.- Paisaje de la costa marplatense en la década del 50. Imagen lograda por el fotógrafo de playa Cataldo Marone. Aporte de su hijo; Carlos Alberto Marone.
El 10 de junio pasado LA CAPITAL publicó un artículo basado en esta foto y en la de Eisenhower (8270). Lo reproducimos a continuación:
Elogio del fotógrafo de playa
Desde que Mar del Plata nació como villa balnearia a fines del siglo XIX, los fotógrafos sociales encontraron un campo fructífero: retratar los veraneos de la aristocracia en los principales escenarios de la “Biarritz Argentina”, incluyendo sus ramblas y playas. Muchas de esas primeras fotos turísticas tenían formato de “post card”, de manera que el turista fotografiado se convertía en protagonista de la postal que enviaba desde la selecta Mar del Plata a sus familiares y amigos.
Los fotógrafos de playa conformaron desde entonces una verdadera industria local que vio pasar ramblas, modas y diversas corrientes sociales del turismo pero que sucumbió ante el avance y la masificación tecnológica.
Estos hombres siempre bronceados dejaron millones de fotos en albums familiares, pero también un valioso registro de épocas, vestimentas, costumbres y cambios paisajisticos y arquitectónicos en el corredor turístico marplatense. Sin descontar que su vocación profesional los llevó en más de una oportunidad a perpetuar episodios históricos, al mejor estilo de los reporteros gráficos.
Una de las líneas del proyecto Fotos de Familia ha sido, desde sus comienzos en 2010, rescatar el trabajo de aquellos trabajadores. Por eso hoy seleccionamos fotos tomadas hace más de medio siglo por Cataldo Marone, quien se desempeñó en las playas Bristol y Popular desde fines de la década del 40 hasta 1971.
Una de esa fotos, a la sazón inédita, nos muestra al presidente norteamericano Dwight Eisenhower junto a su par argentino, Arturo Frondizi, el 26 de febrero de 1960, a bordo de un automóvil oficial que circula por Boulevard Marítimo y San Martín. La gente saludando desde las veredas y ventanas grafica la respuesta ciudadana ante la visita del mandatario estadounidense.
La segunda nos permite recordar cómo se veía la costa marplatense desde Playa Bristol hacia el sur en la década del 50.
Carlos Alberto Marone -hijo del autor de las fotos- nos cuenta que su padre se desempeñaba en las playas Bristol y Popular con una máquina Leica. “Sacaba dos rollos de 36 fotos por día y anotaba el nombre y el lugar donde paraban los turistas fotografiados”, relata Marone.
Pero la obtención de la foto era sólo el primer paso de un trabajo que involucraba a gran parte de la familia. “Al mediodía -relata Carlos- mi hermana Virginia iba a la playa a llevarle el almuerzo a papá y volvía a casa con el rollo que había sacado mi papá”.
En aquel domicilio de Garay 5556, la mamá de Carlos -María Elena Palacios- revelaba el negativo y lo dejaba colgado para que se secara. Al anochecer, Cataldo Marone retornaba al domicilio, revelaba el rollo restante, copiaba las fotos en papel y las secaba mediante un mecanismo caserodotado de calentadores a alcohol.
“A eso de las 21.30 venía el distribuidor de las fotos, que entregaba la recaudación del día anterior y se llevaba las fotos para entregar al día siguiente. Su ganancia era del 20 por ciento de lo recaudado”, recuerda Carlos.
Fuera de temporada su padre desarrollaba dos oficios alternativos: pintor de casas o fotógrafo itinerante en localidades de la zona, donde hacía las denominadas “cabecitas” (cuadro horizontal donde se repetía el rostro de un niño con distintas expresiones). Eran tiempos de la artesanal “foto coloreada”, tarea que realizaba María Elena, quien se perfiló como una exquisita colorista.
Siendo niño en la década del 60, Carlos Alberto Marone se desempeñó como “carpero” y de tal manera tuvo relación con aquellos hombres que desarrollaron uno de los oficios más típicos de Mar del Plata. De memoria, y a riesgo de omitir algún nombre, recuerda a “Félix Merentino, Orfel Rolón, Alfonso, De la Fuente, Chiclana, Maitos, Fiorelli, Liotti, Assali (que tenía una rèplica de coche antiguo que estacionaba frente al Bristol) y a Tatán, que antes de sacar la foto decía: ponete a lo bañero”
Al leer el epìgrafe,me hizo recordar que alguna vez,hace tiempo,revelè mis propios rollos y fotos,empecè sin saber absolutamente nada.Yo concurrìa de visita al negocio de la familia Pezzati ubicado en Rivadavia 3529,dedicado a la venta de materiales fotogràficos,allì a veces conversaba con fotògrafos que iban a comprar,y que quizàs algunos de ellos son mencionados en el epìgrafe de la presente imagen,los mismos me aconsejaban que haga una prueba y que no tenga miedo de revelar,ademàs me daban pautas que yo anotaba.Me decidì un dìa y comprè mi primera ampliadora para blanco y negro,marca Osellame,el correspondiente objetivo,el porta pelìculas,las cubetas para los lìquidos de revelado,marca Romek,al igual que el tanque para poner el rollo,las pinzas,una guillotina,etc.Los rollos se podìan comprar al por mayor,o de muchos metros y uno mismo bajo la luz de seguridad roja anaranjada,lo cortaba y los envasaba en carretes vacìos,que tambièn se vendìan;los papeles fotogràficos podìan ser Agfa,Ferrania,etc.,y de distintas medidas,como por ejemplo 10×15;6×9;12×18;20×24.denominados de simple o de doble peso,papel brillante,mate,semi mate etc.Fue para mì algo màgico,cuando por primera vez vi que aparecìa en el negativo las imàgenes,y que decir cuando proyectè una de ellas con la ampliadora;puse el papel fotogràfico bajo el lente,subì y bajè la Osellame que estaba sujeta a un tubo,y cuando la imagen estuvo bien enfocada,prendì la Osellame,y contè algunos segundos como me habìan indicado,lo tomè con la pinza el papel y lo sumergì enseguida en el primera cubeta cuyo lìquido era el revelador,y de pronto con asombro vi aparecer la foto en positivo,inmediatamente y de acuerdo a las instrucciones que me habìan dado esos expertos fotògrafos,la coloquè el la siguiente cubeta que era el lìquido denominado detenedor,que en realidad no era otra cosa que una soluciòn de àcido acètico,luego al congelarse la imàgen,la sumergì en la 3ra.cubeta que contenìa el fijador,despuès de minutos,la llevè al lavado dentro de una improvisada pileta donde debìa correr el agua,y luego a secarse,que eso tampoco era fàcil,por que se podìan arquearse,pegarse etc.Esto que parece tan simple para lo que conocieron,era para mi toda una satisfacciòn por haber podido aprender algo nuevo,y que parecìa algo complicado,luego comentè la experiencia a aquellos “maestros” fotògrafos que habìa conocido,los cuales ademàs me enseñaron algunos secretos que tenìan en su profesiòn.Tengo un gran cariño y hermoso recuerdo de aquellos nobles y sacrificados trabajadores,que conocì.
Muy buen relato, Licenciado Somma, y muy emotivo. Nos ha llevado por muchas emociones. Gracias por compartir estas vivencias.
Qué excelente que este álbum sirva como disparador de recuerdos y experiencias tan hermosas como las que narra el Licenciado Angel Somma, cuya narración he leído con deleite. Cordiales saludos.
Por tantos años de verlo al Sr. Merentino, en veranos interminables (ya que era infaltable en ese lugar una vez que terminaban las clases hasta que volvían a reanudarse) tengo su imagen en mi memoria de la Bristol. Todo un personaje, al igual que el bañero Giglio. Han pasado más de 50 años y todavía me veo dejando mis escasas pertenencias al lado del espigón y a Merentino caminando sin cesar.
RECUERDOS QUE QUEDARAN EN LA RETINA PARA SIEMPRE…