En el medio, el prestigioso intelectual Jean Groussac, escritor y director de la Biblioteca Nacional. Rambla de Mar del Plata, década del 10. Foto archivo de La Gaceta de Tucumán, uno de los tantos diarios donde se desempeñó Groussac. Dante Villarino.
El nombre correcto del Director de la Biblioteca es Paul Groussac 1885-1929
-Paul Groussac (1848-1929), escritor, historiador y crítico literario. Una vez llegado a la Argentina fue productor rural y docente,hasta que se radicó en Tucumán,colaborando con Avellaneda. Escribió allí la historia de la provincia.Entre sus obras históricas se cuentan Mendoza y Garay y Santiago de Liniers.Durante su prolongada permanencia en la dirección de la Biblioteca Nacional,impulsó la publicación de las revistas La Biblioteca y Anales de la Biblioteca,y se convirtió en un centro de sonadas e interesantes polémicas,sobre todo en torno a cuestiones históricas y de crítica literaria.Algunas de ellas fueron compiladas en El viaje intelectual y Crítica literaria.Quizás lo más brillante de su prosa se encuentre en Del Plata al Niágara y en Los que pasaban, en la que traza semblanzas biográficas de varias figuras del país.
(Fuente: Directores Biblioteca Nacional/Sitio Oficial)
Perdón, no será Paul-François Groussac?
Perdón, no será Paul-François Groussac?
El ilustre escritor Paul Groussac visitó Mar del Plata por primera vez durante la Semana Santa de 1887,en una excursión organizada por el Dr. José Luro,acompañándolo el Dr. Carlos Pellegrini,el ing. U. Curtois y el Sr. Saint-Germes de Santiago del Estero. (Roberto T. Barili)
Paul Groussac Describe algunos parajes argentinos:
Francois Paul Grouisac nació en Touiouse,Francia,el 15 de Febrero de 1848.Llegó a nuestro país en el mismo mes del año 1866.Desde entonces,en «1 periodismo,en la cátedra y en el libro fué dejando indudables y bellas muestras de su alquitarado saber.Historiador y crítico,novelista y dramaturgo,todo lo demostró en libros quo hoy son clásicos en América entera.Severo,implacable con el error y con la negación de belleza,fué, posiblemente,el que mas contribuyó para apartar del provincianismo a las letras argentinas.Su existencia fué un ejemplo de laboriosidad y de desinterés.Falleció siendo director de la Biblioteca Nacional,sin dejar más herencia que las de sus libros y la de su altivez.
La brisa del mar nos llega de frente impregnada de humedad salina. Alzamos los ojos,y desde el coche abierto,por la escotadura de la avenida,muy lejos,al confín del horizonte,divisamos un segmento más claro entre ia tierra obscura y el cielo matutino,matizado de violeta y rosa: es el Atlántico,el océano cuyas olas,quizá traídas por las corrientes, han entibiádose bajo el sol africano y lamido sus arenas.La sensación es brusca,extraña y grandiosa.Después de la pampa inmensa,del desierto eternamente inmóvil,la vista del mar agitado y mutable aparece como la perpetua y universal comprobación de nuestra vida planetaria.Se experimenta un sentimiento de conquistada libertad,de expansión infinita; y no sé por qué me vuelve a los labios el grito de los diez mil de Jenofonte: “¡Thalassa!;Thalassa!¡Salud ai mar propicio y libertador!”. Estábamos todos de pie,mirando por las ventanas del vagón la pampa infinita,con su verde tapiz reavivado por el rocío nocturno.Los rebaños formaban manclias parduscas en la pradera;las vacas más próximas a la vía alzaban lentamente la cabeza tranquila;y más allá,los potros airosos disparaban locamente,con las crines al viento,como si escucharan por primera vez el trueno prolongado del tren en marcha.Vuelvo a subir sobre cubierta, único sitio donde uno se sienta viajar.Ahora,el inmenso estuario,desenvuelve hasta el confín del horizonte su onda turbia,que poco a poco se va “cristalizando”.No hay nada que mirar entre el ciclo sin nubes y el estuario sin olas ni riberas;pero es tan puro el azul,tan profunda la caima,tan acariciadora la brisa apenas fresca de ¡a radiante tarde primaveral,que los más de los pasajeros han preferido,al envite pérfido del camarote o del tapete verde, este baño confortativo de aire y sol.Desemboco en un pequeño claro — probable campamento,en otros años,de “picadores” u obrajeros —señalado por el hueco de algunos árboles derribados,cuyos monstruosos muñones a flor de tierra confunden sus renuevos con el enredo de la maleza invasora.Tan estrecho es el recinto,vagamente indicado aún y tan altos los cedros y lapachos circundantes, cuyas copas han vuelto ya a juntarse,que el oblicuo sol apenas horada aquí y allá la bóveda compacta,salpicando con discos de oro la verde alfombra de rastreros heléchos y begonias.Aqui la soledad es absoluta;nada se siente del bullicio humano —por otra parte muy distante.Pero el sílencio no es completo: sobre rasgarle de vez cu cuando el chillido estridente de algún loro o tucán, percíbese un murmullo sordo y continuo,suma de millones de actividades ocultas: crujir de ramas,andar de bichos,roer de insectos,huída furtiva de cuadrúpedos,roces de alas u hojas,que forman el respirar libre y tranquilo de la naturaleza lejos del hombre; —y,con intervalos,se mezcla a ello otro rumor lejano,que adivino por el eco intermitente,traído o por el viento de las invisibles cataratas.Aquí el de la catarata,lejos de ensordecernos,como suele decirse apenas adelgaza la voz humana,al modo que en una sinfonía el bajo y nutrido acompañamiento destaca,más que apaga,el agudo canto melódico.Y al esplendor del día primaveral,que funde en una sola y vasta armonía el azul del cielo y la templanza del sol,los murmullos del bosque y sus perfumes,no parece sino que el organismo humano,vuelto por unas horas a la robusta sencillez originaria,se dilatara voluptuoso bajo esta fluida caricia de la naturaleza,cual hiciera en la onda tibia del torrente.Penetramos mas adentro de la quebrada por la angosta senda trazada en la espesura que franjea el raudal,apartando lianas y zarzas espinosas atracando o saltando los arroyuelos mas angostos,cruzando por otros sobre los pedriscos,deteniéndonos para saborear un ricón umbrío,una irisada cascadita que salta del paredón,un picaflor de esmeralda y rubí que zumba alrededor de azules campanillas -empapados,rasguñados,embebidos en el ambiente saturado de savia y vegetales efluvios que respiramos con delicia…Pero,a medida que declina el sol,viene bajando la temperatura,cuyo descenso se acentúa más con el anticipado crepúsculo.(Caras y Caretas/20-5-1933).
Mar del Plata vista por un Historiador Paul Groussac-(Semana Santa de 1887)
A las 7 de la mañana estábamos todos de pié mirando por la ventanilla del vagón la pampa infinita,con su verde tapia reavivado por el rocío nocturno.Los rebaños formaban manchas parduscas en la pradera;las vacas alzaban lentamente su cabeza tranquila y mas allá los potros airosos disparaban locamente con las crines al viento,como si escucharan por primera vez el trueno prolongado del tren en marcha.El terreno perdía poco a poco su aspecto de llanura monótona e incomensurable;acentuábase más y más la ondulación de la serranía que llena el poniente.Aquí y allá,una estancia antigua,con su bosquecillo de durazno y calle de álmos en fila;un puesto con un caballo atado al palenque del vecino corral;un bañado cercado de juncos y espadañas;y por doquier en torno nuestro,hasta donde la vista alcanza,gira la línea circular del horizonte,separando netamente la llanura verde del cielo azul.Para na hora mas de charla alegre,alternando con la muda contemplación;la locomotora lanza sobre el rumor del tren un silbo mas prolongado;estamos llegando MAR del PLATA.Desde luego sorprende la extensión y actividad de esta población relativamente freciente.en un cerrar de ojos están ocupados los 10 o 15 carruajes que volverán repletos,de la estación hacia la playa por la ancha avenida central.A ambos lados se levantan espaciosos edificios,casas particulares de iedra y de ladrillo,hoteles,ábricas,talleres.Muy pocos árboles todavía,pero una pequeña quinta,rodeada de palamos y eucaliptus,con duraznos y otros frutales prósperos demuestra bastante que a la naturaleza no se le debe imputar lo proveniente de la desídia criolla.Está visible que cuando haya aquí quien plante y cuide los árboles no faltarán parques y jardines hasta en la playa.La brisa del mar nos llega de frente,impregnada de humedad salina.Alzamos los ojos y desde el coche abierto,por la escotadura de la avenida,muy lejos al confín del horizonte,divisamos un segmento mas claro entre la tierra oscura y el cielo matutino,matizado de violeta y rosa: es el Atlántico,el océano cuyas olas,quizás traídas por la corriente,han entibiándose bajo el sol africano y lamido sus arenas.La sensación es brusca,extraña y grandiosa.despupes de la pampa inmensa,del desierto eternamente inmóvil,la vista del mar agitado y mudable aparece como la perpetua y universal comprobación de nuestra vida planetaria.Se experimenta un sentimiento de conquistada libertad de expansión infinita y no sé porqué me vuelve a los labios el grito de los 10 mil de jenofonte: Thalassa,Thalassa!! Salud al mar propicio y libertador.
Nos recibe en su casa,próxima a la barraca de Luro y el muelle de embarque el simpático gerente Celesia,amigo de juventud de los hijos del fundador,con quienes se tutea y despupes de un ligero almuerzo bajamos a la playa,siguiendo una escollera de piedra.Algunas casillas de bañistas locales señalan como jalones la línea límite de la pleamar.A uno y otro extremo de la rambla natural,que se ahueca en media luna,se alzan los barancos de arenanisca donde las olas vienen a romper.Aquí mismo no hay marejada y la masa líquida extiende a la vista su superficie tersa como un espejo;pero a las cien brazas de la ribera la ola se hincha lentamente,para acudir,formidable,al asalto de los peñascos poliédricos donde se estrella con un retumbo sordo y potente,arrojando al aire sus mil jirones de blanca espuma.Hay en ese espectáculo simpre igual y siempre nuevo,en esa eterna demencia de las olas destrozadas y renacientes,una como fascinación irresistible.Uno pasaría allí las horas muertas,absorto en no se que meditación impersonal y extrahumana,mecido el espíritu por los rumores del abismo,letargada el alma por la influencia de esa vaga e infinita vida elemental.
-Continúa en mi siguiente comentario.
Continuación de mi comentario anterior-
Mar del Plata vista por un Historiador: Paul Groussac.
Recorremos la playa de Norte a Sur,trepando rocas,bajando a las estrechas grietas de granito,admirando los tonos ricos y variados de los arrecifes cubiertos de aterciopelado musgo.es una fiesta perpétua para los ojos.Llegamos ya a la famosa Gruta que sería aún mas interesante con sus conchas multicolores,sus vegetaciones marinas,sus anémonas transparentes,si no comenzarán a invadirla los turistas que no desean viajar de incógnito.Esa plaga de todos esos lugares de excursión,desde las Catraratas del Nilo hasta el Spitzberg ha invadido este sitio ayer ignorado;nuestros Perrichones quedarían inconsolables si no grabaran su nombre eímero en el granito eterno.Después de prolongar mas de 2 horas nuestra excursión matutina,nos dirijimos al único y excelente hotel de la playa,alias Grand Hotel.No seré tachado de prosaico si repito aquí lo que dijera Horacio acerca de dos mil años a saber: que la poesía se retempla y reaviva con los atractivos materiales de una buena mesa.Esto es mas importante de una estación balnearia,cuanto que el aire salino,las duchas del mar y el ejercicio contínuo despiertan a gritos el apetito.La mesa del hotel es excelente,muy superior,por lo exquisito de la materia prima a la del mejor restaurante de Buenos Aires y por cierto sazonan los manjares el aire de salud y el buen parecer de la pareja vasca que nos atiende,ayudada por una hija pintona,tan fresca y robusta que da gozo verla.Desde las ventanas del comedor,la vista se vuelve al mar tan irresistiblemente como se dirige al Monte Blanco en Chamoinix.Faltan por completo todavía las embarcaciones de placer,que sin duda animarán algún día el líquido desierto.Aquella inmensidad vacía trae al recuerdo la “estéril salina” de Homero.pero para nosotrso,modernos,representa la gran matriz,el vasto alamabique de vida universal donde se provee el agua destilada de las nubes,condición y origen de la existencia orgánica en el planeta.Al no faltarme espacio hubiera descriptos otros aspectos de esta variada y sana visita al naciente balneario la excursión a Lobería,las partidas de caza y pesca,una agradable velada en el molino,con parte de la familia de Luro y Sansinena (saludo a la que fue “lectriz” de la reina Amelia,mujer de Luis felipe,figurándome que su silencio encubre una melancólica evocación de los lejanos esplendores y elegancias de Neuilly).Quisiera,sobre todo,decir algún día el encanto inesperado de esa Laguna de los Padres,verdadera cuenca alpestre,sinuosa y prolongada como un pequeño mar interior,rodeada en parrte de barrancos y sombreada de admirables sauces seculares,plantados por los Jesuitas y que bañas las aguas las puntas de sus desmayadas ramas.Este será mas tarde el sitio preferido de la región,el paeo que nadie dejará de repetir cuando lo haya hecho una vez y de cual llevará el visitante una de las impresiones mas gratas,entre tantas como puede recibir en el único 2RESORT2 marítimo de la república.En resumen regresamos de MAR del PLATA después de 5 días de permanencia,mas alegres y robustos que al partir,trayendo la esperanza de volverlo a ver en el próximo verano,embellecido y transformado;es decir,en vías de completarse la obra eterna de la naturaleza por la progresiva del hombre civilizado y emprendedor.
(Texto difundido por Roberto T. Barili,en su libro Mar del Plata Reseña Histórica).