Poseo algunos ejemplares de la revista la semana,de 1926/27,de algunos de los cuales extractè interesantes notas que transcribì en fotos del presente blog.En la pàgina 3 tambièn aparece su tìtulo,”Revista la Semana de Mar del Plata”,agregando ademàs:
Aparece los Domingos
Precio de venta $ 0,30-Afuera de Mar del Plata $ 0.50
Nùmero Atrasado $ 1.00
Direcciòn y Administraciòn 25 de Mayo 340
Buenos Aires U.T. — Retiro
Concesionarios para la venta en Mar del Plata:
Viuda de Josè Orta-San Luis 1720-U.T. 235 M.P
.Luego de una breve nota editorial,en la misma pàgina 3,en letra pequeña figuraban los suscriptores vitalicios,como por ejemplo: Acevedo,Adolfo;Acevedo,Alberto;Achàval,Toribio;Acosta,Juan Antonio,etc.
Recordando mis comentarios anteriores: Regina Pacini,nació en Lisboa,Portugal,el 6 de Enero de 1871 y falleció en Buenos Aires el 18 de Septiembre de 1965,hija del barítono italiano Pietro Pacini y de la española Felisa Quinteros,estudió en París con Mathilde Marchesi debutando en 1888 en la Sonámbula de Bellini,interpretando a Amina;como soprano fue una importante exponente de la época.En 1899 actuó en Montevideo y luego en Buenos Aires,en el teatro Politeama,donde conoció a Alvear,con quien posteriormente se casó.Durante la primera guerra mundial residieron en París,y sus accciones le valieron la Legión de Honor del Gobierno francés.En 1938 fundó La Casa del Teatro,un asilo con 45 habitaciones,2 pequeños museos y la sede de un teatro que hoy lleva su nombre.Se le debe a ella la construcción del templo de San Marcelo y el colegio anexo.Vivió en Rio Negro,(actual Villa Regina),en Mar del Plata y en Don Torcuato,(gran Buenos Aires),en 1942,falleció su esposo,y vivió de una pensión nacional,donando sus bienes a obras de beneficencia.Alvear que conoció a Regina Pacini en Buenos Aires,la cortejó durante 8 años,enviándole constantemente flores y regalos,que ella los respondía puntualmente,la siguió hasta San Petersburgo,y luego por distintos países de Europa,hasta que consiguió que ella aceptara la propuesta de casarse,y lo hicieron el 26 de Abril de l906,recibiendo ella como flamante esposa,el regalo de una villa cercana a París con varias hectáreas de parque y que se denominaba “Manoir de Couer Volant”.
-Regina Pacini y Marcelo T. de Alvear,el dandy y la diva del canto:
Mucha gente se acercó aquel sábado 29 de Abril de 1907 a la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación,construìda en 1567 en el Chiado,el barrio céntrico de Lisboa,para ver de cerca una boda que prometía ser fastuosa.Se casaba Regina Pacini,la soprano ligera que era ídolo de los melómanos portugueses desde que, a los 17 años –casi dos décadas antes– había debutado en el Teatro Real de San Carlos,el coliseo operístico de Lisboa.Lo de Regina había sido debut y consagración: en la sala estaba la reina de Portugal,doña Amalia.Regina cantó La sonámbula,de Vincenzo Bellini,y el teatro se vino abajo.Del novio,en cambio,se sabía poco.Sólo que era un tal Alvear,millonario sudamericano.A las nueve en punto de la mañana se abrieron las puertas de la sacristía y una pareja avanzó hacia el altar.Pero,ante el desconcierto general,quienes aparecieron fueron… una criada y un agente de policía,rojos de vergüenza ante aquella multitud.¿Qué había pasado? ¿Dónde estaban la prima donna y su novio potentado?.Marcelo Torcuato de Alvear y Regina Pacini se habían casado a las siete de la mañana,cuando la iglesia estaba desierta.Con aquella ceremonia casi clandestina culminaba (o quizás empezaba) una historia de amor que iba a desafiar varios tabúes de la sociedad argentina.Ella había sido llamada Regina por haber nacido el Día de Reyes de 1871.Vino al mundo en la rua de Loreto.Era hija de una andaluza,Felicia Quintero,y de un italiano,Pietro Pacini,director escénico del Real de San Carlos y autor de noventa óperas.A los dieciséis años tenía una voz de cristal.Su carrera fue imparable y conquistó todos los baluartes de la lírica: se rindieron al hechizo de su voz el Liceo de Barcelona,la Scala de Milán,la Opera de París.En el Covent Garden de Londres cantó Lucía de Lammermoor con Enrico Caruso.Aunque no fuera muy agraciada,quisieron casarse con ella millonarios y militares rusos, polacos,suecos. A todos les dijo que no,porque quería dedicarse a su carrera,y lo hizo.El primer Alvear,bisabuelo de Marcelo Torcuato,había llegado a Buenos Aires en el siglo XVIII.Su abuelo,el general Carlos María de Alvear,era héroe de la independencia.Su padre,Torcuato de Alvear,había sido intendente de Buenos Aires durante la primera presidencia del general Julio A. Roca.Marcelo Torcuato,nacido en 1868,era un joven alegre,expansivo,dicharachero.Se recibió de abogado sin problemas.Era aficionado a las parrandas,a las coristas,al goce de la noche.Un auténtico “niño bien”.Su fortuna era inmensa.No solamente la que le había legado su padre,sino la que había obtenido de su madre, Elvira Pacheco,hija del general rosista Angel Pacheco.El efectivo de Alvear a comienzos del siglo XX rondaba el millón de pesos.¡Un millón de pesos del año 1900!.Todo llevaba a Alvear a convertirse en un político de la oligarquía.Sin embargo,en 1890,un grupo de amigos, estudiantes de clase alta, entre los que estaban Carlos Rodríguez Larreta,Angel Gallardo y Octavio Pico,disconformes con el mediocre gobierno del presidente Miguel Juárez Celman,participaron en la Revolución del Parque,que fue el bautismo de fuego de la naciente Unión Cívica Radical.En esas jornadas de lucha,Marcelo trató al fogoso tribuno Leandro Alem y a un político de la parroquia de Balvanera,dieciséis años mayor que Marcelo y que iba a ser importante en su vida: Hipólito Yrigoyen.
Alvear quedó marcado por aquella algarada juvenil y, con esa lealtad que le reconocen hasta sus detractores,se convirtió en militante de la nueva causa,lo que le acarreó disgustos,e incluso cárcel.Uno de los primos de Marcelo (el melómano Diego de Alvear) había escuchado a Regina Pacini en el Solís de Montevideo y le elogió a Marcelo la voz maravillosa de la jovencísima soprano ligera portuguesa.Allí estaba Marcelo en su palco del Politeama.Alto,bien plantado (era un deportista cabal,de la estirpe de los Duggan o los Newbery),con unos bigotes mosqueteriles.¿Qué sintió Marcelo cuando escuchó a Regina cantar El barbero de Sevilla? Debió de ser algo muy fuerte.Dicen que cada vez que él la escuchaba en un escenario,los ojos se le llenaban de lágrimas.Esa misma noche se enamoró perdidamente.Le mandó varias docenas de rosas rojas y blancas y una pulsera de oro y brillantes. Regina,acostumbrada a los desbordes de sus admiradores,le devolvió la pulsera y partió de regreso a Europa.Pero Marcelo no dejaría escapar esa presa.Para él,viajar a Europa era como ir al café de la esquina.Empezó a recorrer los mejores teatros de Madrid,París,Londres, Montecarlo,Budapest,Odessa, y llenaba los camarines de Regina Pacini con miles y miles de rosas rojas y blancas.En las fiestas de las embajadas argentinas y en los salones de la aristocracia europea a los que ambos tenían acceso (él por su origen y ella por sus triunfos artísticos),Regina y Marcelo se fueron conociendo,quizás intimaron.En 1901,Regina volvió a Buenos Aires,esta vez para cantar en el teatro San Martín de la calle Esmeralda.En 1903,Marcelo,tras haberla seguido por medio mundo,se declaró y ella le dio el sí,pero puso como condición cantar cuatro años más.
Porque él,como no podía ser de otra manera en aquella época,le exigió que una vez casada dejara de cantar.Cuando finalmente se fijó fecha para la boda,la noticia consternó a la aristocracia argentina.¡Aquella portuguesa fea y bajita había enganchado al soltero de oro,al mejor partido del país por el que suspiraban las más bellas herederas,chicas de las familias
Peña,Anchorena,Alzaga!.La resistencia sorda de la sociedad porteña a aceptar a la Pacini (extranjera y,lo que era entonces un pecado imperdonable,artista) afloró en su segunda visita,cuando ya Marcelo no ocultaba su amor.Días antes de la boda quinientas personas de su clase social le enviaron un telegrama al novio pidiéndole que recapacitara.Marcelo lo recibió durante la despedida de soltero,en París,y se deprimió mucho.La fiesta se convirtió en un velorio.También Felicia estuvo en contra de la boda porque no quería que su hija dejara de cantar.La tirantez entre suegra y yerno duró toda la vida.La ceremonia secreta en Lisboa fue una bofetada a los prejuicios de clase.Debe pensarse lo que significaba la familia Alvear.Aunque don Torcuato y doña Elvira ya habían muerto,los hermanos de Marcelo (uno de ellos,Carlos,era entonces intendente de Buenos Aires),sus numerosos sobrinos,primos,tíos y tías conformaban la elite social de Buenos Aires, que quedaba así excluida de participar en una ceremonia de alto valor simbólico.La noche de bodas transcurrió en el Royal Hotel,en Estoril,la ciudad del aire perfumado.La suite nupcial estaba llena de rosas y en el fonógrafo sonaba L’elisir d’amore cantado por Regina.El le hizo un regalo de bodas fabuloso: Coeur Volant,un castillo normando en Versailles,cerca de París.La pareja lo amuebló con refinamiento y lo habitó por largos años.La mejor habitación,con un piano y un atril,era como un teatro en miniatura.Desde entonces,ella cantaría para una sola persona: Marcelo.Los pocos discos que habían registrado su voz,la propia Regina los retiró de circulación. ¿Sacrificó ella su carrera? En todo caso,cantó profesionalmente durante veinte años,y si bien se retiró en su apogeo,tenía 36 años cuando se casó con un Alvear de 39.Durante cuatro años no pisaron Buenos Aires.El regreso se produjo recién en 1911.Se encontraron con un medio hostil.Un incidente grave se produjo durante la fiesta de bodas de Elvirita de Alvear,en El Talar de Pacheco.Ninguna mujer le hablaba a Regina.Dicen que Marcelo,cuya fama de mujeriego siempre había sido amplia,le dijo a su esposa,indignado: “No te preocupés Regina,que a todas éstas yo les levanté las polleras”.Que Alvear fuera así nunca le preocupó a Regina,porque sabía que siempre volvería con ella.Vivieron juntos durante 35 años.No tuvieron hijos,y ella lo acompañó,en las duras y en las maduras.Fue el general Julio A. Roca quien rompió el cerco social cuando,en una recepción oficial,se acercó a Regina para conversar amablemente con ella.Desde entonces,la guerra contra la advenediza se atenuó.En 1912,Marcelo fue elegido diputado.Su actuación no pasó de discreta.Era entonces muy mal orador (recién en su madurez adquirió la destreza y el gusto de hablar para multitudes).Cuando Hipólito Yrigoyen llegó a la presidencia,en 1916,nombró a Alvear ministro plenipotenciario en París.Secundado por Regina,su desempeño fue brillante: los principales políticos franceses,Raymond Poincaré, Georges Clemenceau,frecuentaban Coeur Volant.Cuando,en 1922,Yrigoyen designó sucesor –su palabra era orden para la convención radical–,el dedazo del Peludo recayó en Marcelo,algo que muchos no podían creer.Contaba Ramón Columba,taquígrafo parlamentario y caricaturista político,que la gente se decía: ¿Marcelo presidente? Y lanzaban una carcajada.¿Por qué Yrigoyen eligió a Alvear como su sucesor? Es cierto que aquél tenía por Marcelo una debilidad personal,y apreciaba su energía y coraje,así como su inclaudicable optimismo.Los historiadores tienen diferentes explicaciones sobre el gesto de Yrigoyen,pero prevalece la idea de que quiso dejar en la Rosada a un hombre leal,y asegurarse de que,en 1928,al término de seis años,le devolviese el poder.Marcelo parecía predestinado al éxito.Le tocó gobernar durante los años de bonanza que fueron de 1922 a 1928.La Argentina creció a buen ritmo y no hubo grandes conflictos.Fue la última década feliz de una Argentina opulenta.Presidió incontables inauguraciones,recepciones y fiestas.A su lado,Regina fue una primera dama discreta,que apoyó las actividades culturales con entusiasmo.Infaltable en las funciones del Colón,la pareja presidencial atravesó una época de fermentos creativos. Los jóvenes escritores apreciaban a un presidente que asistía a las lecturas poéticas en el Tortoni,frecuentado por vates vanguardistas como Jorge Luis Borges o comunistas como Raúl González Tuñón.En cuanto a Victoria Ocampo,con quien se dice que Marcelo tuvo un affaire,lo adoraba: lo definió como un ser inverosímilmente perfecto.
Regina es recordada por una obra en la que se empeñó a fondo,con el pleno apoyo de su marido: la Casa del Teatro,inaugurada en 1938,un lugar para que los teatristas terminen con dignidad su vida.¿Cuál fue el rol político de Regina? Es difícil decirlo,por el pudor y la discreción que la distinguían.Ella no creó un nuevo Marcelo,aunque la figura de Regina se agigantó durante los últimos diez años de Alvear,cuando la buena fortuna se trocó en infelicidad para el país y en duras pruebas para la pareja.Un biógrafo de Agustín P. Justo cuenta que este general,que fue el ministro de guerra de Alvear,había adquirido su chalet de la avenida Federico Lacroze,en Belgrano,para estar cerca de la que era entonces la residencia de los Alvear,y que frecuentaba cada día la casa del presidente para congraciarse con éste. La intuición de Regina le decía que había algo tortuoso en la sumisión de Justo,a quien no soportaba.En 1932,el gobierno surgido del golpe de Estado proscribió la candidatura de Alvear para favorecer a Justo.Ya en el gobierno,que ocupó de 1932 a 1938,Agustín P. Justo encarceló a Alvear en Martín García.Entonces afloró la fibra de Regina.Durante el terrible verano del 33,que Marcelo pasó preso en un barracón de la isla,agobiado por los mosquitos y bañándose en una única canilla con otros centenares de detenidos políticos,Regina cruzó más de cincuenta veces el río en una barca,a veces desafiando furiosos oleajes,para llevar mudas,comida y aliento a su marido.En 1938,los radicales proclamaron la fórmula Alvear-Mosca,y allí fue Marcelo,enhiesto aunque ya casi setentón,a recorrer el país como un principiante,hostilizado por las patotas conservadoras,la policía brava y algunos radicales yrigoyenistas que lo tachaban de traidor, mientras que ganaba la admiración de muchos argentinos por no claudicar en la lucha contra el fraude,ese flagelo que,finalmente,le birló el triunfo y consagró presidente a Roberto Ortiz.Alvear había perdido casi toda su fortuna,en parte por su vida de lujos y placeres,en parte porque la política se la había comido.Al morir,le quedaban Villa Regina,su residencia de Mar del Plata (hipotecada);Villa Elvira,en Don Torcuato (la hizo construir en 1942,la bautizó en recuerdo de su madre y sólo vivió allí quince días),un auto Buick 41 y un capital de 150.000 pesos,cifra ya consumida por la inflación.El 23 de marzo de 1942, Marcelo,fulminado por una crisis cardíaca,terminó sus días en Don Torcuato.A su lado,la mano en la mano,estaba Regina Pacini.Ella lo sobrevivió largos años.Se refugió en Villa Elvira.Murió en 1965,a los 95 años El día 23 de cada mes,Regina iba a la Recoleta y le llevaba a su marido un gran ramo de rosas blancas y rojas.Se sentaba en una sillita en el interior de la bóveda y pasaba largo rato allí.Sus labios se movían,las lágrimas le afloraban a los ojos como si hablara con Marcelo,como si pronunciara palabras de amor.(fuente: La Nación 9-1-2005)
Regina Pacini de Alvear, hija del barítono italiano Pietro Pacini, nació en Lisboa, Portugal, el 5 de enero de 1871. Dedicada al arte lírico, a los diecisiete años se consagró al presentarse en el teatro San Carlos de su ciudad natal, cantando La sonámbula, de Bellini. A partir de ese día, 5 de enero de 1888, conoció el éxito en escenarios de toda Europa. Con un repertorio variado, la alumna de Vilani y Matilde Marchessi, con quienes había estudiado en París, tuvo por compañeros, entre otros, a Caruso y Tita Ruffo. En 1899 vino al Río de la Plata, para cantar en el Solís de Montevideo y en el Politeama de Buenos Aires. Aquí Alvear la vio y oyó por primera vez, y la seguiría luego por diversas salas, hasta que ella lo aceptó como marido. Se casaron en Lisboa el 29 de abril de 1907, y esta decisión de la Pacini determinó su retiro de la escena.
Ana María Cabrera, autora de “Regina y Marcelo”, cuenta en su trabajo sobre la boda: “La boda de Marcelo T. de Alvear y la famosa soprano portuguesa Regina Pacini despertó los más insidiosos comentarios de la sociedad porteña, que no podía admitir que el soltero más codiciado del ambiente se casara con una artista. Cuando Alvear asume la presidencia de la Nación en 1922, Regina se convierte en la Primera Dama del siglo XX”.
Desde entonces se convirtió en la esposa del político y del hombre de Estado, junto al cual supo desempeñarse con el señorío propio de quien descendía de personalidades notables. Después de la muerte de Alvear, en 1942, se consagró al ordenamiento del archivo de aquel, para que pasase a poder de la Nación. Obras piadosas ocuparon su tiempo pero en especial una que desde 1927, fecha de la fundación, tenía su preferencia por el significado sentimental: la Casa del Teatro.
Los continuadores de su obra no han cesado de rendirle el homenaje por su gratitud –la sala teatral de la misma se llama Regina-, por esa iniciativa que favorece a los menos afortunados del mundo teatral. La localidad Villa Regina, en Río Negro, fundada en 1924, fue bautizada así en su homenaje. Murió en su residencia de Don Torcuato, provincia de Buenos Aires, a los noventa y cuatro años de edad, el 18 de septiembre de 1965.
A mediados de 1941,mientras se construía la casa en Don Torcuato,Marcelo T. de Alvear comenzó a tener serios problemas cardiovasculares y debió pedir licencia al Partido (”después de haberme jodido durante diez años”,solía decir).Aun así,se trasladó a Mar del Plata durante el verano.Pero el aire de mar no contribuyó a mejorarlo.A pesar de las advertencias de sus dos médicos de cabecera en Buenos Aires,Castex y Battro,Alvear proseguía con sus tareas habituales como si,en realidad,no estuviera enfermo: iba al cine,paseaba el perro.Un médico pariente de D’ Andrea Mohr,residente en Mar del Plata,se opuso a los excesos de Marcelo: necesitaba reposo y tintura de jalape.Regina siempre había desconfiado del diagnóstico,que atribuía a Marcelo una enfermedad cardiovascular.Una vez le preguntó a Battro si su marido tenía cáncer y el médico vaciló.Sin embargo,en Mar del Plata,Giordano Etchegoyen,a cargo de la enfermedad de Marcelo,confirmó el cuadro cardíaco.De esas dudas,de la falta de una sintomatología que revelase una enfermedad cardio-renal (el verdadero problema de Alvear surgió la improbable teoría de que había sido mal atendido con oscuros fines políticos: la desaparición de Alvear y de Ortiz -sostienen los que sospechan una conjura favorecía los intereses nazis en la Argentina.A principios de marzo de 1942 Regina y Marcelo regresaron a Buenos Aires,a Don Torcuato.La salud de Alvear había empeorado dramáticamente,hasta tal punto que el propio Battro había ordenado que no se le hablara de política para evitarle preocupaciones.Las elecciones del 1º de marzo para diputados nacionales habían sido desastrosas para la Unión Cívica Radical en la Capital Federal y en otros distritos,lo cual fue aprovechado por los sectores intransigentes; el Partido debía reestructurarse: el penoso resultado de los comicios era la mejor prueba de ello.El Comité Nacional se reúne el 12 de Marzo y uno de sus máximos dirigentes,José Tamborini,renuncia para facilitar la reorganización del Partido,presionado por los sectores intransigentes.Nadie se animaba a comunicarle a Marcelo,próximo a entrar en la agonía,que había triunfado la tendencia partidaria contra la cual tanto había luchado en los últimosaños.El mensajero fue Guillermo D’ Andrea Mohr.“Cuando me dirigía a Don Torcuato -recuerda-,no sabía si decirle la verdad.Con su salud quebrada,era la peor de las noticias.Llegué al mediodía y lo encontré en su silla de ruedas,delgado y pálido.Cómo decírselo Me armé de fuerzas y le dije: Renunció Tamborini.Alvear casi instantáneamente me ordenó: Tomá nota Y ahí sin más,redactó su renuncia. Volví precipitadamente a la reunión del Comité Nacional con esa bomba en la mano,mientras los radicales debatían -como siempre- si se intervenían todos los distritos o sólo aquellos que lo pidieran El Comité Nacional enterado,resolvió trasladarse a Don Torcuato a transmitirle al presidente del Partido el rechazo de su renuncia.“Se encontraron con Regina,que les prohibió el acceso al dormitorio de Marcelo: su salud se deterioraba rápidamente y cualquier emoción podía resultar fatal.Pero Alvear escuchó las voces que provienen del porch,quizás intuyendo que el Comité Nacional no lo dejaría morir con la humillación de ver aceptada su renuncia.-¿Qué pasa,muchachos? -preguntó débilmente Marcelo.Regina les implora que no le digan nada que lo dejen descansar.Dr.le dije,vienen rechazar su renuncia.Marcelo se había bajado de la cama y estaba con los pies en el suelo.¡Tarde piaste! exclamó.Pero no importa,muchachos.Ustedes van a ver cómo este viejo,tal vez con un pie en la tumba,y sin tal vez,le hace todavía un servicio a su país y a su partido.Es como el rosal de la biblia que ya marchito revive al menor contacto de la mano milagrosa.Regina entró en el dormitorio y los contempló enojada.Esto es lo que quería evitar,dice,le hace mal.
-Regina…dejáme vivir… o querés que me pegue un tiro…”
El 23 de Marzo,a la medianoche Marcelo agonizaba.A su lado estaba
Regina,contemplando a ese hombre por el cual había dejado todo en la vida.Qué sería ahora de ella,sin esa voz,sin esa presencia.Lo había amado desde aquella noche en que le llenó de flores el camarín del Teatro Politeama,lo había comprendido y hasta lo había perdonado.Pudo escuchar,poco antes de entrar en el sueño agónico,lo que ella ya sabía:
Regina… fuiste el gran amor de mi vida.Y ella se había limitado a tomarle la mano,sin siquiera poder cantarle esas arias de La Sonámbula o de Lucía de Lammermoor que lo conmovían hasta las lágrimas.Esa música,privadamente cantada,sólo para él,que lo había deleitado a lo largo de treinta y cinco años,ahora podía hacerle mal.Debió callar.Poco después de la medianoche,Marcelo murió.Sólo se oyó un sollozo entrecortado que resonó en
ese dormitorio casi monacal.Regina lo había perdido para siempre.El primer problema que surgió después de la muerte de Alvear fue protocolar: dónde sería velado.Había quienes opinaban que debía hacerse en Don Torcuato,otros en el Estrugamou,pero finalmente prevaleció el criterio de Regina: se lo velaría en la Casa Rosada,propuesta que había partido del propio presidente Ramón Castillo.Como suele suceder,el día del velorio Marcelo de Alvear parecía no haber tenido un solo enemigo en su vida: ahí estaban los conservadores,los que lo habían atacado,los que habían instaurado el fraude electoral en el país,privándolo de ser nuevamente presidente.Se deshacían en alabanzas,en panegíricos,en loas a ese gran espíritu democrático,a ese patriota excepcional.Hasta el ex presidente Agustín P. Justo,que lo había encarcelado,que le había hecho conocer la sordidez de Martín García,que lo había hecho deportar,se presentó en la Casa Rosada a manifestar sus condolencias.Francisco Carcavallo,hijo de Pascual,íntimo amigo de Alvear,recuerda haber asistido al velatorio.Reconocí a Justo,vestido con saco negro,chaleco blanco pantalón de fantasía polainas y zapatos negros,y su presencia me pareció francamente ofensiva Me acerqué y le dije de muy mal modo: ¡Cómo se atreve a estar aquí! ¡Váyase antes que lo eche.Justo no tuvo otra alternativa que abandonar la casa de gobierno.Había muerto un ex Presidente,descendiente de próceres.Su abuelo había vencido en Ituzaingó y era la médula de la historia argentina;su padre había transformado a Buenos Aires en una ciudad europea.Cómo estar ausente.Por culpa,o por esnobismo,todos aquellos a quienes se les debió haber negado la entrada presentaron sus condolencias a Regina.Y ella las aceptó,a pesar de conocerlos bien,de saber cuánto daño le habían hecho a Marcelo y al país.Así como entendió que sólo podía ser velado en la Casa Rosada -era el lugar que le correspondía-también comprendió que tenía que estar más allá de las ignominias,de las infamias.Como señora de Alvear, como viuda de un ex presidente,como mujer del argentino que más prestigio tenía en Europa,actuó con un notable sentido del protocolo,lo cual no significaba que hubiera olvidado o perdonado.El traslado de Alvear al cementerio de la Recoleta reveló hasta qué punto el pueblo había sentido esa muerte.El ataúd fue sacado de la cureña y, sostenido por manos anónimas,desfiló por las calles de Buenos Aires,acompañado por consignas,por cantos,por gritos en contra del gobierno. Era el pueblo mismo el que lo acompañaba en su último viaje,a pesar de haber acusado a Marcelo de estar lejos de sus necesidades.Quizá,profundamente,la multitud sintió que había perdido definitivamente la esperanza.Ausente Alvear,quién dirigiría los destinos de esa república errática,en quién creer.La carencia de líderes era absoluta.Por eso,durante el traslado del féretro a la Recoleta,la indignación¡el resentimiento de un pueblo se puso de manifiesto y la policía estuvo a punto de intervenir violentamente para apaciguar los ánimos.No fue necesario.Marcelo fue enterrado en la primera bóveda,a la izquierda,apenas se ingresa en el cementerio,debajo de Torcuato de Alvear y de Elvira Pacheco,sus padres.Allí descansa.Pero el impacto de la muerte de Alvear pronto pasó.Al Edificio Estrugamou seguía llegando gente a darle el pésame a Regina.Ese despliegue de cortesía,ese tener que escuchar y responder,seguramente le ayudó a no pensar en el inminente futuro,en la innegable realidad de que,a los setenta y un años,estaba irremediablemente sola.No siempre,sin embargo, perdonó a quienes la habían ofendido.María Unzué de Alvear,cuñada de Marcelo (viuda de Ángel de Alvear),era en Buenos Aires una suerte de institución: inmensamente rica -su estancia,San Jacinto,tenía setenta mil hectáreas de la mejor tierra-,había dedicado su vida a las obras benéficas.Su palacio en la Avenida Alvear,esquina Libertad,era el epicentro,el non plus ultra de la aristocracia: allí no entraban personas divorciadas ni aquellas de vida ligeramente cuestionable.Era el templo de la elegancia de la tradición,del catolicismo.María Unzué de Alvear jamás recibió a Regina en su casa: el casamiento de Marcelo con una cantante estaba muy por debajo de sus cánones éticos y sociales.Pero el tiempo había pasado,Alvear había muerto y consideró que era hora de acercarse a Regina en otros términos.Decidió ir a visitarla al Edificio Estrugamou a darle el pésame.Para Regina,el piso de la calle Juncal no era la Casa Rosada,donde debió recibir las condolencias hasta de sus propios enemigos Era sin más,su casa.Y decidió no recibir a María Unzué de Alvear,la primera matrona porteña,la mujer más rica de la Argentina, la que aspiraba a un marquesado pontificio por sus obras de bien.Regina a esa altura de su vida,no la necesitaba;aún más: podía darse el lujo de elegir a quién,de ahora en más,dirigiría la palabra.Las visitas de pésame llegaron a su fin.Regina debió enfrentar no sólo la soledad,sino también su precaria situación económica.La gran fortuna de Marcelo,las miles de hectáreas en La Pampa y en Chacabuco,Coeur Volant y hasta las tierras de Don Torcuato se habían esfumado,y el legado se reducía a Villa Regina,en Mar del Plata(hipotecada),la casa y los seis lotes,un automóvil Buick 1941,y ciento cincuenta mil pesos.Eso era todo.Para qué seguir viviendo en el Estrugamou,si Marcelo ya no estaba Qué sentido tenía el conservar
muebles,platería,vajilla,pieles,si estaba absolutamente sola.Acaso bien asesorada por Tito Rapallo,que había sido administrador de Alvear,decidió vender gran parte de su mobiliario ycon el producto del remate,construir seis casas pequeñas,para renta,en Don Torcuato.Sin embargo,rematar aquellos objetos que formaban parte de su historia,de su relación con Marcelo,debió haberle sido particularmente doloroso.La subasta se realizó en Diciembre de 1942 y estuvo a cargo de la firma Ungaro & Barbará.Todo lo que había atesorado desde Coeur Volant estaba a la venta.En la sala de remates alternaba La Francia,escultura de Rodin con Psyché et les amours,de Falconet y con la gigantesca tapicería de Flandes del siglo XVIII.El piano Steinway donde habían tocado Paderewsky y Baccahus.La mesa de comedor inglesa que había pertenecido a Torcuato de Alvear,a la cual se habían sentado el general
Mitre,Roca,Alem,Yrigoyen;cuando Marcelo la trasladó a París,siendo embajador,comieron alrededor de esa mesa la reina Amelia de Portugal,el príncipe de Gales,el príncipe de Saboya,el mariscal Foch,el mariscal Joffre y así,chiffoniers,écrans, platería,la estupendancolección de objetos chinos,cristal de baccarat, las esculturas de artistas argentinos,como Curatella Manes,Fioravanti y Alberto Lagos,tapados de visón,zorros blancos y grises martas cibelinas y una capa de chinchilla real.También,una radio-victrola Clarion,empotrada en un mueble de caoba y hasta los prismáticos Zeiss que Marcelo llevaba al hipódromo.Ya no necesitaba esos objetos.Guardó,en cambio,aquellos muebles de los cuales no quiso desprenderse,por preferencia o por los recuerdos que le suscitaban.Los llevó a Don Torcuato,adonde se recluiría por el resto de sus días.Qué sentido tenía,para ella,vivir en Buenos Aires,hacer vida social,cuando a lo largo de una vida apenas había cultivado un puñado de amigas,cuando había evitado a los porteños que tanto daño le habían hecho.Ahora era una mujer mayor,viuda y sin hijos;se rodearía de aquellas personas que verdaderamente la habían acompañado,es decir,Jeanne,su gobernanta de las primeras épocas de Coeur Volant,y Gabriel algo
envejecido,pero siempre fiel.Jeanne fue una relación importante en la vida de Regina.Existía,por parte de la gobernanta,una fidelidad,una lealtad y un grado de comprensión que era una característica de la servidumbre de aquella época.Al mudarse a Don Torcuato,Jeanne supo que la situación económica de Regina era paupérrima,si se la comparaba con el tren de vida que habían llevado los Alvear en Europa.Pero esa francesa que les había dedicado su vida sabía adaptarse a todo.Las épocas de una abundante servidumbre,con tareas específicas,habían pasado y tuvo que desdoblarse en tareas inimaginables en el pasado.Debió hacer trabajos múltiples,como manejar el automóvil,hacer de mucama de Madame y pagar las cuentas.En 1945,Francisco Bengolea y su mujer,Delia Gowland Peralta Alvear,recién casados,vivieron durante dos años en una pequeña casa.living-room y un dormitorio,que les prestó Regina en el parque de La Elvira.Delia la visitaba a diario.Regina se sentaba junto a la chimenea de mosaicos,tejía crochet mientras su perro,un skye-terrier,descansaba por lo general en su falda,a pesar de tener una canasta.Esas conversaciones aún las recuerda Delia Bengolea.Regina no era sociable -dice-cuando vivía en Don Torcuato tenía pocos amigos.La quería mucho a mi madre (Carlota Peralta Alvear de Gowland) y unavez por semana iba a visitarla a Buenos Aires en el Buick.A La Elvira iba poca gente: María Teresa Pearson de Álzaga madame Liniers,Martín Noel y Elena Necol,Pascual Carcavallo.Eran sus amigos de siempre.También solía visitarla Guillermo D’ Andrea Mohr (ex secretario de Alvear) con su hijo que entonces tenía cinco años.El niño se sienta en una bergère en el living y Regina le dice: Elegís bien: ése era el sillón preferido de Clemenceau.Regina tenía un enorme sentido del humor y hablaba con acento español,usando palabras castizas.Utilizaba algunas -y no muy santas- que le había escuchado decir a Marcelo.En realidad,cuando hablaba de él,siempre se refería a “mi Marcelo”.A pesar de que los años habían pasado,hacía comentarios ácidos sobrenciertas señoras de Buenos Aires que,según ella,nunca le habían perdonado su casamiento,por haberles “robado” uno de los mejores candidatos.Regina,durante aquellos años,desarrolló una pasión por la jardinería.Las rosas rojas y las blancas -las flores preferidas de Marcelo-le absorbían gran parte de la mañana: protegida del sol por un sombrero de paja y con guantes apropiados,las pulverizaba.También daba rígidas instrucciones sobre el cuidado de los rosales a su jardinero,empleado que,por otra parte,estaba azorado con la vitalidad,el emprendimiento de su patrona cuando acometía la jardinería.Esas
rosas,pulcramente cuidadas,las llevaba Regina todos los días 23 del mes a la Recoleta,un rito que sólo interrumpió en los últimos años de su vida,cuando su mala salud se lo impidió.En la bóveda de los Alvear se sentaba en una silla blanca (que aún está),depositaba las rosas en la tumba de Marcelo y permanecía sola,rezando o acaso recordando otras épocas.Luego,solía invitar a uno de los cuidadores de la bóveda a un restaurante en la calle Guido,próximo al cementerio.Otra de las pasiones de Regina era la mesa.Acostumbrada,durante años,al refinamiento de Marcelo a la sofisticación europea,en Don Torcuato reproducía ese estilo impecable.En el comedor,la mesa de caoba estilo colonial,las sillas tapizadas en cuero,los grabados ingleses,las estanterías con porcelanas que habían pertenecido al general Alvear,los candelabros de cristal,los pájaros de porcelana con picos de rubí eran ahora su mundo,los objetos con los cuales había decidido convivir.Delia Bengolea almorzaba a menudo con ella,en esa mesa impecablemente servida,con los platos refinados que preparaba Jeanne,sobre todo pescado,una debilidad de la dueña de casa.La galería se abría al jardín,donde todo era nuevo: los árboles,los ligustros,los rosales Contempló ese escenario en el cual viviría hasta su muerte y la punzó un agudo,inesperado,sentimiento de soledad.No tenía a nadie.Su madre,sus hermanos,Lisboa,Marcelo,la habían dejado y sólo poseía esa casa relativamente modesta y a la moda estilo californiano,con techos de tejas y los recuerdos de una vida deslumbrante,poblada de cambios,de viajes,de honores.La quinta de Don Torcuato,sencilla,si se la comparaba con Coeur Volant,le producía,sin embargo,una rara paz.Observó cómo el jardinero podaba prolijamente los rosales que Marcelo había adorado y sintió que ésa era realmente su casa.Ella era dueña y señora de ese pequeño mundo en las afueras de Buenos Aires y,para vivir,le bastaban los recuerdos.Escuchó la música que provenía del living y descubrió su propia voz acometiendo un aria de Elixir de amor.Jeanne no había perdido la costumbre de poner esos discos.Su voz le pareció remota,como si hubieran transcurrido siglos:sonrió mientras recordaba escenarios,camarines llenos de flores y el aplauso intoxicante después de caído el telón.Qué lejanos estaban aquellos días y,sin embargo,esa aria que ahora escuchaba le había devuelto efímeramente la juventud.Sintió la ausencia de Marcelo -irremediable,definitiva- y los ojos se le empañlaron de lágrimas.Jeanne ingresó a la galería y la descubrió emocionada.Quizá,pensó,no debió haber puesto ese disco.Regina preguntó si el almuerzo estaba listo y se dirigió al comedor,a ocupar la cabecera de una mesa desolada.Pero la reconfortaba ocupar ese lugar,aun estando sola.Reconocía los platos,los cubiertos,la araña que la habían acampañado a lo largo de casi una vida, y esos objetos adquirían un sentido único,como si le devolvieran el pasado,intacto.Los platos de Limoges,comprados una mañana en Ia rue de Beaune (los había elegido ella,mientras Marcelo aprobaba silenciosamente la elección);los cubiertos de plata Tétard que había usado en Coeur Volant -los preferidos de Marcelo- aún estaban allí reafirmando ese pasado.Regina rodeada de admiradores,en sus últimos años;Recordó los consejos de algunas amigas y sonrió como si le hubieran sugerido un desatino.No necesitaba llenar el día de actividades,vida social y obras de beneficencia para paliar la soledad.Ellas acaso no comprendían que el silencio de Don Torcuato,el recuerdo de Marcelo apilando las cerámicas cuando se construía la casa,los rosales rojos y blancos,los eternos objetos le bastaban para vivir.Esa noche,abrió el álbum de fotografías,como si necesitara recorrer nuevamente aquellos caminos de la memoria.La mera visión de Felicia,de Constanza y de José en Coeur Volant le produjo una curiosa ternura.Y aquella vez que fueron a la playa en Estoril,acaso en el verano de 1900,fotografiados en el coche a caballos que había alquilado Marcelo.Lo recordaba con sorprendente precisión,con primigenia emotividad.No necesitaba ni la febril actividad ni el abundante dinero para seguir viviendo.Sólo ese espacio con sus fantasmas.Regina,a pesar de su situación económica,vendió un costoso collar que había sobrevivido al remate de Ungaro y Barbará,y algunas otras alhajas menores.No lo hizo para vivir mejor ni para pagar cuentas atrasadas.Lo hizo para construir una pequeña iglesia,en Don Torcuato,que se llamaría San Marcelo.Qué fáciles les había resultado a ciertas matronas porteñas erigir iglesias: Mercedes Castellanos de Anchorena,el Santísimo Sacramento;María Unzué de Alvear,Santa Rosa de Lima;Adelia María Harilaos de Olmos,Las Esclavas.Les bastó con firmar un cheque.Regina,en cambio,quiso desprenderse de sus últimas alhajas.San Marcelo es una simple capilla y fue hecha por el arquitecto Martín Noel.Regina,que asistía a misa los domingos,hizo poner en las campanas dos medallas de oro de la Presidencia para que sonasen mejor.El cura párroco,quizás impresionado por la presencia de doña Regina Pacini de Alvear,se extremaba en su prédica.Regina,una vez terminado el servicio,le comentaba a Delia Bengolea: Este cura debería acortar el sermón.La construcción de San Marcelo respondió a tres motivos: su sentimiento religioso;su deseo de perpetuar la memoria de su marido y también,mostrar la misma generosidad que había visto en Marcelo a lo largo de su vida.Alvear había regalado los terrenos para la estación ferroviaria de Don Torcuato y,más aún,las hectáreas para el Club Central Córdoba,que luego se transformó en el Hindú Club,a pesar de haber disminuido notablemente su fortuna.Con los años,Regina se volvió intolerante.Creyó que la iglesia le pertenecía,por el hecho de haber aportado los fondos para su construcción.En una oportunidad,asistiendo a misa de nueve,escuchó un coro de niños que,curiosamente,la irritó.Con qué autorización cantaban, desconcentrándola,impidiéndole rezar.Ella asistía a misa no sólo por su alma,también para estar cerca de Marcelo,rezar por su memoria.Los niños,sus voces chillonas,la perturbaban.Se quejó ante el cura párroco,ordenándole que hiciera cesar los cantos.Pero el sacerdote,imperturbable,le explicó que esa era la casa de Dios,no la de Regina Pacini de Alvear.Los niños tenían derecho a estar en la iglesia,tanto como ella.Regina,viuda,vivió veintitrés años en La Elvira.Había visto a Marcelo construir esa casa,preocuparse por los planos,por las baldosas,por los mosaicos,con el amor y el entusiasmo de aquel que posee algo por primera vez.Una vez concluida,Alvear sólo la habitó quince días antes de su muerte.Ella,en cambio,durante veintitrés años,pudo vivir de los recuerdos.Cómo olvidar el Teatro Real de Lisboa y aquel memorable debut .O su primer viaje a Buenos Aires,cuando cantó en el Politeama y conoció a Marcelo.Podía recordar Coeur Volant,las fiestas,los permanentes viajes, y también aquellos amargos momentos al cruzar el Río de la Plata rumbo a Martín García.Pero,con el tiempo,ya no recordó más.La esclerosis de las arterias y un espasmo cerebral que le hacía creer que Marcelo estaba de viaje la desconectaron del mundo y de su propia memoria.Ya ni siquiera recordaba a Felicia,esa madre que la había sostenido en los momentos de lucha,ni a Constanza,su compañera de juegos en la rua de Emenda,ni a José.Cuidada por dos colaboradores,Carmen Melé y José Valverde,vivió sus últimos años en Don Torcuato,ayudada económicamente por una pensión que le había otorgado el gobierno de Arturo Frondizi.El 18 de Septiembre de 1965,a los noventa y cuatro años,falleció.Su cuerpo,frágil y pequeño,fue trasladado al féretro en brazos de Francisco Bengolea.Regina había hecho testamento.Quería favorecer a una orden religiosa en Belgrano.Sin embargo,ya anciana,revocó el testamento y su único heredero fue Néstor Fernández Llanos,que entonces era su abogado.La Elvira se vendió y todos sus objetos y muebles de valor se subastaron.Helena Blaquier de Fernández Llanos depositó en manos de Iris Marga,en la Casa del Teatro,sólo unos pocos álbumes con fotografías,libros y viejos programas de teatro.A Regina,después de muerta,se le impuso una última humillación,
posiblemente no deliberada.Fue enterrada en el cementerio de la Recoleta,en el panteón de los Alvear,pero,durante dos años,el féretro permaneció en el suelo,en las profundidades de la bóveda.Un día fue colocada en el nicho contiguo a Marcelo.Desde ese momento,descansa junto a él (Fuente: Ovidio Lagos/la Pasión de un Aristócrata).
“Queda Vd. invitado, lector veraneante, a dar rienda suelta al humor”. Indicando muy bien la tónica de esa especie de “FdF de antaño”, la cual se aprecia muy bien en las fotos siguientes. Magnífico.
Podemos ver en la foto 8425,enviada por el Sr. Anselmo Vita a Regina Pacini,junto a su esposo,en su residencia marplatense,tambièn la misma època de la presente publicaciòn,(1927)pero retratada por otro medio gràfico.
En la foto 7887,enviada por el Sr. Anselmo Vita,en comentarios,transcribì una nota de la presente revista,que se encuentra en la pàgina 34:
“Además de los baños de mar,se usan los baños en bañadera,que pueden ser fríos o calientes,los médicos suelen aconsejar estos últimos,en la creencia que los baños fríos son perjudiciales,de lo cual puede dar fé el General Justo,cuando le dicen que no piense en la presidencia de la república.Popea se bañaba en leche de burra,por lo que,según cuenta la historia andaba a las coces con Nerón.Los baños perfumados se han usado en todo tiempo,y,según dicen son de primer orden: bañarse en agua de rosas,especialmente parece ser muy saludable,como puede atestiguar el actual ministro Gallardo,cuando Alvear le hace creer que proclamará su candidatura para la próxima presidencia de la República.Hay muchas otras variedades de baños,como el baño facial,que es el que tomamos cuando nos ponemos a hablar con ciertas personas víctimas de cierto defecto;el baño de abajo arriba,cuando durante la lluvia transitamos por ciertas veredas de Buenos Aires que están flojas y el baño de ola ante el teléfono.En Mar del Plata,muchos se bañan en el mar;pero no son pocos los que se bañan en la Rambla cuando hay la mar de gente,o en los paseos por donde transitan las hermosas niñas,cuyas miradas son mar-melada.También se baña toda la comuna,desde que la Comisiòn Mar del Plata hace la mar de macanas.
En el aristócrático balneario existen dos playas de moda,la Playa Chica,que es donde se bañan los grandes (hablamos espiritualmente)y la Playa Grande,que es donde se bañan los pequeños,porqué Alvear la ha puesto de moda: allí van los que quieren conocer los secretos del Presidente,imaginando que este se ex-playa allí en grande.
Poseo algunos ejemplares de la revista la semana,de 1926/27,de algunos de los cuales extractè interesantes notas que transcribì en fotos del presente blog.En la pàgina 3 tambièn aparece su tìtulo,”Revista la Semana de Mar del Plata”,agregando ademàs:
Aparece los Domingos
Precio de venta $ 0,30-Afuera de Mar del Plata $ 0.50
Nùmero Atrasado $ 1.00
Direcciòn y Administraciòn 25 de Mayo 340
Buenos Aires U.T. — Retiro
Concesionarios para la venta en Mar del Plata:
Viuda de Josè Orta-San Luis 1720-U.T. 235 M.P
.Luego de una breve nota editorial,en la misma pàgina 3,en letra pequeña figuraban los suscriptores vitalicios,como por ejemplo: Acevedo,Adolfo;Acevedo,Alberto;Achàval,Toribio;Acosta,Juan Antonio,etc.
Recordando mis comentarios anteriores: Regina Pacini,nació en Lisboa,Portugal,el 6 de Enero de 1871 y falleció en Buenos Aires el 18 de Septiembre de 1965,hija del barítono italiano Pietro Pacini y de la española Felisa Quinteros,estudió en París con Mathilde Marchesi debutando en 1888 en la Sonámbula de Bellini,interpretando a Amina;como soprano fue una importante exponente de la época.En 1899 actuó en Montevideo y luego en Buenos Aires,en el teatro Politeama,donde conoció a Alvear,con quien posteriormente se casó.Durante la primera guerra mundial residieron en París,y sus accciones le valieron la Legión de Honor del Gobierno francés.En 1938 fundó La Casa del Teatro,un asilo con 45 habitaciones,2 pequeños museos y la sede de un teatro que hoy lleva su nombre.Se le debe a ella la construcción del templo de San Marcelo y el colegio anexo.Vivió en Rio Negro,(actual Villa Regina),en Mar del Plata y en Don Torcuato,(gran Buenos Aires),en 1942,falleció su esposo,y vivió de una pensión nacional,donando sus bienes a obras de beneficencia.Alvear que conoció a Regina Pacini en Buenos Aires,la cortejó durante 8 años,enviándole constantemente flores y regalos,que ella los respondía puntualmente,la siguió hasta San Petersburgo,y luego por distintos países de Europa,hasta que consiguió que ella aceptara la propuesta de casarse,y lo hicieron el 26 de Abril de l906,recibiendo ella como flamante esposa,el regalo de una villa cercana a París con varias hectáreas de parque y que se denominaba “Manoir de Couer Volant”.
-Regina Pacini y Marcelo T. de Alvear,el dandy y la diva del canto:
Mucha gente se acercó aquel sábado 29 de Abril de 1907 a la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación,construìda en 1567 en el Chiado,el barrio céntrico de Lisboa,para ver de cerca una boda que prometía ser fastuosa.Se casaba Regina Pacini,la soprano ligera que era ídolo de los melómanos portugueses desde que, a los 17 años –casi dos décadas antes– había debutado en el Teatro Real de San Carlos,el coliseo operístico de Lisboa.Lo de Regina había sido debut y consagración: en la sala estaba la reina de Portugal,doña Amalia.Regina cantó La sonámbula,de Vincenzo Bellini,y el teatro se vino abajo.Del novio,en cambio,se sabía poco.Sólo que era un tal Alvear,millonario sudamericano.A las nueve en punto de la mañana se abrieron las puertas de la sacristía y una pareja avanzó hacia el altar.Pero,ante el desconcierto general,quienes aparecieron fueron… una criada y un agente de policía,rojos de vergüenza ante aquella multitud.¿Qué había pasado? ¿Dónde estaban la prima donna y su novio potentado?.Marcelo Torcuato de Alvear y Regina Pacini se habían casado a las siete de la mañana,cuando la iglesia estaba desierta.Con aquella ceremonia casi clandestina culminaba (o quizás empezaba) una historia de amor que iba a desafiar varios tabúes de la sociedad argentina.Ella había sido llamada Regina por haber nacido el Día de Reyes de 1871.Vino al mundo en la rua de Loreto.Era hija de una andaluza,Felicia Quintero,y de un italiano,Pietro Pacini,director escénico del Real de San Carlos y autor de noventa óperas.A los dieciséis años tenía una voz de cristal.Su carrera fue imparable y conquistó todos los baluartes de la lírica: se rindieron al hechizo de su voz el Liceo de Barcelona,la Scala de Milán,la Opera de París.En el Covent Garden de Londres cantó Lucía de Lammermoor con Enrico Caruso.Aunque no fuera muy agraciada,quisieron casarse con ella millonarios y militares rusos, polacos,suecos. A todos les dijo que no,porque quería dedicarse a su carrera,y lo hizo.El primer Alvear,bisabuelo de Marcelo Torcuato,había llegado a Buenos Aires en el siglo XVIII.Su abuelo,el general Carlos María de Alvear,era héroe de la independencia.Su padre,Torcuato de Alvear,había sido intendente de Buenos Aires durante la primera presidencia del general Julio A. Roca.Marcelo Torcuato,nacido en 1868,era un joven alegre,expansivo,dicharachero.Se recibió de abogado sin problemas.Era aficionado a las parrandas,a las coristas,al goce de la noche.Un auténtico “niño bien”.Su fortuna era inmensa.No solamente la que le había legado su padre,sino la que había obtenido de su madre, Elvira Pacheco,hija del general rosista Angel Pacheco.El efectivo de Alvear a comienzos del siglo XX rondaba el millón de pesos.¡Un millón de pesos del año 1900!.Todo llevaba a Alvear a convertirse en un político de la oligarquía.Sin embargo,en 1890,un grupo de amigos, estudiantes de clase alta, entre los que estaban Carlos Rodríguez Larreta,Angel Gallardo y Octavio Pico,disconformes con el mediocre gobierno del presidente Miguel Juárez Celman,participaron en la Revolución del Parque,que fue el bautismo de fuego de la naciente Unión Cívica Radical.En esas jornadas de lucha,Marcelo trató al fogoso tribuno Leandro Alem y a un político de la parroquia de Balvanera,dieciséis años mayor que Marcelo y que iba a ser importante en su vida: Hipólito Yrigoyen.
Alvear quedó marcado por aquella algarada juvenil y, con esa lealtad que le reconocen hasta sus detractores,se convirtió en militante de la nueva causa,lo que le acarreó disgustos,e incluso cárcel.Uno de los primos de Marcelo (el melómano Diego de Alvear) había escuchado a Regina Pacini en el Solís de Montevideo y le elogió a Marcelo la voz maravillosa de la jovencísima soprano ligera portuguesa.Allí estaba Marcelo en su palco del Politeama.Alto,bien plantado (era un deportista cabal,de la estirpe de los Duggan o los Newbery),con unos bigotes mosqueteriles.¿Qué sintió Marcelo cuando escuchó a Regina cantar El barbero de Sevilla? Debió de ser algo muy fuerte.Dicen que cada vez que él la escuchaba en un escenario,los ojos se le llenaban de lágrimas.Esa misma noche se enamoró perdidamente.Le mandó varias docenas de rosas rojas y blancas y una pulsera de oro y brillantes. Regina,acostumbrada a los desbordes de sus admiradores,le devolvió la pulsera y partió de regreso a Europa.Pero Marcelo no dejaría escapar esa presa.Para él,viajar a Europa era como ir al café de la esquina.Empezó a recorrer los mejores teatros de Madrid,París,Londres, Montecarlo,Budapest,Odessa, y llenaba los camarines de Regina Pacini con miles y miles de rosas rojas y blancas.En las fiestas de las embajadas argentinas y en los salones de la aristocracia europea a los que ambos tenían acceso (él por su origen y ella por sus triunfos artísticos),Regina y Marcelo se fueron conociendo,quizás intimaron.En 1901,Regina volvió a Buenos Aires,esta vez para cantar en el teatro San Martín de la calle Esmeralda.En 1903,Marcelo,tras haberla seguido por medio mundo,se declaró y ella le dio el sí,pero puso como condición cantar cuatro años más.
Porque él,como no podía ser de otra manera en aquella época,le exigió que una vez casada dejara de cantar.Cuando finalmente se fijó fecha para la boda,la noticia consternó a la aristocracia argentina.¡Aquella portuguesa fea y bajita había enganchado al soltero de oro,al mejor partido del país por el que suspiraban las más bellas herederas,chicas de las familias
Peña,Anchorena,Alzaga!.La resistencia sorda de la sociedad porteña a aceptar a la Pacini (extranjera y,lo que era entonces un pecado imperdonable,artista) afloró en su segunda visita,cuando ya Marcelo no ocultaba su amor.Días antes de la boda quinientas personas de su clase social le enviaron un telegrama al novio pidiéndole que recapacitara.Marcelo lo recibió durante la despedida de soltero,en París,y se deprimió mucho.La fiesta se convirtió en un velorio.También Felicia estuvo en contra de la boda porque no quería que su hija dejara de cantar.La tirantez entre suegra y yerno duró toda la vida.La ceremonia secreta en Lisboa fue una bofetada a los prejuicios de clase.Debe pensarse lo que significaba la familia Alvear.Aunque don Torcuato y doña Elvira ya habían muerto,los hermanos de Marcelo (uno de ellos,Carlos,era entonces intendente de Buenos Aires),sus numerosos sobrinos,primos,tíos y tías conformaban la elite social de Buenos Aires, que quedaba así excluida de participar en una ceremonia de alto valor simbólico.La noche de bodas transcurrió en el Royal Hotel,en Estoril,la ciudad del aire perfumado.La suite nupcial estaba llena de rosas y en el fonógrafo sonaba L’elisir d’amore cantado por Regina.El le hizo un regalo de bodas fabuloso: Coeur Volant,un castillo normando en Versailles,cerca de París.La pareja lo amuebló con refinamiento y lo habitó por largos años.La mejor habitación,con un piano y un atril,era como un teatro en miniatura.Desde entonces,ella cantaría para una sola persona: Marcelo.Los pocos discos que habían registrado su voz,la propia Regina los retiró de circulación. ¿Sacrificó ella su carrera? En todo caso,cantó profesionalmente durante veinte años,y si bien se retiró en su apogeo,tenía 36 años cuando se casó con un Alvear de 39.Durante cuatro años no pisaron Buenos Aires.El regreso se produjo recién en 1911.Se encontraron con un medio hostil.Un incidente grave se produjo durante la fiesta de bodas de Elvirita de Alvear,en El Talar de Pacheco.Ninguna mujer le hablaba a Regina.Dicen que Marcelo,cuya fama de mujeriego siempre había sido amplia,le dijo a su esposa,indignado: “No te preocupés Regina,que a todas éstas yo les levanté las polleras”.Que Alvear fuera así nunca le preocupó a Regina,porque sabía que siempre volvería con ella.Vivieron juntos durante 35 años.No tuvieron hijos,y ella lo acompañó,en las duras y en las maduras.Fue el general Julio A. Roca quien rompió el cerco social cuando,en una recepción oficial,se acercó a Regina para conversar amablemente con ella.Desde entonces,la guerra contra la advenediza se atenuó.En 1912,Marcelo fue elegido diputado.Su actuación no pasó de discreta.Era entonces muy mal orador (recién en su madurez adquirió la destreza y el gusto de hablar para multitudes).Cuando Hipólito Yrigoyen llegó a la presidencia,en 1916,nombró a Alvear ministro plenipotenciario en París.Secundado por Regina,su desempeño fue brillante: los principales políticos franceses,Raymond Poincaré, Georges Clemenceau,frecuentaban Coeur Volant.Cuando,en 1922,Yrigoyen designó sucesor –su palabra era orden para la convención radical–,el dedazo del Peludo recayó en Marcelo,algo que muchos no podían creer.Contaba Ramón Columba,taquígrafo parlamentario y caricaturista político,que la gente se decía: ¿Marcelo presidente? Y lanzaban una carcajada.¿Por qué Yrigoyen eligió a Alvear como su sucesor? Es cierto que aquél tenía por Marcelo una debilidad personal,y apreciaba su energía y coraje,así como su inclaudicable optimismo.Los historiadores tienen diferentes explicaciones sobre el gesto de Yrigoyen,pero prevalece la idea de que quiso dejar en la Rosada a un hombre leal,y asegurarse de que,en 1928,al término de seis años,le devolviese el poder.Marcelo parecía predestinado al éxito.Le tocó gobernar durante los años de bonanza que fueron de 1922 a 1928.La Argentina creció a buen ritmo y no hubo grandes conflictos.Fue la última década feliz de una Argentina opulenta.Presidió incontables inauguraciones,recepciones y fiestas.A su lado,Regina fue una primera dama discreta,que apoyó las actividades culturales con entusiasmo.Infaltable en las funciones del Colón,la pareja presidencial atravesó una época de fermentos creativos. Los jóvenes escritores apreciaban a un presidente que asistía a las lecturas poéticas en el Tortoni,frecuentado por vates vanguardistas como Jorge Luis Borges o comunistas como Raúl González Tuñón.En cuanto a Victoria Ocampo,con quien se dice que Marcelo tuvo un affaire,lo adoraba: lo definió como un ser inverosímilmente perfecto.
Regina es recordada por una obra en la que se empeñó a fondo,con el pleno apoyo de su marido: la Casa del Teatro,inaugurada en 1938,un lugar para que los teatristas terminen con dignidad su vida.¿Cuál fue el rol político de Regina? Es difícil decirlo,por el pudor y la discreción que la distinguían.Ella no creó un nuevo Marcelo,aunque la figura de Regina se agigantó durante los últimos diez años de Alvear,cuando la buena fortuna se trocó en infelicidad para el país y en duras pruebas para la pareja.Un biógrafo de Agustín P. Justo cuenta que este general,que fue el ministro de guerra de Alvear,había adquirido su chalet de la avenida Federico Lacroze,en Belgrano,para estar cerca de la que era entonces la residencia de los Alvear,y que frecuentaba cada día la casa del presidente para congraciarse con éste. La intuición de Regina le decía que había algo tortuoso en la sumisión de Justo,a quien no soportaba.En 1932,el gobierno surgido del golpe de Estado proscribió la candidatura de Alvear para favorecer a Justo.Ya en el gobierno,que ocupó de 1932 a 1938,Agustín P. Justo encarceló a Alvear en Martín García.Entonces afloró la fibra de Regina.Durante el terrible verano del 33,que Marcelo pasó preso en un barracón de la isla,agobiado por los mosquitos y bañándose en una única canilla con otros centenares de detenidos políticos,Regina cruzó más de cincuenta veces el río en una barca,a veces desafiando furiosos oleajes,para llevar mudas,comida y aliento a su marido.En 1938,los radicales proclamaron la fórmula Alvear-Mosca,y allí fue Marcelo,enhiesto aunque ya casi setentón,a recorrer el país como un principiante,hostilizado por las patotas conservadoras,la policía brava y algunos radicales yrigoyenistas que lo tachaban de traidor, mientras que ganaba la admiración de muchos argentinos por no claudicar en la lucha contra el fraude,ese flagelo que,finalmente,le birló el triunfo y consagró presidente a Roberto Ortiz.Alvear había perdido casi toda su fortuna,en parte por su vida de lujos y placeres,en parte porque la política se la había comido.Al morir,le quedaban Villa Regina,su residencia de Mar del Plata (hipotecada);Villa Elvira,en Don Torcuato (la hizo construir en 1942,la bautizó en recuerdo de su madre y sólo vivió allí quince días),un auto Buick 41 y un capital de 150.000 pesos,cifra ya consumida por la inflación.El 23 de marzo de 1942, Marcelo,fulminado por una crisis cardíaca,terminó sus días en Don Torcuato.A su lado,la mano en la mano,estaba Regina Pacini.Ella lo sobrevivió largos años.Se refugió en Villa Elvira.Murió en 1965,a los 95 años El día 23 de cada mes,Regina iba a la Recoleta y le llevaba a su marido un gran ramo de rosas blancas y rojas.Se sentaba en una sillita en el interior de la bóveda y pasaba largo rato allí.Sus labios se movían,las lágrimas le afloraban a los ojos como si hablara con Marcelo,como si pronunciara palabras de amor.(fuente: La Nación 9-1-2005)
REGINA, “LA MUJER DEL PRESIDENTE”
Regina Pacini de Alvear, hija del barítono italiano Pietro Pacini, nació en Lisboa, Portugal, el 5 de enero de 1871. Dedicada al arte lírico, a los diecisiete años se consagró al presentarse en el teatro San Carlos de su ciudad natal, cantando La sonámbula, de Bellini. A partir de ese día, 5 de enero de 1888, conoció el éxito en escenarios de toda Europa. Con un repertorio variado, la alumna de Vilani y Matilde Marchessi, con quienes había estudiado en París, tuvo por compañeros, entre otros, a Caruso y Tita Ruffo. En 1899 vino al Río de la Plata, para cantar en el Solís de Montevideo y en el Politeama de Buenos Aires. Aquí Alvear la vio y oyó por primera vez, y la seguiría luego por diversas salas, hasta que ella lo aceptó como marido. Se casaron en Lisboa el 29 de abril de 1907, y esta decisión de la Pacini determinó su retiro de la escena.
Ana María Cabrera, autora de “Regina y Marcelo”, cuenta en su trabajo sobre la boda: “La boda de Marcelo T. de Alvear y la famosa soprano portuguesa Regina Pacini despertó los más insidiosos comentarios de la sociedad porteña, que no podía admitir que el soltero más codiciado del ambiente se casara con una artista. Cuando Alvear asume la presidencia de la Nación en 1922, Regina se convierte en la Primera Dama del siglo XX”.
Desde entonces se convirtió en la esposa del político y del hombre de Estado, junto al cual supo desempeñarse con el señorío propio de quien descendía de personalidades notables. Después de la muerte de Alvear, en 1942, se consagró al ordenamiento del archivo de aquel, para que pasase a poder de la Nación. Obras piadosas ocuparon su tiempo pero en especial una que desde 1927, fecha de la fundación, tenía su preferencia por el significado sentimental: la Casa del Teatro.
Los continuadores de su obra no han cesado de rendirle el homenaje por su gratitud –la sala teatral de la misma se llama Regina-, por esa iniciativa que favorece a los menos afortunados del mundo teatral. La localidad Villa Regina, en Río Negro, fundada en 1924, fue bautizada así en su homenaje. Murió en su residencia de Don Torcuato, provincia de Buenos Aires, a los noventa y cuatro años de edad, el 18 de septiembre de 1965.
Fuente: buenosaires.gob.ar/areas/secretaria_gral/colectividades/
NOTA: En otras fuentes dice que Regina Pacini nació un 6 de Enero, y por nacer el día de Reyes, recibió de nombre “Regina”.
A mediados de 1941,mientras se construía la casa en Don Torcuato,Marcelo T. de Alvear comenzó a tener serios problemas cardiovasculares y debió pedir licencia al Partido (”después de haberme jodido durante diez años”,solía decir).Aun así,se trasladó a Mar del Plata durante el verano.Pero el aire de mar no contribuyó a mejorarlo.A pesar de las advertencias de sus dos médicos de cabecera en Buenos Aires,Castex y Battro,Alvear proseguía con sus tareas habituales como si,en realidad,no estuviera enfermo: iba al cine,paseaba el perro.Un médico pariente de D’ Andrea Mohr,residente en Mar del Plata,se opuso a los excesos de Marcelo: necesitaba reposo y tintura de jalape.Regina siempre había desconfiado del diagnóstico,que atribuía a Marcelo una enfermedad cardiovascular.Una vez le preguntó a Battro si su marido tenía cáncer y el médico vaciló.Sin embargo,en Mar del Plata,Giordano Etchegoyen,a cargo de la enfermedad de Marcelo,confirmó el cuadro cardíaco.De esas dudas,de la falta de una sintomatología que revelase una enfermedad cardio-renal (el verdadero problema de Alvear surgió la improbable teoría de que había sido mal atendido con oscuros fines políticos: la desaparición de Alvear y de Ortiz -sostienen los que sospechan una conjura favorecía los intereses nazis en la Argentina.A principios de marzo de 1942 Regina y Marcelo regresaron a Buenos Aires,a Don Torcuato.La salud de Alvear había empeorado dramáticamente,hasta tal punto que el propio Battro había ordenado que no se le hablara de política para evitarle preocupaciones.Las elecciones del 1º de marzo para diputados nacionales habían sido desastrosas para la Unión Cívica Radical en la Capital Federal y en otros distritos,lo cual fue aprovechado por los sectores intransigentes; el Partido debía reestructurarse: el penoso resultado de los comicios era la mejor prueba de ello.El Comité Nacional se reúne el 12 de Marzo y uno de sus máximos dirigentes,José Tamborini,renuncia para facilitar la reorganización del Partido,presionado por los sectores intransigentes.Nadie se animaba a comunicarle a Marcelo,próximo a entrar en la agonía,que había triunfado la tendencia partidaria contra la cual tanto había luchado en los últimosaños.El mensajero fue Guillermo D’ Andrea Mohr.“Cuando me dirigía a Don Torcuato -recuerda-,no sabía si decirle la verdad.Con su salud quebrada,era la peor de las noticias.Llegué al mediodía y lo encontré en su silla de ruedas,delgado y pálido.Cómo decírselo Me armé de fuerzas y le dije: Renunció Tamborini.Alvear casi instantáneamente me ordenó: Tomá nota Y ahí sin más,redactó su renuncia. Volví precipitadamente a la reunión del Comité Nacional con esa bomba en la mano,mientras los radicales debatían -como siempre- si se intervenían todos los distritos o sólo aquellos que lo pidieran El Comité Nacional enterado,resolvió trasladarse a Don Torcuato a transmitirle al presidente del Partido el rechazo de su renuncia.“Se encontraron con Regina,que les prohibió el acceso al dormitorio de Marcelo: su salud se deterioraba rápidamente y cualquier emoción podía resultar fatal.Pero Alvear escuchó las voces que provienen del porch,quizás intuyendo que el Comité Nacional no lo dejaría morir con la humillación de ver aceptada su renuncia.-¿Qué pasa,muchachos? -preguntó débilmente Marcelo.Regina les implora que no le digan nada que lo dejen descansar.Dr.le dije,vienen rechazar su renuncia.Marcelo se había bajado de la cama y estaba con los pies en el suelo.¡Tarde piaste! exclamó.Pero no importa,muchachos.Ustedes van a ver cómo este viejo,tal vez con un pie en la tumba,y sin tal vez,le hace todavía un servicio a su país y a su partido.Es como el rosal de la biblia que ya marchito revive al menor contacto de la mano milagrosa.Regina entró en el dormitorio y los contempló enojada.Esto es lo que quería evitar,dice,le hace mal.
-Regina…dejáme vivir… o querés que me pegue un tiro…”
El 23 de Marzo,a la medianoche Marcelo agonizaba.A su lado estaba
Regina,contemplando a ese hombre por el cual había dejado todo en la vida.Qué sería ahora de ella,sin esa voz,sin esa presencia.Lo había amado desde aquella noche en que le llenó de flores el camarín del Teatro Politeama,lo había comprendido y hasta lo había perdonado.Pudo escuchar,poco antes de entrar en el sueño agónico,lo que ella ya sabía:
Regina… fuiste el gran amor de mi vida.Y ella se había limitado a tomarle la mano,sin siquiera poder cantarle esas arias de La Sonámbula o de Lucía de Lammermoor que lo conmovían hasta las lágrimas.Esa música,privadamente cantada,sólo para él,que lo había deleitado a lo largo de treinta y cinco años,ahora podía hacerle mal.Debió callar.Poco después de la medianoche,Marcelo murió.Sólo se oyó un sollozo entrecortado que resonó en
ese dormitorio casi monacal.Regina lo había perdido para siempre.El primer problema que surgió después de la muerte de Alvear fue protocolar: dónde sería velado.Había quienes opinaban que debía hacerse en Don Torcuato,otros en el Estrugamou,pero finalmente prevaleció el criterio de Regina: se lo velaría en la Casa Rosada,propuesta que había partido del propio presidente Ramón Castillo.Como suele suceder,el día del velorio Marcelo de Alvear parecía no haber tenido un solo enemigo en su vida: ahí estaban los conservadores,los que lo habían atacado,los que habían instaurado el fraude electoral en el país,privándolo de ser nuevamente presidente.Se deshacían en alabanzas,en panegíricos,en loas a ese gran espíritu democrático,a ese patriota excepcional.Hasta el ex presidente Agustín P. Justo,que lo había encarcelado,que le había hecho conocer la sordidez de Martín García,que lo había hecho deportar,se presentó en la Casa Rosada a manifestar sus condolencias.Francisco Carcavallo,hijo de Pascual,íntimo amigo de Alvear,recuerda haber asistido al velatorio.Reconocí a Justo,vestido con saco negro,chaleco blanco pantalón de fantasía polainas y zapatos negros,y su presencia me pareció francamente ofensiva Me acerqué y le dije de muy mal modo: ¡Cómo se atreve a estar aquí! ¡Váyase antes que lo eche.Justo no tuvo otra alternativa que abandonar la casa de gobierno.Había muerto un ex Presidente,descendiente de próceres.Su abuelo había vencido en Ituzaingó y era la médula de la historia argentina;su padre había transformado a Buenos Aires en una ciudad europea.Cómo estar ausente.Por culpa,o por esnobismo,todos aquellos a quienes se les debió haber negado la entrada presentaron sus condolencias a Regina.Y ella las aceptó,a pesar de conocerlos bien,de saber cuánto daño le habían hecho a Marcelo y al país.Así como entendió que sólo podía ser velado en la Casa Rosada -era el lugar que le correspondía-también comprendió que tenía que estar más allá de las ignominias,de las infamias.Como señora de Alvear, como viuda de un ex presidente,como mujer del argentino que más prestigio tenía en Europa,actuó con un notable sentido del protocolo,lo cual no significaba que hubiera olvidado o perdonado.El traslado de Alvear al cementerio de la Recoleta reveló hasta qué punto el pueblo había sentido esa muerte.El ataúd fue sacado de la cureña y, sostenido por manos anónimas,desfiló por las calles de Buenos Aires,acompañado por consignas,por cantos,por gritos en contra del gobierno. Era el pueblo mismo el que lo acompañaba en su último viaje,a pesar de haber acusado a Marcelo de estar lejos de sus necesidades.Quizá,profundamente,la multitud sintió que había perdido definitivamente la esperanza.Ausente Alvear,quién dirigiría los destinos de esa república errática,en quién creer.La carencia de líderes era absoluta.Por eso,durante el traslado del féretro a la Recoleta,la indignación¡el resentimiento de un pueblo se puso de manifiesto y la policía estuvo a punto de intervenir violentamente para apaciguar los ánimos.No fue necesario.Marcelo fue enterrado en la primera bóveda,a la izquierda,apenas se ingresa en el cementerio,debajo de Torcuato de Alvear y de Elvira Pacheco,sus padres.Allí descansa.Pero el impacto de la muerte de Alvear pronto pasó.Al Edificio Estrugamou seguía llegando gente a darle el pésame a Regina.Ese despliegue de cortesía,ese tener que escuchar y responder,seguramente le ayudó a no pensar en el inminente futuro,en la innegable realidad de que,a los setenta y un años,estaba irremediablemente sola.No siempre,sin embargo, perdonó a quienes la habían ofendido.María Unzué de Alvear,cuñada de Marcelo (viuda de Ángel de Alvear),era en Buenos Aires una suerte de institución: inmensamente rica -su estancia,San Jacinto,tenía setenta mil hectáreas de la mejor tierra-,había dedicado su vida a las obras benéficas.Su palacio en la Avenida Alvear,esquina Libertad,era el epicentro,el non plus ultra de la aristocracia: allí no entraban personas divorciadas ni aquellas de vida ligeramente cuestionable.Era el templo de la elegancia de la tradición,del catolicismo.María Unzué de Alvear jamás recibió a Regina en su casa: el casamiento de Marcelo con una cantante estaba muy por debajo de sus cánones éticos y sociales.Pero el tiempo había pasado,Alvear había muerto y consideró que era hora de acercarse a Regina en otros términos.Decidió ir a visitarla al Edificio Estrugamou a darle el pésame.Para Regina,el piso de la calle Juncal no era la Casa Rosada,donde debió recibir las condolencias hasta de sus propios enemigos Era sin más,su casa.Y decidió no recibir a María Unzué de Alvear,la primera matrona porteña,la mujer más rica de la Argentina, la que aspiraba a un marquesado pontificio por sus obras de bien.Regina a esa altura de su vida,no la necesitaba;aún más: podía darse el lujo de elegir a quién,de ahora en más,dirigiría la palabra.Las visitas de pésame llegaron a su fin.Regina debió enfrentar no sólo la soledad,sino también su precaria situación económica.La gran fortuna de Marcelo,las miles de hectáreas en La Pampa y en Chacabuco,Coeur Volant y hasta las tierras de Don Torcuato se habían esfumado,y el legado se reducía a Villa Regina,en Mar del Plata(hipotecada),la casa y los seis lotes,un automóvil Buick 1941,y ciento cincuenta mil pesos.Eso era todo.Para qué seguir viviendo en el Estrugamou,si Marcelo ya no estaba Qué sentido tenía el conservar
muebles,platería,vajilla,pieles,si estaba absolutamente sola.Acaso bien asesorada por Tito Rapallo,que había sido administrador de Alvear,decidió vender gran parte de su mobiliario ycon el producto del remate,construir seis casas pequeñas,para renta,en Don Torcuato.Sin embargo,rematar aquellos objetos que formaban parte de su historia,de su relación con Marcelo,debió haberle sido particularmente doloroso.La subasta se realizó en Diciembre de 1942 y estuvo a cargo de la firma Ungaro & Barbará.Todo lo que había atesorado desde Coeur Volant estaba a la venta.En la sala de remates alternaba La Francia,escultura de Rodin con Psyché et les amours,de Falconet y con la gigantesca tapicería de Flandes del siglo XVIII.El piano Steinway donde habían tocado Paderewsky y Baccahus.La mesa de comedor inglesa que había pertenecido a Torcuato de Alvear,a la cual se habían sentado el general
Mitre,Roca,Alem,Yrigoyen;cuando Marcelo la trasladó a París,siendo embajador,comieron alrededor de esa mesa la reina Amelia de Portugal,el príncipe de Gales,el príncipe de Saboya,el mariscal Foch,el mariscal Joffre y así,chiffoniers,écrans, platería,la estupendancolección de objetos chinos,cristal de baccarat, las esculturas de artistas argentinos,como Curatella Manes,Fioravanti y Alberto Lagos,tapados de visón,zorros blancos y grises martas cibelinas y una capa de chinchilla real.También,una radio-victrola Clarion,empotrada en un mueble de caoba y hasta los prismáticos Zeiss que Marcelo llevaba al hipódromo.Ya no necesitaba esos objetos.Guardó,en cambio,aquellos muebles de los cuales no quiso desprenderse,por preferencia o por los recuerdos que le suscitaban.Los llevó a Don Torcuato,adonde se recluiría por el resto de sus días.Qué sentido tenía,para ella,vivir en Buenos Aires,hacer vida social,cuando a lo largo de una vida apenas había cultivado un puñado de amigas,cuando había evitado a los porteños que tanto daño le habían hecho.Ahora era una mujer mayor,viuda y sin hijos;se rodearía de aquellas personas que verdaderamente la habían acompañado,es decir,Jeanne,su gobernanta de las primeras épocas de Coeur Volant,y Gabriel algo
envejecido,pero siempre fiel.Jeanne fue una relación importante en la vida de Regina.Existía,por parte de la gobernanta,una fidelidad,una lealtad y un grado de comprensión que era una característica de la servidumbre de aquella época.Al mudarse a Don Torcuato,Jeanne supo que la situación económica de Regina era paupérrima,si se la comparaba con el tren de vida que habían llevado los Alvear en Europa.Pero esa francesa que les había dedicado su vida sabía adaptarse a todo.Las épocas de una abundante servidumbre,con tareas específicas,habían pasado y tuvo que desdoblarse en tareas inimaginables en el pasado.Debió hacer trabajos múltiples,como manejar el automóvil,hacer de mucama de Madame y pagar las cuentas.En 1945,Francisco Bengolea y su mujer,Delia Gowland Peralta Alvear,recién casados,vivieron durante dos años en una pequeña casa.living-room y un dormitorio,que les prestó Regina en el parque de La Elvira.Delia la visitaba a diario.Regina se sentaba junto a la chimenea de mosaicos,tejía crochet mientras su perro,un skye-terrier,descansaba por lo general en su falda,a pesar de tener una canasta.Esas conversaciones aún las recuerda Delia Bengolea.Regina no era sociable -dice-cuando vivía en Don Torcuato tenía pocos amigos.La quería mucho a mi madre (Carlota Peralta Alvear de Gowland) y unavez por semana iba a visitarla a Buenos Aires en el Buick.A La Elvira iba poca gente: María Teresa Pearson de Álzaga madame Liniers,Martín Noel y Elena Necol,Pascual Carcavallo.Eran sus amigos de siempre.También solía visitarla Guillermo D’ Andrea Mohr (ex secretario de Alvear) con su hijo que entonces tenía cinco años.El niño se sienta en una bergère en el living y Regina le dice: Elegís bien: ése era el sillón preferido de Clemenceau.Regina tenía un enorme sentido del humor y hablaba con acento español,usando palabras castizas.Utilizaba algunas -y no muy santas- que le había escuchado decir a Marcelo.En realidad,cuando hablaba de él,siempre se refería a “mi Marcelo”.A pesar de que los años habían pasado,hacía comentarios ácidos sobrenciertas señoras de Buenos Aires que,según ella,nunca le habían perdonado su casamiento,por haberles “robado” uno de los mejores candidatos.Regina,durante aquellos años,desarrolló una pasión por la jardinería.Las rosas rojas y las blancas -las flores preferidas de Marcelo-le absorbían gran parte de la mañana: protegida del sol por un sombrero de paja y con guantes apropiados,las pulverizaba.También daba rígidas instrucciones sobre el cuidado de los rosales a su jardinero,empleado que,por otra parte,estaba azorado con la vitalidad,el emprendimiento de su patrona cuando acometía la jardinería.Esas
rosas,pulcramente cuidadas,las llevaba Regina todos los días 23 del mes a la Recoleta,un rito que sólo interrumpió en los últimos años de su vida,cuando su mala salud se lo impidió.En la bóveda de los Alvear se sentaba en una silla blanca (que aún está),depositaba las rosas en la tumba de Marcelo y permanecía sola,rezando o acaso recordando otras épocas.Luego,solía invitar a uno de los cuidadores de la bóveda a un restaurante en la calle Guido,próximo al cementerio.Otra de las pasiones de Regina era la mesa.Acostumbrada,durante años,al refinamiento de Marcelo a la sofisticación europea,en Don Torcuato reproducía ese estilo impecable.En el comedor,la mesa de caoba estilo colonial,las sillas tapizadas en cuero,los grabados ingleses,las estanterías con porcelanas que habían pertenecido al general Alvear,los candelabros de cristal,los pájaros de porcelana con picos de rubí eran ahora su mundo,los objetos con los cuales había decidido convivir.Delia Bengolea almorzaba a menudo con ella,en esa mesa impecablemente servida,con los platos refinados que preparaba Jeanne,sobre todo pescado,una debilidad de la dueña de casa.La galería se abría al jardín,donde todo era nuevo: los árboles,los ligustros,los rosales Contempló ese escenario en el cual viviría hasta su muerte y la punzó un agudo,inesperado,sentimiento de soledad.No tenía a nadie.Su madre,sus hermanos,Lisboa,Marcelo,la habían dejado y sólo poseía esa casa relativamente modesta y a la moda estilo californiano,con techos de tejas y los recuerdos de una vida deslumbrante,poblada de cambios,de viajes,de honores.La quinta de Don Torcuato,sencilla,si se la comparaba con Coeur Volant,le producía,sin embargo,una rara paz.Observó cómo el jardinero podaba prolijamente los rosales que Marcelo había adorado y sintió que ésa era realmente su casa.Ella era dueña y señora de ese pequeño mundo en las afueras de Buenos Aires y,para vivir,le bastaban los recuerdos.Escuchó la música que provenía del living y descubrió su propia voz acometiendo un aria de Elixir de amor.Jeanne no había perdido la costumbre de poner esos discos.Su voz le pareció remota,como si hubieran transcurrido siglos:sonrió mientras recordaba escenarios,camarines llenos de flores y el aplauso intoxicante después de caído el telón.Qué lejanos estaban aquellos días y,sin embargo,esa aria que ahora escuchaba le había devuelto efímeramente la juventud.Sintió la ausencia de Marcelo -irremediable,definitiva- y los ojos se le empañlaron de lágrimas.Jeanne ingresó a la galería y la descubrió emocionada.Quizá,pensó,no debió haber puesto ese disco.Regina preguntó si el almuerzo estaba listo y se dirigió al comedor,a ocupar la cabecera de una mesa desolada.Pero la reconfortaba ocupar ese lugar,aun estando sola.Reconocía los platos,los cubiertos,la araña que la habían acampañado a lo largo de casi una vida, y esos objetos adquirían un sentido único,como si le devolvieran el pasado,intacto.Los platos de Limoges,comprados una mañana en Ia rue de Beaune (los había elegido ella,mientras Marcelo aprobaba silenciosamente la elección);los cubiertos de plata Tétard que había usado en Coeur Volant -los preferidos de Marcelo- aún estaban allí reafirmando ese pasado.Regina rodeada de admiradores,en sus últimos años;Recordó los consejos de algunas amigas y sonrió como si le hubieran sugerido un desatino.No necesitaba llenar el día de actividades,vida social y obras de beneficencia para paliar la soledad.Ellas acaso no comprendían que el silencio de Don Torcuato,el recuerdo de Marcelo apilando las cerámicas cuando se construía la casa,los rosales rojos y blancos,los eternos objetos le bastaban para vivir.Esa noche,abrió el álbum de fotografías,como si necesitara recorrer nuevamente aquellos caminos de la memoria.La mera visión de Felicia,de Constanza y de José en Coeur Volant le produjo una curiosa ternura.Y aquella vez que fueron a la playa en Estoril,acaso en el verano de 1900,fotografiados en el coche a caballos que había alquilado Marcelo.Lo recordaba con sorprendente precisión,con primigenia emotividad.No necesitaba ni la febril actividad ni el abundante dinero para seguir viviendo.Sólo ese espacio con sus fantasmas.Regina,a pesar de su situación económica,vendió un costoso collar que había sobrevivido al remate de Ungaro y Barbará,y algunas otras alhajas menores.No lo hizo para vivir mejor ni para pagar cuentas atrasadas.Lo hizo para construir una pequeña iglesia,en Don Torcuato,que se llamaría San Marcelo.Qué fáciles les había resultado a ciertas matronas porteñas erigir iglesias: Mercedes Castellanos de Anchorena,el Santísimo Sacramento;María Unzué de Alvear,Santa Rosa de Lima;Adelia María Harilaos de Olmos,Las Esclavas.Les bastó con firmar un cheque.Regina,en cambio,quiso desprenderse de sus últimas alhajas.San Marcelo es una simple capilla y fue hecha por el arquitecto Martín Noel.Regina,que asistía a misa los domingos,hizo poner en las campanas dos medallas de oro de la Presidencia para que sonasen mejor.El cura párroco,quizás impresionado por la presencia de doña Regina Pacini de Alvear,se extremaba en su prédica.Regina,una vez terminado el servicio,le comentaba a Delia Bengolea: Este cura debería acortar el sermón.La construcción de San Marcelo respondió a tres motivos: su sentimiento religioso;su deseo de perpetuar la memoria de su marido y también,mostrar la misma generosidad que había visto en Marcelo a lo largo de su vida.Alvear había regalado los terrenos para la estación ferroviaria de Don Torcuato y,más aún,las hectáreas para el Club Central Córdoba,que luego se transformó en el Hindú Club,a pesar de haber disminuido notablemente su fortuna.Con los años,Regina se volvió intolerante.Creyó que la iglesia le pertenecía,por el hecho de haber aportado los fondos para su construcción.En una oportunidad,asistiendo a misa de nueve,escuchó un coro de niños que,curiosamente,la irritó.Con qué autorización cantaban, desconcentrándola,impidiéndole rezar.Ella asistía a misa no sólo por su alma,también para estar cerca de Marcelo,rezar por su memoria.Los niños,sus voces chillonas,la perturbaban.Se quejó ante el cura párroco,ordenándole que hiciera cesar los cantos.Pero el sacerdote,imperturbable,le explicó que esa era la casa de Dios,no la de Regina Pacini de Alvear.Los niños tenían derecho a estar en la iglesia,tanto como ella.Regina,viuda,vivió veintitrés años en La Elvira.Había visto a Marcelo construir esa casa,preocuparse por los planos,por las baldosas,por los mosaicos,con el amor y el entusiasmo de aquel que posee algo por primera vez.Una vez concluida,Alvear sólo la habitó quince días antes de su muerte.Ella,en cambio,durante veintitrés años,pudo vivir de los recuerdos.Cómo olvidar el Teatro Real de Lisboa y aquel memorable debut .O su primer viaje a Buenos Aires,cuando cantó en el Politeama y conoció a Marcelo.Podía recordar Coeur Volant,las fiestas,los permanentes viajes, y también aquellos amargos momentos al cruzar el Río de la Plata rumbo a Martín García.Pero,con el tiempo,ya no recordó más.La esclerosis de las arterias y un espasmo cerebral que le hacía creer que Marcelo estaba de viaje la desconectaron del mundo y de su propia memoria.Ya ni siquiera recordaba a Felicia,esa madre que la había sostenido en los momentos de lucha,ni a Constanza,su compañera de juegos en la rua de Emenda,ni a José.Cuidada por dos colaboradores,Carmen Melé y José Valverde,vivió sus últimos años en Don Torcuato,ayudada económicamente por una pensión que le había otorgado el gobierno de Arturo Frondizi.El 18 de Septiembre de 1965,a los noventa y cuatro años,falleció.Su cuerpo,frágil y pequeño,fue trasladado al féretro en brazos de Francisco Bengolea.Regina había hecho testamento.Quería favorecer a una orden religiosa en Belgrano.Sin embargo,ya anciana,revocó el testamento y su único heredero fue Néstor Fernández Llanos,que entonces era su abogado.La Elvira se vendió y todos sus objetos y muebles de valor se subastaron.Helena Blaquier de Fernández Llanos depositó en manos de Iris Marga,en la Casa del Teatro,sólo unos pocos álbumes con fotografías,libros y viejos programas de teatro.A Regina,después de muerta,se le impuso una última humillación,
posiblemente no deliberada.Fue enterrada en el cementerio de la Recoleta,en el panteón de los Alvear,pero,durante dos años,el féretro permaneció en el suelo,en las profundidades de la bóveda.Un día fue colocada en el nicho contiguo a Marcelo.Desde ese momento,descansa junto a él (Fuente: Ovidio Lagos/la Pasión de un Aristócrata).
“Queda Vd. invitado, lector veraneante, a dar rienda suelta al humor”. Indicando muy bien la tónica de esa especie de “FdF de antaño”, la cual se aprecia muy bien en las fotos siguientes. Magnífico.
Podemos ver en la foto 8425,enviada por el Sr. Anselmo Vita a Regina Pacini,junto a su esposo,en su residencia marplatense,tambièn la misma època de la presente publicaciòn,(1927)pero retratada por otro medio gràfico.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/8425
En la foto 7887,enviada por el Sr. Anselmo Vita,en comentarios,transcribì una nota de la presente revista,que se encuentra en la pàgina 34:
“Además de los baños de mar,se usan los baños en bañadera,que pueden ser fríos o calientes,los médicos suelen aconsejar estos últimos,en la creencia que los baños fríos son perjudiciales,de lo cual puede dar fé el General Justo,cuando le dicen que no piense en la presidencia de la república.Popea se bañaba en leche de burra,por lo que,según cuenta la historia andaba a las coces con Nerón.Los baños perfumados se han usado en todo tiempo,y,según dicen son de primer orden: bañarse en agua de rosas,especialmente parece ser muy saludable,como puede atestiguar el actual ministro Gallardo,cuando Alvear le hace creer que proclamará su candidatura para la próxima presidencia de la República.Hay muchas otras variedades de baños,como el baño facial,que es el que tomamos cuando nos ponemos a hablar con ciertas personas víctimas de cierto defecto;el baño de abajo arriba,cuando durante la lluvia transitamos por ciertas veredas de Buenos Aires que están flojas y el baño de ola ante el teléfono.En Mar del Plata,muchos se bañan en el mar;pero no son pocos los que se bañan en la Rambla cuando hay la mar de gente,o en los paseos por donde transitan las hermosas niñas,cuyas miradas son mar-melada.También se baña toda la comuna,desde que la Comisiòn Mar del Plata hace la mar de macanas.
En el aristócrático balneario existen dos playas de moda,la Playa Chica,que es donde se bañan los grandes (hablamos espiritualmente)y la Playa Grande,que es donde se bañan los pequeños,porqué Alvear la ha puesto de moda: allí van los que quieren conocer los secretos del Presidente,imaginando que este se ex-playa allí en grande.