Cultura

Cecilia González, autora de “Narcofugas”: “El realismo mágico sigue estando en América latina”

Reconstruye los vasos comunicantes entre las huidas de cárceles de máxima seguridad del Chapo Guzmán y de los hermanos Lanatta y su cómplice Schillaci. La autora es corresponsal de la agencia Notimex radicada hace más de una década en la Argentina y está especializada en el crimen organizado. Qué enfoque debería tener el narcotráfico y el show mediático que desata.

La periodista mexicana Cecilia González, autora de “Narcosur”, vuelve a desandar la ruta de la efedrina que une a México con la Argentina en su nuevo libro “Narcofugas”, donde reconstruye el lazo invisible del narcotráfico en América latina con dos hechos casi surrealistas: las huidas de cárceles de máxima seguridad del capo narco Chapo Guzmán y de los hermanos Lanatta y su cómplice Schillaci.

Casi simultáneas, las fugas del criminal mexicano más famoso de la región, Joaquín Guzmán Loera, y la de los hermanos Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci del penal de General Alvear en la Argentina, condenados por el triple crimen de General Rodríguez, tomaron ribetes cinematográficos en el prime time televisivo. De igual modo, sus capturas, casi simultáneas, sacudieron el escenario con megaoperativos y shows mediáticos.

Uno y otros están vinculados a la ruta narco que une a México y la Argentina, la misma que González, corresponsal de la agencia Notimex radicada hace más de una década en el país y especializada en el crimen organizado de drogas, recorrió en “Narcosur” y continuó en este segundo libro. “Parecía una coincidencia de surrealismo mágico que en ambos lugares estuviesen prófugos y sean capturados al mismo momento”, dice a Télam.

-Sin embargo, como demostrás en “Narcofugas. De México a la Argentina, la larga ruta de la efedrina” (Marea) hay un vínculo que los une…

-El hilo invisible que los une es la ruta de la efedrina, ya sea que efectivamente le vendieran la efedrina al cartel de Sinaloa (liderado por el Chapo Guzmán) o a otros carteles. O eran socios o eran rivales. Y otra cosa es ese vínculo curioso de que, en un extremo y en el otro de la región, estuviesen prófugos criminales del narcotráfico. Cuando capturaron al Chapo yo estaba en México y atenta a lo que sucedía en la Argentina, y seguí con atención ese reality en vivo. Me pareció curioso el manejo de la información por parte de los gobiernos y el show de los medios.

-¿Y por qué ese show mediático con el narcotráfico?

-Es un tema que se presta a morbo, se termina frivolizando en todos los países y lo grave es que no hablamos de las víctimas. Creo que es una coincidencia cultural de la época el manejo de la información como espectáculo, como si la espectacularidad sea sinónimo de eficiencia. Hablamos del Chapo y su fascinante historia criminal pero muy poco sabemos de los desaparecidos de México.

-¿Ese manejo de la información como espectáculo creés que acompaña la tendencia creciente a convertir al narcotráfico en objeto de consumo cultural?

-Lo que ocurre con la narcocultura es impresionante. Por ejemplo, en México hay secciones especiales de lo que llaman “narcoliteratura” de ficción y no ficción y eso sucede porque hay mucha producción cultural en torno al tema. En la Argentina, en los últimos tres años ya conté más de 15 libros, lo cual refleja que también está en crecimiento. Pero esto tiene un lado lamentable porque en realidad se termina naturalizando un negocio criminal multimillonario que provoca mucho daño. En términos culturales, el riesgo con las series o los libros es que se naturalice y que no haya una preocupación real. Y por otro, la narcocultura penetra también en los criminales que quieren emular la ficción, como el Chapo que quería su película. Mientras escribía el libro pensaba en Gabriel García Márquez y el realismo mágico… él no inventó nada, lo describió muy bien. El realismo mágico sigue estando en América latina.

-En este contexto ¿cuál creés que es la responsabilidad de los medios?

-Creo que la responsabilidad es no construir héroes y mostrar las víctimas de este crimen. En la Argentina, (Ibar) Pérez Corradi es el último ejemplo concreto: cuando lo capturaron parecía que llegaba Superman y en realidad se trataba de un criminal. El Gobierno mismo lo filmó cuando llegó y luego contó pormenores del mecanismo para trasladarlo, ¿era necesario? Yo creo que no. Se termina pareciendo a la ficción, por eso insisto con que la cuestión es el manejo mediático del tema. Es algo ancestral en la historia ver a los criminales como personajes fascinantes, lo preocupante es que los medios nos quedemos solo en eso y no hablemos de las víctimas. Por eso en el libro hay un capítulo específico de las víctimas y del lazo noble y profundo entre organismos de derechos humanos de la Argentina y México.

-A diferencia de México, donde hay capos narcos y carteles que dejan miles de muertos, en la Argentina el narcotráfico pareciera no cobrarse tantas víctimas. ¿es así?

-Las víctimas no son solo los asesinados. Son también los niños y niñas de Rosario que trabajaban como esclavos para las bandas de crímenes organizadas y en los famosos búnker, las minicárceles selladas con niños trabajando involuntariamente; niños víctimas que por adicción, abandono o pobreza terminan trabajando para el narcotráfico. Otras víctimas son las miles de mulas, en su mayoría mujeres pobres y obligadas, que terminan en las cárceles cumpliendo penas desproporcionadas. También son víctimas los habitantes de las villas miserias siendo estigmatizados por aquellos que dicen que “las drogas están en las villas”. O los niños que tienen enfermedades y que sus mamás, como no tienen acceso, deben cultivar marihuana para fines medicinales.

-La ruta de la efedrina evidencia que se trata de un negocio trasnacional, sin embargo se oye hablar de la ‘mexicanización’ o ‘colombianización’ de un país cuando se trata de la incidencia del narcotráfico, ¿por qué ocurre eso?

-Es mucho más fácil instalar prejuicios y lugares comunes. Es un error usar ese término como sinónimo de miedo o violencia, es una comparación irresponsable. Y el problema es que cuando le temes al otro te alejas y en este caso lo importante es que los países se solidaricen.

-La “lucha contra el narcotráfico” fue uno de los ejes de la última campaña electoral ¿utilizar esa consigna como bandera política está en sintonía con la magnitud de la problemática en la Argentina?

-Es exagerado plantear el narcotráfico como un problema prioritario y además plantearlo con un enfoque criminal, debería ser con un enfoque de derechos humanos. Porque las víctimas también son los consumidores de drogas ilegales que son tratados como delincuentes. Yo no veo en el discurso gubernamental una prioridad en abordar el tema con enfoque de derechos humanos, que además es una corriente que está avanzando en todo el mundo porque muchos estados se dieron cuenta de que la lucha que venían planteando contra el narcotráfico fracasó.

-En el libro insistís con los juicios y condenas que hubo en el país con respecto a la ruta de la efedrina. ¿A qué se debe esa decisión?

-Eso me pareció muy importante. En la sociedad argentina hay un lugar común de que hay impunidad, es cierto que en muchos casos la hay, pero lo cierto es que con respecto a la ruta de la efedrina hubo una treintena de condenados, procesados, ha habido tres juicios. Ahora, lo difícil es llegar a los estratos más altos de la cadena de complicidades, son los invisibilizados que verdaderamente manejan el negocio. Pero si la ciudadanía no pierde la esperanza en que eso se castiga y es juzgado genera otras repercusiones y los criminales saben que no pueden hacer lo que quieren.

-El último capítulo lo dedicás a los vínculos solidarios entre organismos de derechos humanos de la Argentina y México, ¿por qué?

-La Argentina es un ejemplo de esperanza para el mundo. Yo siempre digo que si fuese argentina estaría súper orgullosa por la lucha que se llevó a cabo para que se lleven adelante los juicios de lesa humanidad. Es la sensación reparadora de la justicia. De todos los foros internacionales de derechos humanos, y esto no es partidario, es reconocida como un ejemplo y gracias a eso han podido ayudar a otras historias tremendas. Y en México muchos organismos argentinos están haciendo una labor impresionante. Ante la soledad que sufren las víctimas, es un ejemplo porque demuestran que a pesar del paso de los años puede haber justicia, como sucedió en este país.

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