"La obra es un monólogo de Rosas en sí mismo", explicó Rodrigo de la Serna. Y destacó la satisfacción de trabajar con Pompeyo Audivert, de llevar adelante los textos de Andrés Rivera y de tener la oportunidad de "indagar en nuestras contradicciones".
Rodrigo de la Serna y Pompeyo Audivert protagonizan “El Farmer”, una obra escrita por Andrés Rivera sobre la figura de Juan Manuel de Rosas que esta noche, a las 21.30 se presenta en la sala Astor Piazzolla del Teatro Auditorium.
El desafío actoral, la atracción por los personajes que marcaron la historia argentina y la oportunidad que brinda el revisionismo para “indagar nuestras contradicciones” son algunos de los aspectos que abordó Rodrigo de la Serna en diálogo con LA CAPITAL.
La obra se llega al Auditorium de Mar del Plata a través del Ministerio de Gestión Cultural de la Provincia de Buenos Aires.
Basada en la novela de Andrés Rivera, la puesta presenta a Juan Manuel de Rosas exiliado en Inglaterra. El hombre que ha dominado los destinos públicos y privados de la Argentina por más de veinte años se ha convertido en un “farmer”, palabra en inglés que significa granjero. Un granjero que vive en las afueras de Southampton. Está solo y se siente abandonado y traicionado. A lo largo del 27 de diciembre de 1871, acurrucado junto a un brasero y con la sola compañía de una perra en celo, repasa, por momentos con añoranza y por momentos con rencor, los instantes luminosos y oscuros de su vida.
La obra cuenta con la adaptación y dirección de Pompeyo Audivert, Rodrigo de la Serna y Andrés Mangone; música original y diseño sonoro de Claudio Peña, Julio Suárez en vestuario, iluminación de Leandra Rodríguez y escenografía de Alicia Leloutre.
Según comentó De la Serna, “el público se va a encontrar con un estallido de actuación por parte del maestro Pompeyo Audivert, algo muy fuerte, un Juan Manuel de Rosas en su recapitulación final. Un viejo muerto de frío, hambre y resentimiento junto a una perra en celo como única compañía de su exilio en Southampton, Inglaterra, ese país enemigo al que él tanto combatió. Allí Rosas hace esa recapitulación final. Así, él interlocuta con sus adversarios Sarmiento, Lavalle, su hija Manuela y Camila O’Gorman.
-¿Cómo fue el proceso del paso de la novela histórica de Andrés Rivera al guión teatral?
-En algún momento hay algo fantasmal en la prosa de (Andrés) Rivera que envuelve todo esto. Entonces nuestra adaptación se basó en dividir esos textos hermosos en dos cuerpos. Rosas, el anciano decadente y patético que ya está en sus últimas horas y su doble mitológico, es decir ese organismo espiritual que de alguna manera sigue “operando” soslayadamente, ese mito es el que encarno yo, entre otros personajes. Ese cuerpo físico que muere pero nace para la historia. Allí se desatan cuestiones metafísicas hasta en la escenografía. Es la muerte que lo envuelve todo.
-¿Qué fue lo que más te impactó de todos esos personajes que interpretás?
-Lo más impactante es la prosa de Rivera. Es un monumento lo que ha hecho y tiene una musicalidad muy propicia para ser enunciada. El texto va y viene de una manera muy musical. Ese personaje ominoso que es Rosas nos sirve de excusa para indagar nuestra propia identidad nacional. Esa grieta histórica de la que tanto se habla la tenemos entre Rosas y Sarmiento. Trabajar con Pompeyo Audivert, los textos de Rivera más los personajes tan fuertes, es algo que pocas veces se da.
-El espectador ¿con qué imagen se quedará de Juan Manuel Rosas?
-No es una obra que toma partido a favor o en contra de su figura, sino que se sirve de esa figura para indagar en nuestras propias contradicciones. Nos servimos de esta imagen para romper las estructuras, tanto para quienes lo apoyan como para quienes no.