por Alejandro Echegaray
Hace unos días presenté un proyecto en la Cámara de Diputados de la Nación para convocar al III Congreso Pedagógico de la Argentina. El primero se llevó a cabo en 1882 y el segundo se convocó casi cien años después: en 1984, durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Pero, ¿por qué los argentinos nos reunimos tan espaciadamente para debatir lo más importante que tenemos como sociedad, es decir, la educación?
El objetivo del III Congreso Pedagógico será reunir a docentes, estudiantes, padres, gremialistas, funcionarios y Partidos Políticos para debatir y hacer un diagnóstico presente y futuro del estado de la educación actual, con el fin de efectuar propuestas que contribuyan a la elaboración de políticas públicas. Ya es tiempo de que diferentes actores con roles distintos debatamos sobre la educación que nuestros niños, niñas y adolescentes deben tener para afrontar los desafíos del siglo XXI.
Nuestro sistema educativo está en crisis. En la provincia de Buenos Aires -en donde vivo -por ejemplo, aún no han empezado las clases en su totalidad a causa de un conflicto docente que se repite año a año, y en el que se discute en paritarias sólo el salario de quienes están frente a las aulas, mas no otros aspectos. El sueldo es sin dudas un factor muy importante en el debate sobre la educación, pero hoy debemos debatirla en su totalidad. En tanto y en cuanto pongamos a la educación en el lugar de preponderancia que ésta realmente tiene, el debate sobre el rol docente se pondrá sobre la mesa con todo lo que ello implica.
Un factor muy preocupante de nuestro sistema educativo actual es la migración de los niños y niñas de la escuela pública a la escuela privada. El investigador del Conicet José David Jaume, de la Universidad Nacional de La Plata, dio cuenta en un estudio sobre el incremento de la segregación escolar que “la escuela pública fue considerada durante décadas uno de los pilares fundamentales para la cohesión social y la igualdad de oportunidades en Argentina. Alumnos de diferentes clases sociales tenían, a diario, un contacto directo y recibían un servicio educativo semejante. La creciente migración de los grupos menos carenciados hacia las escuelas privadas ha debilitado el rol cohesionador de la educación estatal“.
En las conclusiones del paper, Jaume asegura: “Todos los tipos de análisis utilizados proveen fuerte evidencia empírica de un aumento alarmante de la segregación escolar en la Argentina entre los años 1992 y 2010. Tanto en el nivel primario como en el nivel secundario se observa una intensa migración selectiva de los alumnos menos carenciados desde los colegios públicos a los privados, así como cambios en la composición socio-económica de la matrícula escolar”.
A esta altura, no quedan dudas de que la migración de alumnos y alumnas de la escuela pública a la privada se ha incrementado en la última década. La educación debe ser igualadora de oportunidades, y si no promovemos la discusión profunda, eso no va a cambiar y las desigualdades van a ser insalvables en el futuro.
Además, ante un mercado laboral vertiginosamente cambiante como el actual, en el que la tecnología cada vez más es capaz de reemplazar al ser humano, es necesario educar a las generaciones que el día de mañana saldrán a buscar trabajo para afrontar los desafíos del siglo XXI. Sino ponemos nuestra mirada en el futuro, nos espera una sociedad más desigual, con adultos y adultas incapaces de insertarse laboralmente.
Por todo esto y mucho más es que como sociedad debemos debatir sobre qué sistema educativo queremos para la Argentina. Porque jamás debemos perder de vista que la educación debe ser el factor más importante en una sociedad que se piensa a futuro como una sociedad pujante y desarrollada.
(*): Diputado Nacional del interbloque UCR-Cambiemos.