El marplatense Juan Manuel Ballestero va por otra travesía. Su nombre se hizo reconocido hace dos años cuando en la etapa más dura del confinamiento partió desde Portugal para reencontrase con sus padres en la ciudad.
Por Natalia Prieto
Viejo lobo de mar, el navegante Juan Manuel Ballestero (alias El Gato) volverá a timonear su velero “Skua” para emprender una nueva aventura: dar la vuelta al mundo. Para cumplir con el objetivo, el marino, que hace dos años cruzó el Atlántico en soledad en pleno confinamiento por el coronavirus para reencontrase con sus padres en la ciudad, zarpará el próximo domingo a la mañana desde el Club Náutico Mar del Plata.
“A partir del 1° de mayo, se abre una ventana con cinco días de viento sudoeste, ideal para llegar hasta Brasil. Incluso puedo hacer una escala técnica en La Paloma (Uruguay)”, cuenta a LA CAPITAL.
La aventura será de nuevo a bordo de su velero “Skua”, un “Ohlson 29, finlandés, de 8.80 metros de eslora y 2.75 de manga”, describe Juan Manuel, que durante los primeros días de travesía contará con la compañía de su amigo Ariel Fiato. “Viene y me acompaña hasta La Paloma o Brasil, después sigo solo”, añade y cuenta el origen del nombre del barco: “Skua es un ave marina del Cono Sur. Cuando vine, curiosamente, me acompañó una skua, después del Ecuador hasta Santos, más o menos”.
La idea es “bordear Brasil para poder llegar al Caribe hacia fin de año, cuando termina la temporada de huracanes que se extiende desde octubre a diciembre”, detalla sus planes este marplatense de 49 años, soltero y sin hijos, que hasta hace 24 meses vivía en Europa.
La estadía caribeña no tiene plazo, ya que la intención es ganarse la vida en esas latitudes. “Soy patrón de yate con una licencia que me permite trabajar en todos lados para juntar dinero y continuar con la travesía”, explica. Y advierte: “Quiero cruzar por el Panamá y, después, por el Pacífico, llegar a la Polinesia. Pero no sé cuándo, dependerá de cómo está la situación”. Y agrega: “Una vez en el Pacífico, después de una navegación de larga distancia por el océano más grande del planeta, quiero llegar a las islas de la Polinesia para concretar la segunda etapa”.
La tercera fase apunta a llegar a Indonesia, Sumatra, Singapur, Sri Lanka e India. “Si los piratas me dejan cruzar parte del Indico, quisiera ir al Mar Rojo y volver al Mediterráneo, para encarar la etapa final que es Barcelona, donde compré el barco”, detalla.
“No es dar la vuelta al mundo así porque sí -aclara-, quiero dar una vuelta, conocer gente y lugares sin tiempo ni prisa. Aprendí con esta pandemia que tengo que vivir la vida ‘a full’ porque mañana no sabemos si estamos. Hay que disfrutar al máximo cada día, no dejar nuestros deseos”, cuenta.
“Aprendí con esta pandemia que tengo que vivir la vida ‘a full’ porque mañana no sabemos si estamos. Hay que disfrutar al máximo cada día”.
El marino dice que encara esta nueva aventura después de permanecer casi dos años con su familia en Mar del Plata. “Me cargó de energía para poder encarar la soledad del mar otra vez”, explica.
Historias anfibias
Juan Manuel es el menor de tres hermanos, hijo de Carlos (capitán de barco) y de Nilda (docente). Nació en Mar del Plata y desde muy chico entró en contacto con el mar. “Obvio que este vínculo nació de mi viejo -explica-, con sus veleros e historias náuticas de mares, tesoros y sirenas”. Además, a los 6 años aprendió a nadar en la Pileta Cubierta “para mejorar la salud” y ya adquirió la condición de “anfibio”, bromea.
Después, llegaron las épocas de esparcimiento y deporte en el club Náutico, a los 11 años descubrió el surf y ya nunca se bajó de esa tabla. “Todo eso me llevó a navegar -analiza- y a surfear olas perfectas. Ahora, es una especie de buscar la ola perfecta con el velero, es un desafío personal, se están alineando los planetas para eso”.
Fue alumno de la escuela Sargento Cabral N° 31 durante el primario; el secundario lo cursó en el Instituto Juan B. Justo (ya desaparecido) y, después, hizo el curso de guardavidas en el CEF N°1. “Ahí empecé a navegar, tanto en la pesca como en los veleros”, reseña entre las risas que le achinan sus ojos claros.
Ballestero durante su arribo al puerto de la ciudad en plena pandemia.
Su última travesía fue noticia en casi todos los diarios, portales y programas de radio y TV, ya que navegó en solitario durante 85 días para llegar a Mar del Plata, en el marco del confinamiento que se generó en gran parte del mundo -él vivía en Portugal en aquel entonces- como consecuencia de la pandemia de Covid-19.
El 24 de marzo de 2020 se embarcó en el “Skua” desde Porto Santo, una pequeña isla del archipiélago portugués de Madeira, famosa por sus aguas cálidas, sus sitios de buceo y la larga playa. En aquel entonces, la decisión de aislar a los habitantes de Portugal por el coronavirus le impidió subirse a un avión y volver a la Argentina para encontrarse con su familia, especialmente con sus padres Carlos y Nilda Gómez.
Entonces, Juan Manuel no dudó y se puso en campaña para volver a Mar del Plata. Una vez tomada la decisión, se aprovisionó como pudo de comestibles, herramientas y algunos elementos de seguridad para lograr su objetivo.
“Era la única forma de llegar -recuerda, sentado en su barco, todavía amarrado-. El gobierno argentino había cerrado todas las fronteras y yo tenía que venir”.
Así, con las cartas náuticas sobre el escritorio, diagramó el viaje “sin escalas” para no correr riesgos “con las políticas que habían implementado otros países por el coronavirus, ya que no quería recalar en algún puerto y que no me admitan”, aclara.
La ruta navegada, según describe, fue “totalmente alejada de las costas, con menos recorrido y fuera del tránsito de los buques mercantes”. Ahora, volverá a internarse en el mar, rumbo al norte, para cumplir con otro de sus sueños.