El anuncio de los hisopados en temporada tuvo un contrincante inesperado. Efectores privados y la oposición hablan de transmisión comunitaria. El intendente reconoce que el virus circula y le resta trascendencia al debate semántico. Los acuerdos del Concejo, con matices.
Por Ramiro Melucci
La semana en que Guillermo Montenegro logró hacerle una cruz a dos de las iniciativas que prometió en campaña y consiguió aprobar el Programa de Asistencia Tributaria para sectores golpeados por el aislamiento no fue para el gobierno municipal todo lo grata que hubiera podido esperarse.
Los efectores de salud privados, como antes habían hecho los públicos, pusieron en aprietos el lenguaje oficial sobre el estado de situación de la pandemia. El director del Hospital Privado de Comunidad, Pablo Malfante, dijo que ya es tiempo de hablar de transmisión comunitaria. El de la Clínica Pueyrredón, Gustavo Carrión, manifestó el temor de no dar abasto en la atención de pacientes con coronavirus. Esas palabras, que reflejan un cuadro más grave que el que admite el municipio, se condicen con el incremento de la curva de contagios que experimentó Mar del Plata en las últimas semanas.
La oposición observa cada vez con más nitidez aquellas discrepancias. La concejala Paula Mantero, de Acción Marplatense, reclamó que el municipio describa mejor lo que está sucediendo y lo transmita con claridad. Marina Santoro, del Frente de Todos, advirtió que la curva no está aplanada, pidió mayor responsabilidad para tratar de controlarla y afirmó que hay transmisión comunitaria. Ni una sola voz retumbó en el semidespoblado recinto del Concejo Deliberante para contradecirlas.
El gobierno sigue la evolución de la utilización de camas covid y no parece alterarse. No ve un colapso en puerta y sigue sosteniendo que no hay transmisión comunitaria del virus. La Provincia determina que esa condición existe cuando se desconoce el 60 por ciento de los nexos epidemiológicos. En la ciudad ese dato alcanza a la mitad. Sin embargo, a medida que respeta a rajatabla ese concepto técnico, que acaso sirve para sostener la fase 4, la postura del municipio no sólo pierde adeptos semana a semana, sino que también empieza a distanciarse del sentido común.
El propio intendente pareció percibirlo, porque fue él mismo el que se ocupó de actualizar el mensaje oficial. “El virus está circulando en Mar del Plata. No soy un necio para no verlo”, insistió en las últimas horas. Y le restó trascendencia a la discusión sobre si hay o no transmisión comunitaria. Piensa que es una cuestión semántica que no cambia nada. Allí subyace otro debate: la oposición considera que las palabras elegidas pueden modificar la conducta social en momentos en que la prevención es más necesaria que nunca.
Como si las discusiones de los retenes hacia adentro no fueran suficientes, al intendente le surgió un contrincante inesperado tras el anuncio de los hisopados para entrar a la ciudad en temporada. Un funcionario de Horacio Rodríguez Larreta, su referente nacional. El ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, aclaró que una PCR negativa no garantiza nada y desaconsejó la medida. El intendente mandó al secretario de Gobierno, Santiago Bonifatti, a decirle que se ocupara de la salud de los porteños. En el medio quedó la confirmación de que un hisopado no asegura cien por ciento que un turista no esté incubando el virus, pero que el municipio tampoco los dejará de hacer porque es el único método que tiene para disminuir probabilidades.
La discusión de la temporada posee otros costados. El municipio no aceptó el protocolo de la Cámara de Balnearios tal cual estaba escrito. “Lo único distinto era que iban a poner alcohol en gel en la entrada”, lo criticaron en la Secretaría de Salud, que solicitó modificaciones. Esta semana la Comisión de Reactivación Económica empezará a observarlas. Cerca del intendente creen que es oportuno que, así como se abrieron la gastronomía, los shoppings y los gimnasios, salga una recomendación para un permiso precario que los habilite a funcionar.
Mientras, el municipio implementará el Programa de Asistencia Tributaria para ayudar a sectores castigados por la pandemia. La ordenanza establece reducciones, suspensiones y facilidades de pago para establecimientos gastronómicos, hoteles, operadores turísticos, salones de fiesta, centros culturales, gimnasios, natatorios y el transporte escolar. Como dijo el jefe del bloque de Acción Marplatense, Horacio Taccone, la ordenanza no le va a cambiar la vida a nadie, pero es un estímulo que se necesitaba. Y que, como remarcó el oficialismo, al municipio le costará $ 45 millones en un momento de vacas flacas.
El Concejo también aprobó el Régimen de Habilitaciones, que promete agilizar ese trámite para los comercios e industrias, y el Compre Marplatense, que otorga prioridades a las empresas locales en las adquisiciones del municipio. Las dos iniciativas prometidas por el intendente en campaña fueron sancionadas por unanimidad. El oficialismo festejó, pero la oposición les redujo el brillo. Un compendio abrupto de todo lo que dijeron los concejales que no comulgan con la administración local puede sintetizarse en una simple oración: nada de lo que se aprobó es tan relevante como el gobierno dice. Pero todos coincidieron, también, en que es mejor haberlo hecho antes que dejar todo como estaba.
La otra ordenanza que iba derecho a su aprobación era la de los corredores gastronómicos. Tras la experiencia de la peatonalización de un sector de la costa, parecía el momento adecuado para comenzar a experimentarlos. Pero el fin de semana pasado fue un quiebre. Aunque el proyecto del opositor Marcos Gutiérrez se discutía desde junio, la Asociación Hotelera Gastronómica tomó dimensión de lo que se iba a aprobar y jugó fuerte. Como le parecía insuficiente la letra –establecía en un principio dos corredores y dejaba abierta la posibilidad de que el Ejecutivo dispusiese otros– pidió su postergación.
Durante toda la semana, el gobierno y el bloque del Frente de Todos buscaron convencer a los empresarios del rubro de que la ordenanza era el puntapié inicial y que por algo había que empezar. Les recordaron, además, que se iba a complementar con la iniciativa para instalar decks con mesas y sombrillas afuera de restaurantes y cervecerías, del oficialista Nicolás Lauría. Pero no hubo caso. Y el proyecto regresó a comisiones porque, al parecer, sin el aplauso de la entidad no era conveniente avanzar.
Si aquella fue una discusión por el futuro, no faltó otra sobre el pasado. La administración de Montenegro consiguió la aprobación del acuerdo para pagar la deuda de los polideportivos barriales, por $ 43,8 millones. Su origen –en el gobierno de Pulti–, la decisión de Arroyo de no pagarla, que la duplicó, el juicio en marcha que iba a perder la Municipalidad y el monto del convenio final suscripto por Montenegro reavivaron viejas tensiones.
Afloran nuevas. Los concejales Sol de la Torre y Roberto Gandolfi, del Frente de Todos, presentaron un proyecto en sintonía con el Movimiento de Trabajadores Excluidos para otorgar más espacios públicos a los feriantes que venden frutas y hortalizas. El oficialista Agustín Neme lo fustigó de entrada: aseguró que es competencia desleal para los comerciantes que pagan sus impuestos. “Una locura”, agregó, sin ninguna intención de discutirlo. Su opinión no es una aventura personal: refleja la percepción que tiene sobre el tema el gobierno municipal.
No fue la única. El edil también se pronunció sobre el 17A. Una marcha, dijo, de la que el gobierno nacional “debe tomar nota”. Antes de hacerla buscó un guiño en la mesa chica del intendente, y lo obtuvo. Luego, cerca del jefe comunal deslizaron que no correspondía que Montenegro, por su rol institucional y su trabajo conjunto con la Nación y la Provincia en la pandemia, participara o se mostrara a favor de la manifestación. Por más que, en el más absoluto de los silencios, compartiera alguna de sus consignas.