Dentro de pocos días se cumplirán 40 años del momento en que el último auto circuló por la antigua calle San Martín. Pocos meses después la inauguraban como peatonal.
por Gustavo Visciarelli
Cuando uno dice que San Martín no siempre fue peatonal y el joven interlocutor responde: “¿No?”, los calendarios entran en riguroso balance. El saldo tiene el golpe sicológico de los “números redondos”: este año se cumplirán cuarenta años de aquella transformación.
No, chicos, la peatonal no siempre estuvo allí. Había una calle normal, que siempre se llamó San Martín, por donde circulaban autos hacia la costa. Eso sí: en las noches de verano la cerraban al tránsito con caballetes metálicos , como ocurre hoy con Rivadavia, para que los transeúntes se adueñaran de ella.
Tiempos idos
Era, por otra parte, el principal centro social y comercial de Mar del Plata. Quienes la conocieron, guardan imborrables recuerdos de lugares y comercios que se ajustan a su edad y a su memoria afectiva. Por ejemplo, los “proto-juegos electrónicos” del Sacoa y de la Galería Broadway, que además tenía una infinita disquería poblada de vinilos. O las pizzerías Marasca y Costa Brava, el café Colombia, la confitería Jockey Club, Topsy, la vigente Fonte D’Oro, el Cine Regina y la alucinante modernidad de la galería Lafayette, que en 1974 –demolición mediante- conquistó el antiguo territorio de las Grandes Tiendas Santa Rosa.
La nómina, que no pretende ser completa, incluye otras firmas memorables: juguetería Birmar, Bonafide, Ivonne, calzados Boticelli, Grimoldi, Bescós, Ese y Zalzano, Deleonardis, Ecco Hombre, Etam, Escasani, Rossi Pérez y las corresponsalías de los diarios La Razón y La Nación, donde las últimas noticias nos llegaban a través de sus pizarras en las vidrieras.
El último auto
Dentro de pocos días se cumplirán 40 años del inicio de la transformación. Carlos González Rivero -autor de los artículos “Calles de Mar del Plata”, que publicamos todos los lunes- guarda este recuerdo: “Tuve el raro privilegio de ser el último que la transitó en auto. Era la noche del 13 de Julio de 1979, con el Peugeot de mi viejo junto a unos amigos, a las 23.55 comenzamos a recorrer la calle San Martín y cuando llegamos a Buenos Aires, justo detrás de nuestro paso, un par de operarios o inspectores municipales, puso las vallas para que el lunes comenzaran las obras”.
La mutación de calle a peatonal se produjo durante la gestión del comisionado municipal Mario Roberto Russak. La dictadura estaba en la mitad de su negro camino y florecían obras que intentaban apuntalar la fachada de un país próspero, moderno, limpio y ordenado.
La transformación
El último invierno de la calle San Martín fue a la vez tumultuoso y lúgubre. Grandes vallas de madera flanquearon las aceras e improvisados puentes surcaron la calzada, convertida por las frecuentes lluvias en lodazal.
De todas maneras, la Peatonal fue construida rápidamente y, seamos justos con la historia, tuvo exitosa recepción cuando el caluroso 8 de diciembre de 1979 inauguraron el primer tramo de la obra que, desde San Luis hasta Corrientes, había construido en tiempo récord la empresa Tomás Guarino.
La jornada tuvo mucho de fiesta popular, ya que las firmas gastronómicas salieron a convidar sus productos a las miles de personas que asistieron a la inauguración junto a otros comerciantes que distribuyeron helados, globos, golosinas y café.
El festejo tuvo, sin embargo, algunas ausencias notorias. Ocurre que algunos tradicionales comerciantes de la antigua calle San Martín se opusieron vanamente a la peatonalización, argumentando que en invierno el paseo se convertiría en un páramo. Por ello, su ausencia brilló en el palco oficial montado en Peatonal y San Luis.
“Maplot”
Pronto vino aquel incidente de las baldosas, que en el apuro fueron mal colocadas y no tardaron en aflojarse. En días de lluvia o inmediatamente después, la presión que ejercía el caminante disparaba un chorro de agua que hacía las delicias de los tintoreros.
El sonido derivado de ese efecto hidráulico (Maplot) fue tomado como nombre por el mítico trío marplatense integrado por Jacinto Patruno, Raúl Islas y Marcelo Lo Bianco. Los adolescentes de entonces celebrábamos esa valiente ironía. Porque así, chicos- dicho sin nostalgia- eran las tímidas “transgresiones” en esos tiempos en que desapareció la calle San Martín.