Cultura

Cinco décadas de “Cien años de soledad”

por Sebastián Jorgi

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a recordar el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava…”, tal el comienzo de Cien años de soledad, que García Márquez, según él mismo lo ha confesado, la escribió encerrado en una pieza de hotel.

Hace mucho, en los 80, el profesor y narrador Juan Carlos Ghiano, académico de número de la Academia Argentina de Letras, me había propuesto que hagamos una nómina de Relecturas, de acuerdo a inclinaciones y/gustos por determinados libros y escritores. Lo hicimos y aparecieron nombres decimonónicos y otros del siglo XX, como Güiraldes, Mallea y Gálvez. Hoy, tras recibir Cien años de soledad, trato de intentar una revalorización o mejor, darle una leída segunda, una nueva mirada. Y vale, porque es como si la estuviera leyendo por primera vez, viajando con Úrsula la bisabuela hasta la intrusión de Francis Drake en el siglo XVI o las visitas amorosas de Pietro Crespi a Rebeca, mientras la saga de los Buendía continúa.

Y me sorprende el ritmo de la prosa, esos idas y vueltas en el tiempo, los raccontos, los cuadros llenos de gracia o con cierto humor: todo una especie de rompecabezas que uno, –usted también, estimado lector—deberá armar o rearmar con paciencia.

Confieso que he leído con mayor fluidez El coronel no tiene quien le escriba y Crónica de una muerte anunciada, pero más allá de esta comodidad personal, a 50 años de la obra que lo catapultó al Premio Nobel a García Márquez, me digo que vale.

Muchos años después…la sigo leyendo.

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