"Si funciona mal, hay un desequilibrio y deja de cumplir con su función y se observan algunas enfermedades, tipo alergia o migrañas", explica la especialista Lorena Keller. Consejos para cuidar la salud intestinal.
A veces el malestar corporal se extiende mientras que los chequeos médicos dicen que todo está en orden. Pero la sensación negativa persiste y la pregunta ¿qué tengo? continua. En esas situaciones, algunos profesionales apelan a la sabiduría de Hipócrates, conocido como el padre de la Medicina, y a una de sus máximas: “la salud comienza en el intestino”.
Y, de esa forma, se comienza a estudiar la microbiota, también llamada coloquialmente flora intestinal. ¿De qué se trata? Se denomina así a “todos los microorganismos que conviven con nosotros en nuestro cuerpo”. “La mayor cantidad son bacterias pero también puede haber virus, parásitos, hongos, y cada parte del cuerpo tiene distintos tipos. No es lo mismo la de la piel que la del intestino, que es la más estudiada”, describió la doctora Lorena Keller, responsable del Área Microbioma Humano de Fares Taie Biotecnología (matrícula provincial 4579) .
“Hay una capa de células muy finita -explicó- que divide la luz del intestino del interior del organismo y, cuando esa capa se rompe, pueden pasar bacterias hacia el torrente sanguíneo. La microbiota ayuda a mantener esa capa -que se llama mucosa intestinal- bien constituida y ayuda a mantener esa impermeabilidad”.
Si bien Hipócrates ya hablaba de esto en el 400 antes de Cristo, hace unos 20 años estos estudios se intensificaron debido a que “muchas personas con alguna enfermedad, como obesidad o diabetes o alergia, tenían alteraciones en la microbiota”, apuntó la bioquímica graduada en la Universidad de La Plata y Magister en Microbiota, Probióticos y Prebióticos por la Universidad Europea de Madrid.
Avances
Así, a través de todos esos exámenes, se estableció que “esas funciones se relacionan con las defensas, con el sistema inmunológico, que nos defiende de bacterias u otros microorganismos que son patógenos. Si la microbiota funciona mal, está alterada, hay un desequilibrio y deja de cumplir con su función y se observan algunas enfermedades, tipo alergia o migrañas”, especificó la doctora Keller.
Entonces, para que la microbiota no falle hay que “tratar de cuidarla, con una dieta rica en fibras, cereales, frutas, verduras, que aportan los componentes necesarios que ayudan a desarrollarse y así mantenemos las bacterias buenas”, recomendó.
Asimismo, la profesional sugirió “evitar o disminuir los ultraprocesados, los azúcares refinados, las dietas muy ricas en grasa animal”. Otra forma de cuidar a la microbiota es con el suministro de probióticos, ya sea “en la ingesta con alimentos, con fermentados como yogur o kefir, o con la compra de suplementos. Igual, no hacen magia, se trata de un conjunto de cosas, como una dieta saludable”.
Para conocer cómo funciona la microbiota de cada uno, los médicos pueden prescribir un examen. En el laboratorio Fares Taie se realizan los estudios correspondientes a través de “una pequeña muestra de materia fecal”.
“Muchas veces lo indican directamente los médicos -contó Keller-. Pero otras veces lo deciden los pacientes al ver que, después de los resultados óptimos del chequeo, continúan los problemas. Por supuesto que siempre hay que acudir al médico ante cualquier dolor, pero el estudio de la microbiota es para saber qué pasa en el intestino”.
Así, recordando a Hipócrates, la bioquímica aseguró que “con un buen estado de nuestra microbiota vamos a conseguir mejor calidad de vida, porque el bienestar del intestino está relacionado con la calidad de vida”.
Incluso advirtió que “se dice que el intestino es el segundo cerebro y la microbiota tiene mucho que ver en esa comunicación”. “Ya se sabe -agregó- que lo que pasa en el intestino repercute en el sistema nervioso central y viceversa. Por eso, muchas veces, los pacientes con colon irritable tienen cefalea o ansiedad o depresión. Se puede mejorar la calidad de vida conociendo el estado del intestino y actuando en consecuencia”. Además, la profesional recomendó “no naturalizar el sentirse mal”.
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