Las partes del inmenso gorila llegaron cuidadosamente separadas en cajas en un barco que había partido desde la ciudad de Los Angeles.Era tan grande el interés del gobierno por crear la mayor expectativa posible que la llegada del Simio fue televisada en directo desde el puerto hasta las puertas de La Rural (la llegada de las cajas).
Finalmente King Kong fue presentado en un curioso y variopinto show con luces,payasos,sonidos,números circenses y un locutor que narraba la vida y obra del gorila en su isla y sus peripecias hasta llegar a Plaza Italia.La idea era dejar entrever al gorila detrás de un decorado, simular un enfado del simio con algunos alaridos y precarios movimientos,pedirle al público que desaloje la sala por la inminente la fuga del gigante,y listo.Si bien más de uno se habrá quedado sorprendido,la mayoría de los que estuvieron presentes coinciden en afirmar que el espectáculo dejó mucho que desear más aun considerando que no duraba más de 25 minutos.Ante el relativo suceso que tuvo King Kong en Buenos Aires surgió la idea de llevarlo a la costa,más exactamente a Mar del Plata,para que lo puedan ver los veraneantes.
El poco interés del público,la pérdida de tiempo en la puesta a punto del complejo en donde se lo iba a exponer (al costado de la Bristol), algunos malos entendidos entre empresarios y el creciente costo de mantener al simio en condiciones óptimas,concluyeron esta aventura de la peor manera: la empresa encargada de la carpa retiró la misma por falta de pago y dejó a Kong a la intemperie.Se lo trató de cubrir precariamente pero el clima de la costa se encargó,poco a poco,de corroer la maquinaria interna del gorila y la maquinaria para manejarlo.Como si esto fuera poco,SADAIC,reclamando un pago de derechos musicales,intentó embargar al gigante.Los dueños del predio en donde yacía penosamente el simio,viendo que jamás cobrarían un peso, terminaron contratando una grúa para sacarlo de ahí y darle un destino menos molesto a sus intereses.Los restos de King Kong terminaron en una villa de las afueras de Mar del Plata a metros de la cárcel de Batán.(Version de Artfactory Bs.As.).
El Día que King Kong murió en Argentina:
Año 1977,Argentina.El estreno cinematográfico más esperado del año por fin ha llegado. Una colosal adaptación del clásico entrañable y magistral cult-movie de 1933,ahora realizada en color, sonido estereofónico y una super-producción mastodóntica capaz de mandar a construir un simio de 17 metros que se mueve, para lucir gigantesco y espectacular.Probablemente la construcción de este artefacto fue el mejor argumento de venta que esta nueva versión pudo tener.La expectativa generalizada por ver el asombroso simio era tal que la gente creía que King Kong caminaba y se movía maravillosamente gracias al fascinante mundo de la robótica. La información oficial acerca del film era escueta y hasta confusa.Carlo Rambaldi (creador entre otros del tiburón de “Jaws” que Spielberg tanto odiaba) especialista en efectos especiales y construcciones mecánicas,cada vez que daba notas a la prensa daba a entender que su gigantesca creación estaba presente en casi toda la película. Mirando hoy esta película me pregunto cuántas escenas filmadas con el armatoste habrán descartado del montaje final.
a decepción ocurría mientras veíamos la película y el simio tan vendido resultaba ser finalmente un hombre disfrazado en traje de gorila!
Apenas unos cuantos primerísimos primeros planos,y sobre todo una escena de parado y cuerpo entero coronado como el rey de la jungla en la gran ciudad y frente a la muchedumbre donde los flashes lo ponían nervioso. En esa escena es donde el trabajo de Rambaldi y el presupuesto de 3.000.000 de dólares proveído por De Laurentiis aparecían en todo su esplendor. La realidad indicaba que el muñeco gigante durante todo el metraje no llega aparecer ni siquiera unos míseros 30 segundos.Aún así el film,con un costo de 24 millones de dólares, fue un suceso de público, la crítica la despedazó y Laurentiis ya estaba pensando en una secuela…que vendría 10 años después con resultados mucho peores.Nuestra anécdota comienza un año después del estreno del film en Argentina,1978,año del mundial de fútbol que se celebraba precisamente aquí.El gobierno militar presidido por el General Videla era denunciado en todo el mundo por entidades de derechos humanos y periodistas de prestigiosos medios por las reiteradas torturas, abusos y desapariciones de miles de personas. El fabuloso torneo era el evento perfecto “…para demostrar al mundo que el pueblo argentino está feliz y aquí no se tortura a nadie” rezaba la prensa comprada de época.Incluso las autoridades militares invitaron a la actriz Lindsay Wagner protagonista de la serie televisiva “La mujer Biònica” (Bionic Women) a abrir el Torneo de Fútbol pateando la pelota con una patada biónica, bastante fallida por cierto. Esto se vio en todo el mundo. Era evidente que al general Videla le interesaba el mundo de la fama y las luces de Hollywood, elementos de pantalla para tapar crímenes de lesa humanidad.Con bombos y platillos se anunciaba que el gigantesco simio de la película de Dino de Laurentiis, King Kong, vendría a la Argentina y estaría en el predio de la Sociedad Rural Argentina. Una noticia increíble sobre todo para los niños , curiosos y gente en busca de nuevas emociones.Resulta extraño que una empresa marítima del estado llamada ELMA fuera la encargada de transportar en las bodegas desde Montevideo,Uruguay (luego de ser embarcado en Los Angeles en los estudios Universal) los 20 enormes cajones con sumo cuidado y sofisticados elementos de seguridad previniendo cualquier inconveniente que pudiera suceder con el navío camino a Buenos Aires.Mas extraño aún resulta que la rimbombante publicidad en medios oficiales de la llegada de King Kong a la Argentina fuera nota diaria en todos los medios. De hecho los cinco camiones y dos semirremolques que transportaban los cajones con el simio desarmado desde el puerto nuevo de Buenos Aires hasta el predio de “La Rural” se dirigían por la pintoresca y transitada Avda. Santa Fe de contramano y cortada al tráfico habitual especialmente para la ocasión, reservada exclusivamente a eventos notorios e importantes.Fue tal la expectativa, que la llegada de Kong fue televisada en vivo y en directo en el canal oficial (ATC). Para esto se contrató a la conductora Pinky (famosa por entrevistar a celebridades varias como Henry Kissinger, John F. Kennedy, Cassius Clay o Alain Delon) para que relate la llegada de King Kong y sirva de partenaire como una Jessica Lange del subdesarrollo.El espectáculo denominado “El show de King Kong, la octava maravilla” prometía, al menos en los avisos publicitarios,”… un gran elenco, luz, color, magia y titánicas luchas junto a la actuación de King Kong…”
“El show” consistía en algunos números circenses nada espectaculares y un locutor micrófono en mano, contando las peripecias de Kong cuando fue cazado por el “Capitán Drake” y haciéndonos saber cosas increíbles como que el enemigo número uno de Kong era Superman (en esa época la película protagonizada por Christopher Reeve estaba de moda y era un hit). El locutor iba creando climas de misterio acerca del mal carácter de Kong junto a un payaso de poca gracia que solía hacer bromas más bien lamentables. Hasta aquí el simio no se presentaba; sin embargo por encima de las cortinas se dejaba ver parte de su cabeza. Cuando los niños empezaban a aburrirse y corretear entre las butacas de la improvisada carpa, un potente grito gutural daba por comenzada su participación en el show.Su imponente figura de 17 metros de largo lo mostraba con grilletes y cadenas.Al instante se observaban sus limitados movimientos, abría su boca, sonreía, movía sus ojos, y se movían los brazos, sus manos y sus dedos. El brazo izquierdo no se elevaba como el derecho,”… era como un ascensor que no lograba subir…” diría años después Jorge Paccini, el locutor invitado; “…todo era muy improvisado y la gente solía enojarse…” El tosco y rígido artefacto comenzaba a mostrar signos de decadencia. Los niños invitados a formar cola por el infame payaso, le hacían preguntas y Kong las respondía (¡!!???) Así nos enteramos que King Kong hablaba y era hincha de Boca Juniors y amigo de “El Increíble Hulk”. Cuando ya habían pasado 15 minutos de comenzado este show el payaso hacía enojar a Kong hablándole del Capitán Drake y éste rompía las cadenas; el locutor advertía al público que corriera por su vida a la salida de emergencia y las cortinas tapaban rápidamente a Kong. Fin del espectáculo.15 minutos, 2 horas de cola, 1.500 pesos de la época.Sobre la salida de la carpa, se observaba una mano suelta de Kong bastante menor en tamaño a la de la película lista para que los niños convencieran a sus padres de que les tomen una fotografía, bastante cara por cierto. También podían optar por pedir que les compren los globos de Kong, el cuento para pintar, el disco o los deprimentes muñecos mal pintados.El ingeniero Eddie Surbin manejaba detrás del telón una consola que interpolaba las energías eléctricas e hidráulicas para posibilitar los movimientos de Kong. La voz del famoso gorila no provenía de sonidos programados, se trataba de deformaciones acústicas que generalmente hacía el mismo ingeniero.
Semana tras semana, el éxito de Kong se mantuvo por cuatro meses. Entrado el verano, en enero, la idea de los empresarios que trajeron a Kong era hacer una temporada veraniega en la ciudad más concurrida de las vacaciones: Mar del Plata.El plan era hacer esa temporada y luego partir rumbo a Río de Janeiro, luego Venezuela, Mexico y finalmente regresar a Los Angeles.Corrían los primeros días de Enero y los diarios locales y carteles anunciaban que King Kong estaba en Mar del Plata. Lo cierto es que debido a dificultades técnicas y de estructura debió atrasarse el estreno aproximadamente un mes. El lugar donde se desarrollaría el evento era el famoso estadio de Boxeo llamado Bristol. Fue necesario levantar muros de contención y realizar excavaciones para ganar la altura necesaria con el objetivo de que Kong, erguido, pudiera caber debajo de una enorme carpa inflable. Así el lugar se reconvirtió en una especie de anfiteatro; todo esto construido en tiempo record, apenas un mes, suficiente tiempo para augurar una pérdida importante de público, sobre todo porque se sabe que el mes de e
Enero es el más importante en afluencia de gente de la temporada veraniega.También aquí se complementó el show con números circenses de acróbatas y music hall ; el show ahora duraba un poco más de media hora y costaba más del doble de lo que había costado en Buenos Aires.El turismo no acudió como se esperaba, se observaban muchos espacios vacíos entre las butacas y muchos en Buenos Aires ya lo habían visto así que no tenía sentido volver a ver un espectáculo tan pobre y tan caro.En Febrero continuó la merma y la temporada terminó.”El show de King Kong en Mar del Plata” fue uno de los fracasos más importantes en materia de espectáculos que se recuerde en Mar del Plata. Se perdió mucho dinero, y las demandas y las deudas millonarias comenzaron a pesar sobre los hombros de los responsables del asunto.En Marzo de ese mismo año la empresa que realizó y armó la carpa la retiró dejando a la intemperie al pobre Kong. El público se había ido y King Kong quedó solo con la mirada perdida puesta en el mar, quizás con esa esperanza de volver a Manhattan o Los Angeles o mejor aún a La isla Skull, su verdadera casa.Abandonado como gigantesco desecho colocaron una lona sobre su cabeza para que nadie se diera cuenta de que King Kong permanecía inerte esperando resolver su futuro y viajar a Brasil.Los meses transcurrían y Kong permanecía allí.La humedad, la lluvia otoñal y por último el frío invierno de la costa comenzaron a deteriorar el pelaje de crin original de 600 caballos argentinos.La consola de movimientos tapada con otra lona comenzaba a oxidarse.La muerte de Kong acechaba día tras día; ya nadie hablaba de Kong, ni siquiera los secuaces del aparato represor del General Videla.Ese mismo año (1979) visitaría el país traído por el canal oficial ATC,Lou Ferrigno,más conocido como “El Increíble Hulk”,justamente “el amigo de Kong”.Ahora le tocaba a otra bestia recibir al público Argentino.La Sociedad de Derechos de Autor para la música Argentina –SADAIC- finalmente embargó al gigantesco muñeco solicitando una deuda con intereses por derechos musicales no abonados y explotados sin autorización de los autores. Si bien no era un espectáculo musical, durante el show y la espera se escuchaban temas disco de moda, desde Bee-Gees hasta Palito Ortega.
La empresa de Rio De Janeiro también se hizo escuchar.Y los licenciatarios estadounidenses del enorme simio pedían las cabezas de los argentinos.Eran estos mismos licenciatarios los dueños de los dos únicos modelos de King Kong que se mantuvieron intactos en los Estudios Universal de Florida hasta hace un par de años atrás, cuando fueron devorados por las llamas del incendio que azotó dichos estudios.Por otro lado la codicia de los inescrupulosos empresarios que armaron este espectáculo en complicidad con gente del gobierno terminaron acrecentando sus deudas de locación de alquiler por el estadio Bristol. Los dueños del predio tuvieron que ingeniárselas para montar con una grúa a Kong y transportarlo a otro lado donde no moleste, pues nadie allí pagaba la renta. Así Kong viajó una vez más y ya sin levantarse fue depositado en las afueras de la ciudad de Mar del Plata a metros de una villa miseria y a cuadras de la cárcel de Batán. Allí, arrojado como basura, el artefacto de 3 millones de dólares, quedó mezclado entre los escombros y la inmundicia del lugar. Legiones de ratas se devoraron el pelaje y hasta el látex que cubría a la octava maravilla del mundo. La agonía de Kong duró un par de meses. Estoico, luchó como pudo, ya sin piel y dejando entrever su fisonomía metálica. Los lugareños de la humilde villa vieron en Kong un regalo del cielo; toneladas de metal para armar paredes y cubrir techos a sus ranchos. Los Niños descalzos jugaban en el interior del moribundo Kong arrancando cables y mangueras hidráulicas como inocente divertimento sin saber que yacía sobre sus desnudos y sucios piecitos el rey de los monstruos. El rey Kong, derrotado por la inescrupulosidad y codicia vergonzante, perdido, ultrajado y devorado por la miseria y la corrupción.Primeros días de Noviembre de 1979. Aunque no hay una fecha exacta, quizás el día 8 sea la fecha en que el rey Kong murió. La misma en la que Willis O’Brien,el creador, animador original y padre de King Kong, falleció en 1962.(Versiòn: Uriel Barros).
Estimados, hacía rato quería volver a ver esta imagen !!, fue un espectáculo en aquel momento, se ecuchaban los rugidos del gorila por toda la cuadra, estaba muy bien hecho. Lamentablemente también nos tocó ver su decadencia cuando se lo abandonó en el predio, verlo estropearse a la intemperie desde la calle Jujuy, ..muy feo. Atte. Jorge H. Seco
En la fecha,me comuniquè con mi amigo Hèctor J. Francica,historiador de circos,residente en MdP,y me recordò que la carpa inflable donde estuvo “King Kong”,pertenecìa al Sr. Quique Solano,lamentablemente ya fallecido,fue la misma que se habìa instalado en Av.Luro entre Corrientes y Santa Fe,deominada La “Carpa Celeste Y Blanca”,donde actùo entre otros Mariano Mores y elenco,podemos encontarla en la fotos 5547/48,enviadas por el Sr. Fredy Caporal.
El espectàculo en su primer parte era circense,con distintos nùmeros,recordando entre otros el de Trapecio Volante donde actuaban artistas chilenos,y al final estaba “King Kong”.
Se supone que los empresarios,que no eran del ambiente de circense,no supieron promocionar o preparar debidamente el Show,sumando ademàs los problemas econòmicos y personales de los socios.El lugar donde estaba la mencionada carpa era en un terreno baldìo donde fue alguna vez el famoso Estadio Brìstol,y se ubicaba hacia el lado de la calle Jujuy,a lo largo entre està ùltima mencionada y España.
Al dejar de funcionar,se retirò la carpa y quedò en el terreno el muñeco King Kong,que ademàs se habìa ubicado dentro de un pozo,ya que sino su altura no permitìa estar dentro de la carpa.
Fue tapado por una gran lona,hasta que luego quedò a la intemperie ,producièndose un gran deterioro,y luego de un tiempo fue sacado y llevado a otros sitios de los cuales se tejieron diversos mitos sobre el lugar y su posterior destrucciòn.
Es conocido como “el rey de los monstruos” y su reinado tiene ya 80 años. Vio las luces del éxito por primera vez en 1933 y desde entonces quedó enquistado en el imaginario colectivo de todo el mundo, dando origen a una larga secuela de películas de regular calidad y a dos remakes de tremendo suceso en su tiempo. Una, realizada por Dino De Laurentiis en 1976. La otra, dirigida por Peter Jackson en 2005.
Era un monstruo descomunal. Gigantesco. De casi 30 metros de altura y tal vez más, según las versiones que se filmaron durante la década de los ‘60 en los Estudios Toho de Japón, donde lo hicieron pelear mano a mano contra el dinosaurio preferido de los nipones: Godzilla.
Adorado por las tribus ficticias de una isla del Pacífico sur, inexistente en los mapas, ese engendro de la biología fue capturado y trasladado al corazón de la moderna civilización capitalista, donde encontró la muerte, acribillado por aviones, mientras trepaba por el edificio más emblemático de Nueva York: el Empire State, en las versiones de 1933 y 2005; y las Torres Gemelas del Trade World Center, en la versión de 1976.
En todas ellas lo llamaron, publicitariamente, “La Octava Maravilla del Mundo”, pero su nombre original era mucho más impactante y pegadizo: King Kong.
Los especialistas en historia del cine escribieron kilómetros de palabras sobre estos filmes. Por eso, nosotros no queremos ni estamos preparados para agregar nada nuevo a lo ya dicho. Nuestra intensión es únicamente hacer mención a un episodio, por demás bizarro, que se derivó de la película King Kong de 1976 y que, en mi caso personal, quedó marcado en la memoria como un mojón importante, aunque un tanto difuso, de mi infancia.
No toda la gente de mi entorno recuerda que en el verano de 1979, el inmenso muñeco “animatrónico” que se usó en la película, estuvo en la Argentina y que terminó sus días destartalado y olvidado en un rincón de la ciudad de Mar del Plata. Todavía evoco su enorme cabezota soportando la lluvia y el frío de aquel invierno setentista, luchando contra la intemperie, apenas con una lona que se volaba con el viento.
Pero, ¿cómo es que ese simio tan famoso llegó hasta allí y qué pasó con él?
LA DECADENCIA Y CAÍDA DE UN REY
Ni siquiera su estirpe real impidió que el monarca de la Isla de la Calavera cayera, en épocas de la dictadura militar, en el más completo abandono, corriendo la suerte que corrieron miles de personas en aquellos nefastos días. No fue suficiente su fama, que a la postre siempre se revela como fugaz. Tampoco su origen hollywoodense, ni las portadas que protagonizó en revistas internacionales como Time o Paris Match. Finalmente, el Rey (King) Kong terminó siendo devorado por la desidia, la negligencia y el olvido, pudriéndose en un terreno baldío, en cercanías de la cárcel de Batán, vecina a la ciudad de Mar del Plata.
De nada le sirvió su paso por el oligárquico predio de la Sociedad Rural de Buenos Aires que, seguramente, por lo bajo y en sorna, se alegró de tener al “gorila” más grande del mundo; para luego desecharlo, una vez cumplida la misión crematística de seguir engordando sus bolsillos.
Kong fue exhibido durante cuatro meses en el corazón más rancio del barrio de Palermo; como se exhibieron otros “simios antropoides” en lujosos autos descapotables, haciendo gala de sus condecoraciones y jerarquías castrenses, mientras festejaban la caída de la democracia. Pero el gorila mayor, el mecánico, el construido por el especialista en efectos especiales, Carlo Rambaldi, para la película de 1976, no permaneció allí mucho tiempo. Cuando la temporada veraniega dio paso a las vacaciones fue embalado en camiones y trasladado a Mar del Plata. Llegó con un poco de atraso, en el mes de febrero, cuando la temporada estival ya casi terminaba, y esa contingencia, sumada a muchas otras (el elevado costo de la entrada, la mala calidad del espectáculo ―la “actuación” del mono duraba apenas media hora― y su paso previo por la Capital Federal, en donde había sido visto por muchos) fueron las que signaron el definitivo destino de Kong.
Si como bien dijo Kevin Lynch en Echar a Perder, “El deterioro y la muerte no se mencionan en una sociedad educada”[1], en la Argentina de finales de los ’70 muy pocos eran los maleducados que denunciaban la desaparición y muerte de miles de compatriotas. El miedo, el no compromiso, la negligencia y desinformación mediática, contribuyeron a mantener el silencio, a mirar para otro lado, a ignorar lo que por momentos se hacía evidente. La violencia se naturalizaba junto con la indiferencia y nadie, a excepción de minorías ignoradas, levantó su voz denunciando lo que ocurría. Se hacía “la vista gorda”. Nadie preguntaba nada. Se convivía con los cuerpos que aparecían flotando en el mar, sin rostros, sin manos, sin identidad posible. Lo mismo ocurrió con Kong, a quien muchos vimos tirado en el terreno del ex-estadio Bristol, de avenida Luro entre Salta y Jujuy, apenas cubierto por una lona, soportado la lluvia, el mal tiempo y la erosión salina de aquel nefasto invierno de 1979.
Pero un buen día dejó de estar allí. Desapareció por completo. Se lo tragó la nada. Y nadie, que yo recuerde, preguntó a dónde lo habían llevado. Tuvieron que pasar los años para que surgieran las diferentes versiones, que hoy circulan hoy circulan por internet. Y así, el Rey Kong, empezó a ser visto en diferentes lugares y se tejieron hipótesis, muchas de ellas descabelladas, sobre su último paradero.
El rumor copó la escena y, ante la incredulidad de los más jóvenes (que negaban con sarcasmo la presencia del astro de Hollywood en estas llanas tierras de la pampa húmeda), el enorme muñeco animatronic inició su postrera y apócrifa gira por el país.
Como un fantasma del que no puede darse prueba concreta de su existencia (a no ser por las habladurías que se difunden con un tono de seriedad casi papal), Kong apareció y desapareció en los lugares más diversos del país.
Algunos sostienen fue comprado como chatarra por un circo de mala muerte y que siguió su larga marcha recorriendo los pueblos del interior, mezclado con decadentes payasos, carpas deshilachadas y otras bestias (reales) enjauladas y a punto de la inanición, en un ámbito circense patético y triste.
Otros, tal vez influidos por una irracional pasión futbolera, o queriendo enaltecer la prosapia de su club favorito con la presencia de un rey (king), juran y perjuran haberlo visto (“de lejos”), tirado en la Ciudad Deportiva de la Boca.
Tampoco faltan los que afirman que el gran mono estuvo guardado en un playón o galpón ubicado en la intersección de las calles Pareja y Cuenca, del barrio de Devoto. Un final de carrera tal vez un poco más “chic”, pero del que tampoco hay evidencias certeras.
Finalmente, los rumores lo ubicaron, hacía 1985, cerca de la ciudad de La Plata, más concretamente en el interior de la República de los Niños, un conocido parque temático inaugurado durante la presidencia de Perón, en 1951.
¿Ironía del destino, broma política o un liso y llano delirio popular?
Más allá de todas las versiones señaladas (incluso una que sostiene que el muñeco fue comprado por un farmacéutico marplatense, de la zona del asilo Unzué, y colocado sentado en la calle, mirando el mar), la única verdad parece ser que el gorila encontró un final más ignominioso de lo pudiéramos sospechar.
King Kong envejeció en las costas marplatenses, muy lejos de su imaginaria isla tropical, sin nadie que lo adorara ni realizara frenéticos bailes rituales, como se muestran en todas las versiones del film.
Arrumbado, primero en un terreno céntrico de Mar del Plata y más tarde en un basural de la periferia urbana , el gigantesco gorila de Hollywood se echó a perder.
Degradada, sin valor, inútil, su estructura metálica fue emergiendo de a poco, a medida que las partes blandas del muñeco se pudrieron (en especial su pelambre, hecha de pelo de caballo, y el caucho que hacía las veces de epidermis). Y así, como si fuera un pantagruélico cadáver NN, la identidad de ese tan particular soberano se perdió para siempre entre trastos viejos, basura, ratas y profanadores.
Todas las decadencias nos enseñan, como dijo Cioran, “que no se abdica de un día para otro”. Que el proceso es lento y apenas percibido. Sólo el paso del tiempo las vuelve evidentes y, recién entonces, al mirar hacia atrás, advertimos los síntomas que las anunciaban. Claro que, cuando eso ocurre, ya es tarde y sólo nos queda soñar con lo que no pudo ser y podría haber sido.
El derrotero que siguió King Kong en Argentina, entre mediados de 1978 y fines de 1979, fue un camino agónico, jalonado de problemas y desidia, que hoy, después de tanto tiempo, nos conecta nostalgiosamente con el carácter perecedero de todas las cosas.
Si el deterioro no respeta a ninguna institución, ni siquiera templos, capillas o iglesias, por qué suponer que un rey mono, por más deificado que haya sido en la ficción, hubiera podido resistirse a su implacable soberanía.
Detrás de cada abandono hay una historia que explica su condición. Y, como hemos visto, muchas veces aparece envuelta por rumores y leyendas, habladurías y chismes, que se mimetizan de tal modo con la realidad que pasan a formar parte de su intangible acerbo histórico.
¿Dónde están hoy lo restos del Rey Kong?
¿En qué techo de chapas, de una villa miseria, descansan sus huesos de acero inoxidable?
¿Qué quedó de ese ingenio mecánico, cuyo costo rondó los tres millones de dólares, al momento de hacerse la película, en 1976?
¿Queda algo de él?
Probablemente nunca lo sepamos.
Tal vez en el futuro algún anónimo arqueólogo descubra algo enterrado en los estratos vecinos a la localidad de Batán o, quién sabe, en el derruido predio de la Ciudad Deportiva de la Boca.
Por el momento, aquel mono enorme que nos fascinó y aterrorizó en nuestra infancia, permanece sólo en el recuerdo y en una pocas fotos.
AUTOR : Prof. Fernando Jorge Soto Roland (Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata).
Como complemento de mi comentario anterior con el trabajo del colega Fernando Jorge Soto Roland , agrego los siguientes enlaces a fotografías que acompañan el mencionado artículo.
Muy interesante documental en You Tube , aporto el enlace.
“Publicado el 14/07/2013
PRIMERA PARTE DEL PROYECTO DOCUMENTAL KING KONG MURIO EN ARGENTINA REALIZADO POR ESTUDIANTES DE ARTES VISUALES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE AVELLANEDA PARA LA CATEDRA LENGUAJE AUDIOVISUAL 2013. DIRECCION JORGE BARRAZA, PRODUCCION DANIEL GUILLAN”
-King Kong resucita en Australia-
Se estrena en Melbourne un musical basado en el gorila cinematográfico,con un muñeco de seis metros y una tonelada.
King Kong,el célebre gorila gigante que aterrorizó (cinematográficamente) a la ciudad de Nueva York,revive ahora en el Regent Theatre de Melbourne,Australia,en un musical cuyo estreno oficial está previsto para el mes próximo,y cuyas funciones previas comenzaron esta semana.La estrella del espectáculo no es en este espectáculo ningún actor ni cantante, sino el propio gorila, recreado por un ingenio mecánico de 6 metros de altura y más de una tonelada de peso.Está hecho con acero,aluminio,licra y látex,y necesita quince personas para moverlo -los hombres de King-.En su interior hay 300 metros de cable eléctrico,1.500 conexiones y 16 microprocesadores.Los movimientos se dividen en 3 niveles para permitir que King Kong tenga expresiones faciales,respire,flexione los hombros y arquee la espalda.El ingenio es obra de Sonny Tilders,que ha trabajado en películas como Las Crónicas de Narnia y La Guerra de las Galaxias: la Venganza de los Sith,y que ha creado en Australia dos macroespectáculos sobre dinosaurios y dragones.El ingenio se maneja desde una plataforma de 30 metros situada en la puerta del teatro.Para dar vida al proyecto han hecho falta 5 años de desarrollo y 6 meses de ensayos.En la producción participan 126 personas,40 de ellas son artistas (actores, cantantes,bailarines y artistas de circo).El reparto-gorila aparte-lo integran Esther Hannaford;Chris Ryan;Adam Lyon;Richard Piper y Queenie van de Zandt.El director es Daniel Kramer;Craig Lucas ha escrito el libro;Daniel Kramer la música.Además de los temas originales,en el espectáculo suenan standards como I Wanna Be Loved By You,;Brother,Can You Spare a Dime o Get Happy.Los productores esperan con este espectáculo atraer a un público no habitual en el teatro.Queremos crear -dijo en su presentación el director,Daniel Kramer-un espectáculo para una nueva generación de aficionados al teatro.Y queremos crear una obra de teatro musical que empuja a este género hacia adelante.
(ABC de Madrid/30-5-2013)
Recuerdos del Ring:
¡Qué peleas inolvidables! ¡Y cuántas veladas de box que ya pasaron a la historia grande del deporte argentino! Así fue el estadio Bristol.Por eso le contamos su leyenda como jamás se la habían contado.
La placa de mármol blanco,sucia y descolorida que mira todo lo que acontece en la transitada avenida,es el único objeto que testimonia la presencia,en otros tiempos,del Estadio Brìstol.Y en el paisaje actual de la manzana que comprende las calles Jujuy y Luro,España y 25 de Mayo,parece,más que un sentido homenaje una solución inútil para aliviar la pesada mochila de la conciencia de quienes lo demolieron. Porque la placa pasa inadvertida y no es descabellado pensar que continúa mostrando su mensaje gracias a un olvido de los albañiles. Pero la historia que nos interesa contar no es la de una triste placa recordatoria sino la del más importante,en materia boxística que tuvo la ciudad de Mar del Plata.El mismo que hubiera soplado-el pasado 2 de Febrero-50 velitas desde que abrió sus puertas a los amantes de un deporte que por aquellos años era mucho más rudo y salvaje de lo que puede ser ahora, pero, hay que reconocerlo,con una cuota mayor de nobleza y principios éticos.Cuando comenzó a funcionar el Bristol los guantes y el sonido de la campana reemplazaron a otros guantes y otros sonidos.Al de los ferroviarios que martillaban los sólidos rieles de la estación o trabajaban en los talleres de los tranvías eléctricos.El cambio se dio más adentro que afuera,ya que respetó la estructura edilicia hasta el extremo de no modificar el tinglado original.El sitio tenía tres entradas.La principal,por Av. Luro,y dos laterales,una por España y la restante por 25 de Mayo.Los boleteros,prisioneros a voluntad detrás de las rejas,se consolaban mirando hacia la avenida. Una vez dentro,en el hall central,un óleo inmortalizaba a Justo Suárez. El Torito de Mataderos.Con el correr de los años,el fino trazo de don Helmer Uranga agregaría el toque localista,dibujando a los mejores representantes marplatenses.Colgando los cuadros de Antonio Cuevas, Tito Yanni,Ubaldo Francisco Sacco y Andrés Selpa.Una vez que se abandonaba el hall y el control de turno,estaba la entrada,el murmullo popular que se venía escuchando desde la calle crecía hasta convenirse en una melodía nítida y alentadora.Esa música era un signo inequívoco de que se estaba viviendo otra noche fantástica de boxeo.Hacia la izquierda,el ring;y sobre él —prendida del techo—la estructura que envolvía una especie de linterna cuadrada gigante, la que provocaba tres sombras móviles.Dos que se buscaban con fiereza;la otra,los vigilaba expectante.Cada calle tenía su tribuna.Sobre España se erguía la especial “A” y “B”.Esta última frente al cuadrado cercado.De espaldas a Luro,una popular,que por su posición cercana al ring era más cara que la que se ubicaba sobre 25 de Mayo,distante casi media cuadra del cuadrilátero.En el Brìstol lo que sobraba era espacio.Anexo al estadio -desde la entrada por España hasta el restaurante “Pablito”,esquina 25 de Mayo-funcionaba el gimnasio,donde los púgiles dejaban el corazón con tal de encontrarse con esa mujer esquiva,a la que muchos llamaban gloria.Paralelo a Jujuy,la prensa escrita tenía su lugar de trabajo. Los relatores y fotógrafos se ubicaban entre la lona,que nadie quería besar y el ring-side.“La vista del estadio era óptima,ya que las tribunas de cemento,una de las primeras de la ciudad,tenían unos diez metros de altura”,dice Raúl Ramírez,periodista del diario La Capital que sabe de boxeo como pocos.“Lo mejor que tenía el Brìstol era su ubicación-subraya Antonio Cuevas-.Quedaba cerca de todos lados y tanto los tranvías como los colectivos te dejaban bien.También se podía ir en automóvil porque había mucho espacio para estacionar”.El popular y querido Gallego Cuevas,el boxeador que más veces dobló su anatomía entre las sogas del ring del Bristol.“Dicen que era guapo,aguerrido; miedo nunca tuve..” aclara mientras comienza a desplegar una carpeta enorme-forrada en plástico para resistir el paso de los años-,que guarda además de los recortes periodísticos de sus 73 peleas en el Brìstol,los 143 combates en otros escenarios.“Hay dos que no pude conseguir porque los gráficos habían realizado una huelga y ese día no hubo diarios”.De aquel 2 de Febrero de 1946 las crónicas señalan que en las tribunas no cabía ni siquiera un alma impuntual para ver las tres peleas programadas.La avidez de ganchos,directos y jabs fue plenamente saciada.Especia mente en la primera,entre el pluma local Juanito Acquafreda —primer boxeador que gano un combate en el Bristol—y el cordobés José Nicolosi,quienes se pegaron hasta el cansancio.
La primera pelea fondo profesional se disputó una semana después y la animaron el fuerte pegador cordobés Atilio Caraune frente al guapo Francisco Pagóla.“Con el ring side a cuatro pesos y popular a uno “, agrega Raímirez.Si el Brìstol tuvo un líder indiscutido,ese fue Juan Bautista Pathenay.El Perro había tenido mucho que ver económicamente con su creación,y también era el encargado de las programaciones boxísticas.Tanta fue su influencia que cuando terminó su relación con el Estadio,el Brìstol,tal vez extrañando su cotidiana presencia,se dejó caer en apenas un par de años.Los que lo conocieron afirman que era un tipo sencillo,bonachón,amigo de sus amigos,que estaba a entera disposición de los boxeadores,y que pasaba gran parte del día planificando combates en su oficina,arriba de la entrada principal.A pesar de tener otras actividades-era dueño de un hotel-,su pasión estaba instalada entre las sogas de un ring.En lo estrictamente deportivo,las cátedras pugilísticas estuvieron a cargo de diversos maestros.Entre ellos se destacaron Rafael Tarucho Savastan-un español que llegó a disputarle el título mundial a Marcel Thilh-.José Martínez Valero,más conocido como El Tigre de Alfara,y Miguel Zocoli.Con el correr de los años el Brìstol fue acuñando un prestigio en el boxeo argentino.Primero albergando a los principales púgiles locales,como Tito Yanni,el mencionado Antonio Cuevas,Ubaldo Francisco Sacco,Manuel Santos Villalba,Andrés Antonio Selpa,Adolfo Ygriega,Merentino,este último marplatense por adopción.“Lo que me llena de orgullo son las peleas con Yanni en el campo rentado -recuerda Cuevas-.Le gané tres,perdí una y el estadio siempre se llenó porque dábamos espectáculo.Aunque la velada más importante se disputaba el Sábado,una de las peleas con él se llevó a cabo un Jueves a pedido de mis compañeros del Casino que,como trabajaban los Sábados,no podían ir a verme.Con Tito éramos vecinos, entrenábamos juntos y si había que pelear no importaba el día dice el Gallego mientras las páginas de su tesoro lo muestran peleando con Merentino y Lausse.“A éste le había ganado la primera por nocaut en el último round y acá me pagó con la misma moneda.Mira la foto que sacó Alfieri.¡Sabés cómo me cargó la barra.” La instantánea en blanco y negro es implacable.Lo muestra todavía en el aire rumbo a la lona,con el protector bucal fuera de su lugar a causa del impacto y camino al sueño obligado.“Peleamos otra vez y me volvió a ganar antes del límite”,agrega.El 25 de Mayo de 1957 se llevó a cabo en el Estadio Brìstol la primera pelea por un título argentino a 15 asaltos.El dato muestra la importancia de la plaza marplatense,porque hasta ese momento todas las peleas de estas características se efectuaban en el Luna Park O quizás la pelea se efectuó en estas playas porque se trataba de dos púgiles locales.El campeón argentino y sudamericano de los medianos: Andrés Selpa.Y el retador: Ubaldo Francisco Sacco.Recién en el último round el título se quedó en la misma cintura.
En los 26 años que albergó sueños e ilusiones,el ring del Brìstol vio sentarse en sus esquinas a grandes boxeadores.“Allí actuaron también los cuatro primeros campeones mundiales de la argentina: Pascual Pérez, en posesión del título;Horacio Acavallo,Nicolino Locche y Carlos Monzón,antes de alcanzar la corona ecuménica”,señala Ramírez.El que peor la pasó sin dudas fue Pascualito.Parecía una noche de Sábado más en su rosario de boxeador.Pero en el otro rincón había un correntino fibroso y elástico como el junco que nace a orillas del Paraná,y que respondía ai simple nombre–si es que los hay complejos,de Antonio Gómez.Muchos difieren en el número del round. Unos afirman que fue en el sexto: otros,en el octavo.Lo cierto fue que la mano del correntino en la mandíbula del campeón fue un cimbronazo brutal y el Brìstol,paralizado, comenzó a ser testigo de una irrealidad que parecía eterna.El árbitro contó hasta ocho.Pascualito despertó a tiempo,recuperó la verticalidad y la hazaña no llego a consumarse.Pocos olvidarían esa noche: el correntino menos que nadie.Ya lo dijimos,sin Pathenay al mando del timón,el Brìstol quedó a la deriva.El 1º de Abril de 1972 sonó por última vez la campana del primer asalto.Y si bien el estadio Brìstol albergò a otras actividades,como festivales de canto y folklore,bailes de carnaval,fútbol infantil entre muchas otras,la historia que queremos rescatar es la que lo ligó al boxeo.Porque con él cobró identidad y prestigio: y sin él cayó en el abismo.Hoy,a casi un cuarto de siglo de haber cerrado sus puertas,el Bristol no está.Y dar una vuelta por aquella manzana no parece una buena idea si se quieren recuperar los recuerdos.Todo fue arrasado Una enorme playa de estacionamiento lo cubre todoo en realidad,lo que hace es desnudar cada rincón con añejo a vaselina.Los vehículos parecen criaturas abandonadas,inmersos en un paisaje crudo y desolador.O quizás, sí sea una buena idea visitar el lugar.Porque si los recuerdos del Estadio Brìstol perduran en nuestro corazón,seguro que también están esparcidos en un ambiente,pegados al piso y adheridos a las desteñidas paredes.Porque el Brìstol es como de sol;aunque no lo veamos,el espíritu siempre estará mirando hacia la transitada avenida.(Revista Toledo con Todos/8-1996)
Estimado Lic. Ángel Somma:
Estaría interesado en comunicarme con usted respecto del tema que nos convoca en esta foto (KING KONG en Mar del Plata).
Mi email: sotopaikikin@hotmail.com
Las partes del inmenso gorila llegaron cuidadosamente separadas en cajas en un barco que había partido desde la ciudad de Los Angeles.Era tan grande el interés del gobierno por crear la mayor expectativa posible que la llegada del Simio fue televisada en directo desde el puerto hasta las puertas de La Rural (la llegada de las cajas).
Finalmente King Kong fue presentado en un curioso y variopinto show con luces,payasos,sonidos,números circenses y un locutor que narraba la vida y obra del gorila en su isla y sus peripecias hasta llegar a Plaza Italia.La idea era dejar entrever al gorila detrás de un decorado, simular un enfado del simio con algunos alaridos y precarios movimientos,pedirle al público que desaloje la sala por la inminente la fuga del gigante,y listo.Si bien más de uno se habrá quedado sorprendido,la mayoría de los que estuvieron presentes coinciden en afirmar que el espectáculo dejó mucho que desear más aun considerando que no duraba más de 25 minutos.Ante el relativo suceso que tuvo King Kong en Buenos Aires surgió la idea de llevarlo a la costa,más exactamente a Mar del Plata,para que lo puedan ver los veraneantes.
El poco interés del público,la pérdida de tiempo en la puesta a punto del complejo en donde se lo iba a exponer (al costado de la Bristol), algunos malos entendidos entre empresarios y el creciente costo de mantener al simio en condiciones óptimas,concluyeron esta aventura de la peor manera: la empresa encargada de la carpa retiró la misma por falta de pago y dejó a Kong a la intemperie.Se lo trató de cubrir precariamente pero el clima de la costa se encargó,poco a poco,de corroer la maquinaria interna del gorila y la maquinaria para manejarlo.Como si esto fuera poco,SADAIC,reclamando un pago de derechos musicales,intentó embargar al gigante.Los dueños del predio en donde yacía penosamente el simio,viendo que jamás cobrarían un peso, terminaron contratando una grúa para sacarlo de ahí y darle un destino menos molesto a sus intereses.Los restos de King Kong terminaron en una villa de las afueras de Mar del Plata a metros de la cárcel de Batán.(Version de Artfactory Bs.As.).
El Día que King Kong murió en Argentina:
Año 1977,Argentina.El estreno cinematográfico más esperado del año por fin ha llegado. Una colosal adaptación del clásico entrañable y magistral cult-movie de 1933,ahora realizada en color, sonido estereofónico y una super-producción mastodóntica capaz de mandar a construir un simio de 17 metros que se mueve, para lucir gigantesco y espectacular.Probablemente la construcción de este artefacto fue el mejor argumento de venta que esta nueva versión pudo tener.La expectativa generalizada por ver el asombroso simio era tal que la gente creía que King Kong caminaba y se movía maravillosamente gracias al fascinante mundo de la robótica. La información oficial acerca del film era escueta y hasta confusa.Carlo Rambaldi (creador entre otros del tiburón de “Jaws” que Spielberg tanto odiaba) especialista en efectos especiales y construcciones mecánicas,cada vez que daba notas a la prensa daba a entender que su gigantesca creación estaba presente en casi toda la película. Mirando hoy esta película me pregunto cuántas escenas filmadas con el armatoste habrán descartado del montaje final.
a decepción ocurría mientras veíamos la película y el simio tan vendido resultaba ser finalmente un hombre disfrazado en traje de gorila!
Apenas unos cuantos primerísimos primeros planos,y sobre todo una escena de parado y cuerpo entero coronado como el rey de la jungla en la gran ciudad y frente a la muchedumbre donde los flashes lo ponían nervioso. En esa escena es donde el trabajo de Rambaldi y el presupuesto de 3.000.000 de dólares proveído por De Laurentiis aparecían en todo su esplendor. La realidad indicaba que el muñeco gigante durante todo el metraje no llega aparecer ni siquiera unos míseros 30 segundos.Aún así el film,con un costo de 24 millones de dólares, fue un suceso de público, la crítica la despedazó y Laurentiis ya estaba pensando en una secuela…que vendría 10 años después con resultados mucho peores.Nuestra anécdota comienza un año después del estreno del film en Argentina,1978,año del mundial de fútbol que se celebraba precisamente aquí.El gobierno militar presidido por el General Videla era denunciado en todo el mundo por entidades de derechos humanos y periodistas de prestigiosos medios por las reiteradas torturas, abusos y desapariciones de miles de personas. El fabuloso torneo era el evento perfecto “…para demostrar al mundo que el pueblo argentino está feliz y aquí no se tortura a nadie” rezaba la prensa comprada de época.Incluso las autoridades militares invitaron a la actriz Lindsay Wagner protagonista de la serie televisiva “La mujer Biònica” (Bionic Women) a abrir el Torneo de Fútbol pateando la pelota con una patada biónica, bastante fallida por cierto. Esto se vio en todo el mundo. Era evidente que al general Videla le interesaba el mundo de la fama y las luces de Hollywood, elementos de pantalla para tapar crímenes de lesa humanidad.Con bombos y platillos se anunciaba que el gigantesco simio de la película de Dino de Laurentiis, King Kong, vendría a la Argentina y estaría en el predio de la Sociedad Rural Argentina. Una noticia increíble sobre todo para los niños , curiosos y gente en busca de nuevas emociones.Resulta extraño que una empresa marítima del estado llamada ELMA fuera la encargada de transportar en las bodegas desde Montevideo,Uruguay (luego de ser embarcado en Los Angeles en los estudios Universal) los 20 enormes cajones con sumo cuidado y sofisticados elementos de seguridad previniendo cualquier inconveniente que pudiera suceder con el navío camino a Buenos Aires.Mas extraño aún resulta que la rimbombante publicidad en medios oficiales de la llegada de King Kong a la Argentina fuera nota diaria en todos los medios. De hecho los cinco camiones y dos semirremolques que transportaban los cajones con el simio desarmado desde el puerto nuevo de Buenos Aires hasta el predio de “La Rural” se dirigían por la pintoresca y transitada Avda. Santa Fe de contramano y cortada al tráfico habitual especialmente para la ocasión, reservada exclusivamente a eventos notorios e importantes.Fue tal la expectativa, que la llegada de Kong fue televisada en vivo y en directo en el canal oficial (ATC). Para esto se contrató a la conductora Pinky (famosa por entrevistar a celebridades varias como Henry Kissinger, John F. Kennedy, Cassius Clay o Alain Delon) para que relate la llegada de King Kong y sirva de partenaire como una Jessica Lange del subdesarrollo.El espectáculo denominado “El show de King Kong, la octava maravilla” prometía, al menos en los avisos publicitarios,”… un gran elenco, luz, color, magia y titánicas luchas junto a la actuación de King Kong…”
“El show” consistía en algunos números circenses nada espectaculares y un locutor micrófono en mano, contando las peripecias de Kong cuando fue cazado por el “Capitán Drake” y haciéndonos saber cosas increíbles como que el enemigo número uno de Kong era Superman (en esa época la película protagonizada por Christopher Reeve estaba de moda y era un hit). El locutor iba creando climas de misterio acerca del mal carácter de Kong junto a un payaso de poca gracia que solía hacer bromas más bien lamentables. Hasta aquí el simio no se presentaba; sin embargo por encima de las cortinas se dejaba ver parte de su cabeza. Cuando los niños empezaban a aburrirse y corretear entre las butacas de la improvisada carpa, un potente grito gutural daba por comenzada su participación en el show.Su imponente figura de 17 metros de largo lo mostraba con grilletes y cadenas.Al instante se observaban sus limitados movimientos, abría su boca, sonreía, movía sus ojos, y se movían los brazos, sus manos y sus dedos. El brazo izquierdo no se elevaba como el derecho,”… era como un ascensor que no lograba subir…” diría años después Jorge Paccini, el locutor invitado; “…todo era muy improvisado y la gente solía enojarse…” El tosco y rígido artefacto comenzaba a mostrar signos de decadencia. Los niños invitados a formar cola por el infame payaso, le hacían preguntas y Kong las respondía (¡!!???) Así nos enteramos que King Kong hablaba y era hincha de Boca Juniors y amigo de “El Increíble Hulk”. Cuando ya habían pasado 15 minutos de comenzado este show el payaso hacía enojar a Kong hablándole del Capitán Drake y éste rompía las cadenas; el locutor advertía al público que corriera por su vida a la salida de emergencia y las cortinas tapaban rápidamente a Kong. Fin del espectáculo.15 minutos, 2 horas de cola, 1.500 pesos de la época.Sobre la salida de la carpa, se observaba una mano suelta de Kong bastante menor en tamaño a la de la película lista para que los niños convencieran a sus padres de que les tomen una fotografía, bastante cara por cierto. También podían optar por pedir que les compren los globos de Kong, el cuento para pintar, el disco o los deprimentes muñecos mal pintados.El ingeniero Eddie Surbin manejaba detrás del telón una consola que interpolaba las energías eléctricas e hidráulicas para posibilitar los movimientos de Kong. La voz del famoso gorila no provenía de sonidos programados, se trataba de deformaciones acústicas que generalmente hacía el mismo ingeniero.
Semana tras semana, el éxito de Kong se mantuvo por cuatro meses. Entrado el verano, en enero, la idea de los empresarios que trajeron a Kong era hacer una temporada veraniega en la ciudad más concurrida de las vacaciones: Mar del Plata.El plan era hacer esa temporada y luego partir rumbo a Río de Janeiro, luego Venezuela, Mexico y finalmente regresar a Los Angeles.Corrían los primeros días de Enero y los diarios locales y carteles anunciaban que King Kong estaba en Mar del Plata. Lo cierto es que debido a dificultades técnicas y de estructura debió atrasarse el estreno aproximadamente un mes. El lugar donde se desarrollaría el evento era el famoso estadio de Boxeo llamado Bristol. Fue necesario levantar muros de contención y realizar excavaciones para ganar la altura necesaria con el objetivo de que Kong, erguido, pudiera caber debajo de una enorme carpa inflable. Así el lugar se reconvirtió en una especie de anfiteatro; todo esto construido en tiempo record, apenas un mes, suficiente tiempo para augurar una pérdida importante de público, sobre todo porque se sabe que el mes de e
Enero es el más importante en afluencia de gente de la temporada veraniega.También aquí se complementó el show con números circenses de acróbatas y music hall ; el show ahora duraba un poco más de media hora y costaba más del doble de lo que había costado en Buenos Aires.El turismo no acudió como se esperaba, se observaban muchos espacios vacíos entre las butacas y muchos en Buenos Aires ya lo habían visto así que no tenía sentido volver a ver un espectáculo tan pobre y tan caro.En Febrero continuó la merma y la temporada terminó.”El show de King Kong en Mar del Plata” fue uno de los fracasos más importantes en materia de espectáculos que se recuerde en Mar del Plata. Se perdió mucho dinero, y las demandas y las deudas millonarias comenzaron a pesar sobre los hombros de los responsables del asunto.En Marzo de ese mismo año la empresa que realizó y armó la carpa la retiró dejando a la intemperie al pobre Kong. El público se había ido y King Kong quedó solo con la mirada perdida puesta en el mar, quizás con esa esperanza de volver a Manhattan o Los Angeles o mejor aún a La isla Skull, su verdadera casa.Abandonado como gigantesco desecho colocaron una lona sobre su cabeza para que nadie se diera cuenta de que King Kong permanecía inerte esperando resolver su futuro y viajar a Brasil.Los meses transcurrían y Kong permanecía allí.La humedad, la lluvia otoñal y por último el frío invierno de la costa comenzaron a deteriorar el pelaje de crin original de 600 caballos argentinos.La consola de movimientos tapada con otra lona comenzaba a oxidarse.La muerte de Kong acechaba día tras día; ya nadie hablaba de Kong, ni siquiera los secuaces del aparato represor del General Videla.Ese mismo año (1979) visitaría el país traído por el canal oficial ATC,Lou Ferrigno,más conocido como “El Increíble Hulk”,justamente “el amigo de Kong”.Ahora le tocaba a otra bestia recibir al público Argentino.La Sociedad de Derechos de Autor para la música Argentina –SADAIC- finalmente embargó al gigantesco muñeco solicitando una deuda con intereses por derechos musicales no abonados y explotados sin autorización de los autores. Si bien no era un espectáculo musical, durante el show y la espera se escuchaban temas disco de moda, desde Bee-Gees hasta Palito Ortega.
La empresa de Rio De Janeiro también se hizo escuchar.Y los licenciatarios estadounidenses del enorme simio pedían las cabezas de los argentinos.Eran estos mismos licenciatarios los dueños de los dos únicos modelos de King Kong que se mantuvieron intactos en los Estudios Universal de Florida hasta hace un par de años atrás, cuando fueron devorados por las llamas del incendio que azotó dichos estudios.Por otro lado la codicia de los inescrupulosos empresarios que armaron este espectáculo en complicidad con gente del gobierno terminaron acrecentando sus deudas de locación de alquiler por el estadio Bristol. Los dueños del predio tuvieron que ingeniárselas para montar con una grúa a Kong y transportarlo a otro lado donde no moleste, pues nadie allí pagaba la renta. Así Kong viajó una vez más y ya sin levantarse fue depositado en las afueras de la ciudad de Mar del Plata a metros de una villa miseria y a cuadras de la cárcel de Batán. Allí, arrojado como basura, el artefacto de 3 millones de dólares, quedó mezclado entre los escombros y la inmundicia del lugar. Legiones de ratas se devoraron el pelaje y hasta el látex que cubría a la octava maravilla del mundo. La agonía de Kong duró un par de meses. Estoico, luchó como pudo, ya sin piel y dejando entrever su fisonomía metálica. Los lugareños de la humilde villa vieron en Kong un regalo del cielo; toneladas de metal para armar paredes y cubrir techos a sus ranchos. Los Niños descalzos jugaban en el interior del moribundo Kong arrancando cables y mangueras hidráulicas como inocente divertimento sin saber que yacía sobre sus desnudos y sucios piecitos el rey de los monstruos. El rey Kong, derrotado por la inescrupulosidad y codicia vergonzante, perdido, ultrajado y devorado por la miseria y la corrupción.Primeros días de Noviembre de 1979. Aunque no hay una fecha exacta, quizás el día 8 sea la fecha en que el rey Kong murió. La misma en la que Willis O’Brien,el creador, animador original y padre de King Kong, falleció en 1962.(Versiòn: Uriel Barros).
Previamnete ese predio contuvo al famoso Estadio Bristol.
Estimados, hacía rato quería volver a ver esta imagen !!, fue un espectáculo en aquel momento, se ecuchaban los rugidos del gorila por toda la cuadra, estaba muy bien hecho. Lamentablemente también nos tocó ver su decadencia cuando se lo abandonó en el predio, verlo estropearse a la intemperie desde la calle Jujuy, ..muy feo. Atte. Jorge H. Seco
En la fecha,me comuniquè con mi amigo Hèctor J. Francica,historiador de circos,residente en MdP,y me recordò que la carpa inflable donde estuvo “King Kong”,pertenecìa al Sr. Quique Solano,lamentablemente ya fallecido,fue la misma que se habìa instalado en Av.Luro entre Corrientes y Santa Fe,deominada La “Carpa Celeste Y Blanca”,donde actùo entre otros Mariano Mores y elenco,podemos encontarla en la fotos 5547/48,enviadas por el Sr. Fredy Caporal.
El espectàculo en su primer parte era circense,con distintos nùmeros,recordando entre otros el de Trapecio Volante donde actuaban artistas chilenos,y al final estaba “King Kong”.
Se supone que los empresarios,que no eran del ambiente de circense,no supieron promocionar o preparar debidamente el Show,sumando ademàs los problemas econòmicos y personales de los socios.El lugar donde estaba la mencionada carpa era en un terreno baldìo donde fue alguna vez el famoso Estadio Brìstol,y se ubicaba hacia el lado de la calle Jujuy,a lo largo entre està ùltima mencionada y España.
Al dejar de funcionar,se retirò la carpa y quedò en el terreno el muñeco King Kong,que ademàs se habìa ubicado dentro de un pozo,ya que sino su altura no permitìa estar dentro de la carpa.
Fue tapado por una gran lona,hasta que luego quedò a la intemperie ,producièndose un gran deterioro,y luego de un tiempo fue sacado y llevado a otros sitios de los cuales se tejieron diversos mitos sobre el lugar y su posterior destrucciòn.
KONG en MAR DEL PLATA Y SU TRISTE FINAL…
Es conocido como “el rey de los monstruos” y su reinado tiene ya 80 años. Vio las luces del éxito por primera vez en 1933 y desde entonces quedó enquistado en el imaginario colectivo de todo el mundo, dando origen a una larga secuela de películas de regular calidad y a dos remakes de tremendo suceso en su tiempo. Una, realizada por Dino De Laurentiis en 1976. La otra, dirigida por Peter Jackson en 2005.
Era un monstruo descomunal. Gigantesco. De casi 30 metros de altura y tal vez más, según las versiones que se filmaron durante la década de los ‘60 en los Estudios Toho de Japón, donde lo hicieron pelear mano a mano contra el dinosaurio preferido de los nipones: Godzilla.
Adorado por las tribus ficticias de una isla del Pacífico sur, inexistente en los mapas, ese engendro de la biología fue capturado y trasladado al corazón de la moderna civilización capitalista, donde encontró la muerte, acribillado por aviones, mientras trepaba por el edificio más emblemático de Nueva York: el Empire State, en las versiones de 1933 y 2005; y las Torres Gemelas del Trade World Center, en la versión de 1976.
En todas ellas lo llamaron, publicitariamente, “La Octava Maravilla del Mundo”, pero su nombre original era mucho más impactante y pegadizo: King Kong.
Los especialistas en historia del cine escribieron kilómetros de palabras sobre estos filmes. Por eso, nosotros no queremos ni estamos preparados para agregar nada nuevo a lo ya dicho. Nuestra intensión es únicamente hacer mención a un episodio, por demás bizarro, que se derivó de la película King Kong de 1976 y que, en mi caso personal, quedó marcado en la memoria como un mojón importante, aunque un tanto difuso, de mi infancia.
No toda la gente de mi entorno recuerda que en el verano de 1979, el inmenso muñeco “animatrónico” que se usó en la película, estuvo en la Argentina y que terminó sus días destartalado y olvidado en un rincón de la ciudad de Mar del Plata. Todavía evoco su enorme cabezota soportando la lluvia y el frío de aquel invierno setentista, luchando contra la intemperie, apenas con una lona que se volaba con el viento.
Pero, ¿cómo es que ese simio tan famoso llegó hasta allí y qué pasó con él?
LA DECADENCIA Y CAÍDA DE UN REY
Ni siquiera su estirpe real impidió que el monarca de la Isla de la Calavera cayera, en épocas de la dictadura militar, en el más completo abandono, corriendo la suerte que corrieron miles de personas en aquellos nefastos días. No fue suficiente su fama, que a la postre siempre se revela como fugaz. Tampoco su origen hollywoodense, ni las portadas que protagonizó en revistas internacionales como Time o Paris Match. Finalmente, el Rey (King) Kong terminó siendo devorado por la desidia, la negligencia y el olvido, pudriéndose en un terreno baldío, en cercanías de la cárcel de Batán, vecina a la ciudad de Mar del Plata.
De nada le sirvió su paso por el oligárquico predio de la Sociedad Rural de Buenos Aires que, seguramente, por lo bajo y en sorna, se alegró de tener al “gorila” más grande del mundo; para luego desecharlo, una vez cumplida la misión crematística de seguir engordando sus bolsillos.
Kong fue exhibido durante cuatro meses en el corazón más rancio del barrio de Palermo; como se exhibieron otros “simios antropoides” en lujosos autos descapotables, haciendo gala de sus condecoraciones y jerarquías castrenses, mientras festejaban la caída de la democracia. Pero el gorila mayor, el mecánico, el construido por el especialista en efectos especiales, Carlo Rambaldi, para la película de 1976, no permaneció allí mucho tiempo. Cuando la temporada veraniega dio paso a las vacaciones fue embalado en camiones y trasladado a Mar del Plata. Llegó con un poco de atraso, en el mes de febrero, cuando la temporada estival ya casi terminaba, y esa contingencia, sumada a muchas otras (el elevado costo de la entrada, la mala calidad del espectáculo ―la “actuación” del mono duraba apenas media hora― y su paso previo por la Capital Federal, en donde había sido visto por muchos) fueron las que signaron el definitivo destino de Kong.
Si como bien dijo Kevin Lynch en Echar a Perder, “El deterioro y la muerte no se mencionan en una sociedad educada”[1], en la Argentina de finales de los ’70 muy pocos eran los maleducados que denunciaban la desaparición y muerte de miles de compatriotas. El miedo, el no compromiso, la negligencia y desinformación mediática, contribuyeron a mantener el silencio, a mirar para otro lado, a ignorar lo que por momentos se hacía evidente. La violencia se naturalizaba junto con la indiferencia y nadie, a excepción de minorías ignoradas, levantó su voz denunciando lo que ocurría. Se hacía “la vista gorda”. Nadie preguntaba nada. Se convivía con los cuerpos que aparecían flotando en el mar, sin rostros, sin manos, sin identidad posible. Lo mismo ocurrió con Kong, a quien muchos vimos tirado en el terreno del ex-estadio Bristol, de avenida Luro entre Salta y Jujuy, apenas cubierto por una lona, soportado la lluvia, el mal tiempo y la erosión salina de aquel nefasto invierno de 1979.
Pero un buen día dejó de estar allí. Desapareció por completo. Se lo tragó la nada. Y nadie, que yo recuerde, preguntó a dónde lo habían llevado. Tuvieron que pasar los años para que surgieran las diferentes versiones, que hoy circulan hoy circulan por internet. Y así, el Rey Kong, empezó a ser visto en diferentes lugares y se tejieron hipótesis, muchas de ellas descabelladas, sobre su último paradero.
El rumor copó la escena y, ante la incredulidad de los más jóvenes (que negaban con sarcasmo la presencia del astro de Hollywood en estas llanas tierras de la pampa húmeda), el enorme muñeco animatronic inició su postrera y apócrifa gira por el país.
Como un fantasma del que no puede darse prueba concreta de su existencia (a no ser por las habladurías que se difunden con un tono de seriedad casi papal), Kong apareció y desapareció en los lugares más diversos del país.
Algunos sostienen fue comprado como chatarra por un circo de mala muerte y que siguió su larga marcha recorriendo los pueblos del interior, mezclado con decadentes payasos, carpas deshilachadas y otras bestias (reales) enjauladas y a punto de la inanición, en un ámbito circense patético y triste.
Otros, tal vez influidos por una irracional pasión futbolera, o queriendo enaltecer la prosapia de su club favorito con la presencia de un rey (king), juran y perjuran haberlo visto (“de lejos”), tirado en la Ciudad Deportiva de la Boca.
Tampoco faltan los que afirman que el gran mono estuvo guardado en un playón o galpón ubicado en la intersección de las calles Pareja y Cuenca, del barrio de Devoto. Un final de carrera tal vez un poco más “chic”, pero del que tampoco hay evidencias certeras.
Finalmente, los rumores lo ubicaron, hacía 1985, cerca de la ciudad de La Plata, más concretamente en el interior de la República de los Niños, un conocido parque temático inaugurado durante la presidencia de Perón, en 1951.
¿Ironía del destino, broma política o un liso y llano delirio popular?
Más allá de todas las versiones señaladas (incluso una que sostiene que el muñeco fue comprado por un farmacéutico marplatense, de la zona del asilo Unzué, y colocado sentado en la calle, mirando el mar), la única verdad parece ser que el gorila encontró un final más ignominioso de lo pudiéramos sospechar.
King Kong envejeció en las costas marplatenses, muy lejos de su imaginaria isla tropical, sin nadie que lo adorara ni realizara frenéticos bailes rituales, como se muestran en todas las versiones del film.
Arrumbado, primero en un terreno céntrico de Mar del Plata y más tarde en un basural de la periferia urbana , el gigantesco gorila de Hollywood se echó a perder.
Degradada, sin valor, inútil, su estructura metálica fue emergiendo de a poco, a medida que las partes blandas del muñeco se pudrieron (en especial su pelambre, hecha de pelo de caballo, y el caucho que hacía las veces de epidermis). Y así, como si fuera un pantagruélico cadáver NN, la identidad de ese tan particular soberano se perdió para siempre entre trastos viejos, basura, ratas y profanadores.
Todas las decadencias nos enseñan, como dijo Cioran, “que no se abdica de un día para otro”. Que el proceso es lento y apenas percibido. Sólo el paso del tiempo las vuelve evidentes y, recién entonces, al mirar hacia atrás, advertimos los síntomas que las anunciaban. Claro que, cuando eso ocurre, ya es tarde y sólo nos queda soñar con lo que no pudo ser y podría haber sido.
El derrotero que siguió King Kong en Argentina, entre mediados de 1978 y fines de 1979, fue un camino agónico, jalonado de problemas y desidia, que hoy, después de tanto tiempo, nos conecta nostalgiosamente con el carácter perecedero de todas las cosas.
Si el deterioro no respeta a ninguna institución, ni siquiera templos, capillas o iglesias, por qué suponer que un rey mono, por más deificado que haya sido en la ficción, hubiera podido resistirse a su implacable soberanía.
Detrás de cada abandono hay una historia que explica su condición. Y, como hemos visto, muchas veces aparece envuelta por rumores y leyendas, habladurías y chismes, que se mimetizan de tal modo con la realidad que pasan a formar parte de su intangible acerbo histórico.
¿Dónde están hoy lo restos del Rey Kong?
¿En qué techo de chapas, de una villa miseria, descansan sus huesos de acero inoxidable?
¿Qué quedó de ese ingenio mecánico, cuyo costo rondó los tres millones de dólares, al momento de hacerse la película, en 1976?
¿Queda algo de él?
Probablemente nunca lo sepamos.
Tal vez en el futuro algún anónimo arqueólogo descubra algo enterrado en los estratos vecinos a la localidad de Batán o, quién sabe, en el derruido predio de la Ciudad Deportiva de la Boca.
Por el momento, aquel mono enorme que nos fascinó y aterrorizó en nuestra infancia, permanece sólo en el recuerdo y en una pocas fotos.
AUTOR : Prof. Fernando Jorge Soto Roland (Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata).
Prof. Julián Mendozzi.
Como complemento de mi comentario anterior con el trabajo del colega Fernando Jorge Soto Roland , agrego los siguientes enlaces a fotografías que acompañan el mencionado artículo.
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/King%20Kong%20en%20Mar%20del%20Plata1.jpg
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/King%20Kong%20en%20Mar%20del%20Plata11.jpg
Prof. Julián Mendozzi.
Muy interesante documental en You Tube , aporto el enlace.
“Publicado el 14/07/2013
PRIMERA PARTE DEL PROYECTO DOCUMENTAL KING KONG MURIO EN ARGENTINA REALIZADO POR ESTUDIANTES DE ARTES VISUALES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE AVELLANEDA PARA LA CATEDRA LENGUAJE AUDIOVISUAL 2013. DIRECCION JORGE BARRAZA, PRODUCCION DANIEL GUILLAN”
(Segunda parte del documental en proceso)
http://www.youtube.com/watch?v=PhEvz1JfWfE
Prof. Julián Mendozzi.
-King Kong resucita en Australia-
Se estrena en Melbourne un musical basado en el gorila cinematográfico,con un muñeco de seis metros y una tonelada.
King Kong,el célebre gorila gigante que aterrorizó (cinematográficamente) a la ciudad de Nueva York,revive ahora en el Regent Theatre de Melbourne,Australia,en un musical cuyo estreno oficial está previsto para el mes próximo,y cuyas funciones previas comenzaron esta semana.La estrella del espectáculo no es en este espectáculo ningún actor ni cantante, sino el propio gorila, recreado por un ingenio mecánico de 6 metros de altura y más de una tonelada de peso.Está hecho con acero,aluminio,licra y látex,y necesita quince personas para moverlo -los hombres de King-.En su interior hay 300 metros de cable eléctrico,1.500 conexiones y 16 microprocesadores.Los movimientos se dividen en 3 niveles para permitir que King Kong tenga expresiones faciales,respire,flexione los hombros y arquee la espalda.El ingenio es obra de Sonny Tilders,que ha trabajado en películas como Las Crónicas de Narnia y La Guerra de las Galaxias: la Venganza de los Sith,y que ha creado en Australia dos macroespectáculos sobre dinosaurios y dragones.El ingenio se maneja desde una plataforma de 30 metros situada en la puerta del teatro.Para dar vida al proyecto han hecho falta 5 años de desarrollo y 6 meses de ensayos.En la producción participan 126 personas,40 de ellas son artistas (actores, cantantes,bailarines y artistas de circo).El reparto-gorila aparte-lo integran Esther Hannaford;Chris Ryan;Adam Lyon;Richard Piper y Queenie van de Zandt.El director es Daniel Kramer;Craig Lucas ha escrito el libro;Daniel Kramer la música.Además de los temas originales,en el espectáculo suenan standards como I Wanna Be Loved By You,;Brother,Can You Spare a Dime o Get Happy.Los productores esperan con este espectáculo atraer a un público no habitual en el teatro.Queremos crear -dijo en su presentación el director,Daniel Kramer-un espectáculo para una nueva generación de aficionados al teatro.Y queremos crear una obra de teatro musical que empuja a este género hacia adelante.
(ABC de Madrid/30-5-2013)
¿En que año demolieron el estadio Bristol?
Recuerdos del Ring:
¡Qué peleas inolvidables! ¡Y cuántas veladas de box que ya pasaron a la historia grande del deporte argentino! Así fue el estadio Bristol.Por eso le contamos su leyenda como jamás se la habían contado.
La placa de mármol blanco,sucia y descolorida que mira todo lo que acontece en la transitada avenida,es el único objeto que testimonia la presencia,en otros tiempos,del Estadio Brìstol.Y en el paisaje actual de la manzana que comprende las calles Jujuy y Luro,España y 25 de Mayo,parece,más que un sentido homenaje una solución inútil para aliviar la pesada mochila de la conciencia de quienes lo demolieron. Porque la placa pasa inadvertida y no es descabellado pensar que continúa mostrando su mensaje gracias a un olvido de los albañiles. Pero la historia que nos interesa contar no es la de una triste placa recordatoria sino la del más importante,en materia boxística que tuvo la ciudad de Mar del Plata.El mismo que hubiera soplado-el pasado 2 de Febrero-50 velitas desde que abrió sus puertas a los amantes de un deporte que por aquellos años era mucho más rudo y salvaje de lo que puede ser ahora, pero, hay que reconocerlo,con una cuota mayor de nobleza y principios éticos.Cuando comenzó a funcionar el Bristol los guantes y el sonido de la campana reemplazaron a otros guantes y otros sonidos.Al de los ferroviarios que martillaban los sólidos rieles de la estación o trabajaban en los talleres de los tranvías eléctricos.El cambio se dio más adentro que afuera,ya que respetó la estructura edilicia hasta el extremo de no modificar el tinglado original.El sitio tenía tres entradas.La principal,por Av. Luro,y dos laterales,una por España y la restante por 25 de Mayo.Los boleteros,prisioneros a voluntad detrás de las rejas,se consolaban mirando hacia la avenida. Una vez dentro,en el hall central,un óleo inmortalizaba a Justo Suárez. El Torito de Mataderos.Con el correr de los años,el fino trazo de don Helmer Uranga agregaría el toque localista,dibujando a los mejores representantes marplatenses.Colgando los cuadros de Antonio Cuevas, Tito Yanni,Ubaldo Francisco Sacco y Andrés Selpa.Una vez que se abandonaba el hall y el control de turno,estaba la entrada,el murmullo popular que se venía escuchando desde la calle crecía hasta convenirse en una melodía nítida y alentadora.Esa música era un signo inequívoco de que se estaba viviendo otra noche fantástica de boxeo.Hacia la izquierda,el ring;y sobre él —prendida del techo—la estructura que envolvía una especie de linterna cuadrada gigante, la que provocaba tres sombras móviles.Dos que se buscaban con fiereza;la otra,los vigilaba expectante.Cada calle tenía su tribuna.Sobre España se erguía la especial “A” y “B”.Esta última frente al cuadrado cercado.De espaldas a Luro,una popular,que por su posición cercana al ring era más cara que la que se ubicaba sobre 25 de Mayo,distante casi media cuadra del cuadrilátero.En el Brìstol lo que sobraba era espacio.Anexo al estadio -desde la entrada por España hasta el restaurante “Pablito”,esquina 25 de Mayo-funcionaba el gimnasio,donde los púgiles dejaban el corazón con tal de encontrarse con esa mujer esquiva,a la que muchos llamaban gloria.Paralelo a Jujuy,la prensa escrita tenía su lugar de trabajo. Los relatores y fotógrafos se ubicaban entre la lona,que nadie quería besar y el ring-side.“La vista del estadio era óptima,ya que las tribunas de cemento,una de las primeras de la ciudad,tenían unos diez metros de altura”,dice Raúl Ramírez,periodista del diario La Capital que sabe de boxeo como pocos.“Lo mejor que tenía el Brìstol era su ubicación-subraya Antonio Cuevas-.Quedaba cerca de todos lados y tanto los tranvías como los colectivos te dejaban bien.También se podía ir en automóvil porque había mucho espacio para estacionar”.El popular y querido Gallego Cuevas,el boxeador que más veces dobló su anatomía entre las sogas del ring del Bristol.“Dicen que era guapo,aguerrido; miedo nunca tuve..” aclara mientras comienza a desplegar una carpeta enorme-forrada en plástico para resistir el paso de los años-,que guarda además de los recortes periodísticos de sus 73 peleas en el Brìstol,los 143 combates en otros escenarios.“Hay dos que no pude conseguir porque los gráficos habían realizado una huelga y ese día no hubo diarios”.De aquel 2 de Febrero de 1946 las crónicas señalan que en las tribunas no cabía ni siquiera un alma impuntual para ver las tres peleas programadas.La avidez de ganchos,directos y jabs fue plenamente saciada.Especia mente en la primera,entre el pluma local Juanito Acquafreda —primer boxeador que gano un combate en el Bristol—y el cordobés José Nicolosi,quienes se pegaron hasta el cansancio.
La primera pelea fondo profesional se disputó una semana después y la animaron el fuerte pegador cordobés Atilio Caraune frente al guapo Francisco Pagóla.“Con el ring side a cuatro pesos y popular a uno “, agrega Raímirez.Si el Brìstol tuvo un líder indiscutido,ese fue Juan Bautista Pathenay.El Perro había tenido mucho que ver económicamente con su creación,y también era el encargado de las programaciones boxísticas.Tanta fue su influencia que cuando terminó su relación con el Estadio,el Brìstol,tal vez extrañando su cotidiana presencia,se dejó caer en apenas un par de años.Los que lo conocieron afirman que era un tipo sencillo,bonachón,amigo de sus amigos,que estaba a entera disposición de los boxeadores,y que pasaba gran parte del día planificando combates en su oficina,arriba de la entrada principal.A pesar de tener otras actividades-era dueño de un hotel-,su pasión estaba instalada entre las sogas de un ring.En lo estrictamente deportivo,las cátedras pugilísticas estuvieron a cargo de diversos maestros.Entre ellos se destacaron Rafael Tarucho Savastan-un español que llegó a disputarle el título mundial a Marcel Thilh-.José Martínez Valero,más conocido como El Tigre de Alfara,y Miguel Zocoli.Con el correr de los años el Brìstol fue acuñando un prestigio en el boxeo argentino.Primero albergando a los principales púgiles locales,como Tito Yanni,el mencionado Antonio Cuevas,Ubaldo Francisco Sacco,Manuel Santos Villalba,Andrés Antonio Selpa,Adolfo Ygriega,Merentino,este último marplatense por adopción.“Lo que me llena de orgullo son las peleas con Yanni en el campo rentado -recuerda Cuevas-.Le gané tres,perdí una y el estadio siempre se llenó porque dábamos espectáculo.Aunque la velada más importante se disputaba el Sábado,una de las peleas con él se llevó a cabo un Jueves a pedido de mis compañeros del Casino que,como trabajaban los Sábados,no podían ir a verme.Con Tito éramos vecinos, entrenábamos juntos y si había que pelear no importaba el día dice el Gallego mientras las páginas de su tesoro lo muestran peleando con Merentino y Lausse.“A éste le había ganado la primera por nocaut en el último round y acá me pagó con la misma moneda.Mira la foto que sacó Alfieri.¡Sabés cómo me cargó la barra.” La instantánea en blanco y negro es implacable.Lo muestra todavía en el aire rumbo a la lona,con el protector bucal fuera de su lugar a causa del impacto y camino al sueño obligado.“Peleamos otra vez y me volvió a ganar antes del límite”,agrega.El 25 de Mayo de 1957 se llevó a cabo en el Estadio Brìstol la primera pelea por un título argentino a 15 asaltos.El dato muestra la importancia de la plaza marplatense,porque hasta ese momento todas las peleas de estas características se efectuaban en el Luna Park O quizás la pelea se efectuó en estas playas porque se trataba de dos púgiles locales.El campeón argentino y sudamericano de los medianos: Andrés Selpa.Y el retador: Ubaldo Francisco Sacco.Recién en el último round el título se quedó en la misma cintura.
En los 26 años que albergó sueños e ilusiones,el ring del Brìstol vio sentarse en sus esquinas a grandes boxeadores.“Allí actuaron también los cuatro primeros campeones mundiales de la argentina: Pascual Pérez, en posesión del título;Horacio Acavallo,Nicolino Locche y Carlos Monzón,antes de alcanzar la corona ecuménica”,señala Ramírez.El que peor la pasó sin dudas fue Pascualito.Parecía una noche de Sábado más en su rosario de boxeador.Pero en el otro rincón había un correntino fibroso y elástico como el junco que nace a orillas del Paraná,y que respondía ai simple nombre–si es que los hay complejos,de Antonio Gómez.Muchos difieren en el número del round. Unos afirman que fue en el sexto: otros,en el octavo.Lo cierto fue que la mano del correntino en la mandíbula del campeón fue un cimbronazo brutal y el Brìstol,paralizado, comenzó a ser testigo de una irrealidad que parecía eterna.El árbitro contó hasta ocho.Pascualito despertó a tiempo,recuperó la verticalidad y la hazaña no llego a consumarse.Pocos olvidarían esa noche: el correntino menos que nadie.Ya lo dijimos,sin Pathenay al mando del timón,el Brìstol quedó a la deriva.El 1º de Abril de 1972 sonó por última vez la campana del primer asalto.Y si bien el estadio Brìstol albergò a otras actividades,como festivales de canto y folklore,bailes de carnaval,fútbol infantil entre muchas otras,la historia que queremos rescatar es la que lo ligó al boxeo.Porque con él cobró identidad y prestigio: y sin él cayó en el abismo.Hoy,a casi un cuarto de siglo de haber cerrado sus puertas,el Bristol no está.Y dar una vuelta por aquella manzana no parece una buena idea si se quieren recuperar los recuerdos.Todo fue arrasado Una enorme playa de estacionamiento lo cubre todoo en realidad,lo que hace es desnudar cada rincón con añejo a vaselina.Los vehículos parecen criaturas abandonadas,inmersos en un paisaje crudo y desolador.O quizás, sí sea una buena idea visitar el lugar.Porque si los recuerdos del Estadio Brìstol perduran en nuestro corazón,seguro que también están esparcidos en un ambiente,pegados al piso y adheridos a las desteñidas paredes.Porque el Brìstol es como de sol;aunque no lo veamos,el espíritu siempre estará mirando hacia la transitada avenida.(Revista Toledo con Todos/8-1996)
Estimado Lic. Ángel Somma:
Estaría interesado en comunicarme con usted respecto del tema que nos convoca en esta foto (KING KONG en Mar del Plata).
Mi email: sotopaikikin@hotmail.com
MUCHAS GRACIAS
REACTUALIZANDO LA HISTORIA DE KING KONG:
VÉASE:
http://www.falsaria.com/2015/06/diente-king-kong/
el diente de kong
https://attachment.fbsbx.com/file_download.php?id=889523617775781&eid=ASuf-hIz2MPnp0l9MEiMMlsZN86737mLHJpgBHeKTI7WtfoC_LfeEZW2NuYCoLLS9HA&inline=1&ext=1434053459&hash=ASsDx5_pxLsQVKpZ
EL DIENTE DE KONG /CON FOTOS
http://www.monografias.com/trabajos105/diente-kong/diente-kong.shtml
Más información sobre el verdadero destio del gran muñeco de KONG
https://www.academia.edu/33407147/DIENTES_Y_CAMIONES._LA_B%C3%9ASQUEDA_DE_KING_KONG_EN_ARGENTINA
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