por Guillermo Vilaseca
Como arquitectos de nuestro futuro, tenemos la posibilidad de abordar aspectos que hacen al malestar en el ámbito del trabajo generando alternativas que nos permitan desarrollar creativamente nuestro desempeño cotidiano. Para ello empecemos por preguntarnos: ¿El proyecto laboral es el proyecto de vida? ¿Vivimos para trabajar o trabajamos para vivir? ¿El trabajo es salud?.
Voy a compartir algunos aspectos de mi desarrollo laboral profesional que ayudarán a adentrarnos en los temas que nos ocupan.
Mi primer trabajo profesional fue como maestro de escuela. Al iniciar la tarea estaba convencido que era lo mejor que me podría pasar en la vida. Las primeras suplencias me llevaron a recorrer diversas escuelas, fui amablemente recibido por las secretarias, personajes particulares que me llamaron la atención. Eran maestras que habían decidido no ejercer frente al grado.
Me pregunté: “¿Cómo puede ser que una persona, después de determinado tiempo, llegue a rechazar este rol?”
Conversando con ellas descubrí que en su mayoría habían empezado su carrera como maestras trabajando desde el entusiasmo, desde ilusiones iguales a las que teníamos cuando terminamos quinto año del magisterio.
Pasaron los años y nos dimos cuenta que por más buena voluntad que tuviéramos, nuestra capacidad de acción estaba limitada.
Hoy sabemos que uno de los “factores de riesgo” del estrés laboral remite a la subjetividad de cada profesional o sea que depende de los propios ideales en relación a la tarea.
Las investigaciones que rastrean las características de las personas más propensas a ser afectadas señalan: “la amplitud y aun el exceso de aspiraciones en lo que se refiere al cumplimiento exitoso de la tarea a pesar de la adversidad de las situaciones en las que se actúa”. Así cobra relevancia la articulación entre la expectativa de cada uno y el contexto tanto institucional, sociopolítico, económica como cultural.
Ahora bien. ¿Qué hacen los deportistas en su trabajo? La mayoría de nosotros tenemos conciencia de que, además de haberse capacitado, entrenan cotidianamente, se preparan física y nutricionalmente. Antes de una competencia se concentran como parte de su preparación.
Así es que nos parece normal que un jugador de pelota, un deportista y un artista requieran de un entrenamiento permanente y un cuidado especial antes de sus presentaciones.
Pregunto entonces: ¿Cuál es el entrenamiento que requiere vuestro trabajo? ¿Quién se encarga de la formación permanente? ¿Cuál es la rutina de ejercicios cotidianos para no lesionarse en la cancha?
Estas lesiones tienen que ver con el agotamiento espiritual, emocional, y físico que aparece en la vida laboral de las personas y que ocasionan una declinación en su capacidad para experimentar satisfacción y/o para cuidar de otros.
El proceso puede tomar desde semanas hasta años antes de manifestarse. En cualquier caso podemos reconocer una secuencia de tres momentos:
1. Seducción por la puesta en marcha de la actividad elegida, por el camino hacia el logro de metas.
2. Con el pasar del tiempo comienza la adaptación al medio en detrimento de las ilusiones. Cuando acaece un empobrecimiento de las expectativas no metabolizado adecuadamente nos encontramos con el surgimiento de síntomas, tanto físicos como psíquicos. Se va perdiendo el entusiasmo inicial y aparece el tedio en el desempeño del rol. Es el comienzo de la llamada “fatiga profesional”.
3. En el tercer momento, las personas aceptan las frustraciones desde la resignación y el malestar como parte de lo cotidiano, la enfermedad se instala. Así es que suelen retraerse o estar malhumorados casi todo su tiempo laboral. Pierden la capacidad de sentir empatía por otro, degradando su posibilidad de sentir y de cuidar a los otros y a si mismo.
Otros síntomas que ponen en evidencia el “burn out” o estrés laboral suelen ser: la creciente dificultad para la toma de decisiones, la merma en la creatividad y en la búsqueda de nuevos recursos, mayores esfuerzos para lograr concentración y un aumento significativo de las situaciones de olvido.
Estas situaciones pueden generar sentimientos de perplejidad, irritación, enojos, sensación de impotencia, llegando a aborrecer la actividad laboral. Llegamos justamente al quiebre de la vocación, de la identidad laboral que es lo que consideramos quemada, de allí el término burn out, quemado por dentro.
Es importante tener en cuenta también la presencia de diversos factores que suman a la instalación del estrés laboral: instituciones que imponen altas sobrecargas de tarea, entornos desfavorables, horarios excesivos, falta de reconocimiento, o peor aún, excesos en las críticas de los superiores jerárquicos y de los pares. Esta sumatoria pone en riesgo tanto la integridad como el desempeño de todos los trabajadores.
Reconocida la necesidad de una instancia de cuidado, llegamos a las preguntas: ¿Cómo cuidar la calidad de vida en el ámbito laboral?¿Cómo instalar este trabajo de entrenamiento entre nosotros, cualquiera sea la tarea que realicemos?
La formación permanente es el camino donde cada obstáculo es una oportunidad de aprendizaje y crecimiento personal y grupal.
El desafío es la búsqueda de alternativas creativas para poder encontrar las maneras de mirar el mundo de posibilidades que es el futuro sin que el pasado actúe como cristal turbio, concebir cada obstáculo como una nueva oportunidad, habilitar el contacto con nuestras emociones con la creatividad, experimentar la satisfacción de apostar a los proyectos propios, retomar el contacto con los deseos, salir del aislamiento incorporando a los otros como aliados, descubrir la propia potencialidad, sostener y/o recuperar la alegría y la esperanza en las tareas cotidianas para posicionarnos como arquitectos de nuestro futuro.
(*): Licenciado en Psicología. Universidad de Buenos Aires. Autor de “Por qué los hombres no entendemos a las mujeres”.