Opinión

Cerebros Artificiales: ficciones y perspectivas de la IA en la vida de los humanos

Opinión.

*Por Dr. Gustavo de Elorza Feldborg

“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, es un cuento de Jorge Luis Borges que explora sobre un mundo ficticio llamado Tlön y cómo este mundo se va infiltrando en la realidad. A partir de un encuentro con su amigo Bioy Casares, en el que este pronuncia una frase supuestamente leída en una enciclopedia, el narrador y su amigo comienzan una búsqueda de alguna referencia de ese lugar llamado Tlön que aborrece los espejos porque multiplican —como la cópula, dicen— las realidades. A medida que pasan los días se van enterando algo más sobre Tlön: que es una región de Uqbar —aunque no logran dar con ese sitio en ninguna enciclopedia—. Ese mundo, con su filosofía, su literatura, su cultura, su historia, es una invención de un grupo de personas que está preparando una nueva enciclopedia, llamada Orbis Tertius (“tercer mundo”). Tal como una concatenación de espejos —imagen muy cara al imaginario borgeano— ese mundo tercero que ni siquiera es la primera imagen del real sino la narración de esa imagen, su descripción en palabras, poco a poco se va introduciendo en el mundo real subrepticiamente, borrando las fronteras entre uno y otro, hasta que el relato concluye con una conjetura inquietante: tal vez en cien años, aventura el narrador, habrá de cambiarlo por completo.

La inteligencia artificial, quizás un nuevo Tlön, un planeta digital construido con lenguajes de programación, ya opera hoy en nuestras vidas —aunque no lo sepamos o no advirtamos su alcance— y tiene un crecimiento exponencial en cuanto a sus capacidades. La IA ha empezado un proceso de “infiltración” en todas las áreas de nuestra vida cotidiana: los artefactos que hacen más sencilla la vida doméstica y la laboral, la agricultura, los servicios financieros, la automatización industrial, las comunicaciones y redes en las que interactuamos, las compras que realizamos, las operatorias bancarias, la medicina con la que se curan o previenen enfermedades, los juegos con los que nos entretenemos, los libros que leemos en línea, las consultas que hacemos en diversos organismos públicos o privados, los turnos que solicitamos para trámites y, por supuesto, la posibilidad de llevar con nosotros una IA interactiva en la palma de nuestra mano, complementando de forma exocerebral nuestras capacidades cognitivas…

En fin: todo está permeado por la IA. No hace falta encerrarse en un laboratorio de robótica ni ser un experto en nuevas tecnologías. Esta situación, casi novedosa e impensada hace apenas unos años, nos plantea necesariamente nuevos desafíos y hasta hace lícita la pregunta que la Ciencia Ficción viene haciéndose hace más de dos décadas: ¿puede la tecnología de Inteligencia Artificial llegar a sustituir el pensamiento humano? Alan Turing ya se preguntaba algo semejante en su conocido artículo “Computing machinery and intelligence”, de 1950. Dicho artículo comienza así: “Propongo considerar la pregunta: ¿Pueden las máquinas pensar? Esto debería comenzar con definiciones sobre el significado de ‘máquinas’ y ‘pensar’”. Según hipotetiza Turing, una máquina puede considerarse inteligente si logra engañar a los humanos haciéndoles creer que ella también es humana, y para discernir esto, Turing propone un juego, que luego se conocería como el “Test de Turing”.

Mientras seguimos teniendo este interrogante solo en modo de posibilidad —que al día de hoy suponemos remota, pero ignoramos si mañana estará a la vuelta de la esquina— hay otro cuestionamiento urgente que debemos hacernos, y que nos coloca ante una posible frontera: debemos decidir como humanos qué lugar le daremos a la IA y si estamos dispuestos a delegar de forma consciente en esta tecnología emergente muchas de las actividades de nuestra vida cotidiana, creando de esta forma un nuevo territorio de posible convivencia entre inteligencias sintéticas, inteligencias artificiales, IA específicas, IA generalizadas e inteligencias biológicas.

Así como Borges pone en jaque el concepto de “realidad” al mostrar cómo, en una suerte de cajas chinas, las realidades se solapan y se contienen unas a otras, se multiplican como en un laberinto de espejos y de esta forma se pierden las fronteras entre ellas, y entre ellas y la “realidad-real” que pierde su espesura e incluso su importancia, así también ocurre con las nuevas realidades que nos proponen las IA: nuestra percepción, creencias, imaginación y subjetividades humanas, de pronto se ven cuestionadas y conmocionadas. No hay respuestas definitivas sino una invitación a la reflexión sobre la propia existencia y al desafío de los límites establecidos.

¿Es la Inteligencia Artificial la nueva ficción del siglo XXI? La palabra “ficción”, en español, ha tomado la acepción de “invención” o “cosa fingida”, sin embargo, su origen etimológico proviene del latín fingo-finxi-fictum, cuyo primer significado es: “formar”, “dar forma”, “hacer”, “modelar”, y por eso la pregunta es pertinente: ¿Qué realidad está modelando la IA enfrentándonos a la complejidad del conocimiento y a la búsqueda de sentido? ¿Qué realidad está dando forma las entidades digitales sintéticas —que por el momento operan con “ecos” del conocimiento de los seres humanos, pero quizás con el tiempo operen con ficciones novedosas de una IA que alcance la singularidad o superinteligencia— transformando radicalmente la manera en que vivimos?

Hoy en día podemos plantear que la principal ficción en el desarrollo de la inteligencia artificial, se centra en obtener —a través de la programación evolutiva en integración con las redes neuronales digitales — algoritmos generativos basados en la construcción de sistemas cognitivos artificiales, fundamentados en el aprendizaje y el desarrollo de sus procesos con base al cerebro humano. Es decir, lo que se busca es lograr desarrollar y evolucionar hacia un cerebro artificial, cuya red neuronal se equipare al crecimiento y la maduración del cerebro humano.

Por ahora, debemos decir que solo permanece en el terreno de la ficción como simulación, e incluso como invención fantástico-literaria. Sin embargo, no podemos descartar que en el mediano o en el largo plazo —difícil, en virtud de la velocidad con que se nos presentan los cambios—lo aparentemente imposible pueda lograrse como una realidad una vez que la tecnología entre en juego.

* Ph.D. en Tecnología Educativa

Leaders of Learning

Harvard University Graduate School of Education

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