Panorámica de la antigua Rambla Bristol desde la famosa marquesina del café La Brasileña. Del libro “Las Viejas Ramblas”, Fundación Banco de Boston, impreso en 1990. Aporte de José Alberto Lago.
Veraneos Marplatenses
de 1887 a 1923
Elvira Aldao
“En un día de cielo gris y pálido- de ese verano de 1923- los tonos grisáceos del mar eran de una exquisita suavidad y cielo y mar confundíanse en una armonía desvanecente. El aire era calmo. El mar, con serenidad de lago, arrojaba sus olas mansas sobre los innumerables bañistas que, vistos en conjunto, se reducían a grandes puntos negros. En el fondo desvaído de los grises matizados, en gradaciones apenas perceptibles, destacábase el mundo bullente de la playa Bristol, esparcido en las aguas, las arenas y la rambla – en sus dos formas: bajo techo y bajo cielo.
…En la rambla, el gentío aglomerado tras las columnas de la extensa galería, cuando abrasa el sol, se esparce en ese día de nublado suave en la ampliación de la rambla abierta, -cual se desparrama en las tardes y en los anocheceres-. Y en las dos partes que forman el todo, la multitud pasea en vaivén contínuo ante las filas compactas de la concurrencia, que reposa en los sillones de mimbre de los balnearios y en sus espaciosas plataformas intercaladas éstas entre las vitrinas de las sucursales del alto comercio bonaerense. De todo hay en la rambla: desde la últimas novedades de las modas parisinas, preciosas joyas y todas las fantasías deseables, hasta la pequeña baratija. Lujosas bombonerías ofrendan sus exquisitos bombones y se exponen las mas bellas flores y las frutas más jugosas. En las confiterías – que desbordan sus mesitas sobre la rambla-, los aperitivos se acompañan con todo género de sandwiches o con empanaditas calientes. Los más parcos se contentan con doradas enroscadas papas fritas y con verdes y amargas aceitunas.
Las grandes empresas periodísticas de la Capital tienen también ahí sus elegantes instalaciones, puntos de reunión de su personal y de sus lectores. En las mañanas y en las tardes se agrupan éstos en las puertas para leer los telegramas, adheridos en sus cristales, con noticias de última hora de todas las partes del mundo. Hoy por hoy la ocupación de Ruhr por la Bélgica y la Francia es lo que más interesa de las noticias internacionales: la inmensa mayoría la encuentra justificada.
Y en los extremos de la rambla, abren de par en par sus entradas dos clubs aristocráticos, el más amplio para damas y caballeros, y solo para estos últimos el más reducido. Este, en su salón del frente, abierto en gran arcada sobre alto nivel y separado de la rambla por la balconada de hierro, acoge a sus socios -donde exhíbense como en palco avant-scène- y recostados en cómodos sillones, se solazan con el doble espectáculo de la gente que pasa y del mar infinito o abandonan la actitud contemplativa para conversar largamente, -conversaciones graves, al parecer; o dirígense mutuamente preguntas y respuestas rápidas, cual dardos que no hieren por la animación que provocan. Este club recuerda a los clubes sevillanos, diseminados y expuestos al público en la típica calle de las Sierpes y en otros puntos centrales de la morisca Sevilla.
La rambla, a pesar de considerarse construcción pesada, es monumental y es original – no tiene comparación con las similares de las playas europeas-. Su alta construcción la separa de la tierra para aislarla frente al mar. Solamente por las columnatas de sus dos principales entradas -que las escoltan los altos pabellones- y por el arco esbelto de su entrada central divísanse, por un lado, algunos de los grandes chalets del Bulevar Marítimo, y por el otro, el espaciado edificio del Grand Hotel Bristol, ubicado tras la plaza en cuyo centro se eleva la estatua de Peralta Ramos, entre céspedes y arborescencias. Peralta Ramos comparte con Luro el honor de la fundación de Mar del Plata.
También se vislumbran -cual bellos paisajes enmarcados por las columnas- la arboleda de la Plaza Colón y un buen retazo de las platabandas floridas del paseo General Paz. Pero desde el centro de la rambla domínase únicamente la ondulada Loma, en la cual se han trepado magníficas villas particulares, apiñadas en pintoresca policromía. La aguda flecha gótica del templo Stella Maris, perfilada en las claridades del ambiente, parece proteger al barrio aristocrático.”
La decisión de remplazar la antigua rambla por otros edificios e instalaciones habrá sido cuidadosamente estudiada por los funcionarios de entonces, pensando quizá sólo en aquel presente de la gran ciudad-balneario. Hubiera sido lindo que conservaran algún vestigio de esas hermosas obras de arquitectura del conjunto que demolieron, por ejemplo la marquesina de esta imagen, o alguna de las cúpulas, o parte de las galerías o de sus columnatas. Ahora sólo podemos disfrutarlas gracias a fotografías como las enviadas por el señor Lago.
Sra. Cristina. Gracias por engalanar esta foto por medio de una escritura del año 1923 que me dice con lujo detalles de lo que se vivía diariamente en las temporadas de la Rambla Bristol. Atte. la saluda Atte. José Alberto Lago.
En el epígrafe podemos agregar…-La Marquesina de la “Confitería La Brasileña” frente a la pasarela Norte de la Rambla Brístol.Detrás se pueden ver los “vitraux” de una de la cuatro grandes cúpulas que coronaban otros tantos pabellones abiertos a la “Promenade” -.
Veraneos Marplatenses
de 1887 a 1923
Elvira Aldao
“En un día de cielo gris y pálido- de ese verano de 1923- los tonos grisáceos del mar eran de una exquisita suavidad y cielo y mar confundíanse en una armonía desvanecente. El aire era calmo. El mar, con serenidad de lago, arrojaba sus olas mansas sobre los innumerables bañistas que, vistos en conjunto, se reducían a grandes puntos negros. En el fondo desvaído de los grises matizados, en gradaciones apenas perceptibles, destacábase el mundo bullente de la playa Bristol, esparcido en las aguas, las arenas y la rambla – en sus dos formas: bajo techo y bajo cielo.
…En la rambla, el gentío aglomerado tras las columnas de la extensa galería, cuando abrasa el sol, se esparce en ese día de nublado suave en la ampliación de la rambla abierta, -cual se desparrama en las tardes y en los anocheceres-. Y en las dos partes que forman el todo, la multitud pasea en vaivén contínuo ante las filas compactas de la concurrencia, que reposa en los sillones de mimbre de los balnearios y en sus espaciosas plataformas intercaladas éstas entre las vitrinas de las sucursales del alto comercio bonaerense. De todo hay en la rambla: desde la últimas novedades de las modas parisinas, preciosas joyas y todas las fantasías deseables, hasta la pequeña baratija. Lujosas bombonerías ofrendan sus exquisitos bombones y se exponen las mas bellas flores y las frutas más jugosas. En las confiterías – que desbordan sus mesitas sobre la rambla-, los aperitivos se acompañan con todo género de sandwiches o con empanaditas calientes. Los más parcos se contentan con doradas enroscadas papas fritas y con verdes y amargas aceitunas.
Las grandes empresas periodísticas de la Capital tienen también ahí sus elegantes instalaciones, puntos de reunión de su personal y de sus lectores. En las mañanas y en las tardes se agrupan éstos en las puertas para leer los telegramas, adheridos en sus cristales, con noticias de última hora de todas las partes del mundo. Hoy por hoy la ocupación de Ruhr por la Bélgica y la Francia es lo que más interesa de las noticias internacionales: la inmensa mayoría la encuentra justificada.
Y en los extremos de la rambla, abren de par en par sus entradas dos clubs aristocráticos, el más amplio para damas y caballeros, y solo para estos últimos el más reducido. Este, en su salón del frente, abierto en gran arcada sobre alto nivel y separado de la rambla por la balconada de hierro, acoge a sus socios -donde exhíbense como en palco avant-scène- y recostados en cómodos sillones, se solazan con el doble espectáculo de la gente que pasa y del mar infinito o abandonan la actitud contemplativa para conversar largamente, -conversaciones graves, al parecer; o dirígense mutuamente preguntas y respuestas rápidas, cual dardos que no hieren por la animación que provocan. Este club recuerda a los clubes sevillanos, diseminados y expuestos al público en la típica calle de las Sierpes y en otros puntos centrales de la morisca Sevilla.
La rambla, a pesar de considerarse construcción pesada, es monumental y es original – no tiene comparación con las similares de las playas europeas-. Su alta construcción la separa de la tierra para aislarla frente al mar. Solamente por las columnatas de sus dos principales entradas -que las escoltan los altos pabellones- y por el arco esbelto de su entrada central divísanse, por un lado, algunos de los grandes chalets del Bulevar Marítimo, y por el otro, el espaciado edificio del Grand Hotel Bristol, ubicado tras la plaza en cuyo centro se eleva la estatua de Peralta Ramos, entre céspedes y arborescencias. Peralta Ramos comparte con Luro el honor de la fundación de Mar del Plata.
También se vislumbran -cual bellos paisajes enmarcados por las columnas- la arboleda de la Plaza Colón y un buen retazo de las platabandas floridas del paseo General Paz. Pero desde el centro de la rambla domínase únicamente la ondulada Loma, en la cual se han trepado magníficas villas particulares, apiñadas en pintoresca policromía. La aguda flecha gótica del templo Stella Maris, perfilada en las claridades del ambiente, parece proteger al barrio aristocrático.”
http://www.coleccionlasantiguas.blogspot.com
La decisión de remplazar la antigua rambla por otros edificios e instalaciones habrá sido cuidadosamente estudiada por los funcionarios de entonces, pensando quizá sólo en aquel presente de la gran ciudad-balneario. Hubiera sido lindo que conservaran algún vestigio de esas hermosas obras de arquitectura del conjunto que demolieron, por ejemplo la marquesina de esta imagen, o alguna de las cúpulas, o parte de las galerías o de sus columnatas. Ahora sólo podemos disfrutarlas gracias a fotografías como las enviadas por el señor Lago.
Sra. Cristina. Gracias por engalanar esta foto por medio de una escritura del año 1923 que me dice con lujo detalles de lo que se vivía diariamente en las temporadas de la Rambla Bristol. Atte. la saluda Atte. José Alberto Lago.
En el epígrafe podemos agregar…-La Marquesina de la “Confitería La Brasileña” frente a la pasarela Norte de la Rambla Brístol.Detrás se pueden ver los “vitraux” de una de la cuatro grandes cúpulas que coronaban otros tantos pabellones abiertos a la “Promenade” -.