Este mes se conoció la sentencia a un hombre por un crimen cometido en el año 2012 en la Villa Gascón. Dentro de la sentencia quedaron explícitos los lazos que unen a más de una docena de asesinatos.
Por Fernando del Rio
Todo comenzó hace más de 10 años en uno de los pasillos de la Villa Gascón, un precarizado asentamiento de la periferia oeste de Mar del Plata. Dicen que de un lado estaba la Banda de los Suranitti y del otro la Banda de los Saitta. Disputas por territorio y acusaciones de colaboracionismo con la policía cimentaron una enemistad irreconciliable entre las partes. Y fue una tarde de mayo de 2012 en la que estalló la violencia.
Ese día, el 7 de mayo, un adolescente estaba en uno de los pasillos formado por las casillas de Gascón al 7800 cuando fue atacado a tiros. Un proyectil le impactó en el rostro y le produjo una lesión en un pómulo que obligó su internación en el Hospital Interzonal. Sus familiares y amigos pidieron a la policía que investigara a algunas personas del barrio con la idea de que, sabiéndose investigados, los agresores se calmaran o desistieran de más ataques. Sin embargo, sucedió todo lo contrario.
Al día siguiente Oscar Cicovicci (43) y su hijo Jonathan, que por entonces tenía solo 14 años, fueron interceptados cuando circulaban en motocicleta a unas pocas cuadras de la villa, en Alberti al 8700. Dos personas los balearon sin mediar palabra, aunque el rumor que trascendió fue que era en venganza por el hecho del día anterior y por mantener “contacto” con la policía. El padre murió y el hijo sufrió lesiones que lo mantuvieron internado en el HIGA por varios meses.
La violencia volvió a recrudecer horas más tarde, a las 14.30, del 9 de mayo en Gascón al 7700 cuando Jesús Cicovicci (27), sobrino de Oscar, tomaba unas cervezas junto a Jonathan Anibarro y Alejandro “Regatón” Suranitti. Entonces desde distintos puntos llegaron los disparos y el único que resultó ileso fue Suranitti. Cicovicci murió por una herida en el abdomen; Anibarro, en tanto, sufrió la pérdida de un ojo por el proyectil esférico de una escopeta calibre 12.70. En el lugar se encontraron vainas de otros calibres, evidencia clara de la cantidad de disparos y armas involucradas en el ataque.
Aunque murieron dos miembros de su familia, las venganzas no iban dirigidas específicamente hacia los Cicovicci. De hecho, en el velorio de Jesús, se presentó Suranitti y pidió perdón porque “los tiros eran para mí”.
En el año 2015, Leandro “Pipo” Coppens fue condenado a 7 años por la herida en el ojo de Anibarro, pero recién en las últimas semanas se condenó al asesino de Jesús Cicovicci. A quien el Tribunal Criminal N°2, compuesto por Gustavo Fissore, Roberto Falcone (h) y Alfredo De Leonradis, halló culpable fue a Nahuel Saitta, y le aplicó una pena de 15 años de prisión.
Quien lea los hechos y contexto que surgen de la sentencia se sumergirá en un submundo que, aunque parece lejano en el tiempo, está demasiado fresco. Un mundo de violencia irracional en el que se conectan más de una docena de asesinatos, algunos de ellos de víctimas inocentes.
El Monte Varela es un predio de 8 manzanas delimitadas por Colón, Cetz, Falucho y Coronel Suárez, en pleno barrio Coronel Dorrego. En las calles aledañas hay casas humildes de gente trabajadora en su mayoría, pero también hay un asentamiento conocido como Villa Gascón, que se extiende por Gascón desde el 7500 al 7800. Durante años ese fue el punto caliente de la zona y el sitio en donde aquella tarde de mayo de 2012 comenzaron los enfrentamientos que concluyeron con los asesinatos de los Cicovicci.
Cuando el hampa coloniza una zona y se retroalimenta, el alcance del daño es incalculable. La versión más conocida aseguraba que la “bronca” entre la banda de “los Suranitti” y la de “los Saitta” tenía que ver simplemente con cuestiones de reputación. Se disputaban ser los dueños de la calle. Ser los más aterradores del barrio.
La muerte de Oscar Cicovicci fue atribuida a José Ledesma y a Mauricio Villarroel, alias “El Villa”. Ledesma estuvo imputado, pero nada probó que él fuera uno de los atacantes. En cuanto a Villarroel, no hubo mucho tiempo para investigar: el 16 de junio fue abatido por la policía cuando intentó escapar con un automóvil robado en otro punto de la ciudad.
En cambio, la investigación por el crimen de Jesús Cicovicci (y las heridas a Anibarro) estuvo clara desde un comienzo, porque los testigos señalaron a “Nahu” Saitta como uno de los pistoleros. En el año 2013 fue imputado junto a “Pipo” Coppens pero se fue de Mar del Plata a Santiago del Estero con un arresto domiciliario. En la investigación se determinó que jamás controlaron a Saitta en ese arresto y tan así fue que el 9 de agosto de ese año, Saitta estuvo en Mar del Plata y asaltó una farmacia de Santiago del Estero al 2900. Del 5 de septiembre de 2013 al 13 de diciembre de 2021 estuvo prófugo, y fue atrapado en la provincia de San Juan bajo el nombre de Miguel Segundo Juáres. Allí había montado un gran negocio de venta de autos con su hermano Pedro Saitta, que usaba de identidad falsa el nombre Leonardo Sampieri.
A Pedro Saitta se lo buscaba en Mar del Plata por otro homicidio, el de Marcelo Torres, ocurrido el 18 de abril de 2013. Saitta asesinó a Torres luego de acusarlo de haberle robado una motocicleta a su hermana. Por este crimen en el pasado mes de septiembre fue condenado a 14 años de prisión.
En la Villa Gascón la violencia jamás se detuvo y ya no solo afectó a quienes estaban dentro del ámbito de la conflictividad. También cayeron víctimas inocentes como el empleado municipal Ricardo Locatelli (55), agredido a golpes el 16 de marzo de 2015 mientras lo asaltaban en la vivienda en obra de su hermano. También allí estaba su madre de 79 años. Durante cinco días, Locatelli agonizó en el HIGA, hasta que finalmente murió el 22 de marzo.
Por ese asesinato fue detenido y sindicado como uno de los autores Leandro “Papush” Echavarría. A “Papush”, que vivía en la misma manzana del hecho (Falucho al 7700) fue reconocido por testigos por su particularidad física: tenía una pierna más corta que la otra. Eso le aportaba un modo de caminar distintivo. Y como todos los hilos en el mundo del delito se unen en una gran madeja, Echavarría era el hijo de Urbano “El Momia” Echavarría, quien el 8 de febrero de 2001 fuera asesinado a la salida de un partido de Alvarado, en la avenida Juan B. Justo. La pareja de Urbano Echavarría por aquellos años era Andrea Cicovicci, la madre de Jesús Cicovicci.
Un mes más tarde, a “Regatón” Suranitti, le llegó el final. El joven para quien iban dirigidos los disparos que
acabaron con la vida de Jesús Cicovicci, era un blanco en movimiento desde 2012. La venganza sobre él algún día se cobraría y el 18 de abril de 2015 llegó: recibió un tiro en el pecho a poca distancia de su domicilio, en Arrué entre Falucho y Gascón. Hoy en la pared de la esquina de Gascón y 184 se preserva su memoria por medio de un gran mural. “Ale, tus amigos y familia siempre te recordarán” dice la frase que acompaña el retrato.
Su hermano es el también célebre Matías “Zorrino” Suranitti, aunque a él goza del beneficio de estar vivo. Eso sí, su vida desde hace un tiempo transcurre en la cárcel porque en febrero de este año recibió una condena de 19 años de prisión por asesinar a Franco Morales. El asesinato se produjo en Falucho al 7700, frente a uno de los pasillos de acceso a la Villa Gascón.
El “Zorrino” había estado envuelto años atrás en otro crimen en la Villa Gascón, el de Brian Venegas. En esa ocasión se decía que había actuado en compañía de Brian Juárez, quien meses después sería víctima de una venganza, muchos dicen que por el crimen de Venegas. A Juárez lo asesinaron el 30 de diciembre de 2014 en el
barrio Aeroparque.
El abrumador panorama de asesinatos ocurridos en las adyacencias del Monte Varela tendría algunos capítulos más, aunque uno de ellos significaría el final para un delincuente tan precoz como peligroso. El 22 de diciembre de 2019 murió de un tiro por la espalda Leonel Velázquez, conocido en el mundo de la delincuencia como “Mapuche”.
Fue nada menos que el asesino del taxista Rubén Cufré en septiembre de 2014, cuando apenas tenía 15 años. En 2016 el “Mapuche” mató en el barrio Centenario a Marcelo Pilli, otro hombre con antecedentes.
Jamás la Justicia ni la policía detectó que los motivos para atacarse fueran grandes intereses en disputa. Tan solo una manera de vivir la vida. A sangre y fuego.
Cuando L-Gante llegó a la provincia de San Juan en marzo de 2021 tenía programado un fin de semana de presentaciones y también la realización de un videoclip. Cumplió con todo aquello y aunque esa gira terminó en escándalo, ya que fue detenido por provocar disturbios.
Pero en esa ocasión quien estuvo detrás de sus shows fue Pedro Saitta, que incluso le cedió sus automóviles para la filmación del video “Me Re Sirve”.
La explicación de todo gira alrededor de Leonardo Sampieri, la falsa identidad que Saitta utilizaba en San Juan y a través de la cual había logrado una gran prosperidad, al punto de poseer una flota de vehículos de alta gama.
Una publicación de agradecimiento del propio cantante urbano tras regresar a Buenos Aires puso en evidencia a Saitta y a su hermano Nahuel. A partir de ese y otros datos es que la policía pudo avanzar sobre la localización de ambos.