Matías Taglioretti, paleontólogo del Museo Municipal de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia, describió cómo era la región en la que está ubicada actualmente Mar del Plata hace millones de años.
Imaginemos que se inventa una máquina del tiempo para viajar al pasado, como aquella creada por “Doc” Emmett Brown para su aventura con Marty McFly en Volver al Futuro. Y que ese moderno aparato nos permite retroceder el reloj millones de años. Proyectaremos en nuestra mente alguna escena de Jurassic Park, otro clásico del cine.
Ahora bien, gracias a la información obtenida, antes de concretar ese “viaje temporal” no tendremos garantías de encontrarnos con algún dinosaurio en la zona de la actual Mar del Plata. Pero igual tendremos que prepararnos para una temeraria expedición: con seguridad caminaremos junto a tigres dientes de sable, mastodontes, perezosos gigantes, lobos gigantes, gliptodontes y “aves del terror”.
Menos peligroso y también muy interesante puede resultar conocer el pasado a través de la ciencia. Esa propuesta se puede materializar gracias al registro geológico y paleontológico, que es particularmente “rico” en esta ciudad.
“Mar del Plata posee un recurso paleontológico muy importante. Los fósiles adquieren un gran valor, ya que nos permiten reconstruir los ambientes y climas del pasado, más allá de todas las otras fantasías que despiertan en chicos y grandes que admiran mundos perdidos bajo sus pies”, deslizó Matías Taglioretti, integrante del área de paleontología del Museo Municipal de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia.
“Pocos marplatenses registran que viven inmersos dentro la terminación del sistema serrano de Tandilia con bloques ascendidos (lomas) y bloques hundidos (valles), y que entre ambos bloques existen fallas geológicas que en algún momento rejugaron (volvieron a activarse) para moldear el relieve de la ciudad”, reveló el investigador local.
Mar del Plata posee yacimientos paleontológicos que representan dos momentos del tiempo muy diferentes.
El más antiguo de ellos es la formación geológica Balcarce, que data del Paleozoico inferior, de 490 a 430 millones de años atrás. “Sus sedimentos endurecidos se conocen localmente como piedra Mar del Plata y atestiguan un antiguo mar poco profundo de aguas frías, con una fauna marina muy primitiva compuesta por invertebrados marinos como los trilobites”, explicó el científico. Y especificó: “este yacimiento se compone principalmente de trazas fósiles que estos invertebrados marinos dejaron impresos en el fondo de este pretérito mar, y pueden hallarse en las exposiciones naturales de Cabo Corrientes y en los bloques de piedra que forman parte de las defensas costeras provenientes de las canteras de áridos de la zona de Batán”.
El otro período corresponde al Cenozoico superior, y abarca los últimos 5.5 millones de años de historia natural. Los yacimientos permitieron definir dos momentos del tiempo para todo Sudamérica: Chapadmalalense (5.5 a 3 millones de años atrás) y Marplatense (3 a 2 millones de años atrás).
“Los sedimentos nos hablan de ambientes continentales o terrestres sin invasiones marinas importantes. La fauna se compone principalmente de mamíferos y aves prehistóricas como perezosos terrestres gigantes, enormes armadillos terrestres, marsupiales tigre dientes de sable, ‘aves del terror’, jotes gigantes, grandes águilas, roedores gigantescos, ungulados nativos sudamericanos, osos de las pampas, mastodontes, caballos, lobos gigantes, entre otros”, detalló el investigador. Y agregó: “vivieron bajo climas cambiantes, relacionados a las épocas glaciales e interglaciales que dominaron el clima del planeta durante el Plioceno y Pleistoceno”.
Los primeros “turistas”
Durante gran parte de la era Cenozoica (últimos 65 millones de años), Sudamérica se comportó como un continente-isla, como actualmente lo es Oceanía con su principal masa terrestre, Australia.
Este espléndido aislamiento geográfico tuvo punto final en algún momento del Plioceno (Edad Chapadmalalense). Al emerger el istmo de Panamá se desarrolló un puente terrestre entre ambas Américas, lo que permitió un intercambio de fauna en ambas direcciones. Este evento se conoce como el Gran Intercambio Biótico Americano y explica como “la fauna sudamericana se va transformando con los nuevos ‘turistas a tiempo completo’ que ingresan desde América del Norte: cánidos (zorros y lobos), félidos (tigres diente de sable, puma, jaguar, etc.), úrsidos (osos), camélidos (guanacos), tayasuidos (pecaríes), proboscídeos (mastodontes), cérvidos (ciervos), mefitidos (zorrinos), équidos (caballos), cricetidos (lauchas) y prociónidos (coatíes), entre otros”.
Muchos de estos “turistas” encontrarán su extinción luego de miles de años de convivir con la fauna autóctona a finales del Pleistoceno (10.000 años atrás). “Este evento conocido como la Extinción de la Megafauna habría despojado de mamíferos de gran tamaño a la fauna de Sudamérica y se lo relaciona a la llegada del Homo sapiens en un contexto de cambio climático a condiciones más cálidas y húmedas luego de la última gran glaciación, hace 20.000 años atrás“, afirmó Taglioretti.
Y, para que se entienda mejor la magnitud de los cambios, explicó: “pensemos que, durante un evento de glaciación en su clímax, el océano baja su nivel y los marplatenses deberían caminar unos 190 kilómetros para volver a acceder a una playa”.
Otro suceso muy importante que ocurrió en Mar del Plata durante el Cenozoico Superior fue la caída de un meteorito, hace tres millones de años, que trajo consecuencias locales y regionales en la flora y fauna.
Lo cierto es que “el paso del tiempo se encuentra registrado en los depósitos de sedimentos y rocas que se encuentran en los afloramientos sedimentarios de Mar del Plata y sus alrededores”.
Matías Taglioretti se dedica al estudio de fósiles para desarrollar el conocimiento de las antiguas formas de vida. Lo hace junto a Fernando Scaglia y Victoria Sarasa en el Museo Municipal de Ciencias Naturales que lleva el nombre de quien inició esta tarea en la ciudad hace cien años: Lorenzo Scaglia.
Aquí también vino el excepcional científico argentino Florentino Ameghino, en tres oportunidades, para realizar personalmente sus observaciones.
Hoy se sabe que el patrimonio paleontológico de Mar del Plata es único en Latinoamérica. “Nos permite entender el presente, pero algo menos pensado e importante es que también nos permite anticipar el futuro”, advirtió Taglioretti.
Lo cierto es que debajo de nuestros pies hay un mundo al que -gracias a ciencia- podemos viajar sin la necesidad de crear una máquina del tiempo.
El “ave del terror” y cuevas subterráneas
Investigadores locales encontraron en 2010, en la zona de Barranca Los Lobos, restos del “ave del terror”, hallazgo que fue publicado en la portada de Journal of Vertebrate Paleontology, la revista paleontológica de mayor importancia mundial.
La particularidad de la denominada científicamente Llallawavis scagliai radicó en un inusual buen estado de conservación. De hecho, es el esqueleto de fororraco más completo del planeta.
Se preservaron aun las cavidades del cráneo que permiten conocer las características auditivas, entre otros pormenores que no se habían podido confirmar hasta entonces.
El “ave del terror”, que era carnívora, depredadora y no voladora, vivió en la era del Cenozoico superior, época Plioceno superior, es decir, hace 3,5 millones de años. Así, fue contemporánea a los perezosos gigantes y gliptodontes, entre otras especies.
“Este tipo de aves tenían huesos neumáticos, huecos, por lo que es muy difícil encontrar ese tipo de fósiles, de ahí la importancia de este hallazgo”, comentó Taglioretti al respecto.
Otro aspecto significativo de la fauna fósil local son las madrigueras gigantes que confeccionaron algunas especies de perezosos terrestres y armadillos gigantes hace miles de millones de años. Fueron encontradas en el sector costero de la ciudad, en pozos de excavación e incluso en patios de viviendas.
Las más grandes llegan a tener hasta dos metros de diámetro. “Cuando estas paleocuevas se encuentran vacías suelen ocasionar situaciones raras a poceros y perforadores de agua, y en algunos casos situaciones graciosas a los habitantes marplatenses como que ‘la tierra se tragó mi pelopincho’ o ‘la tierra se tragó una retroexcavadora’”, comentó de forma risueña el paleontólogo. “Resulta que el techo de estos complejos sistemas de galerías puede colapsar cuando un gran peso se coloca encima”, aclaró el científico.
Evidencias de un “verano” tropical
En la calle Daprotis y la Costa hay un yacimiento paleontológico muy completo (se hallaron peces, aves, anfibios, mamíferos pequeños y grandes, reptiles), denominado Constitución, que data de hace 120 mil años, cuando la Tierra vivió su último máximo interglacial (verano planetario).
Lo interesante es que dentro de los fósiles recuperados se encontraron roedores que actualmente viven en los cerrados del sur de Brasil. Eso quiere decir que por entonces Mar del Plata tenía un clima tropical-subtropical.
Por otro lado, durante el último máximo interglacial el nivel del mar subió cerca de los 5 metros. Pero como la ciudad se encuentra incluida dentro del denominado positivo bonaerense (terreno elevado que compone sierras de Ventana, sierras de Tandilia y la meseta entre ambas sierras), la situación elevada no permitió que se inundara. Hace 20 mil años, en tanto, se dio la última Edad de Hielo en su máxima expresión.
Con datos geológicos y paleontológicos, se pudieron construir las variaciones climáticas de los últimos 400 mil años. El clima frío fue el preponderante en el mayor lapso de tiempo en la historia de la Tierra, pero Mar del Plata también tuvo su “verano” tropical.
– HEMEROTECA LA CAPITAL Nota publicada el 10 de febrero de 2021 por el 146° Aniversario de Mar del Plata.