GIGLIO ; UN CÉLEBRE APELLIDO EN EL MUNDO DE LOS GUARDAVIDAS MARPLATENSES.
El guardián de la playa
“Los guardavidas tienen su propia leyenda en Mar del Plata. Desde el famoso Negro Pescador hasta don Florindo Giglio,” estos guardianes del mar forman parte de la mejor cara de nuestra ciudad.
Los rayos tibios del sol ya invadieron de luminosidad todo el paisaje de la playa y también se clavan despiadados sobre los altos edificios de la costa. Es temprano y la arena, en la que hoy no descansa casi nadie, se apresta en unos días más a ser invadida por quienes eligen estas playas para pasar sus vacaciones y dorar su anatomía, cerca del centro, sin perder de vista el Hotel Provincial o el Casino.
Florindo Giglio está por demás acostumbrado a estos primeros días de temporada en los que la rutina es tranquila y se puede tomar sol a gusto, recostado en una reposera. El hombre no es turista, no; es guarda-vidas y uno muy especial.
Tiene 67 años y ésta será la cuadragésimo séptima temporada con el salvavidas bajo el brazo, el silbato colgado del cuello, la descolorida malla azul y el mismo papel que le asignan los turistas que están bajo su cuidado: el de patrón de la playa. “Vengo de una familia de guardavidas. Mi hermano Luis entró en 1936 como profesor de natación en la pileta de la rambla vieja. José empezó en la Playa Popular en 1947 y el finado Alfredo, el boxeador, por esos años también se sumó a la actividad”, cuenta Florindo, el menor de once hermanos. O mejor dicho, Floro, como lo bautizaron ni bien pisó la arena hace casi medio siglo atrás.
“También, con ese nombre…”, sonríe entre mate y casa, y, por ahora, lejos del mar.
“A la rosca (salvavidas) la agarré por primera vez para trabajar en serio, en la temporada 49/50. Antes iba a la playa pero para estar con mis hermanos. Ellos me enseñaron todos los secreto-del oficio: cómo agarrar y de dónde a la persona que se está ahogando, cómo tranquilizarla, cómo llevarla hasta la orilla, la respiración boca a boca, muchas cosas…”, dice el benjamín de una familia de lobos de mar. Hoy, como desde el principio 47 temporadas atrás, el popular Floro custodia las aguas que chocan contra el espigón N°4, a pasos del Hotel Provincial. Aprendió a nadar en el Arroyo Las Cha-cuando la flecha líquida todavía surcaba de cara al cielo la ciudad.
MEMORIAS DE UN VETERANO
Con sesenta y siete eneros a cuestas, Fioro es el guardavidas más antiguo en actividad que hay en toda la costa marplatense. “Si el presidente, que tiene mi edad, no se siente viejo, yo le voy a meter pata hasta el 2014, como dice ¿bromea Giglio sobre la persona con la que compartió más de una tarde de sol y truco a fines de los setenta, cuando el otro era un preso político que pensaba más en su libertad que en la reelección?
Su rosario de anécdotas, como las marcas que dejó el mar en su cuerpo, es casi innumerable. “Fui testigo de la primera mujer que usó una bikini en Mar del Plata; fue una tarde de 1956 en el bar Carlitos. ¡No sabes el lío que se armó…!”. Este hombre de piel firme, musculoso y abuelo de Laura —”la única mujer que me enloqueció en mi vida”, según dice—, cuando desplaza su figura en la playa genera un singular respeto y admiración. “He cosechado muchos amigos a lo largo de todos estos años. Me ha venido a saludar gente a la que le enseñé a nadar hace como treinta años, acompañados de sus hijos. Me llena de satisfacción porque significa que lo que uno hace le sirve a los demás y lo valoran, y no hablo de salvar a alguien que se está ahogando, hablo de un hecho tan simple como enseñar a nadar”.
Pero, ¿cuándo fue la última vez que se tiró al agua para un rescate?
Por primera vez en la entrevista, la sonrisa se borra de la cara de Floro. Acusa el impacto. Pero saca fuerzas y contraataca. “Trabajo a la par de mis compañeros.
Y si tengo que tirarme al agua, me ti ro. No tengo ningún problema”.
El lobo de mar está herido en su amor propio y las palabras salen de su boca como truenos. “Soy el primero en hacer las pruebas anuales de revalidación, no quiero que nadie piense que soy un guardavidas de arena. Saben que a mi no me tienen que pedir velocidad, porque ya no la tengo, pero me sobra experiencia, algo fundamental en esta profesión”.
Floro se calma. Su voz recupera el tono amable y hasta confianzudo. El sabe y está acostumbrado a los triunfos. Su vida parece estar abrazada a la victoria. A lo largo de casi cinco décadas, le ha arrebatado más de tres mil vidas al gigante que vigila de sol a sol.
LA PASIÓN DEL MAR
Después de casi medio siglo tan cerca, para Giglio el mar es más que el cordón umbilical que lo une tres meses al año. “Es una necesidad irresistible. No concibo la vida sin el mar, sin visitarlo y mirarlo con la vista fija para estudiarlo un poco más” a las olas y a la espuma del mar. Las páginas más importantes de la historia de su vida están mojadas por el agua salada. “En invierno anduve varios años en lanchas pesqueras, por lo que al mar lo conozco muy bien. Cuando llegue la hora del retiro, me va a costar irme, me va a tirar…”, confiesa Giglio, quien para mantenerse, cuando el sol se aplaca en invierno, se viste de pintor. Y eso a pesar de que es uno de los devotos del dicho: **E1 guardavidas nada (verbo) en verano y nada (adverbio de negación) en invierno”.
Aunque conoce el mar como nadie, aclara que para prevenir accidentes lo fundamental es no darle ninguna ventaja. “Tenes que tener los ojos siempre puestos en el agua. Si lo controlas, sabes quién pude llegar a tener problemas, quién no va a poder salir. Ahí con un toque de silbato lo manejas. Claro que esto no te llega solo, son años de experiencia. Lo que le falta a los más jóvenes, a esos rápidos y musculosos”, ironiza. Y aunque le falta poco para el retiro, por supuesto que Floro ni piensa en la posibilidad de quedarse sin mar. Es un tesoro que vigila desde hace 47 años, con alegrías y tristezas. ” “Y sí —asegura—. Sin el mar cerca, yo no puedo vivir”.
Si habre nadado con Floro, mi papa era el administrador del Balneario No.2 de la Bristol por 18 años y yo naci practicamente ahi..que hermoso recuerdo…!
GIGLIO ; UN CÉLEBRE APELLIDO EN EL MUNDO DE LOS GUARDAVIDAS MARPLATENSES.
El guardián de la playa
“Los guardavidas tienen su propia leyenda en Mar del Plata. Desde el famoso Negro Pescador hasta don Florindo Giglio,” estos guardianes del mar forman parte de la mejor cara de nuestra ciudad.
Los rayos tibios del sol ya invadieron de luminosidad todo el paisaje de la playa y también se clavan despiadados sobre los altos edificios de la costa. Es temprano y la arena, en la que hoy no descansa casi nadie, se apresta en unos días más a ser invadida por quienes eligen estas playas para pasar sus vacaciones y dorar su anatomía, cerca del centro, sin perder de vista el Hotel Provincial o el Casino.
Florindo Giglio está por demás acostumbrado a estos primeros días de temporada en los que la rutina es tranquila y se puede tomar sol a gusto, recostado en una reposera. El hombre no es turista, no; es guarda-vidas y uno muy especial.
Tiene 67 años y ésta será la cuadragésimo séptima temporada con el salvavidas bajo el brazo, el silbato colgado del cuello, la descolorida malla azul y el mismo papel que le asignan los turistas que están bajo su cuidado: el de patrón de la playa. “Vengo de una familia de guardavidas. Mi hermano Luis entró en 1936 como profesor de natación en la pileta de la rambla vieja. José empezó en la Playa Popular en 1947 y el finado Alfredo, el boxeador, por esos años también se sumó a la actividad”, cuenta Florindo, el menor de once hermanos. O mejor dicho, Floro, como lo bautizaron ni bien pisó la arena hace casi medio siglo atrás.
“También, con ese nombre…”, sonríe entre mate y casa, y, por ahora, lejos del mar.
“A la rosca (salvavidas) la agarré por primera vez para trabajar en serio, en la temporada 49/50. Antes iba a la playa pero para estar con mis hermanos. Ellos me enseñaron todos los secreto-del oficio: cómo agarrar y de dónde a la persona que se está ahogando, cómo tranquilizarla, cómo llevarla hasta la orilla, la respiración boca a boca, muchas cosas…”, dice el benjamín de una familia de lobos de mar. Hoy, como desde el principio 47 temporadas atrás, el popular Floro custodia las aguas que chocan contra el espigón N°4, a pasos del Hotel Provincial. Aprendió a nadar en el Arroyo Las Cha-cuando la flecha líquida todavía surcaba de cara al cielo la ciudad.
MEMORIAS DE UN VETERANO
Con sesenta y siete eneros a cuestas, Fioro es el guardavidas más antiguo en actividad que hay en toda la costa marplatense. “Si el presidente, que tiene mi edad, no se siente viejo, yo le voy a meter pata hasta el 2014, como dice ¿bromea Giglio sobre la persona con la que compartió más de una tarde de sol y truco a fines de los setenta, cuando el otro era un preso político que pensaba más en su libertad que en la reelección?
Su rosario de anécdotas, como las marcas que dejó el mar en su cuerpo, es casi innumerable. “Fui testigo de la primera mujer que usó una bikini en Mar del Plata; fue una tarde de 1956 en el bar Carlitos. ¡No sabes el lío que se armó…!”. Este hombre de piel firme, musculoso y abuelo de Laura —”la única mujer que me enloqueció en mi vida”, según dice—, cuando desplaza su figura en la playa genera un singular respeto y admiración. “He cosechado muchos amigos a lo largo de todos estos años. Me ha venido a saludar gente a la que le enseñé a nadar hace como treinta años, acompañados de sus hijos. Me llena de satisfacción porque significa que lo que uno hace le sirve a los demás y lo valoran, y no hablo de salvar a alguien que se está ahogando, hablo de un hecho tan simple como enseñar a nadar”.
Pero, ¿cuándo fue la última vez que se tiró al agua para un rescate?
Por primera vez en la entrevista, la sonrisa se borra de la cara de Floro. Acusa el impacto. Pero saca fuerzas y contraataca. “Trabajo a la par de mis compañeros.
Y si tengo que tirarme al agua, me ti ro. No tengo ningún problema”.
El lobo de mar está herido en su amor propio y las palabras salen de su boca como truenos. “Soy el primero en hacer las pruebas anuales de revalidación, no quiero que nadie piense que soy un guardavidas de arena. Saben que a mi no me tienen que pedir velocidad, porque ya no la tengo, pero me sobra experiencia, algo fundamental en esta profesión”.
Floro se calma. Su voz recupera el tono amable y hasta confianzudo. El sabe y está acostumbrado a los triunfos. Su vida parece estar abrazada a la victoria. A lo largo de casi cinco décadas, le ha arrebatado más de tres mil vidas al gigante que vigila de sol a sol.
LA PASIÓN DEL MAR
Después de casi medio siglo tan cerca, para Giglio el mar es más que el cordón umbilical que lo une tres meses al año. “Es una necesidad irresistible. No concibo la vida sin el mar, sin visitarlo y mirarlo con la vista fija para estudiarlo un poco más” a las olas y a la espuma del mar. Las páginas más importantes de la historia de su vida están mojadas por el agua salada. “En invierno anduve varios años en lanchas pesqueras, por lo que al mar lo conozco muy bien. Cuando llegue la hora del retiro, me va a costar irme, me va a tirar…”, confiesa Giglio, quien para mantenerse, cuando el sol se aplaca en invierno, se viste de pintor. Y eso a pesar de que es uno de los devotos del dicho: **E1 guardavidas nada (verbo) en verano y nada (adverbio de negación) en invierno”.
Aunque conoce el mar como nadie, aclara que para prevenir accidentes lo fundamental es no darle ninguna ventaja. “Tenes que tener los ojos siempre puestos en el agua. Si lo controlas, sabes quién pude llegar a tener problemas, quién no va a poder salir. Ahí con un toque de silbato lo manejas. Claro que esto no te llega solo, son años de experiencia. Lo que le falta a los más jóvenes, a esos rápidos y musculosos”, ironiza. Y aunque le falta poco para el retiro, por supuesto que Floro ni piensa en la posibilidad de quedarse sin mar. Es un tesoro que vigila desde hace 47 años, con alegrías y tristezas. ” “Y sí —asegura—. Sin el mar cerca, yo no puedo vivir”.
FUENTE : toledocontodos
Prof. Julián Mendozzi.
Como eran los Guardavidas del ayer en la Brìstol,(año 1915),podemos observarlo en la foto 4175,enviada por el Sr.Martín Monterisi.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/4175
Una imagen de antiguos Guardavidas,(año 1893),la podemos ver en la foto 6719,enviada por el Sr. Josè Alberto Lago.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/6719
En la foto 4617,enviada por el Sr. Carlos Alberto de Adà,podemos ver a “Bañeros” de otros tiempos.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/4617
Si habre nadado con Floro, mi papa era el administrador del Balneario No.2 de la Bristol por 18 años y yo naci practicamente ahi..que hermoso recuerdo…!