La Ciudad

Crónicas sorprendentes: Cuando detuvieron a Bronzini y se negaron a devolverle su revólver

El legendario Teodoro Bronzini –cuatro veces intendente de Mar del Plata por el socialismo- padeció las consecuencias de la Semana Trágica en 1919. Una sorprendente crónica rescatada de nuestros archivos recuerda aquel episodio.

Por Gustavo Visciarelli

“Me niego a salir hasta tanto me devuelvan mi revólver. Careciendo de garantías y seguridad en el pueblo no puedo ni quiero andar desarmado”. Quien habla es Teodoro Bronzini. Tiene 30 años y preside el Concejo Deliberante. La escena transcurre en la comisaría primera, donde acaba de purgar una arbitraria detención. Son las diez de la noche del 12 de enero de 1919.

El país se desangra en la Semana Trágica y cientos de muertos van quedando al paso de la represión. Desde los talleres Vasena de San Cristóbal la huelga se ha extendido por el país. Mar del Plata, en pleno veraneo de la aristocracia, se paraliza durante 48 horas. No hay agua, luz, telégrafo, teléfono, ni suministros de ningún tipo. Martín Pérez, agente de policía, es asesinado durante una manifestación. Militares y marinos llegan para tomar el control de la ciudad. En la cancha de paleta “El Trinquete” de 25 de Mayo y Salta, hacinan a unos 400 detenidos. Las “Guardias Blancas” integradas por civiles salen a tomar represalias, ya sea por la huelga o por enconos anteriores.

“Tomando el fresco”

El 12 de enero la huelga está desactivada en Mar del Plata. Cerca de las 20, el concejal socialista “toma el fresco” en la puerta de su casa de Tucumán 2480 junto a su esposa y varios sobrinos de corta edad. ¿Cómo sabemos estos detalles? Por el propio Bronzini, que se los relata a LA CAPITAL a poco de ocurrir los hechos.

Un día antes, el diario El Trabajo, que dirige desde 1915, ha sido allanado violentamente por civiles que secuestran material periodístico vinculado a la huelga. Eso y una serie de amenazas lo inducen, según dice, a adoptar “medidas precautorias”. Por eso Bronzini “toma el fresco” con un revólver en la cintura.

Llegan tres hombres a caballo. Son civiles que las crónicas identifican como Benjamín Benedetti, Francisco Montaña y José Colantonio. Uno de ellos se lanza de su monta y le da “orden de prisión”. Forcejean y la esposa de Teodoro sale en su defensa.

Bronzini asegura que se entrega para no poner en peligro a la mujer y a los niños. Ese es el motivo por el cual no emplea el arma, que pasa a manos de los captores.

Se lo llevan caminando. Bronzini protesta a viva voz en medio de los tres jinetes y un vecino solidario hace lo único que puede para amenguar el atropello: ofrece su auto para trasladarlo. Así ocurre.

Un “comité” en la comisaría

En la seccional, Bronzini pide hablar con el comisario o con algún policía. No hay ninguno a la vista. “La comisaría no era tal, sino un comité político. Noté la presencia de muchos particulares ajenos a la repartición y uno de ellos, Antonio Ortega, daba orden de que me trasladaran al calabozo”. Entre esos civiles, asegura el cautivo, se encuentra el diputado Juan Bautista Machado.

Tras recibir un golpe y varios empellones, Bronzini termina en una celda tan estrecha y poblada que lo lleva a decir: “No me extrañaría que alguno de los detenidos muriera asfixiado”.

Minutos antes de las 22 un “teniente de la guardia de seguridad” lo hace salir y “con palabras atentas y melosas” le explica “que en ese momento se harían cargo de la comisaría y que me pondrían en libertad”. El concejal responde: “Me niego a salir hasta tanto me devuelvan mi revólver. Careciendo de garantías y seguridad en el pueblo no puedo ni quiero andar desarmado”.

El teniente le ofrece la compañía de un agente. Bronzini la rechaza. “Entonces no me responsabilizo por usted”, contesta el militar y lo libera.

Dos días después el asunto es tratado en el Concejo Deliberante. Hay voces de repudio y queda en claro que la detención no tuvo más razón que la venganza política. Los hechos son denunciados por telegrama ante el gobernador Felipe Crotto. Y verbalmente ante el “coronel Valleé”, quien –según las crónicas- es quien “llegó a poner orden en la ciudad”. El militar promete serias sanciones para los responsables. Si existieron, no hallamos noticias de ellas, así como tampoco del revólver de Bronzini.

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