“Cuerpos resplandecientes” reúne trece relatos sobre personajes venerados a lo largo y ancho del país. En entrevista con LA CAPITAL, su autora explica qué tienen en común estas figuras y por qué se transformaron en un símbolo de resistencia popular.
Por Rocío Ibarlucía
¿Qué es lo que une al Gauchito Gil, la Difunta Correa, Pancho Sierra, el cura Brochero, Gilda y Maradona? Todos pertenecen al grupo de los santos populares argentinos. La escritora e investigadora María Rosa Lojo se ha dedicado a explorarlos en “Cuerpos resplandecientes”, una antología de relatos publicada en 2007 y relanzada este 2024 por Alfaguara en una edición revisada y actualizada que incluye un nuevo texto sobre Diego Armando Maradona.
Sus ficciones sobre los santos populares se inscriben en una serie literaria que indaga el intrigante campo del imaginario colectivo, conformada por “Historias ocultas en la Recoleta”, “Así los trata la muerte” y “Amores insólitos de nuestra historia”. En sus obras previas, la autora se ha focalizado en la muerte y el amor, mientras que en su más reciente publicación se centra en la fe popular y las figuras locales veneradas en diversas regiones de Argentina.
“Cuerpos resplandecientes” no es un ensayo antropológico ni un conjunto de biografías de santos. Más bien, se trata de una colección de relatos de ficción. Según la propia autora, “es un libro de imaginación histórica y del presente, que se basa en versiones” y en una investigación exhaustiva apoyada en una amplia bibliografía, que los lectores más curiosos pueden consultar en el libro.
Este estudio minucioso con el que nutre su ficción se explica por la formación de María Rosa Lojo, quien ha sido investigadora del Conicet en literatura argentina por más de tres décadas y, al mismo tiempo, se ha destacado como autora de poesía, novelas, microficciones y cuentos, recibiendo premios como el Konex.
“El hilo que me lleva a los santos populares es mi enorme interés por cómo nos imaginamos, cómo nos autoconstruimos en la Argentina a través del tiempo”, cuenta la autora en entrevista con LA CAPITAL, en la que invita a reflexionar sobre los cultos populares y la profunda conexión de estos santos con los marginados de la sociedad.
De bandidos rurales a figuras carismáticas
Los protagonistas de “Cuerpos resplandecientes” pertenecen a distintos tipos de santos, según explica Lojo en su prólogo y amplía en charla con este medio. Por un lado, están los llamados bandidos rurales, como el Gauchito Gil, Santos Guayama y Juan Bautista Vairoleto, que son definidos por la autora como “personajes outsiders, disidentes, que pueden enfrentarse a la ley pero que despiertan la adhesión popular porque esa ley a la que se enfrentan es considerada injusta, en tanto castiga a los inocentes en vez de castigar a los culpables. Se trata de un tema muy ancestral en nuestra historia que lo vemos en la literatura canónica y no tan canónica, desde ‘Martín Fierro’ y los libros de Eduarda Mansilla, gran pionera, hasta nuestros días”.
Por otro lado, están las llamadas víctimas inocentes, que suelen ser mujeres que han sido objeto de violencia, por haber sido perseguidas, violadas, ultrajadas, asesinadas por su condición de género. En este grupo ubica a la Difunta Correa, “una mujer que se queda sola en un pueblo de San Juan con un bebé de pecho y empieza a ser acosada por el mandón del pueblo mientras que su marido ha sido reclutado para la guerra -cuenta Lojo-. Deolina Correa es una mujer desamparada que, no obstante, no se somete y se escapa al desierto con un bebé pero muere de sed, a poco de llegar, según se cuenta. Sin embargo, no suelta nunca a su hijo en ese estado de extenuación y el niño sigue bebiendo de su pecho y salva su vida”.
Entre este grupo de inocentes también están Maruchito, de quien escribe un conmovedor relato poético sobre este niño asesinado a puñaladas en 1919 por su capataz tras atreverse a rasguear una melodía mapuche en la guitarra de su patrón, Almita Visitación Sibila, violada, asesinada y descuartizada, y La Telesita, que muere quemada a muy corta edad, en Santiago del Estero a mediados del siglo XIX.
Siguiendo con su clasificación de santos, también destaca a los sanadores y maestros espirituales como Pancho Sierra, el gaucho que curaba a los enfermos con agua de su aljibe en Pergamino hacia 1860, y la Madre María, su discípula espiritual que continuó con su tarea milagrosa por la provincia de Buenos Aires.
Y, por último, identifica a las figuras carismáticas, entre las cuales ubica a la reina de la noche y estrella de la canción popular Gilda y a Diego Armando Maradona, definido por Lojo como “el gran carismático, cuyo prodigio excede la categoría humana como artista del fútbol”.
«Muchas voces aúllan por Gilda, la del corazón valiente. Las mujeres con hijos, que no gritan, le rozan las botas, las medias, suben hasta el ruedo de la falda, le tocan el pelo suelto, que flota con los movimientos. Y sobre todo, piden que ella pose los dedos sobre las cabezas de los chicos enfermos que le presentan» (fragmento de “Cuerpos resplandecientes”).
Un consuelo para los desamparados
En su minucioso prólogo, María Rosa Lojo establece que, más allá de estas diferencias, todos los santos populares tienen en común tres condiciones fundamentales que son las que les permiten pasar de lo humano a lo sagrado: pertenecer o estar cercanos a las clases populares, haber experimentado sufrimiento y poseer la capacidad de hacer milagros.
-¿Por qué creés que en Argentina y Latinoamérica es una condición necesaria de santificación popular esa conexión tan estrecha con los excluidos?
-Son sociedades, las nuestras, con una gran desigualdad, ya todos lo vemos diariamente, en las que hay mucha gente que se siente desamparada y que realmente necesita de estas figuras de referencia para iluminar su vida desde adentro, con relaciones empáticas, que les den sentido y que les aseguren algún consuelo. En realidad, todos lo necesitamos porque, como seres humanos, todos somos vulnerables, nos sentimos desprotegidos, somos mortales, padecemos, pero en sociedades de grandes desigualdades, como sucede con las nuestras, siempre hay quien la pasa peor. A las miserias y problemas comunes a toda la condición humana, no importa la clase social a la que pertenezcas, se añaden las que provienen de otros desamparos. Así que creo que eso hace que surjan estos cultos espontáneos, dirigidos sobre todo hacia personas que han ayudado a esos sectores más humildes, que provienen de ellos, que entienden los sufrimientos de las personas que se dirigen buscando un consuelo, una reparación, una solución.
-A diferencia de los santos de la Iglesia Católica, los populares ofrecen más cercanía, porque se bajan del púlpito y están en territorio, entre los marginados.
-Lo que pasa es que la mayoría de los santos de la Iglesia Católica pertenecen a una historia mucho más lejana, pero en el libro no es que estén excluidos. De hecho, incluyo dos figuras que fueron populares antes de ser canonizadas. Una es el Cura Brochero, un hombre que estudia para ser cura, pero que muere leproso por dedicar su vida a los enfermos. La otra figura, a mi juicio muy conmovedora, es la de Ceferino Namuncurá, el hijo de la estirpe de guerreros vencidos que, a su manera, decide encontrar un espacio para ese pueblo derrotado dentro de la nueva sociedad. Y lo hace en el lugar que le señalan, que es el colegio de los Salesianos, que vienen justamente a captar para la educación cristiana a niños de las comunidades originarias. Ceferino es un niño que solo sabe hablar la lengua natal, mapuche, y aprende en muy poco tiempo castellano, italiano y latín. Dentro de la humildad que le prescribe la doctrina católica, sintió un gran orgullo de haber llegado a representar a su pueblo dentro del sistema de valores de los vencedores.
“No vivimos de datos, vivimos de experiencias que expanden nuestra visión de lo real y creo que lo sobrenatural es una dimensión, más allá de que sea comprobable o no, que necesitamos proyectar”.
¿Superstición o resistencia?
-En el prólogo exponés dos perspectivas desde las cuales se ha abordado a los santos populares: o bien se los interpreta como una superstición alienante que perpetúa el status quo y por ende atrasa, o bien como una forma de resistencia popular contra la opresión. ¿Podrías explicarlas y qué postura tenés respecto de estas dos miradas?
-Yo creo que la primera opción es bastante simplificadora, es como La Vulgata del pensamiento ilustrado, que considera que todo lo que es religioso es superstición. Esa postura antirreligiosa me parece torpe porque la experiencia religiosa es una experiencia humana básica, la vas a encontrar en todas las culturas. En todas las culturas, desde las más originarias hasta las cercanas, hay experiencias de ese tipo, estudiadas por la antropología. Basta leer “Filosofía de las formas simbólicas” de Ernst Cassirer para comprender que es una experiencia humana fundamental. Todas las culturas han generado mitos, dioses, lo luminoso, lo sagrado, etcétera. Es algo que yo creo que está dentro de la condición de los seres humanos.
Si estas figuras perpetúan o no el atraso, yo creo, con Walter Graziano (‘Cultures of Devotion’), que son prácticas que ayudan a las personas creyentes a seguir viviendo y seguir viviendo mejor dentro del mundo que tiene redes de sentido trascendentes con los que se pueden vincular. Sin abrir juicios sobre si esto es verdad objetivamente o no, lo importante es la experiencia del sentido que se construye. Eso es lo que puedo constatar a través de estas historias de vida. Si uno piensa en lo que son estos personajes, muchas veces representan efectivamente valores muy importantes.
-¿Podrías dar un ejemplo?
-El Gauchito Gil se niega a seguir en la carnicería de la guerra civil, reclutado por los poderosos. Se va y siente que eso es un llamado divino. Más allá de quiénes han sido realmente sus personajes, etcétera, que eso tampoco lo discuto en el libro, las historias que se cuentan sobre ellos, sus mitos, dicen eso. Y me parece que hay toda una axiología, una arqueología que ayuda a las personas a vivir, por eso existen estas creencias.
-Y en lo personal, ¿qué rol ocupa en tu vida esta dimensión espiritual?
-Yo soy una estudiosa y una imaginativa. Entonces, en mi vida personal, creo que el poder de la imaginación es enorme y que desde esa imaginación creadora, nos situamos en el mundo. No vivimos de datos, vivimos de experiencias que expanden nuestra visión de lo real y creo que lo sobrenatural es una dimensión, más allá de que sea comprobable o no, que necesitamos proyectar.
Foto: Alejandra López.
Maradona, el Aleph que irradia y trasciende
El relato de Lojo sobre Diego Armado Maradona se detiene en un evento poco recordado de su vida: el discurso que dio en la Universidad de Oxford en 1995 cuando recibió el diploma que lo reconocía como “Maestro Inspirador de Soñadores”. Este episodio puede leerse como un acto de resistencia popular frente al imperio inglés, como otro gol a los ingleses. “Es una venganza sutil -analiza Lojo- porque está en el corazón intelectual del enemigo como maestro inspirador. Mirá vos la paradoja: Maradona, maestro inspirador de una multitud de estudiantes ingleses y de otras nacionalidades también, que se congregan para escucharlo y admirarse con él”.
Además, resulta significativo el discurso de Diego al recibir este reconocimiento, porque no solo habla de él, sino que habla en representación de todos los futbolistas, denunciando el abuso de los empresarios del deporte que manchan la poesía del juego con sus intereses mercantiles. “Habla como representante de un oficio que él considera un arte, y lo es realmente, y quiere que sea valorado desde ese ángulo”, agrega Lojo.
Maradona “es la encarnación en el campo de fútbol, no en toda su vida, de una fuerza divina”.
-¿Por qué Maradona es un santo popular? Vivió un periplo a lo largo de su vida, nació en los márgenes pero, ¿por qué en el relato se dice que Maradona no hace milagros, sino que “Él es el milagro”?
-Yo creo que Maradona entra en la categoría de lo realmente prodigioso, porque rompe todos los moldes, es un fuera de serie, un superpoderoso. Gabriela Saidón lo explica muy bien, ella habla de un dios o un superhéroe. Bueno, ya lo había consagrado como dios la Iglesia maradoniana, que será una iglesia paródica, en efecto lo es, pero también responde a una experiencia de muchas personas. Era el absoluto asombro, la maravilla, ante lo que Maradona lograba en una cancha. Eso lo coloca en una dimensión aparte, hay como una línea directa entre él y lo sobrenatural en vida, siempre la hubo. Él mismo es la encarnación en el campo de fútbol, no en toda su vida, de una fuerza divina.
Ahora, la vida personal de Maradona es otra cosa. Por eso hablo en el libro de la difícil relación de la figura de Maradona con un feminismo más clásico, como puede ser el feminismo de mi propia generación. A mí me ha costado escribir el cuento, lo empecé varias veces porque es una figura que siempre me interesó y siempre me hizo mucho ruido también. Y creo que lo pude situar en algún lugar afín como es esa conferencia que Maradona dio en Oxford, que para él representó muchísimo porque fue una legitimación en un espacio que no le era propio pero que él siente que conquista desde su arte, que es el fútbol, y que ese arte también es algo valorable.
-También en el cuento está trabajada la relación de Maradona con Borges. ¿Cómo surgió ese cruce?
-Hay dos puntos que a mí me interesó marcar. Por un lado, el desdoblamiento entre la persona y la figura trascendente, que Borges lo sentía también. Por eso, cito una frase de “Borges y yo” en el cuento (“Yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura”), porque lo mismo pasa con Maradona. Maradona persona existe para que esa fuerza sobrehumana brille en el campo de juego y dé alegría a todo el mundo.
Por otro lado, está en el cuento el recuerdo de “El Aleph”, en ese punto luminoso que concentra todo. Maradona jugando es el Aleph, es como la totalidad, es el momento en que los individuos, que forman inmensas multitudes en todo el mundo, concentradas en ese punto, tienen una revelación. Esa bola luminosa que es Maradona, que irradia, que resplandece, que trasciende.
-“Maradona es otro”, dice Diego en tu relato. La multiplicidad de caras del héroe explica también cómo su figura puede ser tomada por diversos colectivos, como es el caso del feminismo contemporáneo, ¿no?
-Sí, lo han rescatado y reivindicado. Maradona le abre la puerta a las mujeres futbolistas, si se quiere. Hace llorar a los varones, como dice Florencia Angilletta. ¿Quién iba a pensar en los varones llorando como criaturas ante los prodigios de Maradona? Despierta sensibilidades más allá de los mandatos de que para ser macho hay que ser de determinada manera y no de otra.
Más crisis, más cultos populares
-Señalás que cuantas más crisis hay, más crecen y se fortalecen los cultos populares. ¿Por qué se da este fenómeno?
-La mayor sensación y percepción de desamparo, la mayor problematización de la vida. ¿A quién vas a recurrir cuando te sentís más a la intemperie? Yo creo que dentro de las comodidades, nos vamos sintiendo acolchonados por los circuitos de contención y protección. Pero cuando todo se pone en crisis y las bases tambalean, la necesidad de recurrir a figuras que le den sentido a esa experiencia angustiante, que consuelen, que reparen, que restauren horizontes y den esperanza es mayor.
“Es curioso que el actual presidente se muestre muy comprometido con una dimensión religiosa. No tiene que ver con los santos populares, pero sí con lo trascendente”.
-¿Y tenés alguna lectura sobre la relación con los cultos populares en la actualidad? Tal vez habría que verlo en un tiempo, ¿no?
-Iba a decir eso, no se puede decir ahora, para mí estamos en un momento muy raro, donde ha habido un cambio social muy violento. Ha habido generaciones más jóvenes que han votado en estas últimas elecciones y creo que tenemos que esperar y ver cómo se va desarrollando.
Es curioso que el actual presidente, por un lado, sea muy racional o quiere serlo -siempre está dando explicaciones económicas de todos los fenómenos-, pero, por otro lado, se muestre muy comprometida con una dimensión religiosa. No tiene que ver con los santos populares, pero sí con lo trascendente, y es algo a lo que alude permanentemente, se aferra a lo espiritual.
Otra cuestión es la posibilidad de dialogar con, por ejemplo, Conan, que no es el único caso, por cierto, de una relación de una figura de autoridad con un ser que no es de su especie. Por ejemplo, Facundo Quiroga, Alejandro Magno, Napoleón tuvieron una relación de este tipo con sus caballos. Eso es una experiencia histórica sobre la cual escribí un trabajo en Clarín.
También aparece en la literatura esta relación particular con seres que no son humanos, pero que justamente por no serlo, representan otra relación con el mundo. Una relación inaccesible a los humanos como tales. Paradójicamente, el humano que supuestamente es el centro del universo, sin embargo, se siente descentrado frente a estas otras criaturas, que a lo mejor tienen otras posibilidades de ver lo que no vemos.
Eso está muy en boga en estos días en la literatura argentina. “Kaidú” de Paula Pérez Alonso es una novela muy linda que ganó el premio Sara Gallardo, del que fui jurado, que es la historia de amor, en el mejor sentido, entre una mujer y un perro. El texto representa un espíritu de época también.
-¿Por qué?
-Es curioso, esto tiene que ver con la percepción de que el ser humano no necesariamente es el centro del universo, ni tampoco la dimensión racional es la única herramienta que tenemos para entender este mundo que está rodeado de misterio. La experiencia humana es muy limitada en lo que podemos ver, conocer, etcétera. Dentro de esta concepción más amplia de lo real, se ve como algo limitado que quizás se puede trascender de otras maneras, ya sea con la relación con figuras que han cruzado la muerte y que están del otro lado, o figuras de seres que no son de nuestra especie.