Las fuertes lluvias los empujan a desplegar estrategias para preservar sus viviendas y pertenencias. Muchos, en cambio, no tienen otra opción que abandonar sus casas. Cómo viven los que se evacuan.
Para algunas familias de General Pueyrredon el anuncio de un alerta meteorológico puede ser el anticipo de una seguidilla de días difíciles en los que deberán desplegar todo tipo de estrategias para mantener resguardadas sus viviendas y pertenencias. Las malas condiciones de la infraestructura habitacional así como la ubicación en zonas geográficas con terrenos bajos o calles de tierra conforman un combo complicado de sortear y determinante al momento de tomar decisiones tan trascendentales como dejar sus casas y evacuarse.
El temporal que se desató el lunes por la tarde en Mar del Plata dejó en evidencia, una vez más, que la lluvia suele ser uno de los enemigos de la pobreza al dejar como saldo más de 40 personas evacuadas -todas con bajos recursos económicos- en el CIC Malvinas, el centro que dispuso para ellos el Municipio y donde son asistidos por agentes de Desarollo Social y el SAME. También hubo quienes prefirieron refugiarse en las sociedades de fomento de sus barrios, pero el carácter transitorio de esta situación hace que el número sea impreciso pero por eso menos simbólico.
La gran mayoría de las familias fueron asistidas tras un llamado a Defensa Civil (103) o Desarrollo Social, pero otras cuantas fueron rescatadas por algún vecino o familiar que, en conocimiento del riesgo al que se suelen enfrentar en cada tormenta, puso a disposición el vehículo para el traslado al espacio ubicado en Santa Cruz al 8.000. Los barrios, en tanto, varían. Las Dalias, Parque Peña, Las Heras, Jorge Newbery, son los que más resuenan, pero hay imágenes impactantes de los anegamientos que se vive en otras áreas como Parque Palermo, Parque Hermoso y el Hipódromo.
“Hace cinco meses que nos mudamos a Las Dalias y esta es la primera vez que no tuvimos que evacuar, mi casa se inundó toda y no se podía salir de la zona”, dijo a LA CAPITAL Gisel, que junto a su pareja y sus tres hijos de 9, 2 y 10 años tuvo que tomar la decisión de abandonar su casa con lo puesto e irse a refugiar de la tormenta a otro lado.
Cuando explica su realidad habitacional la mujer muestra la resignación de quien sabe que volverá a vivir la misma adversidad: “¿Sabés lo que pasa? Nosotros tenemos una casillita que es de chapa y cartón. Por supuesto que se me iba a inundar. Por suerte un vecino que sabía que esto iba a ocurrir nos pasó a buscar y nos trajo acá”, dice y señala a lo lejos cuáles de los casi 30 niños que hay en el lugar son sus hijos. El de 2 está entretenido jugando con un voluntario de la Cruz Roja. “La verdad que nos están ayudando mucho, ¡no quiero que se vayan!”, bromea a sabiendas que de que cuando los “chaleco rojo” se van, los niños vuelven a demandar la atención exclusiva de sus padres.
Pero también es cierto que los momentos de tranquilidad son útiles para que los adultos evalúen los pasos a seguir. El pronóstico es favorable con respecto a la lluvia, por lo que el marido de Gisel analizó volver a la casa y verificar el estado de la vivienda. El chequeo, sin embargo, no sólo está vinculado a si la casa está inundada o no, sino también a que ninguna pertenencia haya sido sustraída por aquellos que buscan sacar un vil provecho de situaciones vulnerables.
“Nos fuimos rápido y no teníamos manera de cerrar la casa. Terminé atando la puerta con un alambre y tenemos miedo que nos hayan robado lo poco o nada que tenemos“, dice Gisel.
El temor de Gisel y su familia no es aislado. La gran mayoría de las familias presentes comienzan a pensar lo mismo a medida que las condiciones meteorológicas comienzan a mejorar. Por ejemplo, Carina, madre de 8 hijos, acordó con su marido que él se iba a quedar en la casa tras el robo que sufrieron de una garrafa.
“Estaba a punto de venir para acá cuando entré a la casa y me faltaba una garrafa. Al igual que ella (por Gisel) sólo tengo una soga para cerrar la puerta. ¿Te imaginás si me roban el lavarropas o la tele? Me muero, me terminan de arruinar”, dice, mientras Mayra, su hija más chica, se acerca a mostrarle uno de los juguetes que encontró en el piso. En este sentido, Carina pidió una colaboración a quienes puedan ayudarla con una nueva garrafa. Su teléfono es 155361843.
Las familias evacuadas buscan que la permanencia en el CIC sea corta. Priscila, por ejemplo, llegó al centro gestionado por el Municipio el martes por la tarde luego que su vivienda del barrio Jorge Newbery se inundara. “Es la primera vez que venimos, aunque ya hace dos años que vivimos en la zona. Pero igual queremos irnos a nuestra casa hoy”, dijo. Al centro llegó con su marido y sus dos hijos de 3 años y 1 mes.