Murió la viuda de Molina Campos:
A los 96 años falleció la señora María Elvira Ponce Aguirre de Molina Campos,que dedicó sus esfuerzos a promover,hasta sus últimos momentos,la obra del artista Florencio Molina Campos,con quien estuvo casado durante 27 años.Nacida en Mendoza,ejerció como maestra y un viaje que hizo con tres compañeras a Mar del Plata,en el verano de 1927,cambió su destino.
En la ciudad balnearia se acercó con sus amigas a la preparación de una exposición de pinturas de Molina Campos que al día siguiente iba a inaugurar el presidente Marcelo T. de Alvear.El autor la invitó a concurrir al acto oficial,donde saludó al primer magistrado y a su esposa, Regina Pacini.Doña Elvira tuvo la particularidad de haberse casado tres veces con el mismo nombre.Como Molina Campos,que le llevaba 11 años, estaba divorciado,se casaron en 1932 en Uruguay.En 1937 concertaron su matrimonio civil en los Estados Unidos y lo mismo hicieron en la Argentina en 1954,al aprobarse la ley de divorcio sancionada durante el régimen de Perón.Radicados en la localidad bonaerense de Moreno,doña Elvira no sólo acompañó al artista durante sus viajes y exposiciones,sino que más de una vez fue su representante.Tras la muerte del artista,el 16 de Noviembre de 1959,ella trabajó durante ocho años para recuperar 150 cuadros originales y establecer el Museo Florencio Molina Campos,en la localidad bonaerense de Moreno.Sus restos descansan hoy en el cementerio de esa ciudad.
(Diario La Naciòn: Martes 03 de Noviembre de 1998).
-El sobrino mendocino de Molina Campos cuenta la historia familiar.
Raúl Soler Ponce es médico,vive en Godoy Cruz y carga con orgullo el hecho de haber sido ahijado del notable caricaturista.Sus charlas,los secretos que contó y la fundación que hoy está cerrada.
Hablar con el Dr. Raúl Soler Ponce sobre el inmortal Florencio Molina Campos,es un ejercicio de paciencia.El hombre se enfervoriza,arranca con un relato y enseguida pasa a otro casi al instante,fruto del entusiasmo que le produce recordar a su pariente político,que lo consideró el hijo del corazón,en razón de no haber tenido descendencia con su gran amor,María Elvira Ponce Aguirre,maestra de la Escuela Normal de Mendoza.Elvirita,como todos la llamaron en su larga vida,era hermana de la mamá de Raúl,María Angélica Ponce Aguirre,y también lo fue de Adela de Bosshardt,por años y hasta fines de los 60,la encargada de Sociales de Los Andes.Mi tía Elvirita y Florencio ya vivían juntos para cuando yo nací,en el 31,y mis padres los eligieron padrinos de bautismo.Surgieron dos problemas;el primero,y más difícil de superar,era que el pintor era separado y por supuesto no estaba casado por la Iglesia.En Loreto no querían aceptarlo,pero se interpusieron recursos y pude convertirme en su ahijado.El siguiente escollo fue que él quería que el nombre de Florencio figurara en mi identidad civil,pero no fue posible y quedé como Raúl Guillermo,cuenta.Es conocido que el retratista del gaucho conoció a su segunda mujer en la galería Witcomb,de Mar del Plata,allá por el 27. Refiere Raúl que la pareja tuvo muchos domicilios,arrancando por un ranchito en el partido de Moreno,que el fuego destruyó a los pocos años de haberlo habitado.Con el tiempo,las llamas volvieron a acosar al artista, porque instalado en un bulín,más bien pobretón en la zona de Congreso, otro incendio arrasó el departamento.Era la época de uno de los contratos con Alpargatas,y en el local en llamas había muchos originales que debía entregar a la firma.Arriesgándose,Florencio entró a rescatar algo: en medio del humo y tosiendo salió con un canarito que tenía,abandonando las obras que se perdieron irremediablemente.
Contó también que el ilustre caricaturista habitó muchas veces su casa paterna,donde su padre,el abogado César Soler,le armó un atelier,ámbito de creación de muchos de los reconocidos óleos del creador.Los Soler vivían en la casona de Garibaldi y Rioja,de Capital,que ahora ocupa la LV 10.
Yo,un pibe por entonces,lo acompañaba a Los Andes,donde lo entrevistaban y le sacaban fotos;yo quería salir con él,pero nunca me invitaban a posar y tampoco me animaba a pedirlo,recuerda Raúl.El médico mendocino reconoce que el célebre pariente influyó tanto en su juventud,que rechazó una beca que Florencio le consiguió en el hospital Saint George,de Nueva York. Declino la oferta,le dije.No me voy de la Argentina,usted me enseñó a querer al país.No sé si hice bien o mal,pero así pasó,comenta en su solariega casa de la calle Javier Morales de Godoy Cruz,cerca de El Calvario,donde también se alojó el pintor.Una de sus paredes interiores recibió las pinceladas mágicas del bonaerense y allí quedó plasmado un caballo al galope,pero un inquilino que tuvo la casa lo cubrió con cemento porque no sabía lo que era ni le gustaba lo que veía.Esa fue una amargura. Como compensación,recuerda una alegría: Con mi tío compusimos una zamba, “Mi china”,dedicada a Elvirita,que está debidamente registrada.
Cuenta Soler Ponce que meses antes de morir,su tío lo convocó a La Lucila, Buenos Aires,donde vivía en un departamento bellísimo.Presintiendo que no iba a durar mucho (Molina Campos murió de cáncer a los 68 años),me dijo de frente: No te vas a asustar,pero cuando la fábrica cierra,el producto se valoriza enormemente,vos vas a cuidar a tu tía.Además de estas palabras, el pintor le dio un poder y una orden perentoria: Si me pasa algo,te vas a las principales galerías de Buenos Aires y pedís mis obras,ellos (los dueños) ya saben.Raúl procedió como le pedía el pariente y retiró los cuadros que pudo,que depositó en manos de su tía,sirviendo ese patrimonio para arrancar con la Fundación Molina Campos,propietaria del museo del mismo nombre,que radica en la localidad de Moreno.El primer presidente de la entidad fue el médico personal del artista,el doctor Enrique Viacava.
La gran pena de Raúl,de su esposa,Liliana Pistoresi y de uno de sus hijos, el abogado Lucas Soler,es que el establecimiento está cerrado,por un conflicto legal, y que alrededor de 140 obras corren peligro de deteriorarse,junto con otros elementos familiares que conforman el acervo histórico del lugar.El tiempo y las gestiones que realizamos dirán si podemos rehabilitar esa institución.Mi tía murió tranquila porque el fruto de sus desvelos era una realidad;si volviera a la vida,la pena de ver el museo con sus puertas clausuradas la mataría de nuevo.Soler Ponce cuenta que siendo joven,su tío le reveló la combinación de colores y técnica que empleaba para lograr ese particular color plateado,reflejo de la luna,que caracteriza a muchos de sus cuadros con escenas nocturnas de campo.No puedo explicarlo,pero me olvidé la interrelación de colores;cuando le conté a Suárez Marzal,proyectista del museo Fader,que ya no podía recordar lo que Florencio me había contado,casi me mata.
En 1945,Estados Unidos envío a Buenos Aires al embajador Spruille Braden,que fue muy resistido a nivel popular por su oposición a Juan Domingo Perón.Molina Campos se cruzó con el diplomático en una recepción que ofreció Nelson Rockefeller,en el país del Norte.“Cuando Braden se acercó a mi tío con una gran sonrisa y la intención de saludarlo,el pintor dejó a todos perplejos y boquiabiertos,al lanzarle a boca de jarro: No le doy la mano a un enemigo de mi país.(Fuente: Miguel Tìtiro/Diario Los Andes/Mendoza/Edición Impresa/Domingo 17 de Octubre de 2004).
Murió la viuda de Molina Campos:
A los 96 años falleció la señora María Elvira Ponce Aguirre de Molina Campos,que dedicó sus esfuerzos a promover,hasta sus últimos momentos,la obra del artista Florencio Molina Campos,con quien estuvo casado durante 27 años.Nacida en Mendoza,ejerció como maestra y un viaje que hizo con tres compañeras a Mar del Plata,en el verano de 1927,cambió su destino.
En la ciudad balnearia se acercó con sus amigas a la preparación de una exposición de pinturas de Molina Campos que al día siguiente iba a inaugurar el presidente Marcelo T. de Alvear.El autor la invitó a concurrir al acto oficial,donde saludó al primer magistrado y a su esposa, Regina Pacini.Doña Elvira tuvo la particularidad de haberse casado tres veces con el mismo nombre.Como Molina Campos,que le llevaba 11 años, estaba divorciado,se casaron en 1932 en Uruguay.En 1937 concertaron su matrimonio civil en los Estados Unidos y lo mismo hicieron en la Argentina en 1954,al aprobarse la ley de divorcio sancionada durante el régimen de Perón.Radicados en la localidad bonaerense de Moreno,doña Elvira no sólo acompañó al artista durante sus viajes y exposiciones,sino que más de una vez fue su representante.Tras la muerte del artista,el 16 de Noviembre de 1959,ella trabajó durante ocho años para recuperar 150 cuadros originales y establecer el Museo Florencio Molina Campos,en la localidad bonaerense de Moreno.Sus restos descansan hoy en el cementerio de esa ciudad.
(Diario La Naciòn: Martes 03 de Noviembre de 1998).
-El sobrino mendocino de Molina Campos cuenta la historia familiar.
Raúl Soler Ponce es médico,vive en Godoy Cruz y carga con orgullo el hecho de haber sido ahijado del notable caricaturista.Sus charlas,los secretos que contó y la fundación que hoy está cerrada.
Hablar con el Dr. Raúl Soler Ponce sobre el inmortal Florencio Molina Campos,es un ejercicio de paciencia.El hombre se enfervoriza,arranca con un relato y enseguida pasa a otro casi al instante,fruto del entusiasmo que le produce recordar a su pariente político,que lo consideró el hijo del corazón,en razón de no haber tenido descendencia con su gran amor,María Elvira Ponce Aguirre,maestra de la Escuela Normal de Mendoza.Elvirita,como todos la llamaron en su larga vida,era hermana de la mamá de Raúl,María Angélica Ponce Aguirre,y también lo fue de Adela de Bosshardt,por años y hasta fines de los 60,la encargada de Sociales de Los Andes.Mi tía Elvirita y Florencio ya vivían juntos para cuando yo nací,en el 31,y mis padres los eligieron padrinos de bautismo.Surgieron dos problemas;el primero,y más difícil de superar,era que el pintor era separado y por supuesto no estaba casado por la Iglesia.En Loreto no querían aceptarlo,pero se interpusieron recursos y pude convertirme en su ahijado.El siguiente escollo fue que él quería que el nombre de Florencio figurara en mi identidad civil,pero no fue posible y quedé como Raúl Guillermo,cuenta.Es conocido que el retratista del gaucho conoció a su segunda mujer en la galería Witcomb,de Mar del Plata,allá por el 27. Refiere Raúl que la pareja tuvo muchos domicilios,arrancando por un ranchito en el partido de Moreno,que el fuego destruyó a los pocos años de haberlo habitado.Con el tiempo,las llamas volvieron a acosar al artista, porque instalado en un bulín,más bien pobretón en la zona de Congreso, otro incendio arrasó el departamento.Era la época de uno de los contratos con Alpargatas,y en el local en llamas había muchos originales que debía entregar a la firma.Arriesgándose,Florencio entró a rescatar algo: en medio del humo y tosiendo salió con un canarito que tenía,abandonando las obras que se perdieron irremediablemente.
Contó también que el ilustre caricaturista habitó muchas veces su casa paterna,donde su padre,el abogado César Soler,le armó un atelier,ámbito de creación de muchos de los reconocidos óleos del creador.Los Soler vivían en la casona de Garibaldi y Rioja,de Capital,que ahora ocupa la LV 10.
Yo,un pibe por entonces,lo acompañaba a Los Andes,donde lo entrevistaban y le sacaban fotos;yo quería salir con él,pero nunca me invitaban a posar y tampoco me animaba a pedirlo,recuerda Raúl.El médico mendocino reconoce que el célebre pariente influyó tanto en su juventud,que rechazó una beca que Florencio le consiguió en el hospital Saint George,de Nueva York. Declino la oferta,le dije.No me voy de la Argentina,usted me enseñó a querer al país.No sé si hice bien o mal,pero así pasó,comenta en su solariega casa de la calle Javier Morales de Godoy Cruz,cerca de El Calvario,donde también se alojó el pintor.Una de sus paredes interiores recibió las pinceladas mágicas del bonaerense y allí quedó plasmado un caballo al galope,pero un inquilino que tuvo la casa lo cubrió con cemento porque no sabía lo que era ni le gustaba lo que veía.Esa fue una amargura. Como compensación,recuerda una alegría: Con mi tío compusimos una zamba, “Mi china”,dedicada a Elvirita,que está debidamente registrada.
Cuenta Soler Ponce que meses antes de morir,su tío lo convocó a La Lucila, Buenos Aires,donde vivía en un departamento bellísimo.Presintiendo que no iba a durar mucho (Molina Campos murió de cáncer a los 68 años),me dijo de frente: No te vas a asustar,pero cuando la fábrica cierra,el producto se valoriza enormemente,vos vas a cuidar a tu tía.Además de estas palabras, el pintor le dio un poder y una orden perentoria: Si me pasa algo,te vas a las principales galerías de Buenos Aires y pedís mis obras,ellos (los dueños) ya saben.Raúl procedió como le pedía el pariente y retiró los cuadros que pudo,que depositó en manos de su tía,sirviendo ese patrimonio para arrancar con la Fundación Molina Campos,propietaria del museo del mismo nombre,que radica en la localidad de Moreno.El primer presidente de la entidad fue el médico personal del artista,el doctor Enrique Viacava.
La gran pena de Raúl,de su esposa,Liliana Pistoresi y de uno de sus hijos, el abogado Lucas Soler,es que el establecimiento está cerrado,por un conflicto legal, y que alrededor de 140 obras corren peligro de deteriorarse,junto con otros elementos familiares que conforman el acervo histórico del lugar.El tiempo y las gestiones que realizamos dirán si podemos rehabilitar esa institución.Mi tía murió tranquila porque el fruto de sus desvelos era una realidad;si volviera a la vida,la pena de ver el museo con sus puertas clausuradas la mataría de nuevo.Soler Ponce cuenta que siendo joven,su tío le reveló la combinación de colores y técnica que empleaba para lograr ese particular color plateado,reflejo de la luna,que caracteriza a muchos de sus cuadros con escenas nocturnas de campo.No puedo explicarlo,pero me olvidé la interrelación de colores;cuando le conté a Suárez Marzal,proyectista del museo Fader,que ya no podía recordar lo que Florencio me había contado,casi me mata.
En 1945,Estados Unidos envío a Buenos Aires al embajador Spruille Braden,que fue muy resistido a nivel popular por su oposición a Juan Domingo Perón.Molina Campos se cruzó con el diplomático en una recepción que ofreció Nelson Rockefeller,en el país del Norte.“Cuando Braden se acercó a mi tío con una gran sonrisa y la intención de saludarlo,el pintor dejó a todos perplejos y boquiabiertos,al lanzarle a boca de jarro: No le doy la mano a un enemigo de mi país.(Fuente: Miguel Tìtiro/Diario Los Andes/Mendoza/Edición Impresa/Domingo 17 de Octubre de 2004).