Puesta del sol . Carolina Alió, 1917
“Nada tan bello en Mar del Plata, como sus puestas de sol; magníficas, suntuosas y de tal modo amplias que inundan todo el cielo.
Me gusta gozar en la terraza del Torreón, de estos cálidos crepúsculos de enero, porque desde allí no sólo se abarca el espectáculo en toda su amplitud, sino que además la brisa marina del atardecer, huyendo tierra adentro, endulza la estadía con una frescura harto apetecible en estos días de calor excepcional.
Ayer tuve una hora de grata contemplación:
Empezaba lentamente a dorarse la tarde y todo Mar del Plata iba cayendo en esa quietud solemne y melancólica en que parece más armonioso el silencio de las cosas. El mar contaba sus misterios en un sordo rumor de actividades. Arriba, en la serenidad azul, flotaba sobre la majestuosa silueta negra del templo San Pedro, cual bello marco que le diera el cielo, un amontonamiento de nubes blancas como mágicas magnolias. Otras dispersas nubecitas vagaban por el horizonte, allá donde el mar besa a la tierra, y al irisarse luego en los muertos rayos solares, tachonaban el cielo de pequeños nácares.
Así estábase formando el milagro de esa hora.
El aire parecía más transparente, más fluido; la línea tortuosa de la ciudad en sombras, adquiría más íntima belleza, y el ambiente semejaba vibrar con más calladas e intensas vibraciones.
De pronto el Espíritu Santo ( un Santo Espíritu maravillosamente esplendoroso) pintóse en Occidente. Era que el sol, ya rojo, lo ocultaba una pequeña nube con vaga forma de paloma.
Después el astro fue cayendo más y más, y todo el crepúsculo se hizo de fuego. Destellos sangrientos ardían sobre la ciudad y prendían en los múltiples cristales del Club, de los airosos palacetes altos, dando el engaño de un pavoroso incendio.
La rambla estaba en sombras. Pero en la playa aun surgía la cónica blancura de los innumerables toldos distribuidos aquí y allá como minúsculas pirámides egipcias, y en la arena, cada una de las olas, al retirarse, dejaba un terso espejo oval que reflejaba en tonos más sobrios los matices bellísimos del cielo.
Varios minutos fueron así.
…Por el mar, a lo lejos, avanzaron rápidamente las tinieblas, borrando los vestigios de la agonía solar.
Unos cortos instantes de preciosa lucha de colores… y al soplo de una brisa más fresca, nació la noche.
(En un punto del cielo, Venus brillaba con sus primeros pálidos destellos)”. Aporte Cristina Corsini
Un verdadero poema.
Cautivante y conmovedora descripción…Gracias