La escritora Claudia Piñeiro junto a su padre durante uno de los veraneos de su infancia. La foto, compartida por la propia escritora, ilustró un artículo editado en el suplemento aniversario de La Capital del 25 de mayo de 2014. Lo transcribimos a continuación:
Claudia Piñeiro
“Es inevitable invadirme de recuerdos”
La relación entre la escritora Claudia Piñeiro y Mar del Plata se remonta a los años de su infancia, cuando pasaba las vacaciones con sus padres. Ya más grande la siguió visitando con sus hijos. E incluso la incorporó en sus ficciones.
Claudia Piñeiro es la escritora contemporánea más exitosa de la Argentina. Y es además una de las más vendidas en todo el mercado de habla hispana, pese a que como suele decir tiene tres irreparables defectos: es mujer, novelista policial y best seller. Y aunque sus libros más encumbrados ocurren en los exclusivos countries de Buenos Aires, un mundo casi ajeno a Mar del Plata, tiene con esta ciudad un vínculo muy estrecho. Tan así es que su última novela, “Un comunista en calzoncillos” tiene como foto de tapa una imagen suya, cuando era una niña, acompañada por su padre en Punta Mogotes.
“Mar del Plata está en todos como una construcción imaginaria muy cercana. Es parte de los argentinos y es parte de mi infancia, sin dudas”, avisa por teléfono cuando se la consulta. Y lo sostiene con firmeza porque fue Mar del Plata el lugar de veraneo de su familia desde siempre.
-¿Cuál es el recuerdo más remoto que tenés de Mar del Plata?
-Una discusión muy fuerte entre mi papá y mi mamá en un chalet que alquilábamos en el bosque de Peralta Ramos. Mi abuela y yo nos encerramos en mi habitación y empezamos a armar algo con las piezas de algo parecido a un Lego haciendo como que no escuchabamos los gritos, aunque las dos estábamos atentas a ellos.
-¿Cómo entendés a Mar del Plata desde su aporte a la nostalgia de los argentinos?
-Yo veranee todo mi infancia y mi adolescencia, en Mar del Plata, no había ningún otro lugar posible para ir, a mi padre le gustaba la playa con ciudad, ver gente, que haya movimiento, y bañarse en el mar. Con mi familia de origen mi vínculo fue ese. Con mis hijos hemos ido varias veces pero a pasar fines de semana fuera de temporada, huyendo del gentío de verano. Con mi pareja actual Mar del Plata es el primer viaje que hicimos juntos y volvemos siempre que podemos.
-¿Qué te sugiere Mar del Plata fuera de temporada?
-La época más linda, para caminar por la rambla de Playa Grande al Torreón y viceversa.
-Los íconos culturales de Mar del Plata hacen de esta ciudad una ciudad popular más que exclusiva. ¿Lo ves de esa manera?
-Puede ser, pero también era el lugar donde veraneaban Silvia Ocampo y Bioy, y fue destino de veraneo de muchas familias aristocráticas, creo que Mar del Plata de para todo, es inmensa en muchos sentidos.
-En tu etapa de contadora pública, tuviste alguna trabajo en la ciudad?
-No, ninguno, pero hace un año me invitaron a dar una charla en el Coloquio de Idea y allí me encontré con muchos amigos que trabajan conmigo en Arthur Andersen, un estudio de auditoría que hoy es Ernst and Young
-¿Tus visitas más recientes se vinculan a la literatura solamente?
-Presenté casi todas mis novelas en Mar del Plata, fui a las ediciones del festival Azabache pero también la elegí como destino turístico de fin de semana, con mi pareja, con amigas, con mis hijos. Para ni generación representa las vacaciones en familia, las primeras vacaciones solos, la primera vez en el casino, la primera vez en un boliche, demasiados recuerdos llenos de nostalgia y cariño como para no quererla
-¿Cuál es la anécdota que más recordás?
-En una de las primeras vacaciones solas con amigas, quisimos hacer dedo para que alguien nos llevara a la playa Guillermo donde la familia de otra amiga tenía carpa. La calle estaba dura y nadie paraba, era como las once de la mañana. De pronto una de mis amigas, la más mandada, se da cuenta que el auto que se detuvo en el semáforo de avenida Colón y Buenos Aires era el del cómico Mario Sanchez: “Mario somos admiradoras tuyas, nos llevas?” . Y Mario nos llevó, a pesar de que estábamos muy lejos de su destino. El chabón y su cara indicaban que para él recién terminaba la noche. A poco de andar nos dimos cuenta que estaba un poco perdido, nos preguntaba dos o tres veces las mismas cosas, estaba cansado, no coordinaba, el volvía a dormir a su departamento céntrico y nosotras lo llevamos casi hasta el Faro. Se metió por el bosque de Peralta Ramos para cortar camino, los reflejos no funcionaron con tanto sueño y chocamos. Mario quedó allí, esperando un remolque y nosotras nos fuimos caminando, silbando bajito, desde el medio de bosque hasta Mariano, imaginándonos cuánto se habrá acordado de nosotras Mario cuando descansara y volviera a tener consciencia de sus actos.
Un texto
Fragmento de un texto escrito por Claudia Piñeiro para Telam en ocasión de venir a Mar del Plata a participar del Congreso Iberoamericano de Cultura:
Cada vez que llego a Mar del Plata quedo atrapada en la evocación.
Es que en los veranos de mi infancia y de mi adolescencia, si mis padres nos podían llevar de vacaciones, el destino siempre era ése.
Recuerdo que las primeras veces, cuando teníamos una situación económica más holgada, mi padre alquilaba una casa en el bosque de Peralta Ramos, llevábamos a mis abuelos maternos y tomábamos una carpa en algún balneario cerca del faro.
Después de que mi padre lidió con algunos tropiezos laborales, y fue vencido, seguimos yendo a Mar del Plata pero a departamentos de dos ambientes, en el centro, con camas y vajilla para cuatro, que él alquilaba recorriendo meticulosamente los avisos clasificados.
A los cuatro, mis padres, mi hermano y yo, nos preocupaba qué podíamos encontrar al ver el lugar alquilado en vivo y en directo.
Pero aunque la decepción fuera extrema nunca decíamos nada. Cuando empezamos a alquilar en el centro, además del tipo de vivienda cambiamos las playas de Punta Mogotes por La Bristol, una playa que mi padre siempre había despreciado por la falta de espacio o el exceso de gente o ambos.
Seguramente la despreciaba también cuando íbamos, pero ya no lo dijo más; parte constitutiva de su cultura de inmigrante era ponerle el pecho a la adversidad sin quejarse.
El primer día, después de que llegábamos y nos instalábamos, mi padre compraba una sombrilla barata, una lona, y allá íbamos, como si nos gustara.
Después de cruzar la rambla, mi hermano y yo bajábamos las escaleras y nos adelantábamos por el camino angosto de listones de madera para buscar un lugar libre, algo que no era fácil.
Mirábamos a un lado, al otro y como cuando Rodrigo de Triana gritó ¡Tierra!, así nosotros gritábamos: ¡Allá!, y señalábamos el lugar a colonizar.
Un cuadrado de arena de un metro por un metro, donde mi papá clavaba la sombrilla con una técnica muy estudiada (clavar, inclinar, girar en el sentido de las agujas del reloj, enderezar, tapar) que garantizaba, según él, que la sombrilla recién comprada no se volaría con el viento.
Luego extendía la lona, se sentaba en la sombra con las rodillas replegadas y miraba el mar. Callado.
Su cara no era de placer sino de deber cumplido, no decía nada pero era como si de alguna manera nos estuviera diciendo: “Ahí está, ahí tienen su arena, ahora jódanse y disfruten”.
En Mar del Plata me es inevitable invadirme de este tipo de recuerdos. Y que esos recuerdos se instalen alrededor de mí y me vengan una y otra vez hasta el día en que me voy.
A veces me persiguen por la ruta 2 y, aún de regreso, se quedan conmigo un tiempo más.
CLAUDIA ; UN COMUNISTA Y MAR DEL PLATA.
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Claudia Piñeiro novela su pasado en “Un comunista en calzoncillos”.
Marcada por la historia de su país, Argentina, la escritora Claudia Piñeiro, devuelve una mirada a su pasado, a su infancia y adolescencia, en “Un comunista en calzoncillos”, una novela con tintes autobiográficos, “pero con todas las mentiras necesarias para que merezca la pena ser leída”.
“Los escritores tenemos la posibilidad de cambiar esas cosas, esas que, cuando contamos algo real, no tendrían que ser dramáticas. A veces los personajes no tienen un aspecto dramático interesante y hay que dárselo”, explicó Piñeiro a Efe en una entrevista en Buenos Aires.
Pero en “Un comunista en calzoncillos” (Alfaguara, 2013), la escritora pone “claramente por delante” lo autobiográfico, más que en sus anteriores novelas, aunque también aparecen cosas que son ficción y que nunca sucedieron.
En la novela, que presentó hace unas semanas en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Piñeiro recupera la memoria de “la ruptura entre la infancia y la adolescencia”, una etapa de la vida de la protagonista en la que la relación con su padre alcanzó “la máxima complicidad”.
Padre e hija aparecen en la fotografía que ilustra la portada del libro, en una imagen retrospectiva en la que sonríen alegres saliendo del mar, tomados de la mano, durante unas vacaciones en la ciudad costera de MAR DEL PLATA.
“La relación de la niña con su padre marca una parte de la novela, que se compone de dos rupturas paralelas: la humana y la histórica, la del paso de la democracia a la dictadura militar argentina, una etapa llena de contradicciones”, indica Piñeiro.
Entre diciembre de 1975 a junio de 1976, el relato gira en torno a la ideología del padre, “un hombre que se decía comunista, a pesar de no ser ni militante ni revolucionario, ni nada”, y al choque que constituye para la protagonista el ir descubriendo que fuera de su casa había gente que pensaba de otra manera.
“Él decía que tenía esa ideología, pero se quedaba en su casa, en calzoncillos -de ahí el título del libro-, tomando mate y comiendo”, señala la escritora.
Mientras la relación entre hija y padre se va fortaleciendo, la pequeña se enfrenta a las contradicciones de una sociedad en la que los secretos, la censura y las sospechas crecen día a día entre los vecinos del pueblo de Burzaco, su pueblo natal, en la periferia sur de Buenos Aires.
El país vive, mientras tanto, la caída del Gobierno de Isabel Perón, el 24 de marzo de 1976, y la llegada al poder del dictador Jorge Rafael Videla.
“Me sorprendió que la publicación del libro haya casi coincidido con la muerte de Videla. Me impresionó por esas cosas del azar”, señala Piñeiro, quien asegura que recibió la noticia del fallecimiento del exdictador con “satisfacción”.
“No la viví con alegría, porque nadie se alegra de la muerte de nadie, pero sí con la satisfacción de que muriera en prisión, cumpliendo una condena por los crímenes que había cometido y habiendo sido juzgado”, puntualiza.
Para Piñeiro, “la historia de un país influye absolutamente en un escritor, aunque haya algunos que digan que no”.
“Nosotros estamos en un país que tenemos esa marca, y lo que somos hoy es producto de lo que hemos vivido en años anteriores. Me parece imposible escaparse para escribir de los hechos trascendentales de la historia de Argentina. Es muy difícil aislarte”, asegura.
Autora de títulos como “Las viudas de los jueves”, Premio Clarín de Novela en 2005, “Tuya” (Alfaguara, 2008) o “Las grietas de Jara” (Alfaguara, 2009), Piñeiro ha llevado ya “Un comunista en calzoncillos” hasta España.
“Allí salió hace poquito y hay alguna posibilidad de ir a Galicia a presentarla, porque en ella hay muchas cosas que tienen que ver con esa tierra, ya que mis padres vienen de allí. Pero todavía no están cerradas las fechas”, explica.
En América Latina, la escritora visitará próximamente la Feria del Libro de Bolivia, “y seguramente después vendrán otros países latinoamericanos”.
POR : Alida Juliani Sánchez
EN : teinteresa.es
PORTADA DE “UN COMUNISTA EN CALZONCILLOS” :
http://img-tmk.tematika.com/tapas/sitio/564618g0.jpg
Prof. Julián Mendozzi.