Cultura

Con tener talento no te alcanza: Y eso de la gramática, ¿para qué?

En esta nueva lección del Tío Marce, el maestro enseña a su alumno Pukkas sobre la importancia de la gramática para procurar una expresión precisa en la escritura y para poder entenderse mejor con el otro.

Por Marcelo di Marco

A la hora en que la hija de la mañana, la aurora de rosados dedos, doraba las cortezas de los pancitos horneados por Dante y Eloísa, despertábase Pukkas, el sufrido discípulo de Tío Marce. Pukkas se levantó de la cama, se duchó, se vistió, colgó del hombro la mochila con su notebook dentro, y semejante a un dios salió del cuarto y encaminose a desgastar con las suelas de sus borcegos el umbral de la casa de su personal trainer literario.

—¡Funcionó, maestro! —anunciole, una vez instalado en su pupitre—. ¡Lo de la pizza funcionó con compañeros míos!

—Qué pizza, Pukkas, calmate. De qué estás hablando.

—¡Epa, Tío Marce, qué rápido se olvidó de su propio experimento! La vez pasada usted consiguió que terminara babeándome. ¿Se acuerda?

—Ah, claro, lo de la hipnosis. Más de uno me dijo que, leyéndome, le pasó lo mismo que a vos.

—Eso le contaba, máster. Probé a leerles con voz calma a mis compañeros esa parte de su columna en que usted empieza por pedirme que cierre los ojos hasta que me despierta a la cuenta de tres. Y a todos les dio un hambre bárbaro.

—Hambre “bárbara”, Pukkitas, no “bárbaro”. Si querés ser un buen escritor, buscá precisión incluso cuando hablás. Y perdón que te corrija.

—No se haga problemas, maestro: si no vengo acá para que me corrija, para qué vendré. Pero me gustaría saber por qué tengo que decir “hambre bárbara”, cuando “hambre” es un sustantivo masculino.

—Error: se trata de un sustantivo de género femenino.

—¿Y por qué entonces le ponemos adelante el artículo masculino “el”, quiere decirme?

—Porque es como pasa con la palabra “águila”, Pukkas. O con “hacha”. Los tres son nombres femeninos. Pero hay que mandarles adelante los artículos “el” o “un”, porque empiezan con a tónica.

—¿A tónica como el agua tónica, máster?

—A veces no sé si me estás cargando o si me preguntás en serio. Según la RAE, “la vocal tónica de una palabra es aquella en la que recae el acento de intensidad”. Es una cuestión fonética.

—Y eso qué significa, máster.

—¡Que jamás podremos decir “la agua”, “la águila” y “la hacha”, porque suenan como un patadón en la aurícula, alacrán cebollero!

—¡Huy, ya se pudrió todo!

—Para nada. Porque, entre burlas y veras, vos dijiste más arriba algo que te puede ayudar como regla mnemotécnica.

—¿Cuándo, Tío Marce?

—Cuando dijiste “el agua tónica” en lugar de “el agua tónico”. Por la misma razón, si te sirve más, cuando te vengan las dudas acordate de la expresión “agua oxigenada”.

—¿Agua oxigenada?

—Claro. Ni vos ni nadie dice “agua oxigenado”. ¿O no?

—Es verdad.

—Recordar eso te ayudará a no escribir “tengo un hambre tremendo” o “no encuentro el hacha poderoso” o disparates por el estilo. Además, para abrochar esta enseñanza, acordate: en esos casos que te señalé recién, “un” o “el” no son artículos masculinos, sino variantes del artículo femenino. ¿Te sirve?

—Me sirve, maestro, me sirve. Aunque mucho no tiene que ver con los tips de escritura que vengo a buscar acá.

—¿Por?

—Porque tiene más que ver con la gramática.

¿Así que la gramática, según vos, no tiene que ver con la escritura? Decime por favor qué hago con tu almita, Pukkas, antes de que se me ocurra someterte a algún castigo inenarrable. ¡Tiene todo que ver! Sin contar con nociones claras de cómo se ajustan y organizan entre sí los componentes de la lengua, podés cometer barbaridades sin nombre. Por el contrario, el buen uso de la gramática te permitirá decir lo tuyo con la mayor de las energías posibles, siempre. Si no lo pensás así, terminarás escribiendo cosas que no hubieras querido expresar jamás, o al menos te será muy difícil llegar al otro. En los medios pasa todo el tiempo.

—¿Por ejemplo…?

—Por ejemplo, en un diario muy conocido se escribió hace bastante poco, para el centenario de la muerte del genio de Giacomo Puccini, que un teatro de primerísimo nivel “celebra 100 años sin Puccini con una gala lírica”. ¿Qué daño terrible le habrá hecho Puccini a dicho teatro, me pregunto, para que se ponga a celebrar que ya van cien años sin la presencia de semejante gloria?

—Bueno, maestro, seguramente quisieron decir que conmemoraban un siglo de la muerte del Puccini ese. Da lo mismo.

—¡Te comento que el “Puccini ese” fue un tremendo heredero del “Wagner ese” que tanto empezó a gustarte, don Ginesillo de Parapilla!

—¡Y me sigue gustando, Tío Marce, y cada vez me gusta más! Ya ando silbando los “Murmullos del bosque”, de Sigfrido. Y me estoy animando a escuchar el primer acto de Tristán e Isolda.

—Mejor así. Y, en cuanto a eso de que “da lo mismo”, en semejante indolencia tuya debemos trabajar vos y yo.

—Como usted quiera, maestro. Pero pienso que lo más importante es que a mí me guste la lectura. Y la verdad es que la lectura me apasiona. Y no lo digo por defenderme, pero me parece que eso es lo esencial.

Las dos cosas, Pukkitas, las dos cosas son esenciales. Si querés una proporción, 65 % de amor por la lectura y 35 % de amor por la gramática sería lo mínimo indispensable. ¿Cuántos chicos se metieron a estudiar Letras porque les encantaba leer, y se mandaron a mudar al ver que para ser profesores necesitaban tragarse materias que tienen mucho más que ver con la lingüística que con Harry Potter o con la saga Crepúsculo?

—Pero se da el caso de que yo quiero ser escritor, y no profesor de literatura.

Con más razón entonces te conviene enamorarte de la gramática tradicional, Pukkas, porque de ese amor te vendrá el gusto por procurar en tus escritos una expresión precisa y acabada. No da lo mismo que alguien te diga “Vos debés ser valiente” que “Vos debés de ser valiente”. En el primer caso, el verbo “deber”, seguido de otro verbo en infinitivo, transmite la idea de obligación: “Vos debés ser valiente a la hora de defender tu casa”.

—Comprendo. ¿Y en el segundo caso? ¿Qué pasa con ese “deber” más “de”?

—Cuando vos le decís a alguien que debe de ser valiente, le estás significando que, por su empaque, por su actitud o por su formación marcial o por la circunstancia que fuera, es muy posible que él sea una persona valiente. Porque “deber”, más la preposición “de”, comunica posibilidad. Es la misma diferencia que hay entre decir “Nomi debe ir al banco” que “Nomi debe de haber ido al banco”.

—Qué notable, maestro. Cada vez voy entendiendo más la necesidad de saber gramática, para después poder aplicarla.

Pero no la apliques simplemente para cumplir con el manual, sino para poder entenderte mejor con el otro. Eso es lo que importa. La escritura literaria es un supremo acto de comunicación, Pukkas, pero incluso en su faz funcional la escritura debe ser honrada.

—Tiene razón, máster. El otro día casi me peleo fuerte con mi novia por una imbecilidad.

—A ver…

—Es que tuvimos una discusión después de ver la tele en su casa, porque soy bastante celoso, y ella se había puesto a hablar muy bien de los ojitos celestes de Zac Efron. Discutimos un rato, y después nos dimos cuenta de que Zac está hecho de píxeles y nosotros dos de carne y hueso, así que mis celos no tenían sentido. Pero al salir de la casa me pareció que se había quedado mal. Al rato de haber llegado a la mía, recibo un whatsapp de ella preguntándome si seguía enojado. Le mando mi respuesta, y enseguida me llama llorando, y esta vez la que se enoja es ella.

—¿Por qué, Pukkas? ¿Qué fue lo que vos le contestaste? Ella te preguntó si seguías enojado, y vos qué le dijiste.

—Le mandé un mensajito que decía “No es una pavada”.

—¿Así, sin coma?

—Tal cual, máster. Si le hubiera escrito “No, es una pavada”, nos hubiéramos ahorrado el malentendido. Increíble que una tonta coma cambie tanto las cosas.

—Ahí está el punto clave, Pukkas. No venimos al taller a practicar aristocráticos refinamientos de puristas, sino a comunicar del mejor modo posible lo nuestro. Y eso, sin conocer la gramática, no se puede.

—Y pensar que la gente no le da mucha importancia a cómo escribe, y menos cuando escribe en las redes sociales.

—Y así nos va. Volviendo a tu sesión de hipnosis pizzófila, de la que te propongo que mejor me cuentes la próxima, me decías que los dejaste a todos tus amigos con un hambre bárbaro.

—¡Con un hambre bárbara, maestro!

—¡Ja, ja, ja, Pukkas, tranquilo! Solamente quería probarte, saber si me habías dado un poco de bola.

—Toda la bola del mundo, y me quedó recontraclaro que, sin la gramática, será mejor que me dedique a cualquier cosa en lugar de a la escritura.

—Corrección: sin la gramática, será mejor que no te dediques a nada. Pero acordate de que con ella pasa como con el talento, que con sólo tenerlo…

—… “no te alcanza”.

Te puede interesar

Cargando...
Cargando...
Cargando...