La campaña 2023/24 podría expandirse en 600.000 hectáreas respecto de la 2022/23, y pasar de 6,1 a 6,7 millones de hectáreas, "la segunda más alta de los últimos 22 años".
La próxima campaña de trigo se posiciona como una posibilidad para el sector agropecuario de dar vuelta la página respecto de la sequía, que causó un desastre productivo en la producción del cereal, ya que las primeras estimaciones hablan de una expansión en el área a sembrar del 10% respecto del ciclo anterior.
Así, la campaña 2023/24 de trigo podría expandirse en 600.000 hectáreas respecto de la 2022/23, y pasar de 6,1 a 6,7 millones de hectáreas, según previsiones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), superficie que, al mismo tiempo, se ubica en un 4,7 % por encima del área promedio de las últimas cinco campañas.
“De concretarse dicha proyección, la superficie esperada para la campaña 2023/24 sería, junto a la campaña 2021/22, la segunda más alta de los últimos 22 años”, aseveró el informe de la BCBA.
No obstante, aclaró que “dicha proyección de superficie queda supeditada a las precipitaciones registradas durante las próximas cinco semanas y la recuperación de las reservas de humedad y en los primeros centímetros del perfil que permitan concretar los planes de siembra”.
La concreción de ese hectareaje “depende mucho del clima de acá a 20 de mayo”, dijo a Télam el presidente de la Asociación Argentina del Trigo (Argentrigo), Miguel Cané.
“La realidad es que no ha llovido lo que se esperaba y hay muchas zonas que están con perfiles secos, muchas zonas. El sur puede esperar para sembrar más tarde, el norte si no le llega el agua para el 20 de mayo va a ser difícil que la gente se largue”, dijo Cané.
“Voluntad de sembrar trigo me parece que hay, para tomar revancha de la seca y como cultivo que genera renta o ingresos para fines de año”, indicó el dirigente empresario.
La pasada campaña de trigo concluyó con un “desastre productivo”, como consecuencia de la conjugación entre una fuerte sequía (la “peor de la historia”, según el Gobierno) y heladas tardías que supieron darle la estocada final a un cultivo que ya venía con una fuerte merma en los rindes.
Así, la cosecha arrojó una caída del 45%, equivalente a 10 millones de toneladas menos hasta las 12,4 millones, mientras que las pérdidas económicas fueron calculadas en US$ 4.000 millones.
Ya con la finalización del fenómeno climático de La Niña, que supone menores lluvias al promedio para nuestro país, afectándolo de manera consecutiva durante tres años, a mediados de mayo comenzó a producirse un proceso de regularización de las precipitaciones para recomponer los niveles de agua en los suelos.
Para poder encarar la nueva campaña de trigo, se estimaba la necesidad de que caigan entre 250 y 300 milímetros (mm), pero en algunas zonas eso todavía no sucedió.
Según Cané, en la denominada zona agrícola núcleo, que comprende el norte de Buenos Aires, sur de Santa Fe y este de Córdoba, “tiene que llover no menos de 80 a 100 milímetros para que haya una recarga más o menos decente en el perfil”, mientras que en las zonas costeras y el sur bonaerense la situación es diferente, con buenos niveles de humedad en los suelos.
De hecho, en su informe semanal sobre la zona núcleo, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) sostuvo que “los suelos muestran las condiciones más secas de los últimos 30 años”.
“Abril del 2023 exhibe una muy mala situación agroclimática, porque hacer trigo es una necesidad fundamental para buscar fondos frescos tras los resultados que deja la peor sequía de los últimos 60 años. Con 100 a 120 mm de precipitación media, abril era un mes clave para recuperar los 150 a 200 mm que faltan en los suelos, pero se despide con 75 a 100 mm menos. Sobre la región pampeana, abril totaliza un rango que va del 10 al 40% de la normal”, indicó el informe.
Respecto del contexto económico, si bien el sector tendrá que lidiar no sólo con el fracaso de la campaña pasada de trigo sino también con la malograda cosecha de soja y maíz, el escenario de precios y costo es, a priori, beneficioso para el cultivo.
Según la BCBA, el precio promedio de abril de Chicago para el trigo se encuentra actualmente en niveles de US$ 250 la tonelada, lo que representa una disminución del 36% en comparación con abril del año pasado, aunque aún 10% por encima del promedio de los últimos cinco años.
Por el lado de los costos, “se viene presentando una fuerte reducción de los precios en la plaza local e internacional”.
En la plaza local, los fertilizantes se redujeron en promedio alrededor de un 44% respecto del mismo periodo el año pasado, fundamentalmente por la reducción del precio de la Urea y PDA en un 56% y 35%, mientras que los precios de los herbicidas cayeron alrededor del 6% en relación con el mismo periodo del año anterior.
Así, hasta el momento la relación insumo-producto “mejoró alrededor de un 21% gracias a la mayor reducción en los precios de los fertilizantes, y se posiciona como una de las mejores respecto de las últimas campañas”, sostuvo el trabajo de la BCBA.
Para urea y fosfato diamónico se necesitan 52% y 27% menos de granos para acceder a la misma cantidad de insumos respecto del año pasado.
Sin embargo, en términos de herbicidas y combustibles, se necesitan 4% y 32% más de granos para acceder a la misma cantidad de insumos.