada caliente con budín.

Próximos pasos

Mestre tiene 54 años. Nació en Mar del Plata el 15 de septiembre de 1968. Ordenado sacerdote el 16 de mayo de 1997 por monseñor José María Arancedo, entonces obispo de Mar del Plata, fue elegido en el cargo el 18 de julio de 2017 por el papa Francisco y ordenado el 26 de agosto de 2017 en la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia. Tomó posesión e inició su ministerio pastoral como séptimo obispo de Mar del Plata ese mismo día.

A lo largo de estos seis años de pastoreo, se volvió un actor clave para mediar en conflictos entre partes en busca de alcanzar soluciones, tanto en el ámbito social como político y gremial.

Y ahora llega un nuevo desafío en su vida: tras la designación de Francisco, será el nuevo arzobispo de La Plata a partir del 16 de septiembre.

La designación de Mestre es un reconocimiento a su liderazgo y dedicación a la Iglesia. El nombramiento se conoció a fines de julio y, desde entonces, el padre Gabriel ha recibido múltiples muestras de afecto y gratitud de la comunidad.

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