Esta fotografía -que ya habíamos publicado con el número 6458 y que fuera enviada por el periodista Nino Ramella- nos muestra a María Aurelia Paula Martínez Suárez (luego Silvia Legrand), José Antonio Martínez Suárez, Rosa María Juana Martínez Suárez (luego Mirtha Legrand) en enero de 1935 paseando por la antigua rambla.
La imagen ilustró una entrevista en que Mirtha y su hermana relatan sus veraneos en Mar del Plata. Fue publicado en el suplemento por el 109 Aniversario de La Capital y lo transcribimos a continuación:
Mirtha y Silvia Legrand
Desde Villa Cañás en caravana
Las vacaciones eran en familia y con amigos del pueblo santafesino donde las hermanas gemelas nacieron y se criaron. Las costumbres de aquellos veraneos y el recuerdo de años muy felices.
Por Paola Galano
“Ibamos en el auto. Papá manejaba. Eramos tan felices”. Como el follaje otoñal, los mismos recuerdos se deshojan y las hermanas Legrand, Mirtha y Silvia, hacen gala de su vasta memoria. Van para atrás y, como si de una regresión se tratara, se detienen en la primera infancia. Entonces, la familia entera dejaba los veranos tórridos en el sur de Santa Fe por el ambiente húmedo y fresco de una Mar del Plata “maravillosa”, apunta Mirtha.
“La nuestra no era familia de clase alta, no, mi padre era comerciante y mi madre era maestra, después llegó a ser directora del colegio 178 de Villa Cañás. No nos hacían faltar nada: buena educación, muy buena casa, buena comida, buena ropa, más no se puede aspirar cuando uno es chico, nos cuidaban, nos protegían”, contextualiza Silvia, que accedió a charlar con LA CAPITAL gracias a la amable gestión de su famosa hermana gemela.
Dos días de viaje
Para los Martínez Suárez -verdadero apellido de las actrices-, las vacaciones eran en verano, nunca en invierno, y duraban tres meses, religiosamente. El punto inicial era cuando José Martínez ponía en condiciones el auto y, junto a su esposa Rosa, sus hijas y su hijo Josecito y otras familias amigas del pueblo, salían en caravana hacia el mar.
“Mi papá era de Ford, las otras familias eran de Chevrolet, pero no era una competencia. El camino era muy angosto, no había autopista”, dice la conductora. “Es que era muy solidario el pueblo, si a algún auto le pasaba algo el otro podía auxiliarlo -sigue Silvia o Goldie, como la llaman en su entorno-, era lindísimo el viaje. Nos llevaba casi dos días llegar a Mar del Plata y lo hacíamos en dos etapas. Parábamos cerca de Luján”. O, ya de más grandes, las hermanas también se detenían en Chascomús para “tomar el té y comer algo”.
Días de sol
Mirtha recuerda: “Nos instalábamos enero, febrero y marzo, porque antes la gente veraneaba toda la temporada. Ibamos al hotel Nogaró (Luro y Corrientes), era buenísimo, y después a un hotel de la familia Dartiguelongue, que se llamaba De familia”. Y Silvia completa: “También nos alojábamos en el Hotel Ostende”.
La playa durante la mañana (“la arena era muy blanca, muy agradable de pisar”, suma Mirtha) y las salidas al cine, al circo, las caminatas por la prestigiosa calle San Martín o los paseos por los barrios más tradicionales de la ciudad formaban parte de las rutinas familiares. Primero fue la playa Bristol, más tarde, cuando las vacaciones eran sólo con mamá -José murió tempranamente- se trasladaron a Punta Mogotes, donde también alquilaban sombra.
“Al mar íbamos a la mañana -actualiza Goldie-, desde las diez a la una, cómo nos broncéabamos, regresábamos al hotel, nos bañábamos, íbamos a almorzar, los hoteles tenían unos restoranes en los que se comía fantásticamente bien, y después ya nos quedábamos en el hotel tranquilos, descansábamos un rato. Era usual que a la tarde fuera a la playa la gente del servicio. Nosotros a la tarde salíamos a pasear en auto, al Faro, a la Copelina, a la rambla o a ver las casonas de las familias más tradicionales”.
Al faro, de traje
Una imagen de su padre, siempre elegante, parece estar grabada a fuego en los recuerdos de las hermanas. “Cuando íbamos al Faro mi papá se ponía chaleco, corbata, traje y un sombrero panamá blanco, tenía una elegancia brutal”, rememora Silvia. El buen vestir era parte de los códigos de la familia. “Hay una foto en la que estamos los tres hermanos parados en la rambla Bristol con una paquetería única, en la rambla había unas confiterías paquetas, nosotros estamos hasta con boinas que hacían juego con el tapado y teníamos un cuellito de piel…”, resalta Silvia y apunta que esa imagen es la misma que tiene su hermana en el escritorio del estudio donde propone todos los domingos su tradicionales almuerzos televisados.
Ya más adolescentes, fue la misma Mirtha la que, al volante, llegó al balneario en su flamante Citroën. “Ya había empezado a trabajar. Recuerdo que tenía un permiso especial para poder manejar, entonces nos fuimos con mi mamá y mi hermana”, agrega. Silvia confirma que sus quince años los celebraron un 23 de febrero en estas tierras, en una confitería “preciosa” que miraba al océano.
Amor a primera vista
“Llamábamos la atención porque éramos muy monas. En esa época empezamos a vestirnos distintas, porque si no nos vestíamos iguales”, dice.
Sin embargo, los posibles pretendientes no tuvieron suerte con la menos conocida de las Legrand. Sigue Goldie: “Hacía poco que había conocido al que después fue mi marido, hacía como unas dos semanas y yo estaba enloquecida, me había impactado, fue amor a primera vista, él me escribía cartas a Mar del Plata”. Ese amor terminó en casamiento y en un matrimonio que dio dos hijas. Para conservar ese amor, justamente, que concretó junto a Eduardo Lópine -militar del Ejército- dejó el cine, el teatro y la televisión. “Cuando vos te casás con una persona que no es del ambiente es muy difícil seguir una carrera, porque los horarios son diferentes. A la hora en que yo venía de hacer teatro mi marido a lo mejor se tenía que levantar para cumplir con sus obligaciones. Teníamos un desfasaje muy grande y eso se reflejaba en la felicidad de la pareja. Entonces un día dije: ‘Yo trabajo, gano bien pero es una plata amarga la que gano’. Y preferí tener paz en mi casa, que la familia se mantuviera bien unida y en buenas relaciones, criar bien a mis hijas y opté por la familia en lugar del espectáculo. Hoy no me arrepiento, tuve una vida hermosa”.
Con Tinaire y mamá al lado
Los festejantes que pudo haber tenido Mirtha tampoco tuvieron suerte. “No tuve amores de verano. Cuando me puse de novia con Daniel (Tinayre) me dijo que como yo me venía a Mar del Plata él se iba a Punta del Este. Entonces yo dije: ‘Esto no camina’. Pero a los dos días apareció en Mar del Plata. Eso quiere decir que estaba enamorado. Y ese verano salimos a bailar, fuimos a restoranes, íbamos a la playa con mi madre, por supuesto, porque en esa época uno siempre tenía a la mamá al lado. Me casé y seguí yendo a Mar del Plata. No te digo que soy marplatense porque no me gusta arrogarme un título que no tengo pero la llevo en el corazón”.
“Después de que murió Eduardo no fui más a Mar del Plata porque me causa mucha tristeza, ya no voy a los lugares a los que íbamos juntos, me duele, estoy llena de recuerdos”, se disculpa Silvia pero, a la vez, quiere agradecerle a la cálida ciudad de su infancia: “He pasado momentos tan lindos, cuando estábamos todos juntos, con mamá, papá, mis hermanos. Son cosas inolvidables de la vida”.
Cariño popular
En Mar del Plata selló para siempre el cariño del público. En sus almuerzos que durante varios veranos realizó desde estas playas -en el Hermitage Hotel y en otros sitios-, la conductora Mirtha Legrand alcanzó a sentir un amor sincero por parte de su seguidores, los mismos que desde todo el país calientan el rating de sus almuerzos con famosos. “La gente se transforma cuando está en Mar del Plata, se pone afectuosa, cariñosa, quiere ver a sus actores conocidos, es una relación muy especial, muy linda, muy placentera”, afirma.
Sus actividades en esta ciudad también incluyeron lo solidario. Se puso al frente de desfiles de modas para recaudar fondos para el Hospital Materno Infantil. “Soy la presidenta honoraria de la Fundación del Materno, siempre colaboro y todos los años hacemos una gran comida en la que recaudamos muchísimo dinero, compramos aparatos que necesita el hospital”, cuenta.
Como actriz, desembarcó en diferentes veranos con obras como “Rosas rojas”, “Constancia”, “Cuarenta kilates” y “Potiche”. “Cuando hice Potiche viví todo un verano en la casa que Carlos Di Doménico y su mujer (ambos diseñadores de moda) tienen en Los Troncos”, evoca y no puede eludir su paso como estrella del séptimo arte durante los viejos festivales internacionales de cine de Mar del Plata, evento anual que en la actualidad preside su hermano José Martínez Suárez.
Declarada Visitante Ilustre en 1998, la actriz y conductora tiene por costumbre recorrer todos los teatros del verano. Ahí vuelve a encontrarse con sus fanáticos. “No le escatimo mi presencia al público, al contrario, me gusta estar y saludarlos y que me besen, me dicen cosas lindas. Al ego hay que alimentarlo”, ríe.
LA SRA. LEGRAND Y UN CLÁSICO DE CLÁSICOS…
http://www.youtube.com/watch_popup?v=1DGC18kYHxg
Prof. Julián Mendozzi.