En marzo de 1913 la revista Fray Mocho publicó un interesante artículo sobre “El Veraneo Económico” en Mar del Plata, ofreciendo una óptica distinta sobre el turismo de la época. A partir de esa publicación, nuestra amiga Virginia Echarren escribió una excelente nota que apareció publicada en el suplemento que el diario LA CAPITAL editó el 25 de mayo pasado con imágenes de Fotos de Familia. A continuación, el texto de Virginia:
Pecheras de papel
Por Virginia Echarren – licenciada en Turismo
www.enletrademoldemdp.blogspot.com
“Todo no debe concretarse a reflejar la vida de la gente caté. Dejen a las de liberty y ocúpense de las de percal. Luego conviene destruir la leyenda de que en Mar del Plata sólo pueden veranear los que tienen mucho dinero. Háganlo por argentinismo… A Mar del Plata la mayoría la ve a través de las crónicas sociales de los diarios. Que la de Muaré dio un té en el Golf y que el chico de Gomez banqueteó a sus relaciones en Playa Chica o en lo de Pató…Y de ahí, resulta que muchos, muchísimos, creen que los changadores de la estación de Mar del Plata andan enguantados, que los cocheros visten de smoking, que en cada esquina se baila un cotillón (…) Lo que resulta carito en Mar del Plata es el almidón. Cincuenta centavos por lavar y planchar una modesta camisa con puños mosqueteros. Aquí resultan las pecheras y los puños de papel. Tenemos otra cosa mas barata, el afile ciudadano y su cultivo no cuesta nada. ¿Quiere ud que yo le proporciones los datos para escribir la Guía del perfecto veraneante baratieri?” (“El veraneo económico”, Fray Mocho 1913.)
El 28 de marzo de 1913, a poco más de dos meses de la inauguración de la Rambla Francesa, la Revista Fray Mocho publica “El veraneo económico” la última nota de clausura de la temporada. Es una crónica que refleja la vida de playa del huésped de una casa de pensión, morada del perfecto “veraneante baratieri”. De este modo, aparece ante nosotros un viajero poco destacado en la belle époque, etapa en que los placeres del ocio parecen reservados a la alta burguesía porteña. Como antecedente remoto de los que cuidan el bolsillo, el veraneo económico comienza en el tren nocturno, donde hasta es posible conseguir una cama en un camarote de 2 a 8 plazas y un desayuno que le permite arribar a Estación Norte con la cara lavada y bien dispuesto. Una fila de placeros esperan a los pasajeros cerca del andén y pronto se llega a una casa de pensión u hotel de segunda categoria. Estos abundan, aunque son imperceptibles para las crónicas sociales. Se distribuyen por el centro de la ciudad mimetizadas entre las casas de los residentes permanentes, a unas pocas cuadras de la Bristol, en la playa La Perla o Saint James, o incluso cerca de la misma Estación. A precios reducidos, el hotel familiar ofrece “comodidad, esmero y confianza” en una buena pieza aseada, amueblada y confortable, el desayuno con pan y manteca, y opíparas comidas que no dejan de lado el clásico pucherete, el novedoso plato de pescado o el “menú a la genovesa”. La diversión está en la Rambla y la casa de pensión organiza también, “de ojito” para el cliente, los traslados en coche – ida y vuelta, mañana y tarde- a un ritmo que permite disfrutar de un chapuzón en el mar o de los baños de agua dulce. El presupuesto alcanza para acceder a los balnearios que le brindan la ropa de playa y un sillón de mimbre para entregarse al “atorro”. También, antes de “estofado”, el vermouth bajo un toldo de la Bristol, si se está dispuesto a gastar 0.10 centavos de propina para el mozo. Los epectáculo gratuitos- el guiñol o simplemente ver a la gente pasar- , recorrer las explanadas en canastitas, tomar el copetín en Cabo Corrientes, llegar hasta el golf en colectivo y los ya tradicionales programas “de infantería”, cuyos pasos retumabarán en todos los tiempos, completan el itinerario del veraneo económico.
El “veraneante baratieri”
Esta fuente, abre una fisura en el común relato de los “fastuosos veraneos marplatenses de la época” con una elite recluída en hoteles lujosos o en sus villas particulares extendidas en la loma frente al mar. Una presencia contundente, tanto en el espacio como en las crónicas sociales, que origina una de las leyendas urbanas más sólidos de la historia marplatense: la “villa de los porteños aristocráticos”, de gusto exquisito y refinado que nos va a legar el patrimonio más valioso. La presencia del “veraneante baratieri”, que generalmente se presenta en durante la década del 20, está poco destacada durante la belle époque y sin embargo, representa ya, a la ascendente clase media que aspira a hacerse visible socialmente y que encuentra en Mar del Plata el escenario moderno que le permtirá cristalizar sus sueños. Una ciudad que cuenta con población permanente en continuo crecimiento, con alta proporción de inmigrantes que, motivados por su propia búsqueda de progreso, está dispuesta a ofrecer servicios que los incluyan en la economía local. Pero además, Mar del Plata ofrece a este viajero, una condición que satisface su necesidad de visibilidad: la existencia de un espacio público “educador” – la vida de hotel, las ramblas, los balnearios, las explanadas, los parques, los paseos por la loma – que facilita el encuentro social entre pares, la imitación de las “buenas” costumbres, el refinamiento en el vestir, la educación del goce estético, el encuentro entre géneros y la fascinación por un mundo al que aspira llegar.
Así visto, en la moderna Mar del Plata, la ceremonia del veraneo se completa con la presencia del “veraneante baratieri”, para conformar, en contrapunto con la alta burguesía, el mundo de lo público. Un encuentrro ciudadano en el que, como en una gran sala teatral – donde existe el palco, la platea o el gallinero- cada uno tiene su silla en la arena o una baldosa diferente para pisar en la larga rambla. Todos participan del ritual. La burguesía ordena el paso, imponiendo costumbres y fijando líneas de un control social mas o menos sutil: derechos de admisión a clubes, reglamento de baños, presencia pública de agentes de seguridad, etc. El veraneante baratieri por su parte, encontrará sus propias estrategias de participación: las pecheras de papel – porque el almidón es caro- y el afile ciudadano, que no cuesta nada y promete mucho.
Sra. Virginiae. Su labor en trasladarnos con sus comentarios a epocas pasadas es encomiable y digna de ser leida.
Siempre habra turismo economico y diria que en la bella epoca pasada era mas facil para un trabajador tomarse unas vacaciones fuera de su casa que hoy dia. Sin otro particular saluda muy Atte. Jose Alberto Lago.
VIRGINIA, VUELVO A FELICITARTE POR ESTE HALLAZGO Y POR LA FORMA BRILLANTE EN QUE LO DESARROLLASTE.
Desde Málaga desde hace muchos años pero siempre con cuerpo y alma marplatenses, me he sentido gratamente sorprendida por este original artículo de la licenciada Echarren. Un enfoque totalmente distinto para salsalir de lo que siempre hemos leído. Gracias a la Sra. Virginia y al blog.
Virginia: Ya me había deleitado con sus notas en el suplemento y volví a hacerlo a través de este espacio. Mis felicitaciones.
Para los que dicen que el “turismo social” o el turismo de “los pobres”, o el “turismo baratieri” es un “mal” achacable a Perón, este bien documentado trabajo acredita que se trató de una demanda social que siempre existió y que hubo quien supo darle una digna respuesta. Gracias a la licenciada Echarren por revelar este aspecto que tan pocas veces destacan los historiadores de la “belle epoque”.
Hola! Gracias por los comentarios !!! Creo que todas las notas del suplemento tuvieron un perfil novedoso y útil como material de consulta.
El material de Fray Mocho es un hallazgo que le debo a la Sra. Jorgelina Leal, a quien tuve el gusto de conocer hace un tiempo y compartir nuestro interés por la ciudad. Creo que la nota, además de hacer evidente la presencia en MdP de una clase media en ascenso desde epocas mas o menos tempranas, habla del papel que jugó el espacio público marplatense, en la construcción de ciudadanía en aquella época de fuerte inmigración y que sirvió como mecanismo de integración. Quien iba a decirnos que después de 100 años, el mundo de lo público se hace también por internet! Y en este sentido, “Fotos de Familia” ofrece una interesante plataforma para participar y expresar intereses, ya sea a través del envío de fotografías o la publicación de los comentarios con diferentes estilos: informativos, entretenidos, serios, algo burlones, largos o cortos, repetidos, enlazados, amables saludos, de reencuentro, los que convocan a muchos y los que no. Los que quedan sepultados, inconclusos, errados y certeros, etc. etc. En fin, el vecindario virtual va haciendo un archivo digital de incalculable valor…
Gracias!
Saludos, Virginiae