El mayor miedo no son los misiles de largo alcance o el poder armamentístico del régimen de Kim Jong-un sino el daño que podría causarle a Seúl.
por Jairo Mejía
WASHINGTON.- Estados Unidos no quiere contribuir a provocar un conflicto con Corea del Norte que podría escalar rápidamente con miles de piezas norcoreanas de artillería capaces de alcanzar Seúl en segundos y sumir a una de las regiones más densamente pobladas del mundo en el caos.
Tras el ensayo el pasado 4 de julio por parte del régimen de Kim Jong-un de un primer misil intercontinental viable, capaz de alcanzar Estados Unidos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que están preparados para “cosas bastante severas”.
No obstante, el jefe del Pentágono, Jim Mattis, matizó que el avance tecnológico norcoreano, que les permitiría ser una potencia atómica si consiguen una ojiva nuclear lo suficientemente pequeña, no los aproxima “a la guerra” y la vía diplomática es la primordial.
Mattis, conocedor de la compleja relación con Corea del Norte, país aliado de China y experto en llevar la tensión al máximo para conseguir réditos negociadores, ya había dicho en el pasado que una guerra con Pyongyang sería “más catastrófica”, que la Guerra de Corea (1950-53), que arrasó la Península de Corea antes de dividirla en dos.
El mayor miedo para Estados Unidos ante una posible escalada bélica con Corea del Norte no son sus misiles de largo alcance, sus submarinos de propulsión diesel o sus viejos cazas soviéticos, sino toneladas de obuses en el lado norte de la Zona Desmilitarizada (DMZ) que podrían provocar una tragedia en Seúl.
A menos de 40 kilómetros de la frontera con Corea del Norte, Seúl está a merced de 15.000 cañones artilleros norcoreanos, contra los que las fuerzas estadounidenses o surcoreanas tienen poca capacidad de respuesta en un primer momento, a excepción de un ataque preventivo.
Un primer golpe norcoreano podría ocasionar un alto número de víctimas mortales y desatar el caos en Seúl y alrededores, donde se concentra más de la mitad de toda la población de 50 millones de personas de Corea del Sur.
Según indica en entrevista con EFE Kim Yon-ho, investigador senior del Instituto Corea-Estados Unidos de la Universidad Johns Hopkins, “solo decenas de misiles o rondas de artillería serían suficientes para causar la devastación en vidas y a la economía surcoreana”.
El régimen de Kim Jong-un difícilmente podría, como suele amenazar, “reducir a ceniza” a Seúl, pero el daño sumiría a una de las más importantes economías asiáticas en una grave crisis y pondría a Estados Unidos, Japón y China en un camino de escalada hacia una guerra abierta en la Península de Corea.
Teniendo en cuenta la distancia y el hecho de que Seúl se encuentra protegida al norte por una cadena montañosa, solo un tipo de batería artillera podría golpear la primera ciudad surcoreana con contundencia suficiente: los Koksan y sus obuses de 170 milímetros.
La batería Koksan, de fabricación norcoreana, se asemeja a un tanque con un cañón sobredimensionado, y según el blog Global Security, Corea del Norte tiene medio millar de ellas, con una ratio de fuego estimado de dos rondas cada cinco minutos.
Con ello Corea del Norte podría hacer llover sobre la capital surcoreana 2.000 bombas en diez minutos, suficiente para infligir en Seúl y Washington la primera gran herida.
En noviembre de 2010, Corea del Norte decidió bombardear con sistemas de artillería mucho menos sofisticados la despoblada isla surcoreana de Yeonpyong, a menos de 10 kilómetros de territorio norcoreano, y aunque no todas las rondas disparadas impactaron en objetivos, dos personas resultaron muertas y la vulnerabilidad surcoreana ante un ataque sorpresa quedó en evidencia.
Kim recuerda además la posibilidad de un ataque con misiles de corto alcance contra plantas nucleares surcoreanas, otro punto débil que aleja la posibilidad de una guerra abierta y obliga a todas las partes a negociar ante la posibilidad de una Corea del Norte nuclearizada.
EFE.