El País

Del plancton al plato: el posible destino de los microplásticos que se estudian en la Antártida

Se encuentran en todos los mares del mundo y por la circulación marina se le adhieren otras sustancias como pesticidas que llegan desde tierra. El biólogo Emiliano Hines habló sobre los alcances de esta "bioacumulación" de estos productos tóxicos.

Por Ornella Rapallini

Los microplásticos, compuestos por químicos contaminantes, se encuentran en todos los mares del mundo y por la circulación marina se le adhieren otras sustancias como pesticidas que llegan desde tierra, lo que produce una “bioacumulación” de estos productos tóxicos en la cadena trófica, que va “desde el plancton“, alimento de algunos peces, “al plato de los comensales”, explicó el biólogo Emiliano Hines mientras recogía muestras de agua desde uno de los laboratorios del buque Almirante Irízar camino hacia la Antártida Argentina.

El biólogo de la Universidad Nacional de Mar del Plata, becario del Conicet e integrante del equipo del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC), trabaja junto a otro científico en el marco del proyecto Nutec Plastics que se realiza durante la Campaña Antártica de Verano (CAV) para detectar la presencia de microplásticos por primera vez desde el Río de La Plata hasta la Antártida a bordo del Irízar.

La iniciativa surgió de un convenio entre el Instituto Antártico Argentino (IAA) y la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica).

A partir del convenio, buscan abordar el problema mundial que supone la contaminación por plásticos en los océanos, donde termina el grueso de estos desechos mientras que el monitoreo de todos los mares del mundo permite saber cuánto y qué tipo de plásticos hay bajo parámetros comparables.

“La OIEA va a llevarse a Mónaco las muestras filtradas de agua que colectamos a lo largo del trayecto, donde contabilizarán e identificarán los microplásticos, para identificar los polímeros”, dijo a Télam Hines, de 38 años.




Emiliano Hines, biólogo de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

En ese sentido, explicó que “a nivel mundial, los desechos plásticos están en el medio marino y costero y contienen compuestos inorgánicos tóxicos y cancerígenos, que se pueden desprender y, así, magnificar el daño sobre los organismos, a lo que se le suma la adherencia de contaminantes como pesticidas que llegan desde tierra. Todo lo que tiramos entra en el ciclo del agua y va a parar al mar”, señaló.

“Y los microplásticos terminan siendo una ‘microbomba química’ porque, si son ingeridos por el plancton (organismo también presente en la Antártida), todos los contaminantes le quedan dentro, y comienza una ‘bioacumulación’, ya que hay muchos animales que se alimentan con plancton, y así llega al plato del último consumidor, el ser humano”.

En el buque, el científico trabaja en equipo con el licenciado en Ciencias Ambientales Nahuel Ravina (34), investigador de la Dirección Nacional de Áreas Marinas protegidas de la Administración de Parques Nacionales.

Ravina concentra su trabajo en las dos áreas marinas protegidas offshore que tiene Argentina: una es “Namuncurá-Banco Burdwood” (protegida desde 2014), una extensión de la Cordillera de los Andes que forma una meseta submarina de 50 metros de profundidad rodeada de un talud de 4.000 metros de profundidad casi en la misma latitud que la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur y al sur de las Islas Malvinas.

La otra es Yaganes, área protegida desde 2017 que se encuentra al sur de Tierra del Fuego en el Pasaje de Drake, en la zona de influencia de la corriente circumpolar antártica, que presenta un paisaje de cañones submarinos donde también hay especies que únicamente se encuentran en ese lugar como corales de agua fría.

Namuncurá – Banco Burdwood cuenta con 16 campañas de investigación, en cambio Yaganes comenzó a ser investigada el año pasado por Parques Nacionales.

El objetivo del área donde trabaja Ravina es “conocer todos los parámetros físico químicos como fitoplancton, zooplancton, las cadenas tróficas, tipos y cantidad de peces, aves y mamíferos”, información que luego utilizan para poder gestionar y conservar los recursos naturales.



El especialista señaló que “ya se conoce que en el banco Burdwood hay acumulación de microplásticos, debido a la circulación de las corrientes oceánicas”.

No obstante, “Yaganes está menos investigada”, aclaró, y este es uno de sus objetivos principales de relevamiento durante la CAV.

Hines señaló que “existen cinco manchas gigantes en el centro de giro de cada océano: Atlántico norte y sur, Pacífico norte y sur, y el Indico, que son giros de corriente superficial que acumulan plásticos”.

La mancha más grande es la del Pacífico norte (entre Japón y Estados Unidos), que es “cinco veces la provincia de Buenos Aires en extensión, con 79.000 toneladas de plástico flotando, 1.600.000 km cuadrados“, precisó.

“Los plásticos se utilizan en todos los aspectos de la vida cotidiana como en vestimenta y tecnología, y también a nivel industrial. Se convierten en microplásticos luego de ser descartados al quedar expuestos a las condiciones ambientales (lluvia, sol, viento) que los fragmentan a tamaños microscópicos”, detalló Hines.

Para trabajar, limpian todas las superficies del laboratorio que son de acero inoxidable y visten únicamente ropa de algodón libre de polímeros y guardapolvo.

“La importancia de este estudio es conocer los niveles de presencia de microplásticos submarinos, además de los superficiales, sobre lo cual ya hay amplio conocimiento”, destacó el biólogo.

Los científicos filtran el agua que extraen de una canilla de agua de mar instalada en el laboratorio, lo que evita que deban salir a la intemperie del buque a tomar las muestras.

El agua llega a través de una cañería “Cunife” (en referencia a las siglas de cobre, níquel y hierro de la tabla periódica) y es tomada en coordinación con la sala de máquinas de la embarcación, que activa la bomba para permitir extraerla a ocho metros de profundidad.

“Mientras que el barco navega voy haciendo las tomas de muestras, tres réplicas de tres litros de agua de río o de mar y lo hacemos cada seis horas, que sería cada 80 millas aproximadamente”, explicó Hines.

Como resultado, en cada lugar de muestreo obtienen una foto de la presencia de microplásticos a lo largo de la costa argentina y de las aguas antárticas.

El agua es filtrada en un tamiz de una micra (milésima de un milímetro) y a ese filtro lo deposita entre dos vidrios (slide), lo sella y conserva para su traslado.

En este laboratorio del Irízar ambos están estrenando la nueva cabina de flujo laminar, donde trabajan con las muestras para evitar que entren partículas del ambiente gracias a una cortina de aire producida por el nuevo equipo.

En Base Carlini también habrá una comitiva conformada por otros dos científicos de la OIEA que tomará muestras de sedimento de fondo, de agua y biológicas, concluyeron.

(*): Corresponsalía itinerante Sector Antártico Argentino | Télam.

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