En el lugar ahora funciona el Centro Ambiental Anchipurac. Es un espacio educativo de arquitectura bioclimática que combina las tres variables de la sustentabilidad: lo social, lo ambiental y lo económico. También posibilita un ahorro energético de más del 50% respecto a otros edificios.
Por Florencia Vaveluk
El Centro Ambiental Anchipurac, “rayo” en lengua huarpe, ubicado donde antes existía el basural más grande de la provincia de San Juan, es un espacio educativo de arquitectura bioclimática que combina “las tres variables de la sustentabilidad: lo social, lo ambiental y lo económico”, y no emite gases de efecto invernadero, aseguró Claudia Agnelli, directora del lugar.
Emplazado sobre el desierto sanjuanino, al pie del cerro Parkinson se encuentra este centro ambiental pionero que en 2020 fue reconocido por el Consejo Federal de Medio Ambiente (Cofema) como el primer monumento ambiental de arquitectura sustentable del país.
El edificio, que se ubica en una zona que antes era un basural a cielo abierto, “muestra cómo se puede revertir una situación desfavorable de contaminación y transformarse en una buena realidad a partir de prácticas ambientales y políticas públicas” adecuadas, sostuvo en diálogo con Télam Agnelli.
“Trabajamos con equipos sobre educación y tecnología, y nos preocupamos mucho por las tres variables de la sustentabilidad: lo social, lo ambiental y lo económico”, añadió.
Anchipurac también produce energía limpia y renovable para abastecer con electricidad y aclimatar el ambiente de los 4.000 metros cuadrados que conforman el complejo edilicio; de este modo, el 60% de la energía que se utiliza es generada por una planta solar ubicada en el estacionamiento, mientras que la calefacción y la refrigeración dependen de energía geotérmica.
Inaugurado en 2019, Anchipurac depende de la Secretaría de Estado de Ambiente y Desarrollo Sustentable del Gobierno de San Juan y forma parte del Complejo Ambiental de esa provincia junto con el Parque de Tecnologías Ambientales y el Parque Industrial Tecnológico Ambiental Regional.
Este último recibe transportes con residuos sólidos urbanos y biodegradables las 24 horas durante los 365 días del año para separarlos, clasificarlos y recuperarlos en tareas de reciclaje, o para disponerlos como relleno sanitario.
Años atrás, el espacio “era un basural a cielo abierto que se fue expandiendo justamente por las actividades que el ser humano había tomado como medio de vida. En este lugar los niños jugaban mientras los grandes buscaban con qué sobrevivir”, recordó Agnelli.
El lugar no paró de acumular desechos hasta 2009, cuando la Secretaría de Ambiente local “decidió tomar medidas, y en conjunto con varios equipos multidisciplinarios, comenzó la recuperación de más de cinco mil hectáreas degradadas por residuos”, explicó la directora del centro.
Se adoptaron “acciones de concientización y remediación social” que permitieron la creación de “más 400 empleos verdes; se brindó una solución a esta problemática ambiental y humana, y se incorporó a esas personas a trabajar dentro de la planta de tratamiento de residuos”, contó Agnelli.
Actualmente, las 15 salas con exposiciones temáticas, cine, laboratorio -e incluso una estación que permite conocer la huella de carbono que emite cada persona- configuran el recorrido de dos horas por el interior de Anchipurac, a lo que hay que sumar otras dos horas para visitar la parte exterior donde se toma contacto con la naturaleza del desierto.
Además de la investigación y la recuperación ambiental, el arte también tiene un lugar en este centro que cuenta con cinco plazas escultóricas donde se exhiben 19 obras de arte construidas a partir de la recuperación de los residuos recibidos en la planta de tratamiento.
“Este espacio es ciencia y arte fusionado para que el visitante interprete el mensaje de una u otra forma. Siempre encontramos el punto frágil de la persona que visita”, consideró Agnelli, quien agregó que desde el centro ambiental tiene la vocación de cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas para el 2050, entre los que se encuentra la emisión cero de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
En paralelo, el diseño bioclimático con el que fue construido el complejo también posibilita un ahorro energético de más del 50% respecto a otros edificios, al aprovechar los recursos ambientales propios de la zona.
“El centro está pensado para todo el mundo”, aseveró Agnelli, y sus actividades permiten adentrarse en acciones educativas como “el tratamiento de efluentes, plantado de árboles para reducir la huella de carbono, talleres de compost, riego por goteo y reducción de papeles y tintas, generando un consumo mínimo en el lugar”.
“Es inspirador y motivador para los visitantes, y permite producir un cambio donde todos quieren hacer algo, ya sea en su empresa o escuela, y eso es un punto bisagra entre Anchipurac y la sociedad”, agregó.
La investigación es otro de los ejes centrales del centro, que está realizando un proyecto para la regeneración de suelos, además de contar con su propio laboratorio para que estudiantes de nivel secundario realicen prácticas profesionales junto con universidades.
“Consideramos que para lograr educación de calidad necesitamos vincular la educación con la investigación y la transferencia de estos conocimientos, para que eso sea directamente transferido a la sociedad”, sostuvo Agnelli.
Alumnos de escuelas de todo el país llegan a Anchipurac -que ya recibió la visita de más de 120.000 personas- e incluso se acercan “visitantes de otros países”, indicó la directora, quien destacó la experiencia de los niños y su “poder impresionante para enseñarles a los adultos” sobre cuestiones ambientales.
“A través de la última acción de microdocumentales ambientales que realizamos, los docentes hicieron participar a los niños y ellos a sus padres, quienes se engancharon y trabajaron muchísimo”, detalló.
Por último, la directora que el lugar puede visitarse todos los días del año con excepción del 1 de enero, el 25 de diciembre y el 1 de mayo.
Télam.