La Historia de un Lustrabotas (Antonio Alice)
…Usted conocerá en Buenos Aires al doctor Cupertino del Campo.Es médico.Es literato.Es pintor… Á él le debo mi carrera de artista.El me inició…” —¿Cómo? —Mi padre tenía frente á la plaza Lorea,en Buenos Aires,un pequeño salón de lustra-botas.No hace mucho tiempo,hará unos 9 años… Con mi padre,lustrábamos el calzado de nuestra clientela. Ganábamos muy poco.A penas podíamos vivir.Eramos 3: mi padre,mi madre y yo…En los momentos que encontraba libres,me ponía á dibujar.Borroneaba la pared.A falta de pinceles,usaba los cepillos.A falta de pintura,recurría al betún.Allí hacía paisajes.Bosques.Jardines.Hombres.Animales.De todo…A veces,tomaba como modelo á los clientes del salón…Uno de éstos,era el doctor Cupertino del Campo,ó sea(José Balsamo).Aún no se había recibido de médico,pero yo ni siquiera conocía su nombre…Un día,al verme dibujar en un papel mientras mi padre le lustraba los botines,me dijo: —Oye,muchacho;¿te gustaría ser pintor? — Ya lo creo!…—¿ y por qué no aprendes? — Nó puedo señor.Tengo que lustrar botines.—Pero,de noche podrías ir á una academia… —Es que no conozco á nadie…El doctor del Campo,me prometió llevarme á casa de su maestro,el pintor Decoroso Bonifanti,pues él también estudiaba pintura.A los pocos días,fué otra vez á lustrarse,si pero acompañado de Bonifanti.Yo les mostré unos dibujos y,entonces,Bonifanti me dijo que fuera á su casa…Fui.Y desde aquella fecha él se constituyó en algo más que un maestro: Bonifanti es mi segundo padre…En aquel tiempo él me vestía.Me calzaba.Me daba de comer.Y luego,me enseñaba á pintar.A veces me llevaba con él á la sociedad bohemia (El bermellón),en donde veía,con la boca abierta,cómo trabajaban los artistas.Recuerdo haber visto allí á Zavattaro,á Villar…En fin,hice algunos cuadritos que le gustaron.Bonifanti! A él le debo toda mi educación artística.Su corazón es grande como su inteligencia.En 1904 tuvo que venirse a Italia y me trajo con él.Aquí vivimos juntos,el gobierno nacional me otorgó después de mis primeros premios en la Academia Albertina de Turín,una beca que pronto se me vence.Giovanni Grosso director de la Academia Real,me dió lecciones.Concluí los cursos,esa es toda mi historia.-No es cierto esa no es toda la historia del artista argentino,hay todavía algo mas,que él,por modestia calla.Es el éxito luminoso de sus obras.Posee ya varias medallas de oro.El Cuadro de “Estudio de una Ciociara”,ha sido adquirido por un rico y noble italiano.Otro cuadro de rasgos muy finos es “Penosa Attesa”;cuadro sincero,cuadro de dramática historia,Alice lo hizo en Italia.Para trazar la figura de una escuálida madre,tomó como modelo,una infeliz y pobre mujer que vivía en el inquilinato.Estaba a la miseria;tenía un hijo.Un chico de pocos meses;para no abandonarlo ella servía de modelo con el hijo en los brazos.Y los 2 se quedaban en pose varias horas al día.Naturalmente la criatura no podía permanecer inmóvil;lloraba,se movía,imposiblitaba el trabajo del artista;entonces ella para no interrumpir al pintor se sacrificaba dando el pecho al niño.De esa manera se quedaba quietito.Mas como esto ocurriera durante muchas horas repitiéndose diariamente,el niño se indigestó.Falleció 2 días después de que Alice concluyera el cuadro.Entendéis ahora,ved en esa tela el gesto crujiente de la pobre madre.Se adivina en su rostro el dolor de carne marchita.Brota de sus ojos la angustia de una madre que presiente la agonía de su hijo.
(Párrafos de una nota en Caras y Caretas de Juan José de Soiza Reilly,al entrevistar a Antonio Alice en Mayo de 1908).
Antonio Alice: No puedo comenzar a escribir sin evocar la impresión que me produjo,a comienzos de la década del 70,estando de visita en la casa del Dr. Ignacio Pirovano –sutil conocedor del arte argentino– un cuadro del artista de mediano tamaño que formaba parte de su excelente colección,donada a su muerte al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.Ninguno de los cuadros de Alice que había visto hasta entonces me interpeló como aquel.Y debo confesar que,a comienzos de la década del 90,al ser designado Director de dicho Museo,tuve la suerte de que la obra me acompañara varios años en mi despacho,hasta que la donación Pirovano pudo ser exhibida enteramente.Aquel cuadro,fechado en 1936,o sea,siete años antes de la muerte del artista,me introdujo en un clima que me alejaba completamente de las preceptivas académicas del gran pintor,ampliamente reconocido,sobre todo por sus monumentales obras de carácter épico.Me atrevería a decir,que este delicado autorretrato,por su abocetamiento y espontánea frescura,se sitúa en el polo opuesto de lo que consideramos una obra académica pues,nos pone frente a una “materia directa” que nada tiene que ver con las conocidas recetas del academicismo.Por otra parte,la obra expresa una afección muy contemporánea al ser resultado del concreto accionar del artista,receptáculo de sus variados impulsos gestuales. A mi juicio,se trata de una obra paradigmática,no solo en la abundante producción de Alice;la solitaria presencia de esta obra,su contenida elocuencia,más que al pasado la vinculan al porvenir.Sin duda,este magnífico autorretrato,acaso inadvertido,debe considerarse como una de las grandes pequeñas obras del arte argentino del siglo XX.Sabemos que Alice –como lo demuestra su conferencia “El argumento en el arte pictórico”,pronunciada en el Salón de la Prensa en 1939 –fue un apasionado defensor del academicismo que propuso su arte como imágenes didácticas de algunos grandes acontecimientos históricos que debían servir para exaltación de los valores nacionales.Pero esta posición,a sabiendas o no,no impidió que su obra abrevara en diversas posiciones estéticas,como se hace evidente en esa gran producción de pequeños cuadros en los que el artista,partiendo de la luminosidad de los macchiaioli va mas allá,permitiendo el ingreso en sus imágenes,de un lirismo alejado de sus grandes obras veristas –tan tributarias de la pintura italiana del ochocientos –con las que celebraba la historia.Por su propia conferencia,podemos inferir que Alice –como tantos pintores de su época –fiel a cierto legado artístico,se resistió cautamente a la adopción de las corrientes renovadoras que venían a cuestionar los sistemas académicos de representación.Pero el juicio del tiempo,ese tiempo que valorizó mas la audacia que la prudencia,ese tiempo que fue escenario de las más dispares y heterogéneas propuestas,a la hora de dar su dictamen se mueve por andariveles propios y tiene que defender lo actual a cualquier precio.En ese sentido,no me caben dudas que la obra de Alice –como sucede con la de tantos pintores del pasado– puesto nuestro tiempo a elegir entre las absolutamente académicas y las abocetadas –esas que tantas veces los pintores,guardan para sí como un mero apunte– elegiría éstas últimas.Alice –como todo gran artista– fue hombre de grandes debates interiores;testigo del nacimiento de un siglo que venía a convulsionar la “gran aldea” con su incorporación de lo novedoso que exigía cada vez más al arte esas transformaciones que solo pueden realizarse cuando el artista que acepta semejante reto,es capaz de vaciarse de sus anteriores articulaciones para facilitar otras,nuestro artista –a pesar de estar en posesión de todas las herramientas– no quiso modificar su propia temporalidad.Es decir que Alice,mas que el “hombre interesante” orientado a las transformaciones estéticas del que nos habla Kierkegaard –que sería el que puede realizar aquella tarea del constante vaciamiento cuyo máximo exponente sería Picasso– fue un hombre fiel a sus convicciones,lo que le impidió adoptar esas transformaciones que la época le exigía.Con el tiempo y una mayor aproximación a la obra del artista,comprendí que ese otro Alice intimista,fresco y abocetado del autorretrato,en el que la magia de la pintura se manifiesta con total evidencia,también está presente en un considerable número de obras como los paisajes de Piriápolis (adonde viajó con Quinquela Martín );del norte argentino;de la costa uruguaya;en los paisajes urbanos transfigurados por la potente luz;en algunos retratos donde a través de los ojos se nos revela la invisible interioridad; en los pequeños bocetos,fragmentos de algunas grandes obras,cuya impronta prolonga imponderables encuentros;en esos pequeños registros que tal vez para el artista habrán sido apuntes menores pero que hoy se recortan con una nítida singularidad inscribiéndose con total vigencia en nuestra modernidad.En algún párrafo anterior,evocando el autorretrato escribí “magia de la pintura” y quiero aclararlo: me refiero a una condición que,con absoluta solvencia,está presente en toda su obra: el arte de evocar con una sola materia (la pintura al óleo) las cosas tangibles e intangibles del mundo: lo duro,lo blando,la naturaleza orgánica y lo inorgánico,la humanidad y sus infinitas líneas de fuga,tanto en la luz como en la sombra,la cóncava bóveda del cielo y la azarosa tierra;un mundo de representaciones que tiene sus propias leyes,sus propios ritmos y que cuando se hacen visibles con obstinado rigor como en la obra de Antonio Alice,nos asegura la supervivencia del arte argentino –más allá de las efímeras modas –para afirmar una sensible verdad permanente.
(Fuente: Raúl Santana/Universidad Católica Argentina/Pabellón de Bellas Artes/Gran Canciller S.E.R.Cardenal Jorge Bergoglio/Rector Mons. Dr. Alfredo Zecca/4-2004).
-Antonio Alice: Una muestra del artista que retrató a José de San Martín
Autor de las escenas históricas más difundidas.Su retrato de San Martín anciano permanece como un ícono de la historia.Ante el autorretrato de 1919 donde fuma un cigarrillo,con un jarrón de rosas y el óleo que le dedicó a San Martín como fondo,habría que preguntarse si Antonio Alice (1886-1943) fue sólo el pintor de escenas históricas argentinas.La primera respuesta es que sí: su “Muerte de Güemes” fue medalla de oro en el Salón del Centenario en 1910 y hoy está en la Legislatura de Salta,”Los Constituyentes de 1853″ está en el Congreso,en el Salón de los Pasos Perdidos.Su “Argentina,tierra de promisión” se ve en el Palacio de Correos y el famoso “San Martín en Boulogne Sur Mer” está en el Instituto Bernasconi de Parque Patricios.La segunda respuesta es que Antonio Alice fue también un retratista más íntimo,como lo demuestra el contrapunto entre los dos retratos pequeños de Julio Roca que pintó en 1912 y el óleo de grandes dimensiones que le dedicó en 1939,donde su personaje parece un lord inglés.En los retratos pequeños,Roca se ve frágil,más humano.Tanto que uno podría conectarlo con esos retratos que Alice hizo de sus padres, como “Visión de mi madre”. Hay un Alice menos académico en las imágenes de “La Ventana de mi Pieza”;”Día de Lluvia” o “Figura y Silla: “La Paloma”.Son estos contrapuntos los que atraen en la muestra “Presencia de Antonio Alice”,que se puede ver en el Pabellón de Bellas Artes de la Universidad Católica.”Creo que Alice es un maestro oculto de los argentinos,un buen retratista y paisajista que deberíamos recuperar sin solemnidad”,dice la curadora Cecilia Cavanagh.Setenta obras de Alice,en su mayoría óleos pero también dibujos,permiten volver de otra manera sobre el trabajo de este artista,olvidado a fuerza de verlo en los manuales escolares….Los festejos del Centenario de 1910 lo vieron consagrarse en Buenos Aires como pintor de escenas históricas.Hasta su muerte iba a recibir encargos oficiales en esa línea: en la exposición de la UCA,una foto lo muestra junto al presidente Agustín P. Justo y el historiador Ricardo Levene en 1934,con el fondo de la monumental tela “Los Constituyentes de 1853”.Ese trabajo le llevó doce años: Alice trabajó con un diorama,un pequeño escenario con esculturas de cada personaje,estudiando el efecto de luz de las velas.
Alice fue una celebridad artística en su tiempo.Había ganado el primer premio en el primer Salón Nacional,el de 1911,con “Retrato de Señora”,hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes.Con otro óleo, “Confesión”,ganó una medalla de plata en el Salón de Artistas Franceses de 1914.En 1915,con esta misma obra, ganó la medalla de honor de la Exposición Universal de San Francisco, California.Miembro fundador del Instituto Sanmartiniano en 1933,docente en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en la Universidad de La Plata,Alice fue un artista académico que creía en la pintura como ilustración de un argumento. Pero hay otro Alice,el de las figuras apenas esbozadas y la pintura al aire libre,el de los paisajes de la costa rioplatense,el retratista de sus seres queridos.Es un descubrimiento que vale la pena hacer.(Clarín 1-4-2004)
Sr.Somma.Muy bueno lo suyo. Antonio Alice fue también el autor del oleo que inspiró al gran escultor Luis Perlotti para la realización de la escultura del Gral San Martín en la plaza que lleva el mismo nombre, frente a la Municipalidad. El escultor sólo varió la forma de la capa que cubre a nuestro prócer. Lo hizo para proteger la establilidad del monumento frente a los fuertes vientos. Saludos. Arodin Valcarce
Sr. Moderador: Las fotos 10430-431-432 y 433 no me aparecen. ¿Será problema de mi equipo o algún otro inconveniente? Muchas gracias por su respuesta.
Sr. Daniel: Estamos atravesando un problema técnico que esperamos poder solucionar a la brevedad. Gracias
La Historia de un Lustrabotas (Antonio Alice)
…Usted conocerá en Buenos Aires al doctor Cupertino del Campo.Es médico.Es literato.Es pintor… Á él le debo mi carrera de artista.El me inició…” —¿Cómo? —Mi padre tenía frente á la plaza Lorea,en Buenos Aires,un pequeño salón de lustra-botas.No hace mucho tiempo,hará unos 9 años… Con mi padre,lustrábamos el calzado de nuestra clientela. Ganábamos muy poco.A penas podíamos vivir.Eramos 3: mi padre,mi madre y yo…En los momentos que encontraba libres,me ponía á dibujar.Borroneaba la pared.A falta de pinceles,usaba los cepillos.A falta de pintura,recurría al betún.Allí hacía paisajes.Bosques.Jardines.Hombres.Animales.De todo…A veces,tomaba como modelo á los clientes del salón…Uno de éstos,era el doctor Cupertino del Campo,ó sea(José Balsamo).Aún no se había recibido de médico,pero yo ni siquiera conocía su nombre…Un día,al verme dibujar en un papel mientras mi padre le lustraba los botines,me dijo: —Oye,muchacho;¿te gustaría ser pintor? — Ya lo creo!…—¿ y por qué no aprendes? — Nó puedo señor.Tengo que lustrar botines.—Pero,de noche podrías ir á una academia… —Es que no conozco á nadie…El doctor del Campo,me prometió llevarme á casa de su maestro,el pintor Decoroso Bonifanti,pues él también estudiaba pintura.A los pocos días,fué otra vez á lustrarse,si pero acompañado de Bonifanti.Yo les mostré unos dibujos y,entonces,Bonifanti me dijo que fuera á su casa…Fui.Y desde aquella fecha él se constituyó en algo más que un maestro: Bonifanti es mi segundo padre…En aquel tiempo él me vestía.Me calzaba.Me daba de comer.Y luego,me enseñaba á pintar.A veces me llevaba con él á la sociedad bohemia (El bermellón),en donde veía,con la boca abierta,cómo trabajaban los artistas.Recuerdo haber visto allí á Zavattaro,á Villar…En fin,hice algunos cuadritos que le gustaron.Bonifanti! A él le debo toda mi educación artística.Su corazón es grande como su inteligencia.En 1904 tuvo que venirse a Italia y me trajo con él.Aquí vivimos juntos,el gobierno nacional me otorgó después de mis primeros premios en la Academia Albertina de Turín,una beca que pronto se me vence.Giovanni Grosso director de la Academia Real,me dió lecciones.Concluí los cursos,esa es toda mi historia.-No es cierto esa no es toda la historia del artista argentino,hay todavía algo mas,que él,por modestia calla.Es el éxito luminoso de sus obras.Posee ya varias medallas de oro.El Cuadro de “Estudio de una Ciociara”,ha sido adquirido por un rico y noble italiano.Otro cuadro de rasgos muy finos es “Penosa Attesa”;cuadro sincero,cuadro de dramática historia,Alice lo hizo en Italia.Para trazar la figura de una escuálida madre,tomó como modelo,una infeliz y pobre mujer que vivía en el inquilinato.Estaba a la miseria;tenía un hijo.Un chico de pocos meses;para no abandonarlo ella servía de modelo con el hijo en los brazos.Y los 2 se quedaban en pose varias horas al día.Naturalmente la criatura no podía permanecer inmóvil;lloraba,se movía,imposiblitaba el trabajo del artista;entonces ella para no interrumpir al pintor se sacrificaba dando el pecho al niño.De esa manera se quedaba quietito.Mas como esto ocurriera durante muchas horas repitiéndose diariamente,el niño se indigestó.Falleció 2 días después de que Alice concluyera el cuadro.Entendéis ahora,ved en esa tela el gesto crujiente de la pobre madre.Se adivina en su rostro el dolor de carne marchita.Brota de sus ojos la angustia de una madre que presiente la agonía de su hijo.
(Párrafos de una nota en Caras y Caretas de Juan José de Soiza Reilly,al entrevistar a Antonio Alice en Mayo de 1908).
Una vez mas , excelente su aporte Licenciado . Mi agradecimiento por este interesante pasaje .
Atte. Julián Mendozzi.
Antonio Alice: No puedo comenzar a escribir sin evocar la impresión que me produjo,a comienzos de la década del 70,estando de visita en la casa del Dr. Ignacio Pirovano –sutil conocedor del arte argentino– un cuadro del artista de mediano tamaño que formaba parte de su excelente colección,donada a su muerte al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.Ninguno de los cuadros de Alice que había visto hasta entonces me interpeló como aquel.Y debo confesar que,a comienzos de la década del 90,al ser designado Director de dicho Museo,tuve la suerte de que la obra me acompañara varios años en mi despacho,hasta que la donación Pirovano pudo ser exhibida enteramente.Aquel cuadro,fechado en 1936,o sea,siete años antes de la muerte del artista,me introdujo en un clima que me alejaba completamente de las preceptivas académicas del gran pintor,ampliamente reconocido,sobre todo por sus monumentales obras de carácter épico.Me atrevería a decir,que este delicado autorretrato,por su abocetamiento y espontánea frescura,se sitúa en el polo opuesto de lo que consideramos una obra académica pues,nos pone frente a una “materia directa” que nada tiene que ver con las conocidas recetas del academicismo.Por otra parte,la obra expresa una afección muy contemporánea al ser resultado del concreto accionar del artista,receptáculo de sus variados impulsos gestuales. A mi juicio,se trata de una obra paradigmática,no solo en la abundante producción de Alice;la solitaria presencia de esta obra,su contenida elocuencia,más que al pasado la vinculan al porvenir.Sin duda,este magnífico autorretrato,acaso inadvertido,debe considerarse como una de las grandes pequeñas obras del arte argentino del siglo XX.Sabemos que Alice –como lo demuestra su conferencia “El argumento en el arte pictórico”,pronunciada en el Salón de la Prensa en 1939 –fue un apasionado defensor del academicismo que propuso su arte como imágenes didácticas de algunos grandes acontecimientos históricos que debían servir para exaltación de los valores nacionales.Pero esta posición,a sabiendas o no,no impidió que su obra abrevara en diversas posiciones estéticas,como se hace evidente en esa gran producción de pequeños cuadros en los que el artista,partiendo de la luminosidad de los macchiaioli va mas allá,permitiendo el ingreso en sus imágenes,de un lirismo alejado de sus grandes obras veristas –tan tributarias de la pintura italiana del ochocientos –con las que celebraba la historia.Por su propia conferencia,podemos inferir que Alice –como tantos pintores de su época –fiel a cierto legado artístico,se resistió cautamente a la adopción de las corrientes renovadoras que venían a cuestionar los sistemas académicos de representación.Pero el juicio del tiempo,ese tiempo que valorizó mas la audacia que la prudencia,ese tiempo que fue escenario de las más dispares y heterogéneas propuestas,a la hora de dar su dictamen se mueve por andariveles propios y tiene que defender lo actual a cualquier precio.En ese sentido,no me caben dudas que la obra de Alice –como sucede con la de tantos pintores del pasado– puesto nuestro tiempo a elegir entre las absolutamente académicas y las abocetadas –esas que tantas veces los pintores,guardan para sí como un mero apunte– elegiría éstas últimas.Alice –como todo gran artista– fue hombre de grandes debates interiores;testigo del nacimiento de un siglo que venía a convulsionar la “gran aldea” con su incorporación de lo novedoso que exigía cada vez más al arte esas transformaciones que solo pueden realizarse cuando el artista que acepta semejante reto,es capaz de vaciarse de sus anteriores articulaciones para facilitar otras,nuestro artista –a pesar de estar en posesión de todas las herramientas– no quiso modificar su propia temporalidad.Es decir que Alice,mas que el “hombre interesante” orientado a las transformaciones estéticas del que nos habla Kierkegaard –que sería el que puede realizar aquella tarea del constante vaciamiento cuyo máximo exponente sería Picasso– fue un hombre fiel a sus convicciones,lo que le impidió adoptar esas transformaciones que la época le exigía.Con el tiempo y una mayor aproximación a la obra del artista,comprendí que ese otro Alice intimista,fresco y abocetado del autorretrato,en el que la magia de la pintura se manifiesta con total evidencia,también está presente en un considerable número de obras como los paisajes de Piriápolis (adonde viajó con Quinquela Martín );del norte argentino;de la costa uruguaya;en los paisajes urbanos transfigurados por la potente luz;en algunos retratos donde a través de los ojos se nos revela la invisible interioridad; en los pequeños bocetos,fragmentos de algunas grandes obras,cuya impronta prolonga imponderables encuentros;en esos pequeños registros que tal vez para el artista habrán sido apuntes menores pero que hoy se recortan con una nítida singularidad inscribiéndose con total vigencia en nuestra modernidad.En algún párrafo anterior,evocando el autorretrato escribí “magia de la pintura” y quiero aclararlo: me refiero a una condición que,con absoluta solvencia,está presente en toda su obra: el arte de evocar con una sola materia (la pintura al óleo) las cosas tangibles e intangibles del mundo: lo duro,lo blando,la naturaleza orgánica y lo inorgánico,la humanidad y sus infinitas líneas de fuga,tanto en la luz como en la sombra,la cóncava bóveda del cielo y la azarosa tierra;un mundo de representaciones que tiene sus propias leyes,sus propios ritmos y que cuando se hacen visibles con obstinado rigor como en la obra de Antonio Alice,nos asegura la supervivencia del arte argentino –más allá de las efímeras modas –para afirmar una sensible verdad permanente.
(Fuente: Raúl Santana/Universidad Católica Argentina/Pabellón de Bellas Artes/Gran Canciller S.E.R.Cardenal Jorge Bergoglio/Rector Mons. Dr. Alfredo Zecca/4-2004).
-Antonio Alice: Una muestra del artista que retrató a José de San Martín
Autor de las escenas históricas más difundidas.Su retrato de San Martín anciano permanece como un ícono de la historia.Ante el autorretrato de 1919 donde fuma un cigarrillo,con un jarrón de rosas y el óleo que le dedicó a San Martín como fondo,habría que preguntarse si Antonio Alice (1886-1943) fue sólo el pintor de escenas históricas argentinas.La primera respuesta es que sí: su “Muerte de Güemes” fue medalla de oro en el Salón del Centenario en 1910 y hoy está en la Legislatura de Salta,”Los Constituyentes de 1853″ está en el Congreso,en el Salón de los Pasos Perdidos.Su “Argentina,tierra de promisión” se ve en el Palacio de Correos y el famoso “San Martín en Boulogne Sur Mer” está en el Instituto Bernasconi de Parque Patricios.La segunda respuesta es que Antonio Alice fue también un retratista más íntimo,como lo demuestra el contrapunto entre los dos retratos pequeños de Julio Roca que pintó en 1912 y el óleo de grandes dimensiones que le dedicó en 1939,donde su personaje parece un lord inglés.En los retratos pequeños,Roca se ve frágil,más humano.Tanto que uno podría conectarlo con esos retratos que Alice hizo de sus padres, como “Visión de mi madre”. Hay un Alice menos académico en las imágenes de “La Ventana de mi Pieza”;”Día de Lluvia” o “Figura y Silla: “La Paloma”.Son estos contrapuntos los que atraen en la muestra “Presencia de Antonio Alice”,que se puede ver en el Pabellón de Bellas Artes de la Universidad Católica.”Creo que Alice es un maestro oculto de los argentinos,un buen retratista y paisajista que deberíamos recuperar sin solemnidad”,dice la curadora Cecilia Cavanagh.Setenta obras de Alice,en su mayoría óleos pero también dibujos,permiten volver de otra manera sobre el trabajo de este artista,olvidado a fuerza de verlo en los manuales escolares….Los festejos del Centenario de 1910 lo vieron consagrarse en Buenos Aires como pintor de escenas históricas.Hasta su muerte iba a recibir encargos oficiales en esa línea: en la exposición de la UCA,una foto lo muestra junto al presidente Agustín P. Justo y el historiador Ricardo Levene en 1934,con el fondo de la monumental tela “Los Constituyentes de 1853”.Ese trabajo le llevó doce años: Alice trabajó con un diorama,un pequeño escenario con esculturas de cada personaje,estudiando el efecto de luz de las velas.
Alice fue una celebridad artística en su tiempo.Había ganado el primer premio en el primer Salón Nacional,el de 1911,con “Retrato de Señora”,hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes.Con otro óleo, “Confesión”,ganó una medalla de plata en el Salón de Artistas Franceses de 1914.En 1915,con esta misma obra, ganó la medalla de honor de la Exposición Universal de San Francisco, California.Miembro fundador del Instituto Sanmartiniano en 1933,docente en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en la Universidad de La Plata,Alice fue un artista académico que creía en la pintura como ilustración de un argumento. Pero hay otro Alice,el de las figuras apenas esbozadas y la pintura al aire libre,el de los paisajes de la costa rioplatense,el retratista de sus seres queridos.Es un descubrimiento que vale la pena hacer.(Clarín 1-4-2004)
Sr.Somma.Muy bueno lo suyo. Antonio Alice fue también el autor del oleo que inspiró al gran escultor Luis Perlotti para la realización de la escultura del Gral San Martín en la plaza que lleva el mismo nombre, frente a la Municipalidad. El escultor sólo varió la forma de la capa que cubre a nuestro prócer. Lo hizo para proteger la establilidad del monumento frente a los fuertes vientos. Saludos. Arodin Valcarce
agradezco toda publicacion de mi tio abuelo
seria un placer conocerlo Licenciado
eduardo fabian alice