Pablo Aranda es licenciado en Letras y profesor de literatura en escuelas secundarias de Santa Fe. Motivado por comprender los usos del lenguaje de sus alumnos, se decidió a copiar sus expresiones más frecuentes para hacer una obra de consulta dirigida sobre todo a inmigrantes digitales, con el fin de trazar un puente entre ambas generaciones.
Por Rocío Ibarlucía
En las aulas suelen decidirse palabras y frases que muchas veces llaman la atención de otras generaciones. “Aesthetik”, “butakear”, “cringe”, “ghostear”, “epicardo”, “keloke”, “messirve”, “nashe”, “skere” son solo algunos de los términos que el profesor de literatura Pablo Aranda escuchó de sus estudiantes en distintas escuelas de la ciudad de Santa Fe.
Motivado por la curiosidad y la necesidad de entender sus significados, el docente santafesino decidió comenzar a copiar, preguntar y, luego, definir y ejemplificar cada una de estas expresiones. El resultado de este trabajo de recopilación e investigación es “Diccionario de palabras y frases de lxs nativxs digitales”, un libro editado por Ciudad Gótica e ilustrado por Jazmín Herrera.
Este diccionario se centra particularmente en los usos del lenguaje de los nativos digitales, es decir, aquellas personas que han nacido y crecido en la era digital, por lo que muchas de las palabras que forman parte de este libro provienen del universo virtual y las tecnologías digitales. Siguiendo las conceptualizaciones del estadounidense Mark Prensky, Aranda diferencia al nativo digital del inmigrante digital, que se refiere a quien no estuvo expuesto a las tecnologías de manera temprana.
De este modo, Aranda sostiene que el diccionario busca ser más que una simple obra de consulta. Su objetivo es crear un puente entre diferentes generaciones y que el material sea una invitación a inmigrantes y nativos digitales para entenderse mutuamente.
Pablo Aranda (Santa Fe de la Vera Cruz, 1986), autor de “Charla de pájaros”, “Diccionario de palabras y frases de la costa santafesina”, “7 escenas de lectura o cómo bajarme a mitad de página”, y ahora de “Diccionario de palabras y frases de lxs nativxs digitales”, conversa con LA CAPITAL para explicar las motivaciones detrás de su última publicación y las reacciones de los jóvenes al leer su novedoso diccionario.
Foto: Sol Mailén Passerini.
-¿Cuándo y cómo surgió la idea de hacer un diccionario sobre palabras usadas por nativos digitales? ¿Y por qué un diccionario?
-La idea recupera un trabajo anterior (“Diccionario de palabras y frases de la costa santafesina”) que comencé hace alrededor de 12 años y donde yo percibía, en algunas expresiones, una desmarcación de la localía en tanto uso de las redes, por lo que decidí extender el proyecto a lo que se denomina como ‘nativxs digitales’. De esta manera, este trabajo cierra, así lo creo, un momento, una etapa de escritura. Así que podría inscribir este diccionario en particular a una anécdota. Diré que surgió en una clase, allá por el 2019, cuando dos alumnos estaban hablando sobre un tema equis y yo escucho que solo recurrían a la palabra “literal”:
—Buen afiche, amigo.
—Literal.
—¿Aprobaste Historia con ese?
—Literal.
—¿Me podés hacer uno para Química?
—Literal, amigo.
Entonces yo me acerco y les pregunto: chicos, los estaba escuchando y esa palabra que usan y repiten (literal) significa algo así como ¿aprobación? La respuesta no tardó en llegar:
—Literal, profe.
Las palabras y frases que junté desde ese momento hasta su publicación, en noviembre del año pasado, fueron parte de mi pasaje por distintas escuelas medias de la ciudad de Santa Fe. Ahora bien, ¿por qué un diccionario? Porque colecciono palabras y en ese acto de coleccionar, de recoger piezas, fragmentos de lenguaje, considero que se realiza un ejercicio intelectual de sospecha, muy característico de los usos de los ‘nativxs digitales’. Lo cual me llevó a preguntarme qué pasa si me asomo a ver, a escuchar qué hay, qué pasa si trato de establecer un puente. Por eso mismo, sostengo que el objeto del registro, quizás pretencioso, sí, es disputar las palabras de todos los espacios que habitamos, ya sea la calle o la pantalla.
-¿A quién/es está dirigido el libro?
-Pienso que el libro está dirigido, no tanto a ‘nativxs’, sino a inmigrantes digitales. El dibujo de la tapa y la contratapa expresa un poco eso. El Dino Run de Google señala una ubicación y una posición del que escribe (claramente yo no soy un nativo digital), una posición de escucha frente a un tipo de espera, pero no solemne, aburrida o pasiva, sino una espera alegre, divertida, la espera de la conexión. A la espera alegre está dirigido este diccionario.
-¿Cómo fue el trabajo de investigación y con qué fuentes o con quiénes comprobaste cada definición?
-El trabajo fue un largo trabajo, en primera instancia, de extranjerización, pero aun así no dejé de registrar lo que escuchaba, lo que aparecía. El método fue anotar, anotar y anotar. Para luego, preguntar y así saldar, o no, posibles usos y significados. Mis propias redes fueron el espacio donde estos usos aparecían, dónde yo los veía y sentía la ajenidad que me producían. Luego mis estudiantes fueron la primera fuente de consulta, en una palabra, de escucha. Mis sobrinas, Delfina y Julieta, fueron la fuente final con las que puse en cuestión cada definición. Mi preocupación mayor estaba en los ejemplos, yo no quería que sean ejemplos inventados, quería que fueran recuperados, tomados de los espacios y de las voces de nativxs digitales. Una prueba de esto es lo que yo denomino, en el prólogo del libro, como MonstruoEscucha, por quien todos los ejemplos de uso fueron dictados.
-¿Mostraste a tus alumnos u otros nativos digitales tu libro una vez publicado? ¿Cómo reaccionaron? ¿Qué sintieron al ver que sus palabras fueron recopiladas y publicadas en un diccionario?
-La primera reacción fue de alegría, hubo y hay en el diccionario mucha, mucha risa. La risa que se expresaba en los ojos de mis estudiantes, donde pude leer sus reconocimientos. Pienso que la lengua se les presentó como espejo con dos características: la de propiedad y la de distinción. Es decir, se pudieron ver en el Diccionario a través de las condiciones de producción de la escritura.
“La alegría es la característica que yo considero más significativa en el habla de ‘nativxs digitales’. Las expresiones ponen en escena la desfachatez, el movimiento entusiasta de dar vuelta el lenguaje”.
-¿Podrías explicar tu lema “El diccionario no se usa, se hace”?
-Yo repito siempre esa idea: el diccionario no se usa, se hace. Me gusta detenerme en esta última palabra y en el acto de hacer, ya que, considero, tiene una fuerte carga política y afectiva. En tanto que el hacer apuesta a intervenir, a participar desde nuestra subjetividad, a construir de manera colectiva nuestra inscripción en la lengua. Digo esto último, porque es un proyecto abierto, la frase (no se usa, sino que se hace) es una invitación y una provocación, puesto que el diccionario es una escritura en movimiento que fija y, a la vez, desfija el lenguaje, pero que, sobre todo, lo cuestiona.
-A veces, la escuela o los adultos desprecian estos usos del lenguaje de los jóvenes, ¿a qué creés que se debe este rechazo y por qué sería necesario revertir esta tendencia y abrirse a la escucha?
-No estoy seguro de la primera parte del enunciado. Pero sí me preguntaría: ¿por qué ciertos espacios de poder, no la escuela, operan fuertemente en ese borramiento? ¿Por qué rechazan las marcas sociales y culturales de la otredad? La escuela, per se, no instala esto, claro está, es el primer espacio de sociabilidad por fuera de la familia, abre, sin dudas, a la otredad, al encuentro. Por otro lado, estoy convencido de que este tipo de trabajo, como muchos otros que se desarrollan en las aulas anónimas del país, pretende correrse de ese borramiento, asumir las marcas y escuchar qué sucede ahí, qué, cómo y por qué se dice lo que se dice.
El diccionario contiene numerosas ilustraciones de Jazmín Herrera. / Foto: Sol Mailén Passerini.
-Si tuvieras que definir el habla de los nativos digitales, ¿cómo lo harías? ¿Qué es lo que los caracteriza?
-La alegría es la característica que yo considero más significativa en el habla de nativxs digitales. Eso se evidencia en el “Diccionario”, es decir, en las expresiones o giros lingüísticos que ponen en escena la desfachatez, el movimiento entusiasta de dar vuelta el lenguaje.
-¿Tenés alguna palabra preferida que resulte significativa para explicar la cultura de los nativos digitales y su manera de pensar el mundo, el lenguaje, sus formas de relacionarse con los demás?
-Sí, mi palabra favorita es Messirve y sus derivados Messiento feliz, Ankara Messi, etcétera, porque agrega el nombre del astro del fútbol mundial y destaca un buen momento, una situación favorable o da vuelta un error de dicción hacia la risa, liberándolo, pero, sobre todo, porque ata este tiempo, este momento con una figura que condensa una época.
-En el diccionario se puede ver que hay una tendencia a la abreviatura, la apropiación de palabras en inglés, el uso de términos que se vinculan con el mundo digital. ¿De qué modo las tecnologías digitales impactan y transforman los modos de leer y escribir de los jóvenes?
-Esto mismo que señalás es uno de los aspectos que llama mi interés en esta escritura, es decir, el grafismo, la brevedad, la híper visualización gráfica, por nombrar algunas. Formas y usos tan recurrentes del lenguaje en las redes sociales. Hay algo que se materializa que, intuyo, proviene de la dinámica acelerada de los procesos sociales y que se manifiestan en lo digital. Pero también lo entiendo como un gesto, una búsqueda de comunicabilidad.
-¿Qué dirías a padres y docentes que tienen una mirada más pesimista respecto de estos usos del lenguaje de los jóvenes?
-Diría que el lenguaje responde a las necesidades de los hablantes, que no existe lenguaje sin movimiento, que el “Diccionario” pretende poner a disposición un material lingüístico y cultural de carácter mutable, breve como la amplitud de los propios dispositivos y producto de la inmediatez, convirtiéndose, de esta manera, en una lógica de interacción en crecimiento. Por último, diría que este Diccionario asume que lo escrito ya es pasado, entonces abre un espacio para marcar esa pérdida y hacernos lugar. Desde la boca de Simón Rodríguez: inventamos o erramos.