Unicef advierte de una posible "catástrofe generacional", provocada por la ausencia de clases presenciales por el Covid-19. Uno de los efectos "profundos" de la crisis es que casi 3 millones de niños, niñas y adolescentes están en riesgo de no regresar nunca a la escuela.
por Ares Biescas Rue
El 97 % de los niños, niñas y adolescentes latinoamericanos está a punto de cumplir casi un año sin pisar la escuela, y con las clases virtuales inaccesibles para los más vulnerables, la región corre el riesgo de perder su futuro por décadas, alerta un informe de Unicef conocido este lunes.
Con casi ocho meses de pausa prolongada para 137 millones de niños y niñas de Latinoamérica (un tiempo cuatro veces más alto que la media global), la agencia de las Naciones Unidas advierte de una posible “catástrofe generacional”, provocada por la ausencia de clases presenciales por el Covid-19.
“Cada día que pasa con las escuelas cerradas se va dando forma a una catástrofe generacional, que tendrá profundas consecuencias para la sociedad en su conjunto”, reitera el reporte.
Uno de los efectos “profundos” de la crisis es que casi 3 millones de niños, niñas y adolescentes están en riesgo de no regresar nunca a la escuela. Ante estas cifras, América Latina se enfrenta al reto de evitar que el potencial de las nuevas generaciones se pierda y se profundice la desigualdad de la región, devastada por los efectos del Covid-19, con 11 millones de casos hasta la fecha.
Aprender en desigualdad de condiciones
El jamaicano Wayne Young está preocupado por sus siete hijos: “Creo que mis hijos van a retroceder mucho”, admite. “No tienen internet. No tenemos un teléfono celular. No tenemos una computadora porque no podemos pagarla”.
Su testimonio, recogido en el informe, pone de relieve la brecha digital en Jamaica, donde internet solo tiene una penetración del 55 %, una injusticia que se extiende por América Latina.
En la región, solo la mitad de los alumnos de las escuelas públicas tiene acceso a clases a distancia de calidad, mientras que en las escuelas privadas esa cifra sube al 75 %, estima Unicef.
Tener internet era “un privilegio en América Latina” ya que “las escuelas de mayores ingresos” eran “las que tenían conexión”, advierte a EFE Ruth Custide, especialista de educación de la Oficina Regional de Unicef para América Latina y el Caribe.
Custide apostilla de que no se trata solo de internet, sino también de tener una computadora con la que acceder a las clases.
Por eso, lamenta que solo “el 18 % de los niños de los quintiles con los ingresos más bajos” tienen acceso a algún dispositivo, mientras que en los quintiles más altos “esa cifra es del 80 %”.
“Con unos padres con mejores ingresos, con un nivel de educación más alto, los niños van a rendir mejor porque van a tener más apoyo. Pero en los grupos más vulnerables donde los padres no tienen un nivel educativo tan alto, ni conectividad, ni recursos, eso se complica aún más”, esgrime la especialista.
La desigualdad es más acuciante en grupos vulnerables con niños con discapacidad, migrantes indígenas o en zonas rurales donde la educación a distancia no llega, según Unicef. En las poblaciones rurales de Bolivia, por ejemplo, solo el 18 % tiene ordenador y el 3 % conexión permanente a internet.
“Catástrofe generacional”
Unicef advierte de que el porcentaje de niños, niñas y adolescentes que no recibe educación alguna, ni presencial ni remota, se ha disparado del 4 % al 18 % en los últimos meses.
¿Qué impacto puede tener para un niño o niña faltar a la escuela durante un año? Para Custide, tanto tiempo causa efectos a largo plazo “gravísimos”.
“Si no hay realmente procesos de nivelación adecuados, esos niños van a tener un vacío durante toda su vida”, enfatiza. Y esa pérdida terminará reflejándose en unos “peores salarios”, como ya advirtió el Banco Mundial.
Según el organismo multilateral, cada niño en educación primaria y secundaria en América Latina y el Caribe podría perder de su sueldo entre 242 y 835 dólares cada año y hasta 15.000 a lo largo de su vida laboral.
Eso se traduce en una pérdida de hasta 1,2 billones de dólares en ingresos para los Gobiernos de la región durante el ciclo de vida de esta generación de estudiantes.
Otras consecuencias irán emergiendo a lo largo de su educación, con un aprendizaje inferior y una mayor probabilidad de abandonar las aulas por completo.
Por ejemplo, Unicef y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estiman un aumento de estudiantes de secundaria que caerán por debajo del nivel mínimo de competencia en lectura.
Al menor nivel en las competencias básicas, se le suman las trabas para hacer amigos y aprender aptitudes sociales.
“Nos preocupa mucho la falta de apoyo psicosocial que brindaban las escuelas, porque si los adultos lo estamos sufriendo, imagina qué significa para un niño o un adolescente estar ocho meses encerrado en casa y pegado a una pantalla”, expone Custide.
Sobre todo, porque para los “más pequeñitos de nivel preescolar” su aprendizaje principal ahora es sobre todo “su parte social” ya que justamente a los “5 u 8 años se asientan las bases de su desarrollo social”.
Más que una escuela
El cierre de las escuelas no solo aplaza la educación para algunas familias, sino que supone la pérdida “de una cantidad enorme de servicios, como el de la salud, de apoyo psicosocial y de protección” para la infancia, añade la especialista.
Al menos 80 millones de niños, niñas y adolescentes de América Latina han perdido las comidas escolares y corren el riesgo de desarrollar deficiencias nutricionales.
“Al no tener acceso a esa comida, también se pierde una motivación para que los padres envíen a sus hijos a la escuela”, donde a veces recibían su única comida nutritiva del día.
Los niños, niñas y adolescentes también están más desprotegidos ante la violencia en el hogar. La especialista explica que “muchos niños estarán dedicados a labores domésticas y eso nos preocupa mucho, también en el tema de las niñas puede ser aún más grave, con niñas dedicadas a tareas domésticas, a cuidar de sus hermanitos…”.
Reabrir las escuelas debería ser la prioridad
Mientras muchas escuelas en Africa, Asia y Europa están reabriendo gradualmente, en 18 de los 36 países y territorios de la región las puertas de las aulas permanecen cerradas.
Ante la suspensión masiva de los servicios educativos, Unicef brindó apoyo contribuyendo a que 42 millones de estudiantes en la región reciban aprendizaje a distancia y en el hogar a través de la radio, la televisión, Internet y otras plataformas.
Para Custide, la prioridad debe ser “reabrir las aulas, siempre con la máxima seguridad” porque “el mejor sitio para garantizar la educación es la escuela”. Para eso, se necesita inversión, ya que 4 de cada 10 escuelas de la región carecen actualmente de instalaciones básicas para lavarse las manos.
La experta insiste en que “no se puede dar una receta universal”. Y pone de ejemplo como en sitios rurales, “donde hay una escuela que tiene 20 niños, donde no hay casos de transmisión, no hay necesidad de que esa escuela esté cerrada”.
EFE.