El análisis de los homicidios dolosos en Mar del Plata arroja como conclusión que el fenómeno de la violencia entre personas conocidas es el origen mayoritario.
Por Fernando del Rio
Incremento en los hechos fatales derivados de un robo, reafirmación del conflicto interpersonal como disparador de soluciones de extrema violencia y una baja tasa de esclarecimiento en escenarios de “foja cero” se imponen como característica en la situación de los asesinatos ocurridos durante el primer semestre del año en Mar del Plata.
Días atrás el Cemaed (Centro Municipal de Análisis Estratégico del Delito) difundió el aumento de homicidios dolosos en Mar del Plata en la primera mitad del año, el cual alcanzó la cifra de 29 hechos contra 20 del mismo período de 2017. No obstante esa valiosa cifra, discriminada por meses y acompañada por el ya tradicional informe delictual sobre llamadas al 911, tipos de delitos denunciados e intervenciones policiales, carece -por no ser el objeto del reporte- de un análisis detallado que logre dimensionar el fenómeno de los crímenes en el partido y los mensurar, al mismo tiempo, la capacidad de respuesta del Estado.
Se impone ante todo el dato duro. En Mar del Plata la curva de homicidios es fluctuante mes a mes: enero tuvo 2, febrero 3, marzo 8, abril 4, mayo 7 y junio 6. La diferencia que puede advertirse entre el Cemaed y la judicialización de los hechos es la fecha, ya que en algún caso se toma el día de la agresión y en otros la de fallecimiento de la víctima. En total se llegó a la cifra de 29 (en julio se agregaron 2) lo que representa un incremento de casi el 50 por ciento respecto al 2017.
Hay, entre esos 29 casos, algunas peculiaridades jurídicas: probablemente uno se transforme en un suicidio y otro pueda derivar en un hecho culposo, con lo cual la cantidad precisa podría quedar en 27.
Los números sin un entorno son apenas garabatos, incluso en temas tan sensibles como los homicidios, donde lo que se analiza es material basado en dramas, dolor, angustia. Pero sin ese entorno referencial el análisis cae en saco roto. Con una población estable que se acerca a los 800.000 habitantes, en 2017 el índice de homicidios -con 35 hechos- se colocó en 4,5/100.000 por debajo de la media nacional. Si se anualiza el primer semestre de 2018 la cifra llegaría a 58 muy lejos de los 92 de 2013, 77 de 2014 o 74 de 2015. Es decir, 2018 tuvo hasta ahora un comportamiento en ascenso pero por razones que aparentan no estar ancladas en la estructura criminal de la ciudad.
¿Qué tipo de hechos?
El homicidio es un delito que tiene su cimiento en el conflicto interpersonal, de modo que el porcentaje de hechos que muestran a víctima y a victimario sin trato previo es mínimo. Sucede en Mar del Plata y en la mayoría de las grandes concentraciones urbanas, de manera que exponer esa descripción como un atenuante del marco de violencia o inseguridad no es acertado. Es cierto que no debe analizarse con el mismo criterio un asesinato en ocasión de robo que otro gestado en la pelea entre vecinos por un perro ladrador, pero en términos estadísticos es esperable que el homicidio sea, en su mayoría, un ataque de una persona a otra conocida.
En el primer semestre de 2018, los homicidas conocían a sus víctimas en al menos 24 de los 29 hechos registrados, y en 10 de esos casos el asesinado tenía antecedentes delictivos. Estos episodios de homicidios suelen conocerse popularmente como “ajuste de cuentas”, término acuñado ya en la sociedad pese a la resistencia de algunos sectores sensibles a las trasgresiones semánticas.
Los 14 restantes homicidios tienen sus móviles en una gama variada de conflictos: una madre a su hijo autista, una pelea por plantas de marihuana entre socios, un crimen entre hermanos, una pelea entre mujeres indigentes, un asalto a un sereno por parte de un conocido, un femicidio, una sobrina a su tío, una joven asesinada por el ataque a tiros a una casa de conocidos de su novio, un kiosquero asesinado por el novio de su ex pareja, otro joven en barrio Newbery por razones de intimidad sexual, dos reclusos de la cárcel de Batán en sendas riñas, un joven golpeado por un vecino frente a un kiosco (ver aparte).
El que resta es el de la encargada de edificio María Rosa López, el que se presume que pese a haberse iniciado la investigación como un homicidio podría tratarse de un caso de suicidio.
Los cinco asesinatos cometidos por personas que desconocían a sus víctimas -al menos es lo que hasta ahora pudo establecer la Justicia- son los del menor Matías Ordoñez (abatido por un policía en una persecución) y cuatro jubilados en ocasión de robo (Antonio Coniglio, Mirta Falco, Oscar Luongo y Clara Brunett).
A distancia del año anterior están los homicidios en ocasión de robo, ya que entonces prácticamente no existieron en todo el año (solo un doble crimen cometido por un vecino) y, a favor, los femicidios (uno solo contra tres del primer semestre de 2017).
Esclarecimiento
En cuanto al porcentaje de esclarecimiento, si bien la mayoría fueron resueltos (con o sin detenidos) se impone una preocupante situación: aquellos homicidios donde víctima y victimario parecen no conocerse los investigadores no avanzan y no logran definir a sus autores. Al menos hasta el momento.
De los 29 homicidios del primer semestre, 20 fueron esclarecidos, a primera vista un buen porcentaje. Sin embargo puede discutirse la calidad investigativa, ya que se trata de casos en los que desde el primer momento, por su naturaleza o por testigos, se conocía a su autor. Solo tres homicidas están prófugos, los demás o se entregaron o fueron detenidos.
Entre los 9 homicidios sin resolver aún están los de todos los jubilados asesinados en ocasión de robo, dos presuntos ajustes de cuenta, un preso de Batán, el hombre del barrio Jorge Newbery y el homicidio-suicidio de la encargada de edificio.
Estos asesinatos, que comienzan a ser investigados sin más datos que los recogidos en la escena del crimen, no lograron hasta ahora avances significativos.