Sergio Alejandro Cejas es juzgado por el Tribunal Oral en lo Criminal N° 2, por el crimen que cometió el 8 de enero de 2019, cuando le disparó a la víctima en plena calle, mientras esperaba el colectivo. Podría recibir pena de prisión perpetua.
El Tribunal Oral en lo Criminal N° 2 comenzó a juzgar a Sergio Alejandro Cejas (38) por el femicidio de quien era su expareja, la policía Gisel Varela (33), y por el brutal crimen cometido en enero de 2019 mientras la mujer esperaba el colectivo podría recibir prisión perpetua.
La investigación la había comenzado el fiscal Fernando Castro, pero tras su jubilación quien se encuentra al frente del debate es la ahora titular de la Fiscalía N° 1, Florencia Salas, quien mantiene la acusación contra Cejas por “homicidio doblemente agravado por el vínculo por mantener una relación de pareja y por haber sido perpetrado por un hombre contra una mujer mediando violencia de género”, delito que prevé prisión perpetua.
Se espera que este miércoles, tanto la fiscal Salas como la defensa oficial de Cejas expongan sus alegatos ante los jueces Néstor Conti, Roberto Falcone y Alexis Simaz.
El femicidio de Gisel Varela ocurrió en enero de 2019.
Violento, tóxico y femicida
Gisel Varela era parte de la Policía Local, tenía una hija y, en el 2015 había comenzado una relación con Sergio Cejas, quien trabajaba como personal de seguridad de una empresa de transporte de caudales.
La relación había sido “intermitente”, con idas y vueltas y una creciente violencia por parte de Cejas que advertía la familia y allegados de Varela. Incluso, al momento del femicidio, existía una orden de restricción de acercamiento contra Cejas emitida por la Justicia de Familia y que Varela llevaba en su cartera.
Los allegados de Varela habían notado que Cejas era violento, que acosaba a la policía cuando ella quería terminar la relación, la perseguía, la esperaba en la oscuridad en la puerta del edificio, merodeaba por los lugares que ella transitaba.
Incluso en una ocasión, una vecina llamó al 911 al escuchar los gritos de auxilia de Varela y su hija, que gritaban que Cejas la golpeaba y que las quería matar. Por ese episodio es que el el titular del Juzgado de Familia N°4, Juan Facundo Dominoni, emitió el 8 de agosto de 2018 una orden de restricción de acercamiento con vigencia hasta el 1 de abril de 2019.
“Se ordena la restricción de acercamiento de Cejas Sergio Alejandro para con Varela Gisel Romina, importante ello el impedimento de concurrir a sus respectivos domicilios y demás lugares donde los mismos pudieran encontrarse, entendiéndose por tales trabajo, recreación o esparcimiento en un radio de 300 metros hasta el 1 de abril de 2019″, había ordenado el juez Dominoni.
Los padres de Varela habían destacado a los investigadores que Cejas era “celoso” y que su hija no quería contar mucho de la relación de tenían para no “preocuparlos”.
Amigos y compañeros de la Policía Local de Varela calificaron la relación con Cejas como “muy enfermiza y tóxica” y que la víctima había dicho que sufría persecuciones, acoso, agresiones físicas y verbales y amenazas. “Cejas le decía que la mataría y luego se suicidaría si ella lo dejaba”, expresaron.
Varela era policía, estaba armada, tenía chaleco antibalas, la Justicia había emitido una orden de restricción de acercamiento contra Cejas y todo el entorno de la mujer sabía que era víctima de violencia de género. Así y todo ocurrió el femicidio.
Femicidio en plena calle
El 8 de enero de 2019, Gisel Varela había salido cerca de las 6.30 de la mañana de su casa de Alberti al 1500 y había caminado hasta Las Heras, para esperar el colectivo. Vestía su uniforme de la Policía Local, llevaba chaleco antibalas y portaba su pistola reglamentaria.
Cerca de las 6.45 apareció Cejas. Discutió con Varela, le sacó el arma reglamentaria y le disparó cinco balas a quemarropa: dos impactaron en el chaleco antibalas de la policía y las otras tres en el cuello y rostro de la mujer.
Cejas, que estaba de pantalón corto, remera blanca y ojotas, ante la atónita mirada de testigos que se encontraban en la zona, se fue con el arma en la mano, se subió a su Toyota Etios y se marchó. A las pocas horas sería detenido en Miramar.