Pese a tener una orden de alejamiento por tiempo indefinido, Susan Soto asegura que el hombre sigue amenazándola y presentándose en el domicilio donde vive con los hijos de ambos. Una historia de abusos y violencia.
Susan Soto, de 37 años, asegura estar viviendo un auténtico “calvario”. Con un discurso entrecortado por el llanto que aflora al rememorar situaciones de extrema violencia y vulnerabilidad, cuenta a LA CAPITAL una vida de golpes y maltratos junto a su ex pareja, un hombre de 40 años que, en 2008, se transformó en su marido y, tiempo después, en el padre de dos de sus hijos, de hoy 8 y 5 años. Para ella, ahora, él solo representa el horror y la amenaza constante.
Sosteniendo en sus manos la denuncia que realizó cuando se animó a hablar en septiembre de 2017, Susan asegura que el hombre no cumple con la perimetral que el Juzgado de Familia N° 1 le impuso por tiempo indefinido. “Trabaja a 10 cuadras de mi casa y se aparece siempre, me tira el auto encima, me insulta”, cuenta con lágrimas en los ojos, mientras le pide a esa misma Justicia, protección.
Desde realizada la denuncia en la Comisaría de la Mujer -hecho que impulsó la exclusión del hogar por parte de él-, Susan presentó 11 denuncias por violación a la restricción de acercamiento. La última fue el pasado 13 de abril, donde también debió intervenir una asesora de incapaces en beneficio de los menores de edad.
La víctima, al no ratificar las denuncias no se generó una acción penal, por lo que todas fueron desestimadas por la fiscal Graciela Trill, razón por la cual no se libró hasta el momento una orden de detención por desobediencia a una orden judicial.
Las situaciones de extrema violencia detalladas por Susan tienen fecha de inicio en 2010, pero el miedo a represalias aún mayores a las ya sufridas la hundió en el silencio de la violencia durante siete años.
Según cuenta, “el primer golpe” -como dice ella, aunque asegura que el maltrato verbal era constante- llegó un día que lo fue a visitar al penal de Batán, donde había llegado por una causa presente en la fiscalía especializada en estupefacientes por “tenencia con fines de comercialización” y “tenencia ilegal de arma de fuego”. “Cuando me pegó el día que fui a visitarlo decidí dejarlo”, recuerda Susan, que por aquél entonces ya era madre de una nena de 7 años y de la primera hija en común con el hombre en cuestión, de 18 días de vida.
Unos dos años después, ella se enteró de la peor manera que su ex pareja había salido al encontrárselo en la puerta de su casa. “Cuando lo vi me quedé helada, me acuerdo que me dijo: ‘No sé qué hacer con vos, ¿te doy un beso o te mato?'”. Pese a esto, le manifestó estar arrepentido y le pidió una nueva oportunidad. “Lamentablemente una, ingenua quizás, vuelve porque ama a esa persona”, se justifica hoy.
Lo que siguió estuvo lejos de ser un capítulo de amor en esta historia. Los golpes volvieron, con igual o mayor virulencia, y Susan volvió a encontrarse encerrada en un círculo del cual no podía salir. Hoy, acompañada por las integrantes de la Multisectorial de la Mujer, se siente lo suficientemente fuerte como para contar las escenas de extrema violencia de las cuales fue víctima; hoy, lamenta no haberse animado antes, cuando las huellas del maltrato no solo eran psicológicas.
Cabe destacar que, según señalaron fuentes de la Fiscalía N°1, sobre la ex pareja de Susan también recae una denuncia por abuso sexual a una menor del núcleo familiar radicada a fines del año pasado, pero luego de las medidas probatorias impulsadas por el fiscal Fernando Castro, la misma no prosperó.
Ante este panorama, Susan decidió contar su historia, hacerse visible y así, quizás, evitar un desenlace trágico. “Siempre que se aparece o pasa con el auto acciono el botón antipánico que tengo, pero (los oficiales) tardan quince minutos en venir y ya se fue. Me dicen que si no lo encuentran en el lugar, ellos no pueden hacer nada”. Y agregó: “Tengo miedo por mi vida”.