Se trata del hombre que encerró a la mujer, la torturó quemándola con un cigarrillo, la golpeó, la asfixió y la amenazó de muerte con un cuchillo en el cuello durante una madrugada completa. La salvaron los vecinos, que oyeron los gritos del mayor de los niños. El hecho ocurrió en Punta Mogotes en febrero de 2023.
Se supone que el calvario de aquella madrugada del 18 de febrero de 2023 comenzó en horas de la tarde del día anterior, con un reproche por un mensaje comprometedor hallado en un teléfono celular. Pero este tipo de episodios de extrema violencia nunca tienen un inicio tan marcado. Porque siempre vienen desde más atrás.
La familia compuesta por un tatuador, su mujer, el hijo de ella de 12 años, y un bebé de ambos, había llegado a Mar del Plata tiempo antes, procedente de la localidad bonaerense de Lima. Los cuatro vivían en una casa que habían alquilado en la zona de Punta Mogotes.
A pesar de que en el mencionado pequeño pueblo que pertenece al Partido de Zárate y que ronda los 10 mil habitantes la joven dijo haber denunciado hechos de violencia de género previos, ninguno de ellos había quedado registrado formalmente, ni escalado tanto como el que sucedería en la vivienda local de Benito Lynch al 400. Y por eso es que en estos casos queda más claro el final del derrotero que el principio.
El desenlace de aquella serie de agresiones se desarrolló entonces desde las 5 de la tarde del 17 de febrero de 2023. En horas previas, el hombre -cuya identidad se mantendrá en reserva para evitar el reconocimiento de la víctima y los menores-, había regresado de Buenos Aires. Hasta allí había ido a tatuar a distintos clientes.
Conforme figura en la causa que investigó la Fiscalía Nº 7, la mujer lo esperó con la noticia de que había descubierto mensajes comprometedores entre él y una compañera suya de trabajo. Al parecer, los diálogos se hallaban en un teléfono que el tatuador había dejado en Mar del Plata para que se entretuvieran los niños. Un caso similar al del expresidente Alberto Fernández y la exprimera dama, Fabiola Yáñez.
La conversación de inmediato se elevó de tono y ella le dijo a él que quería separarse. Y acto seguido, entró en una pesadilla.
El hombre cerró la puerta con llave alrededor de la 6 de la tarde y hasta las 6.45 de la mañana del día siguiente, cuando llegó al lugar la policía, golpeó, torturó y casi mata a la mujer. Por todo eso, el lunes pasado el Tribunal Oral Nº 1 lo condenó a la pena de 12 años de prisión.
La noche del terror
La reconstrucción del caso indica que, no bien se inició la discusión de pareja, el tatuador tomó el teléfono celular de la mujer y lo destruyó al arrojarlo contra el piso. A continuación, cerró la puerta de entrada a la casa y se guardó las llaves.
En el mismo contexto, llevó a los niños a un altillo de la vivienda y regresó enfurecido a la cocina. Allí, atacó a la víctima: le dio varias trompadas en el cuerpo y golpeó su cabeza contra la pared. Después empezaron las torturas: con un cigarrillo le efectuó quemaduras en la panza, y mientras exhibía un cuchillo en una mano, utilizaba la otra para tomarla del cuello, asfixiarla y amenazarla de muerte. “Te voy a matar… Ahora o más adelante te voy a matar”, le gritaba.
Para entonces, el mayor de los hijos de la mujer lloraba y gritaba en el ambiente superior de la propiedad. Aquello, poco después, sería clave para salvar a su madre. Y así transcurrieron las horas y se desarrolló la madrugada, en medio de las agresiones.
En determinado momento, el tatuador pareció calmarse y se fue a dormir sobre un colchón que arrojó en medio de otro sector de la casa. No bien amaneció, antes de las 6 de la mañana, se dirigió otra vez a la habitación donde a su vez dormía la víctima, tapó su cabeza con una frazada para que no pudiera gritar al despertarse, y volvió a golpearla en distintas partes del cuerpo.
Cuando el hombre detuvo su accionar, la mujer alzó a su bebé, según declararía ante la Justicia después, para salvar su vida. “Con él a upa evitaba que me siguiera pegando”, diría, entre lágrimas frente a los investigadores.
A la Justicia le explicaría también que el agresor era adicto a las drogas, y confesaría que ella había dejado de consumir algunas de las mismas sustancias cuando los cuatro se mudaron a Mar del Plata.
Las vecinas
Como se explicó antes, el niño de 12 años le salvó la vida a su madre. Sus gritos, se sabría después, fueron claves y además los golpes que con sus manos le dio a las paredes y a un techo del altillo. Eran, en verdad, pedidos de auxilio que serían escuchados por una vecina que, después de varias horas de intuir que la situación en la vivienda lindera había alcanzado un límite decidió intervenir y llamó a la policía.
El personal de la comisaría quinta llegó al lugar cerca de las 6.45 de la mañana. Al entrevistarse con la pareja, por separado, notificaron del violento hecho a los miembros de la fiscalía de turno. Claro que el tatuador, si bien reconoció que había existido allí una pelea intrafamiliar, dio una versión exculpatoria y relativizó su violento accionar.
Pero tanto la testigo que había llamado al 911 como otra vecina -cuya madre es la dueña de la casa alquilada donde ocurrió el caso-, declararían en su contra. El hombre, en tanto, quedaría finalmente detenido, aunque bajo arresto domiciliario.
El juicio
Para la realización del debate oral, que se llevó a cabo la semana pasada, se conformó el Tribunal Oral Nº 1 con los jueces Ricardo Perdichizzi y Juan Galarreta, quienes se sumaron al magistrado Pablo Viñas, integrante original del mismo.
Durante las audiencias testificaron las mujeres mencionadas antes, los dos efectivos policiales que intervinieron en el operativo y una médica que describió el tipo de lesiones que presentaba la víctima al momento de ser atendida.
Y también declararon los protagonistas: la mujer se quebró en varias oportunidades y relató los hechos antes descritos, mientras que el tatuador negó que hubiera intentado matarla. Por el contrario, dijo que se defendió de los ataques de ira que ella había exhibido cuando él volvió de Buenos Aires y él le informó que quería separarse e irse a alquilar otra vivienda.
Los jueces no le otorgaron validez a la versión del imputado: manifestaron que a través de las pruebas y los testimonios recolectados en la causa quedaba a las claras que la misma carecía de verosimilitud. Entre ellas, ponderaron el informe de la médica que demostraba el tipo de heridas que había sufrido su pareja y puntualizaron en la destrucción de su teléfono celular. Para ellos no tendría ningún sentido que aquello lo hubiera causado ella a propósito.
En ese contexto, el fiscal Carlos Russo solicitó que el acusado fuera condenado por los delitos de “lesiones agravadas” y “homicidio en grado de tentativa”. Es decir, que se le aplicara al hombre una pena por haber intentado matar a la mujer, y que se le revocara de inmediato el beneficio del arresto domiciliario.
Por su parte, el defensor oficial Claudio De Miguel sostuvo que no se probó el dolo durante la investigación. Es decir, que no había quedado acreditado en la causa que el tatuador, en su accionar, quisiera matar a su pareja, puesto que de haber sido así lo hubiera hecho. También solicitó que el imputado siguiera detenido en su casa porque formalmente no tiene antecedentes y siempre estuvo a disposición de la Justicia.
Finalmente, los magistrados sentenciaron al hombre a la pena de 12 años de prisión pero no revocaron su arresto domiciliario. Perdichizzi, a diferencia de los otros dos, se manifestó en contra de esto y votó porque cumpla la condena en la cárcel de Batán. Sin embargo, por ser mayoría la postura de Viñas y Galarreta, se concluyó que el traslado deberá producirse cuando el fallo quede firme.