por Esteban Prado
Será difícil capturar acá la tormenta suscitada en los últimos días en la Fan Page del Sr. Eugenio Cuttica. Más difícil será salir de la “indignación”, ese estado de agitación del espíritu al que nos invita el bochorno de las redes sociales. Voy a intentar reconstruir algunos hechos porque, uno al lado del otro, hablan por sí solos. El usuario Eugenio Cuttica, el 23 de julio, publicó en Facebook y Twitter el siguiente comentario:
“No hay ni un solo colombiano o venezolano durmiendo en las calles de Bs.As. trabajan y pagan hotel… demasiados argentinos prefieren morir de frío a trabajar, lo demás es verso”.
El día anterior había fallecido Ana Paula, una mujer en situación de calle, a causa de la “hipotermia” y por el “excesivo consumo de alcohol”, en los descampados aledaños al Museo Mar donde hace meses se exhibe “Ataraxia”, una obra del Sr. Cuttica. Los medios se hicieron cargo de las causas clínicas de su muerte y quedó en la atmósfera la pregunta por las causas sociales y políticas.
Un día después, el Sr. Cuttica encendió la polémica. Algunos respondieron con respeto. Otros, directamente le fueron al cuello. Todos lo hicieron con autodeterminación. El Sr. Cuttica, primero, participó de la discusión defendiendo el comentario, sin mostrar la mínima empatía por la mujer fallecida. Y consideró que el revuelo que habían suscitado sus palabras era a causa de su obra y no de la violencia y la brutalidad del comentario. Al otro día, abrumado por lo sucedido, se “retractó”.
En realidad, no se retractó en lo más mínimo. Sólo negó haber publicado el texto que había iniciado la polémica, excusándose a través de un supuesto ataque hacker. Sin embargo, los siguientes comentarios permitían deducir que se trataba siempre de textos de su autoría. No hace falta ser perito ni lingüista forense para advertir la identidad entre las dimensiones visuales y ortográficas.
A partir de aquí, el Sr. Cuttica se puso en el lugar de la víctima. Un supuesto “hacker” lo habría tomado como blanco. ¿Por qué lo haría? Nadie lo sabe pero el “artista” se considera lo suficientemente importante como para que lo creamos. Luego, apeló a una conspiración más grande, ya no se trataba de un “hacker”, sino de un partido político que movilizaba “trolls” en su contra.
Ante este nuevo estado de cosas, muchos de los que habíamos participado, le sugerimos que comentara qué pensaba respecto de la muerte por frío de una mujer en situación de calle. Sus respuestas fueron del tipo “el escrache fracaso” (sic), ignorando siempre la posibilidad de explayarse. Como habló de “ética de trabajo”, una mujer comentó que negreaba y maltrataba a sus empleados. Su respuesta fue eliminar el comentario. Se le pidió que contratara un perito informático que diera fe y describiera cómo sucedió el hackeo. Volvió con sus placas de letras blancas y fondos rojos del tipo “140.000 visitantes a la obra, 10 al escrache”. Sus defensores hablaron de “lo noble”, “lo puro”, “lo supremo”, lo trataron de “genio” y de “maestro”.
Los mejores entre sus aduladores apelaron al dogma de que en todo caso hay que separar al “artista” de su “obra”. Aclaro que nunca se trató de su obra y que hace unos cien años que los artistas vienen mezclando todas esas cosas que algunos quieren mantener separadas. Escribir esta crónica me llevó a revisar algunas declaraciones. Me sorprendió oírlo hablar del “inconsciente” cuando su obra está llena de estatuas de “niñas de 7 años”, “dóciles”, algunas atravesadas por una rama. También me sorprendió que, como un ex presidente que habló de las obras completas de Sócrates, Cuttica atribuyera la “alegoría de la caverna” (de Platón) a Borges y Aristóteles.
Todo el reconocimiento que ha tenido este “artista” no lo exime de ser un ignorante medio argentino que no puede dimensionar los motivos por los cuales una mujer muere de frío en la calle, que cae en la comparación simplista entre inmigrantes y locales, que tiene una falta de empatía total y que no se hace cargo de nada. Además de usar el nombre de Borges sin gracia y en vano. Se trata de un oportunista megalómano que utilizó la muerte de una mujer y la indignación producida por sus comentarios nefastos. Quiere hacernos creer que es tan importante para que un “partido político” con “hackers” lo ataque y en ese ataque lo hacen decir lo que piensa. Y le atribuye todo el revuelo a la “potencia” de su obra “Ataraxia”, que no provocó mucho, salvo un fanatismo ramplón propio de la ciudad que hemos construido.
Todavía en su cuenta de Twitter puede leerse el comentario del 23 de julio.
(*): @EstebanJPrado