Alicia Ramos Fondeville cuenta que sufrió el caso Monzón por el acoso periodístico. Si bien explica que ya gozaba del reconocimiento de la sociedad, "La jueza" admite que juzgar al boxeador fue un hecho bisagra.
Por Bruno Verdenelli
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En Alicia Ramos Fondeville aún permanece inalterable la impronta, el porte de “dama de hierro”. Al verla o escucharla, cualquiera que no la conozca puede intuir que se trata de una mujer que ocupó un lugar importante en la sociedad. Y ella, incluso, siente que todavía es dueña de dicho privilegio; que en ese sentido el tiempo no ha transcurrido.
“La jueza”, así la conocían todos en la década del ’80, porque era la única representante del género femenino en la Justicia marplatense. Y en el tribunal que presidió, vaya capricho del destino, fue a recaer la causa del crimen de Alicia Muñiz a manos de Carlos Monzón.
Alejada de la vida pública y reacia a dar entrevistas desde hace años, el pasado hace sonar su teléfono a través de una iniciativa de LA CAPITAL. Primero duda. Pero luego reconoce, a modo jocoso, claro, que es el momento de saldar una vieja deuda por la accidental destrucción del grabador de uno de los periodistas del diario, en aquellos días de asedio de la prensa.
-¿Qué fue para usted el caso Monzón?
-Fue una causa bisagra en el sentido de la trascendencia que tuvo, que a mí me asombraba. Unos años antes había sido el juicio a las Juntas Militares, que fue tan importante… Y parecía que la gente le estaba dando más importancia al juicio a Monzón que al juicio a las Juntas Militares. A mí me contaban que los dentistas que empezaban a atender a las 2 de la tarde, no hablaban, no abrían la boca salvo la de los pacientes, para poder escuchar. Atendían con la radio puesta, porque se transmitió por radio el juicio, a raíz del problema que hubo con los medios. No era un juicio muy complicado: lo que a mí me complicó la vida fue el periodismo, porque sufría un acoso impresionante.
-La sociedad estaba dividida. ¿Qué le decían en la calle?
-Estaban los defensores de Monzón y los que lo querían condenado, pero no sentí la presión social porque yo siempre me he manejado con las pruebas. El presidente de la Corte me llamaba todos los días para ver dónde iba a ser el juicio. Me escribió un profesor de derecho procesal de Tucumán, diciéndome que él quería venir con todos los alumnos, por lo tanto tenía que hacerlo en un estadio al juicio. En Tribunales no había lugar realmente. Tuvimos que hacer arreglos en la sala de juicio para que se pudiera llevar a cabo, y yo no permití salir de Tribunales, y mis compañeros tampoco. Decían que iba a venir Alain Delon.
-A usted, ser la mujer que iba a juzgar a Monzón precisamente por matar a una mujer, le hizo adquirir una trascendencia impensada…
-Mi carrera adquirió fama, no trascendencia. Porque la trascendencia está dada por mi trayectoria. Yo soy una persona muy reconocida acá.
-Sí, claro. Pero Monzón era reconocido en el mundo entero. A Mar del Plata llegaron periodistas de todo el planeta. ¿Cómo fue llevar adelante un juicio de esa forma?
-A las 6 de la mañana del sábado anterior al juicio, que empezó un lunes, yo estaba firmando autorizaciones para periodistas que venían de afuera. Venían de toda América latina, de Estados Unidos y de Europa inclusive, además de los de todo el país. Pero tenían la esperanza, y por eso después no vinieron tantos, de que se televisara. Pero no se pudo televisar por el lío que hicieron los medios.
-¿Recuerda qué sintió la primera vez que vio al imputado?
-La primera vez que lo vi fue en la audiencia. Pasó al frente, porque había otro código de procedimiento: no arrancaba el fiscal preguntando, sino que arrancaba el tribunal, y como yo era la presidenta del Tribunal, preguntaba yo, después cedía a mis compañeros por si querían preguntar, y después sí el fiscal y la defensa. Primero le dije: “A pesar de que usted tiene una defensa excelente que le debe haber advertido sobre sus derechos, es mi obligación legal preguntarle si va a declarar o no”. Y dijo que sí. Entonces ya estaba sentado frente al estrado. Lo dejé que contara toda su trayectoria y después le pregunté.
-¿Se preparó especialmente para hablar con él? ¿Analizó su carrera, sus comportamientos?
-Para hablar con él no, ni siquiera le conocía toda la trayectoria, salvo que había sido campeón del mundo en el año ’70. Había estudiado medicina antes del juicio para poder interrogar a los peritos.
Fama y popularidad
-Recién mencionó que había adquirido fama. ¿Cuándo se dio cuenta de eso? ¿Hubo un momento exacto?
-Me esperaban en la entrada de Tribunales. La gente estaba fascinada conmigo. Me venía a buscar el chofer y en la entrada estaba la gente amontonada. No me acuerdo qué me decían pero me animaban. Unicamente cuando terminó el juicio, que se leyó la sentencia, nos fuimos los tres jueces juntos en el auto de Tribunales y cuando salimos por el lado de la intendencia había una barrabrava de Monzón, que nos insultó de arriba a abajo y nos movió el auto. Esa noche pedimos protección a la policía, que no nos la dio, porque teníamos miedo de que hubiera alguna reacción. Fue una cosa impresionante.
-Hoy el crimen de Alicia Muñiz sería un claro ejemplo de femicidio.
-Es el primer femicidio tan publicitado, condenado, porque en esa época ni siquiera existía la palabra. Fue de una trascendencia… No terminaban de llamarme todos los programas de televisión, todas las radios. Y por eso me hice muy conocida. Hasta el verano pasado me encontré con una persona que me dijo que me conocía. Me preguntó si era de Buenos Aires, y le dije que no. Que era nacida y criada en Mar del Plata. Y se quedó pensando, y me volvió a decir que me conocía. Entonces le dije: “¿Usted ve mucha televisión?”. “Sí”, me dice. “Ah, yo soy ‘La jueza'”, le contesté. Porque acá todo el mundo me conocía por “La jueza”, no por mi nombre. Además, por otra parte, lamentablemente no ha vuelto a haber otra mujer en la Cámara Penal. Yo fui la primera y la última, porque no han vuelto a designar a otra mujer. Era un departamento muy machista.
-¿Cree que sería distinto el tratamiento del caso en esta época? Gran parte de la sociedad lo defendía a Monzón…
-En esta época para mí hubiese sido igual el caso. Para mí, hombres o mujeres, son culpables o inocentes según canten las pruebas. A mí no me cambió la vida en nada el juicio a Monzón. Yo no hablaba de Monzón, hablaba de las virtudes del juicio oral. Fue uno de los primeros juicios orales.
-¿Cómo repercutió en su familia el caso?
-Mi hija en ese momento tenía 6 años y nos decía a mí y a mi marido: “Con ustedes no se puede vivir, no se puede hablar”. Porque estábamos todo el tiempo hablando del caso Monzón. Y yo no estaba en casi todo el día en casa.