Por Pedro Milla
Hoy en día se presenta una gran oportunidad para que nuestro país no sólo pueda sortear el curso de la actual crisis, sino acceder a una dimensión favorable dentro del escenario global. Se trata de la ampliación exponencial de las exportaciones de petróleo y gas, una solución que en pocos años le permitiría posicionarse con voz y voto en un mundo definido por la guerra y la post-pandemia, con sus lamentables pérdidas humanas y económicas.
En esa dirección avanza firme el Gobierno nacional, tras habilitar nuevos regímenes de acceso a divisas para la producción incremental de petróleo y gas natural. Propulsó estas mejoras junto con medidas de promoción del empleo, el trabajo y el desarrollo de los proveedores regionales y nacionales de la industria hidrocarburífera.
Son decisiones que en primera instancia protegen al sector del impacto del conflicto bélico sobre los precios de los hidrocarburos. En adelante, también propiciarán su crecimiento, de cara a generar mayor valor agregado. Desde la Federación, coincidimos en que esta es la senda sobre la que debemos marchar para librarnos de las importaciones y más tarde consolidar la Argentina como una jugadora fuerte en el campo de la exportación.
Los números que la actividad registra actualmente acompañan este impulso, por caso con récords en la producción de petróleo, que alcanzó los 571 mil barriles diarios, la cifra más alta en los últimos once años. En simultáneo, el crudo no convencional mostró un crecimiento del 55 por ciento en contraste con el año pasado, y de 124 por ciento contra el promedio de 2019. Con esa marca, esta producción trepó hasta representar el 39 por ciento del total del país.
También contribuyeron el gas y el gas no convencional, con incrementos del 11 y del 38 por ciento versus 2021, respectivamente. En el segundo caso, la participación en la producción total de gas nacional escaló hasta el 52 por ciento. En virtud de estos resultados, se puede afirmar que la Argentina cuenta con un escudo que la resguarda de la crisis global de los precios de los commodities energéticos.
A todas luces, esta tendencia alcista es parte de una continuidad favorable ya registrada en 2021, año en que las exportaciones del complejo petrolero-petroquímico totalizaron 5.208 millones de dólares y se elevaron un 42,3 por ciento en comparación con 2020.
El 82,7 por ciento de estas ventas externas correspondió a petróleo y gas, donde destacó el rubro Aceites crudos de petróleo, con un registro de 1.848 millones de dólares y una suba de 71,6 puntos porcentuales en relación con 2020. Le siguieron las exportaciones destinadas como aprovisionamiento de combustibles y lubricantes a buques y aeronaves, con 835 millones de dólares, y las naftas, con 446 millones de dólares.
Ante este panorama, hasta la propia Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) reconoció que la Argentina es uno de los países externos a la entidad donde más creció la producción en 2021. Venimos acompañados por gigantes como Canadá, Rusia, China, Estados Unidos, Guyana y Noruega. Mejor aún, la Organización sostiene que la demanda se mantendrá sólida durante este año, traccionada por el crecimiento económico.
Es por ello que apremia materializar el potencial que ofrece esta ventana inédita, donde la volatilidad de la crisis internacional se entremezcla con los proyectos de la transición energética. Tenemos que mantener los ritmos de inversión y producción, prestando particular atención a la capacidad de transporte, para evitar cuellos de botella que detengan el virtuosismo de este ciclo.
En ese sentido resulta central el rol de los proyectos de inversión que buscan ampliar la capacidad de transporte, permitiendo escalar los niveles de producción de gas nacional, a fines de reemplazar el importado. Emprendimientos de tal magnitud generarán ahorros fiscales y de divisas de miles de millones de dólares, en tanto se incrementarán las exportaciones a países limítrofes debido a la fuerte pujanza que ejerce el yacimiento Vaca Muerta.
Pero por sobre todo, será clave el desarrollo de la explotación offshore. En total, la Argentina tiene un potencial exploratorio de hidrocarburos unas cinco veces superior a la cuenca neuquina. Actualmente el foco está puesto sobre Mar del Plata, que es parte de la cuenca norte, donde se incluyen las costas de Buenos Aires y Río Negro.
En definitiva, la explotación offshore tiene la capacidad de provocar un cambio disruptivo. Puede colocar al país en otro nivel como productor, con los beneficios derivados de este avance, como el fortalecimiento de la matriz energética, el efecto en materia de divisas, el crecimiento económico y la creación de miles de puestos de trabajo de calidad.
Como señalamos anteriormente, el Gobierno detectó a tiempo la gran promesa de este tipo de producción. Por iniciativa del presidente Alberto Fernández, se aceleraron las autorizaciones necesarias para llevarla adelante con remediación ambiental y las tecnologías más avanzadas de preservación. Sobre este tópico, vale recordar que la Argentina cuenta con 280 pozos costa afuera en que jamás se registraron incidentes.
Recientemente, la Justicia dejó sin efecto la medida cautelar que suspendía las exploraciones proyectadas a 300 kilómetros de la costa marplatense. Según estimaciones oficiales, si el país pudiese activar estas operaciones offshore sería posible alcanzar un superávit comercial de 30.000 millones de dólares.
Entonces, la Argentina podría consolidarse como exportadora de energía al mundo, con capacidad para vender externamente unos 25.000 millones de dólares por año y el potencial de marchar sobre un camino similar al que recorrió Noruega, que pasó de ser uno de los países más pobres de Europa a disfrutar de una calidad de vida ejemplar.
El autor es el secretario general de la Federación Argentina Sindical del Petróleo, Gas y Biocombustibles.