Los consumidores sólo compran en supermercados cuando las ofertas son buenas, si no prefieren el almacén de barrio. En los restoranes, los clientes miran más la carta y se cuida el gasto más que antes.
El 2016 arrancó con fuertes golpes al bolsillo: la devaluación, el aumento de precios generalizado, los tarifazos y los despidos provocaron la pérdida del poder adquisitivo en muchos sectores de la sociedad.
Vivir en tiempos de ajuste no es sencillo. Por eso hay que agudizar el ingenio para gastar lo menos posible y hacer rendir el sueldo para llegar a fin de mes. Esta situación ya se ve reflejada en la economía cotidiana: los hábitos de consumo se han ido modificando con el objetivo de gastar menos plata. Así es que la manera de hacer la compra de alimentos se ha modificado, las salidas a comer afuera se redujeron y la ropa ya no se descarta con tanta facilidad. Si es posible repararla, se la arregla.
Los supermercados vieron caer sus ventas un 3,5% a nivel nacional en los dos primeros meses del año. Así lo asegura un informe del Ieral de la Fundación Mediterránea, que además señala que en la provincia de Buenos Aires esa baja del consumo fue del 16,9%.
Si bien la autora del informe, la economista Vanessa Toselli, advierte que el indicador tiene un margen de error debido a que “el Indec no contempla el eventual desplazamiento de las compras hacia locales de cercanía”, reconoce que “llama la atención la caída de ventas”.
Toselli destacó que la que más sufrió los dos primeros meses del año fue la región pampeana, donde la caída del consumo en supermercados fue del 11,7%, cifra motorizada por la baja del casi 17% que se registró en la provincia de Buenos Aires.
“Lo que nosotros evaluamos desde hace tres meses es que la gente dejó de ir a los supermercados y volvió a los almacenes de barrio. Saben que ahí en muchos casos se puede llegar a anotar y pagar más adelante”, le dice a LA CAPITAL, Marisa Sánchez, presidenta de la Liga de Amas de Casa. Y, enseguida, explica: “Ahora los consumidores sólo aprovechan las buenas ofertas, las que valen la pena. Si hay 4×2 o 4×3, van y las compran, si no no lo hacen”.
Sánchez cuenta que los gerentes de los supermercados reconocen la baja de las ventas y afirma que otro de los motivos que producen el fenómeno es que “los precios cuidados se han desdibujado”. “Cuesta encontrarlos, ya no son tan baratos y por eso la gente no los busca tanto”, sostiene. Y agrega: “Hoy el consumidor prioriza los gastos y lleva lo que necesita de manera puntual. No existe más eso del carro lleno cuando va al supermercado. La gente compra lo justo y lo necesario. De ahí sale y después de tener la oferta se va a la verdulería o a la frutería de su barrio”.
La presidenta de la Liga de Amas de Casa también cuenta que ante la necesidad de ahorrar plata “las segundas y las terceras marcas se imponen sobre las primeras”. “Pasa mucho en la leche, en la manteca y en productos que tienen distintos productores como también puede ser el queso”, dice. Y comenta: “Por ejemplo, ante la baja de las ventas cada vez ponen más pedacitos de queso más chicos para que la gente pueda llevarlos”.
Más allá de la situación particular en los supermercados, Sánchez comenta que el golpe al bolsillo también se refleja en la carne. “Se compran los cortes más baratos para ahorrar. En lugar de la carne picada especial, ahora se vende más la común. La gente busca ahorrar de donde puede”, sostiene.
Otro de los sectores en donde también los consumidores buscan ahorrar es en el pan. “Antes se compraba medio kilo y ahora lo justo y lo necesario para el almuerzo o la cena. O por ejemplo, antes se compraba pan negro, saborizado o facturas y ahora esos consumos bajaron”, explica Sánchez.
El consejo para los consumidores desde la Liga de Amas de Casa es “recorrer”. “Hay que buscar las que son realmente ofertas y son parte de la canasta básica alimentaria. Después caminar y buscar precios para ahorrar lo que más se pueda del presupuesto del hogar”, dice Sánchez.
Menos ventas, más reparaciones
La Unión de la Industria, el Comercio y la Producción (UCIP) reveló que desde el comienzo del año las ventas en los comercios de la ciudad se vienen derrumbando. La última medición realizada corresponde a mayo y marca que la caída fue del 20% en comparación con el mismo periodo del año anterior. Esta situación provoca que ante la caída del consumo, crezcan oficios como el de costurera o el de zapatero: cuando hay poca plata, se arregla y no se tira.
“Cuando el bolsillo está dulce siempre se desecha. Esto no es exclusivo de este rubro, sino de todos. Nosotros lo vemos en el calzado, cuando hay dinero, lo que se rompe se tira y se cambia, cuando no hay, se arregla”, contó Sergio Pellicore de “Los melli”, en diálogo con LA CAPITAL. Y agregó: “El trabajo ha ido subiendo, paulatinamente, desde unos años. Cuando el zapatero trabaja mucho es porque la situación económica no es muy favorable, eso es histórico”.
Según explica, el cambio de suela es lo que más crece cuando el sueldo “no rinde”. “Este año hay más pedidos de cambio de suela completa, que, en comparación con lo que sale un calzado nuevo, es mucho más accesible o conveniente”, cuenta.
Una situación similar viven las costureras. “Cuando se podía me compraba uno nuevo, ahora lo arreglo para gastar menos”, cuenta Ramiro, un joven que llevó a reparar su suéter con Cristina, una modista que repara ropa en su vivienda.
Mirar más la carta
En los restoranes, los consumidores también empezaron a cambiar los hábitos. El golpe al bolsillo ya generó una caída de clientes de entre el 15% y el 30%, según el comercio. “Hay menos frecuencia de la clientela. El que venía tres veces por semana ahora viene dos y el que venía dos lo hace una”, explica Manuel Justo, propietario de la parrilla Huija. Y cuenta las modificaciones al sentarse en la mesa: “Antes pedían sin fijarse mucho en la carta, en cambio ahora lo hacen mucho más para mirar los precios. También se usa mucho más la tarjeta y eso en general es por las promociones que tienen los bancos”.
Ante los cambios en los clientes, el restorán también debe adaptarse. “Para adelantarnos a los problemas que sabíamos que se venían, pusimos platos más accesibles que antes no teníamos. Por ejemplo, incorporamos a la carta ravioles y mondongo”, cuenta Justo y dice que de esta manera no están atados a los precios de la carne: “De esta manera buscamos no depender tanto del valor que ponen en Liniers”.