Sr. Leonardo. Espectacular foto, ya pronta a ser demolida la Bella Rambla Afrancesada, se ve el Casino, el anexo del Bristol en la manzana 116, foto de fines de la decada del 30, el casino se inagura en el 39 y no se habia construido la segunda parte que alberga hoy al hotel Provincial. Mucha gente sobre las escolleras. Atte. Jose Alberto Lago.
No es tarea fácil describir la Rambla Bristol, tarea que se dificulta por la carencia de planos que permitían conocer todos y cada uno de sus detalles. La observación detenida de algunas de sus fotografías, sin embargo, puede permitir la reconstrucción que se limitara solamente a recorrer sus planos de circulación libres o semicubiertos.
Desde la calle inmediata -hoy desaparecida-, que se llamó Adolfo Dávila, se podía ingresar a la Rambla por varios puntos. Uno podía ser cualquiera de los más de 40 arcos detrás de los que había otros tantos locales; otros eran cualesquiera de las entradas de las llamadas rotondas -las coronadas por las cúpulas bajas de la planta oval-, con rebajes en el pavimento para que por ellas circularan vehículos de tracción mecánica o a sangre, con el fin de que sus pasajeros pudiesen abordarlos o dejarlos bajo techo.
Por otra parte, se ingresaba a la planta principal del edificio subiendo por las conocidas escalinatas Norte o Sur, a cielo abierto o bajo las cubiertas rampantes que enlazaban las galerías de los dos niveles transitables de la Rambla. Y también se llegaba al mismo sitio -y a los cines- por un paso situado en el eje transversal del edificio, conocido en el ambiente como “la Escalera Secundaria”, y enfatizado en la fachada que daba al Paseo por el que nos gusta llamar una versión marplatense del Arco de Triunfo.
Finalmente, se podía subir a ese mismo nivel desde la arena, por nada menos seis escalinatas que necesitan una explicación. El Paseo descubierto, de ancho uniforme, tenía tres expansiones curvilíneas semejantes a las del actual Boulevard Marítimo al que los viejos marplatenses llamamos todavía Explanada Sur. Las dos mayores enfrentaban respectivamente a las escalinatas Norte y Sur y la tercera, más pequeña, estaba en el eje transversal del edificio y tenía un precioso reloj -que suponemos eléctrico- de cuatro cuadrantes, montado sobre una columna semejante a las de las farolas, reloj que recordamos muy bien porque marcaba la hora de “dejar de jugar en el agua”, tan cara a nuestra infancia.
Y en cada una de esas tres expansiones curvilíneas había dos escalinatas de piedra respectivamente apoyadas en el muro exterior de la planta de balnearios. Y ya que hablamos de lóbulos diremos que precisamente sobre los que estaban alineados con la escalinata Norte se asentaba la antes tratada Marquesina de La Brasileña.
Columnatas y arquerías
Hemos hablado ya de una columnata sobre el lado del mar y una arquería sobre el de la calle. Hace ya más de 60 años que desapareció la Rambla, pero algunas fotografías, bien interpretadas, arrojan un haz luminoso sobre algunas de sus características. La columnata, por ejemplo, se componía de varias decenas de columnas exentas, lo que equivale a libres. Y su función era sostener el lado libre de la estructura horizontal que techaba la galería cubierta. También hablamos de pasos, o corredores, asimismo cubiertos, que enlazaban frente a las escalinatas Norte y Sur, los cuerpos del edificio. Estos pasos, entonces, se apoyaban en dos filas de columnas dobles.
En cuanto a los pilares que sostenías las porciones exentas o libres de cúpulas, también hubo en ellos columnas simples o apareadas, exentas o adosadas al muro. Rasgo notable del conjunto, sin embargo, es la existencia simultánea, en la zona exterior de las rotondas, de columnas apareadas y arcos carpaneles. En las rotondas, entonces, se marca la transición entre las columnatas y las arquería, rasgos dominantes las primeras en la fachada que miraba al mar y, las segundas en la que se asomaba a la calle.
La desaparición de la Rambla Bristol
Cuando algunos jóvenes marplatenses, nativos o no, ven material fotográfico sobre la Rambla Bristol, preguntan, entre el asombro y la indignación, por qué fue demolida. Esa pregunta no se puede responder con pocas palabras y hay tres cuestiones que tratar al respecto. La primera es la disminución paulatina del ancho de la playa Bristol y, por consiguiente, el avance del mar que amenazaba los cimientos del edificio, efecto que muestran algunas fotografías de temporales en el sitio.
Y la cosa tiene una sencilla explicación: en 1911, año en que se comenzó la edificación de la Rambla, empezaron también los trabajos de construcción del Puerto de Mar del Plata. La arena, en el pasado, era arrastrada de sur a norte por las corrientes marinas, de modo que las playas centrales de la ciudad aumentaban su ancho a medida que pasaba el tiempo.
La escollera sur del puerto frenó esa acción, la arena empezó a acumularse al sur de esa obra y se creó así la Playa de Punta Mogotes. Pero las playas centrales, además de no recibir más arena del sur, comenzaron a perder la propia, fenómeno que se atemperó en la playa Bristol a partir de los años ´20 con la construcción de las escolleras que han llegado hasta hoy.
La playa, de cualquier modo, era muy angosta y recordamos haber visto, en la infancia, sacar arena de la planta de los balnearios de la Rambla, con las llamadas palas de buey, semejantes a carretillas sin ruedas tiradas por caballos.
La segunda cuestión era la pregonada mala calidad de la construcción de la Rambla, que más bien hemos visto como consecuencia del uso masivo de hierro en el edificio y de las abundantes claraboyas de vidrio sobre armaduras ferrosas, todo desaconsejable y peligroso en las orillas del mar. Y también creemos que faltó mantenimiento desde el principio.
La verdadera causa de la demolición de la Rambla, sin embargo, es otra y trataremos de explicarla.
En el banco de la plaza
La ruleta marplatense no tenía sede propia y las instituciones que la albergaban deberían tener personería jurídica. En los primeros años ´30, las salas de juego funcionaban en el Club Mar del Plata, ya referido, y en el Club Pueyrredón, alojado en el Bristol Hotel. Pero la Ley Provincial 4588, de 1937, disponía la construcción de una nueva Rambla, con Casino y Hotel anexo.
Los fondos provendrían de las patentes que pagarían, durante diez años, las “salas de entretenimiento” que funcionaban en la ciudad desde el 1º de diciembre de cada año, hasta el 30 de abril del año siguiente. Pero el todo no era sino una maniobra política de un gobierno fuerte. Y el propio autor del proyecto de la nueva obra, el arquitecto Alejandro Bustillo –que de paso era hermano del Ministro de Obras Públicas de la Provincia- confesó, en una entrevista periodística, que luego de buscar todo el día un terreno apto para el emprendimiento, sentado en un banco de la Plaza Colón tuvo una idea: construir el nuevo complejo sobre el Paseo General Paz.
Y podemos imaginar que se oscureció de pronto el cielo, comenzó a soplar un fuerte viento del oeste, volaron nubes de tierra y se hizo la noche: pronto retumbaron los truenos, los relámpagos iluminaron la escena y se largó el diluvio. La suerte de la rambla estaba echada.
La demolición de la Rambla fue un hecho, cambiante y difícil y comenzó, oficialmente, el 21 de febrero de 1940. Aunque la verdad es otra e intentaremos aclarar sus detalles. La Rambla y el Casino no podían coexistir pero cuando llegó el momento de las decisiones la lucha fue ardua. La obra del Casino era un emprendimiento de a provincia de Buenos Aires y la demolición de la Rambla fue encargada a la Dirección de Hidráulica provincial.
El ingeniero Alberto Lagrange -marplatense de segunda generación como el autor, vecino de su barrio y alumno de sus mismos colegios- , que trabajó casi cuarenta años en ese organismo, recién ingresado oyó de boca de sus jefes la historia. En La Plata se discutió el caso -desde el comienzo de las obras del Casino- y se originaron dos bandos. Los leales al partido dominante enviaban telegrama para que se iniciara -o se continuara- la demolición y los opositores lo hacían para que se detuviera.
El tema tuvo varios altibajos pero, como no podía haber sido de otro modo, ganaron los más fuertes y se empleó, para apurar las cosas, hasta dinamita. Hubo remates de materiales diversos -sería interesante ver los diarios locales de la época- y el resto fue llevado a un par de manzanas de Estrada y el camino costanero donde, poco a poco, fue desapareciendo.
La fabulosa Rambla apenas duró veintisiete años y, prácticamente, sólo los documentos fotográficos pueden darnos fe de su existencia. Y para volver al tema de la cuestionada demolición, un par de fotografías, tomadas para mostrar obras viales, prueban que la antes mencionada fecha del comienzo de los trabajos que acabarían con la Rambla no fue la aceptada como tal.
Sólo algunas farolas, algunas baldosas de gres, unas pocas piezas de cerámica esmaltadas y algunos pilotes hundidos en la arena testimonian su lejana presencia. Fuente: Arquitecto Roberto O. Cova, revista Toledo con Todos.
Hemos dicho ya que el edificio que tratamos fue el espejo de Mar del Plata. Por él, en los veranos, desfilaron miles y miles de turistas y marplatenses. Y durante esos desfiles se tomaron millares de fotografías. Labor de fotógrafos ambulantes, las “instantáneas” de la Rambla no faltan entre las familias de arraigo local ni, por supuesto, en las casas de los visitantes del Biarritz Argentino o la Perla del Atlántico. Pero ese material de pocas pistas –salvo las habituales- sobre la construcción de la, para su tiempo, gigantesca obra.
Hará tal vez veinte años, el hijo de un hombre que había tenido un puesto directivo en las obras de la Rambla donó a Villa Mitre más de 100 fotos, algunas de las cuales fueron expuestas en las vitrinas del Museo. Un buen día, pasados varios años de la donación, se presenta ante el director del momento una señora –abogada de profesión- que quiso saber el destino del legado de su padre. Y las fotos no aparecieron. Algún tiempo más tarde, sin embargo, como por arte de encantamiento, las fotografías volvieron a ver la luz.
Son imágenes que aportan datos muy valiosos sobre la obra y, a veces, plantean interrogantes sin respuestas. Presentamos aquí, nuevamente, una parte de ellas que nunca fueron publicadas. Algunas permiten ver máquinas de su tiempo, hoy verdaderas piezas de arqueología industrial, y otras muestran detalles que sólo pueden motivar hipótesis, a 90 años de los hechos.
En tres o cuatro, por ejemplo, se ve agua acumulado a la vera de zona externa del edificio, agua cuyo origen es difícil de determinar. ¿Era agua de lluvia? ¿O estaba relacionada con el llamado Lago del Paseo Gral. Paz, formado por aguas surgentes en el sitio? Y también hay fotografías que muestran una bomba movida por un motor eléctrico. ¿Estaba destinada a achicar ese líquido?
No falta, tampoco, una caldera de vapor, un cobertizo del que emerge una alta chimenea formada por un tubo metálico que pudo haber evacuado los humos de esa u otra caldera ¿Hubo un taller mecanizado en la Rambla?
Clara y definida es la vista de una hormigonera sobre el punto podríamos pensar que si no fue la primera, fue una de las primeras máquinas de su tipo usadas en la ciudad. En efecto, a mediados de los años ´20, el hormigón armado comenzó a reemplazar a las bovedillas y los perfiles metálicos entre nosotros, y precisamente, en 1925, los entonces jóvenes ingenieros Félix Rabino y Julio Ratery construyeron con el nuevo material el tubo del arroyo Las Chacras, entre Bolívar y San Martín.
En la Rambla pareciera que no hubo estructuras horizontales de hormigón, pero de ese material eran los pies derechos que soportaban, en la cara exterior de los balnearios –a nivel de la arena- la estructura ferrosa del nivel principal –el del paseo-, y también con hormigón se rodeó el alma metálica de gran parte de las columnas vistas del edificio.
Y surge allí otra pregunta:¿por qué algunas de hormigón y otras de ladrillo? También son de hormigón unos poderosos pilares de la planta de balnearios, visibles en una fotografía del llamado Pasadizo, el largo corredor que iba de uno a otro extremo de la Rambla. Y la foto del caso es la que lleva la letra A, de la página 10, de nuestra nota anterior de Toledo Con Todos. Y quizás hayan sido de hormigón liviano las placas que parecen verse en algunas fotografías que muestran la parte inferior de las estructuras horizontales del edificio, placas que sustituyen a las tradicionales bovedillas de ladrillos. Y en tal caso, el hecho sería un claro signo de modernidad constructiva.
Y si algo faltaba para llegar al cartón lleno de esta Rambla cargada de caracteres franceses por donde se mire, era la presencia y el trabajo del más famoso, original, enérgico, activo, movedizo y un poco toqué(1) León Fragnaud,
sabemos poco de él. No sabemos, por ejemplo, dónde ni cuándo había nacido, cuáles fueron su medio y su instrucción, cuándo llegó al país y cuál fue su primer trabajo local. Para 1910 era agente de Agar Cross y Compañía Limited, firma no precisamente francesa. Y en una de las fotografías aquí presentadas aparece un letrero de propaganda del francés, que no podía haber estado ausente en semejante emprendimiento.
Fragnaud tuvo dos locales de negocio en la ciudad: uno, que todavía existe tal cual fue construido, es la esquina que mira al oeste de San Martín e Independencia, y otro es el triángulo que rodean, Moreno, Rioja y la Diagonal Pueyrredón, local que conocimos bien y ya no existe.
Fragnaud vendía máquinas y se proclamaba electricista, pero su fuerte era el agua. En efecto era rabdomante uno de esos extraños señores que caminan llevando en sus manos extendidas una horqueta o vara de mimbre, que se mueve cuando debajo de la tierra que transita hay agua…
Fragnaud se fue a la Guerra del ´14 a servir a Francia como proveedor de agua a sus ejércitos y volvió, sano y salvo, a Mar del Plata. Y en 1919 construyó un galpón de 4 niveles, en la calle 9 de Julio, frente a la estación ferroviaria, que aún existe, modificado, como parte de un supermercado de la zona. La ciudad lo bautizó como el Galpón del Trigo y, precisamente, en él se limpiaban cereales. Limpiar no es moler, por lo cual no estaban en lo cierto los que lo llamaban el Molino de Fragnaud.
Y También, por esa misma época, sugiere a los poderes públicos métodos para frenar el avance de las aguas de mar y detener la erosión que amenazaba destruir los cimientos de la Rambla, con lo que se demuestra que estaba siempre actualizado y atento al edificio que había contribuido a construir.
Se sabe también que Fragnaud fue al Paraguay para ponerse al servicio de ese país durante la guerra con Bolivia por la posesión del Chaco Boreal, en 1932, y aquí se nos pierden sus huellas. Oímos, sin embargo, acerca de una carta que el francés envió a Mar del Plata en la que opinaba que por la salinización del agua subterránea local era necesario crear reservas en la zona serrana vecina, verdadera premonición profética para su tiempo.
Por todo ello, cuando vemos fotos de martinetes, caños, vagonetas, máquinas, caldera y motores en la Rambla no podemos dejar de pensar en León Fragnaud, el Francés. Fuente: Arquitecto Roberto O. Cova-revista Toledo con Todos.
estas fotos con la rambla vieja y el casino nuevo, ambos son fabulosas.
se ve claramente la anterior rambla no respetaba la forma de la bahia natural, y la escases de arena era evidente.
Apreciado Sr.Somma. Muy agradecido a Ud.por reeditar los trabajos que el Arq.Cova publicara en la Revista “Toledo con todos”. Gratos recuerdos me trae, ya que he sido hace muchos años alumno de él en el Colegio Industrial de 14 de Julio 2550 y no había vez que, a pedido nuestro (sus alumnos de la noche), no nos contara anécdotas de la historia de Mar del Plata. Haber tenido ese privilegio, me permitió profundizar más aún, en mi acervo del conocimiento ciudadano.
Como por ejemplo,¿A dónde fueron a parar los escalones de esa rambla afrancesada? Nos contaba él, que cuando se estaba construyendo el Banco Río(hoy Santander-Río)de Av. Independencia y Belgrano, se quedó mirando los bloques que se iban a utilizar de peldaños para el acceso al mismo y se pregúntó: -“¿Dónde es que yo ví estos escalones antes…”?- y recordó casi enseguida que eran los mismos que él había pisado en aquella Rambla.
En otra ocasión, nos relató el destino de una de las cúpulas que embellecieron su cubierta del portal central y que una de ellas se usó como tal en una casilla de chapas que estaba en la esquina que mira al NE en Córdoba y Alberti, donde hoy hay un edificio semicircular con una placita seca.Creo que esa estructura metálica y la casilla luego fueron trasladadas al Parque Camet, frente al Lago de los Cisnes.
Obviamente que tengo más recuerdos del amigo Cova, pero no es lugar ni momento para comentarlos.
Agradecido nuevamente lo saludo y le deseo Felicidades para el 2012. Cordialmente
Eduardo
Gracias Sr.Leonardo por esta importante inclusión fotográfica, que nos permite apreciar las referencias entre las edificaciones con gran nitidez de imagen.
Cordialmente
Eduardo
Realmente conmovedora esta foto.
Recién ahora me quedan más o menos claras la ubicación y la dimensión de la Rambla Bristol.
No pensé que abarcara tanto
Una lástima su destrucción… aún hoy no desentonaría y habría preservado historia.
espetacular foto nunca antes vista… felicitaciones Fotos de familia muy feliz año a todos los q mandaron y compartieron este gran albun de la ciudad.
Sr. Leonardo. Espectacular foto, ya pronta a ser demolida la Bella Rambla Afrancesada, se ve el Casino, el anexo del Bristol en la manzana 116, foto de fines de la decada del 30, el casino se inagura en el 39 y no se habia construido la segunda parte que alberga hoy al hotel Provincial. Mucha gente sobre las escolleras. Atte. Jose Alberto Lago.
No es tarea fácil describir la Rambla Bristol, tarea que se dificulta por la carencia de planos que permitían conocer todos y cada uno de sus detalles. La observación detenida de algunas de sus fotografías, sin embargo, puede permitir la reconstrucción que se limitara solamente a recorrer sus planos de circulación libres o semicubiertos.
Desde la calle inmediata -hoy desaparecida-, que se llamó Adolfo Dávila, se podía ingresar a la Rambla por varios puntos. Uno podía ser cualquiera de los más de 40 arcos detrás de los que había otros tantos locales; otros eran cualesquiera de las entradas de las llamadas rotondas -las coronadas por las cúpulas bajas de la planta oval-, con rebajes en el pavimento para que por ellas circularan vehículos de tracción mecánica o a sangre, con el fin de que sus pasajeros pudiesen abordarlos o dejarlos bajo techo.
Por otra parte, se ingresaba a la planta principal del edificio subiendo por las conocidas escalinatas Norte o Sur, a cielo abierto o bajo las cubiertas rampantes que enlazaban las galerías de los dos niveles transitables de la Rambla. Y también se llegaba al mismo sitio -y a los cines- por un paso situado en el eje transversal del edificio, conocido en el ambiente como “la Escalera Secundaria”, y enfatizado en la fachada que daba al Paseo por el que nos gusta llamar una versión marplatense del Arco de Triunfo.
Finalmente, se podía subir a ese mismo nivel desde la arena, por nada menos seis escalinatas que necesitan una explicación. El Paseo descubierto, de ancho uniforme, tenía tres expansiones curvilíneas semejantes a las del actual Boulevard Marítimo al que los viejos marplatenses llamamos todavía Explanada Sur. Las dos mayores enfrentaban respectivamente a las escalinatas Norte y Sur y la tercera, más pequeña, estaba en el eje transversal del edificio y tenía un precioso reloj -que suponemos eléctrico- de cuatro cuadrantes, montado sobre una columna semejante a las de las farolas, reloj que recordamos muy bien porque marcaba la hora de “dejar de jugar en el agua”, tan cara a nuestra infancia.
Y en cada una de esas tres expansiones curvilíneas había dos escalinatas de piedra respectivamente apoyadas en el muro exterior de la planta de balnearios. Y ya que hablamos de lóbulos diremos que precisamente sobre los que estaban alineados con la escalinata Norte se asentaba la antes tratada Marquesina de La Brasileña.
Columnatas y arquerías
Hemos hablado ya de una columnata sobre el lado del mar y una arquería sobre el de la calle. Hace ya más de 60 años que desapareció la Rambla, pero algunas fotografías, bien interpretadas, arrojan un haz luminoso sobre algunas de sus características. La columnata, por ejemplo, se componía de varias decenas de columnas exentas, lo que equivale a libres. Y su función era sostener el lado libre de la estructura horizontal que techaba la galería cubierta. También hablamos de pasos, o corredores, asimismo cubiertos, que enlazaban frente a las escalinatas Norte y Sur, los cuerpos del edificio. Estos pasos, entonces, se apoyaban en dos filas de columnas dobles.
En cuanto a los pilares que sostenías las porciones exentas o libres de cúpulas, también hubo en ellos columnas simples o apareadas, exentas o adosadas al muro. Rasgo notable del conjunto, sin embargo, es la existencia simultánea, en la zona exterior de las rotondas, de columnas apareadas y arcos carpaneles. En las rotondas, entonces, se marca la transición entre las columnatas y las arquería, rasgos dominantes las primeras en la fachada que miraba al mar y, las segundas en la que se asomaba a la calle.
La desaparición de la Rambla Bristol
Cuando algunos jóvenes marplatenses, nativos o no, ven material fotográfico sobre la Rambla Bristol, preguntan, entre el asombro y la indignación, por qué fue demolida. Esa pregunta no se puede responder con pocas palabras y hay tres cuestiones que tratar al respecto. La primera es la disminución paulatina del ancho de la playa Bristol y, por consiguiente, el avance del mar que amenazaba los cimientos del edificio, efecto que muestran algunas fotografías de temporales en el sitio.
Y la cosa tiene una sencilla explicación: en 1911, año en que se comenzó la edificación de la Rambla, empezaron también los trabajos de construcción del Puerto de Mar del Plata. La arena, en el pasado, era arrastrada de sur a norte por las corrientes marinas, de modo que las playas centrales de la ciudad aumentaban su ancho a medida que pasaba el tiempo.
La escollera sur del puerto frenó esa acción, la arena empezó a acumularse al sur de esa obra y se creó así la Playa de Punta Mogotes. Pero las playas centrales, además de no recibir más arena del sur, comenzaron a perder la propia, fenómeno que se atemperó en la playa Bristol a partir de los años ´20 con la construcción de las escolleras que han llegado hasta hoy.
La playa, de cualquier modo, era muy angosta y recordamos haber visto, en la infancia, sacar arena de la planta de los balnearios de la Rambla, con las llamadas palas de buey, semejantes a carretillas sin ruedas tiradas por caballos.
La segunda cuestión era la pregonada mala calidad de la construcción de la Rambla, que más bien hemos visto como consecuencia del uso masivo de hierro en el edificio y de las abundantes claraboyas de vidrio sobre armaduras ferrosas, todo desaconsejable y peligroso en las orillas del mar. Y también creemos que faltó mantenimiento desde el principio.
La verdadera causa de la demolición de la Rambla, sin embargo, es otra y trataremos de explicarla.
En el banco de la plaza
La ruleta marplatense no tenía sede propia y las instituciones que la albergaban deberían tener personería jurídica. En los primeros años ´30, las salas de juego funcionaban en el Club Mar del Plata, ya referido, y en el Club Pueyrredón, alojado en el Bristol Hotel. Pero la Ley Provincial 4588, de 1937, disponía la construcción de una nueva Rambla, con Casino y Hotel anexo.
Los fondos provendrían de las patentes que pagarían, durante diez años, las “salas de entretenimiento” que funcionaban en la ciudad desde el 1º de diciembre de cada año, hasta el 30 de abril del año siguiente. Pero el todo no era sino una maniobra política de un gobierno fuerte. Y el propio autor del proyecto de la nueva obra, el arquitecto Alejandro Bustillo –que de paso era hermano del Ministro de Obras Públicas de la Provincia- confesó, en una entrevista periodística, que luego de buscar todo el día un terreno apto para el emprendimiento, sentado en un banco de la Plaza Colón tuvo una idea: construir el nuevo complejo sobre el Paseo General Paz.
Y podemos imaginar que se oscureció de pronto el cielo, comenzó a soplar un fuerte viento del oeste, volaron nubes de tierra y se hizo la noche: pronto retumbaron los truenos, los relámpagos iluminaron la escena y se largó el diluvio. La suerte de la rambla estaba echada.
La demolición de la Rambla fue un hecho, cambiante y difícil y comenzó, oficialmente, el 21 de febrero de 1940. Aunque la verdad es otra e intentaremos aclarar sus detalles. La Rambla y el Casino no podían coexistir pero cuando llegó el momento de las decisiones la lucha fue ardua. La obra del Casino era un emprendimiento de a provincia de Buenos Aires y la demolición de la Rambla fue encargada a la Dirección de Hidráulica provincial.
El ingeniero Alberto Lagrange -marplatense de segunda generación como el autor, vecino de su barrio y alumno de sus mismos colegios- , que trabajó casi cuarenta años en ese organismo, recién ingresado oyó de boca de sus jefes la historia. En La Plata se discutió el caso -desde el comienzo de las obras del Casino- y se originaron dos bandos. Los leales al partido dominante enviaban telegrama para que se iniciara -o se continuara- la demolición y los opositores lo hacían para que se detuviera.
El tema tuvo varios altibajos pero, como no podía haber sido de otro modo, ganaron los más fuertes y se empleó, para apurar las cosas, hasta dinamita. Hubo remates de materiales diversos -sería interesante ver los diarios locales de la época- y el resto fue llevado a un par de manzanas de Estrada y el camino costanero donde, poco a poco, fue desapareciendo.
La fabulosa Rambla apenas duró veintisiete años y, prácticamente, sólo los documentos fotográficos pueden darnos fe de su existencia. Y para volver al tema de la cuestionada demolición, un par de fotografías, tomadas para mostrar obras viales, prueban que la antes mencionada fecha del comienzo de los trabajos que acabarían con la Rambla no fue la aceptada como tal.
Sólo algunas farolas, algunas baldosas de gres, unas pocas piezas de cerámica esmaltadas y algunos pilotes hundidos en la arena testimonian su lejana presencia. Fuente: Arquitecto Roberto O. Cova, revista Toledo con Todos.
Hemos dicho ya que el edificio que tratamos fue el espejo de Mar del Plata. Por él, en los veranos, desfilaron miles y miles de turistas y marplatenses. Y durante esos desfiles se tomaron millares de fotografías. Labor de fotógrafos ambulantes, las “instantáneas” de la Rambla no faltan entre las familias de arraigo local ni, por supuesto, en las casas de los visitantes del Biarritz Argentino o la Perla del Atlántico. Pero ese material de pocas pistas –salvo las habituales- sobre la construcción de la, para su tiempo, gigantesca obra.
Hará tal vez veinte años, el hijo de un hombre que había tenido un puesto directivo en las obras de la Rambla donó a Villa Mitre más de 100 fotos, algunas de las cuales fueron expuestas en las vitrinas del Museo. Un buen día, pasados varios años de la donación, se presenta ante el director del momento una señora –abogada de profesión- que quiso saber el destino del legado de su padre. Y las fotos no aparecieron. Algún tiempo más tarde, sin embargo, como por arte de encantamiento, las fotografías volvieron a ver la luz.
Son imágenes que aportan datos muy valiosos sobre la obra y, a veces, plantean interrogantes sin respuestas. Presentamos aquí, nuevamente, una parte de ellas que nunca fueron publicadas. Algunas permiten ver máquinas de su tiempo, hoy verdaderas piezas de arqueología industrial, y otras muestran detalles que sólo pueden motivar hipótesis, a 90 años de los hechos.
En tres o cuatro, por ejemplo, se ve agua acumulado a la vera de zona externa del edificio, agua cuyo origen es difícil de determinar. ¿Era agua de lluvia? ¿O estaba relacionada con el llamado Lago del Paseo Gral. Paz, formado por aguas surgentes en el sitio? Y también hay fotografías que muestran una bomba movida por un motor eléctrico. ¿Estaba destinada a achicar ese líquido?
No falta, tampoco, una caldera de vapor, un cobertizo del que emerge una alta chimenea formada por un tubo metálico que pudo haber evacuado los humos de esa u otra caldera ¿Hubo un taller mecanizado en la Rambla?
Clara y definida es la vista de una hormigonera sobre el punto podríamos pensar que si no fue la primera, fue una de las primeras máquinas de su tipo usadas en la ciudad. En efecto, a mediados de los años ´20, el hormigón armado comenzó a reemplazar a las bovedillas y los perfiles metálicos entre nosotros, y precisamente, en 1925, los entonces jóvenes ingenieros Félix Rabino y Julio Ratery construyeron con el nuevo material el tubo del arroyo Las Chacras, entre Bolívar y San Martín.
En la Rambla pareciera que no hubo estructuras horizontales de hormigón, pero de ese material eran los pies derechos que soportaban, en la cara exterior de los balnearios –a nivel de la arena- la estructura ferrosa del nivel principal –el del paseo-, y también con hormigón se rodeó el alma metálica de gran parte de las columnas vistas del edificio.
Y surge allí otra pregunta:¿por qué algunas de hormigón y otras de ladrillo? También son de hormigón unos poderosos pilares de la planta de balnearios, visibles en una fotografía del llamado Pasadizo, el largo corredor que iba de uno a otro extremo de la Rambla. Y la foto del caso es la que lleva la letra A, de la página 10, de nuestra nota anterior de Toledo Con Todos. Y quizás hayan sido de hormigón liviano las placas que parecen verse en algunas fotografías que muestran la parte inferior de las estructuras horizontales del edificio, placas que sustituyen a las tradicionales bovedillas de ladrillos. Y en tal caso, el hecho sería un claro signo de modernidad constructiva.
Y si algo faltaba para llegar al cartón lleno de esta Rambla cargada de caracteres franceses por donde se mire, era la presencia y el trabajo del más famoso, original, enérgico, activo, movedizo y un poco toqué(1) León Fragnaud,
sabemos poco de él. No sabemos, por ejemplo, dónde ni cuándo había nacido, cuáles fueron su medio y su instrucción, cuándo llegó al país y cuál fue su primer trabajo local. Para 1910 era agente de Agar Cross y Compañía Limited, firma no precisamente francesa. Y en una de las fotografías aquí presentadas aparece un letrero de propaganda del francés, que no podía haber estado ausente en semejante emprendimiento.
Fragnaud tuvo dos locales de negocio en la ciudad: uno, que todavía existe tal cual fue construido, es la esquina que mira al oeste de San Martín e Independencia, y otro es el triángulo que rodean, Moreno, Rioja y la Diagonal Pueyrredón, local que conocimos bien y ya no existe.
Fragnaud vendía máquinas y se proclamaba electricista, pero su fuerte era el agua. En efecto era rabdomante uno de esos extraños señores que caminan llevando en sus manos extendidas una horqueta o vara de mimbre, que se mueve cuando debajo de la tierra que transita hay agua…
Fragnaud se fue a la Guerra del ´14 a servir a Francia como proveedor de agua a sus ejércitos y volvió, sano y salvo, a Mar del Plata. Y en 1919 construyó un galpón de 4 niveles, en la calle 9 de Julio, frente a la estación ferroviaria, que aún existe, modificado, como parte de un supermercado de la zona. La ciudad lo bautizó como el Galpón del Trigo y, precisamente, en él se limpiaban cereales. Limpiar no es moler, por lo cual no estaban en lo cierto los que lo llamaban el Molino de Fragnaud.
Y También, por esa misma época, sugiere a los poderes públicos métodos para frenar el avance de las aguas de mar y detener la erosión que amenazaba destruir los cimientos de la Rambla, con lo que se demuestra que estaba siempre actualizado y atento al edificio que había contribuido a construir.
Se sabe también que Fragnaud fue al Paraguay para ponerse al servicio de ese país durante la guerra con Bolivia por la posesión del Chaco Boreal, en 1932, y aquí se nos pierden sus huellas. Oímos, sin embargo, acerca de una carta que el francés envió a Mar del Plata en la que opinaba que por la salinización del agua subterránea local era necesario crear reservas en la zona serrana vecina, verdadera premonición profética para su tiempo.
Por todo ello, cuando vemos fotos de martinetes, caños, vagonetas, máquinas, caldera y motores en la Rambla no podemos dejar de pensar en León Fragnaud, el Francés. Fuente: Arquitecto Roberto O. Cova-revista Toledo con Todos.
estas fotos con la rambla vieja y el casino nuevo, ambos son fabulosas.
se ve claramente la anterior rambla no respetaba la forma de la bahia natural, y la escases de arena era evidente.
Apreciado Sr.Somma. Muy agradecido a Ud.por reeditar los trabajos que el Arq.Cova publicara en la Revista “Toledo con todos”. Gratos recuerdos me trae, ya que he sido hace muchos años alumno de él en el Colegio Industrial de 14 de Julio 2550 y no había vez que, a pedido nuestro (sus alumnos de la noche), no nos contara anécdotas de la historia de Mar del Plata. Haber tenido ese privilegio, me permitió profundizar más aún, en mi acervo del conocimiento ciudadano.
Como por ejemplo,¿A dónde fueron a parar los escalones de esa rambla afrancesada? Nos contaba él, que cuando se estaba construyendo el Banco Río(hoy Santander-Río)de Av. Independencia y Belgrano, se quedó mirando los bloques que se iban a utilizar de peldaños para el acceso al mismo y se pregúntó: -“¿Dónde es que yo ví estos escalones antes…”?- y recordó casi enseguida que eran los mismos que él había pisado en aquella Rambla.
En otra ocasión, nos relató el destino de una de las cúpulas que embellecieron su cubierta del portal central y que una de ellas se usó como tal en una casilla de chapas que estaba en la esquina que mira al NE en Córdoba y Alberti, donde hoy hay un edificio semicircular con una placita seca.Creo que esa estructura metálica y la casilla luego fueron trasladadas al Parque Camet, frente al Lago de los Cisnes.
Obviamente que tengo más recuerdos del amigo Cova, pero no es lugar ni momento para comentarlos.
Agradecido nuevamente lo saludo y le deseo Felicidades para el 2012. Cordialmente
Eduardo
Gracias Sr.Leonardo por esta importante inclusión fotográfica, que nos permite apreciar las referencias entre las edificaciones con gran nitidez de imagen.
Cordialmente
Eduardo
Realmente conmovedora esta foto.
Recién ahora me quedan más o menos claras la ubicación y la dimensión de la Rambla Bristol.
No pensé que abarcara tanto
Una lástima su destrucción… aún hoy no desentonaría y habría preservado historia.