“El Zorzal” cantó 19 veces en el Teatro Odeón en el verano del '30.
Uno de los pocos registros fotográficos que se conocen de Gardel en Mar del Plata data de 1916. Se lo ve junto a José Razzano en la antigua Rambla Bristol. Aporte: Enrique Mario Palacio.
Por Gustavo Visciarelli
En el verano del ‘30, Carlos Gardel cantó 19 veces en el escenario más importante de Mar del Plata: el Teatro Odeón, joya arquitectónica que brillaba en Entre Ríos casi Rivadavia desde 1910.
“El Zorzal” tenía 39 años y era un artista en apogeo que ostentaba éxitos discográficos, giras exitosas y un estelar paso por Europa. Faltaba aún su incursión en el cine sonoro, una moderna técnica que desvelaba al cantor y que coronaría su fama y su mito.
Cruzando fechas, observamos que aquella temporada de Gardel en Mar del Plata coincide con el punto de inflexión más importante de su carrera. Pocos meses después protagonizó en Buenos Aires una serie de cortometrajes musicales que incluyó piezas de “culto gardeliano” como Mano a Mano, Yira Yira y Viejo Smoking. Sólo un año más tarde filmó en Francia “Luces de Buenos Aires”, la primera de sus películas con la Paramount. La producción artística para ese sello –que se extendió hasta el trágico 1935– catapultó definitivamente a Gardel y promovió su insuperable sociedad creativa con el poeta Alfredo Le Pera.
Los archivos de LA CAPITAL atesoran crónicas que nos hablan de aquella temporada de Gardel en Mar del Plata, entre el viernes 7 y el domingo 16 de febrero de 1930 con los guitarristas José María Aguilar (“El Indio”) y Guillermo Barbieri. Al mes siguiente se sumaría a la formación Angel Domingo Riverol. Los tres, junto a Alfredo Le Pera, acompañaban a Gardel cuando en 1935 abordó su último avión en su último avión en Medellín. Sólo Aguilar sobrevivió a las llamas.
El Odeón albergó aquel verano de 1930 a figuras descollantes. Antes de Gardel “la cancionista nacional Mercedes Simone acompañada de los reputados guitarristas Rodríguez y Orlando” realizó varias actuaciones junto a una compañía de varieté. Y después de Gardel, ese escenario vibró con Berta Singerman, que conmovía a los argentinos poniéndole voz y expresión a la obra de poetas célebres, desde Darío a Carriego.
El 6 de febrero, LA CAPITAL anunciaba con un titular destacado: “Carlos Gardel se presenta mañana en la sala del Odeón”. E informaba: “Esta temporada, que no ha sido muy pródiga en estrenos teatrales ni en presentaciones de buenas figuras, nos dará en retribución de lo poco, dos intérpretes destacados en el género que cultivan. Son ellos Berta Singerman cuya presentación se anuncia en la sala del Odeón para dentro de breve plazo y Carlos Gardel que debuta en el mismo teatro mañana a la noche”.
“La figura del popular Gardel –añade la crónica- es ya lo suficien- temente conocida de todos los públicos y todo elogio que sobre sus condiciones se haga no será más que una repetición de lo que la buena crítica ha dicho sobre él”. Al día siguiente, otro artículo lo definía como una “figura que ha sabido imponerse no sólo en nuestro país sino fuera de él, habiendo cosechado principalmente en las capitales europeas, sus mejores triunfos de público y crítica”.
El día de su debut, Gardel dio una sola función a las 22.30, pero en las nueve jornadas siguientes ofreció dos, a las 22 y 23.30 respectivamente. Lo más llamativo es que cada presentación era precedida por la proyección de cortometrajes, en su mayoría de la Metro Goldwin Mayer. El menú cinematográfico fue variando a lo largo de esos diez días, según consta en los anuncios que diariamente publicó LA CAPITAL. Aparecen en ellos los títulos de los filmes y los horarios, tanto de las proyecciones como de las actuaciones de Gardel, junto a comentarios sobre la numerosa concurrencia –el Odeón tenía 440 butacas– y el entusiasmo que el cantor despertaba en el público. Sin dudas, la más elocuente corresponde al día del debut cuando “lo obligaron a salir a escena repetidas veces”.
Lamentablemente, los cronistas de la época guardaron para sí infinidad de detalles que hoy desearíamos conocer. De hecho, en todos los artículos se reitera que Gardel llegó a Mar del Plata con “su nuevo y selecto repertorio”, sin ofrecer más precisiones. El legendario Odeón sobrevivió 20 años a Gardel, hasta que las llamas se lo llevaron el 4 de enero de 1955. Otro teatro -el Enrique Carreras- señala el sitio exacto donde hace 86 años “El Zorzal” hizo sentir su canto a lo largo de diez noches de febrero.
La investigación ha sido vana, o casi. El propósito era rescatar registros de la vida social de Gardel en Mar del Plata durante su estancia de diez días en febrero de 1930. Al examinar línea por línea los ejemplares de LA CAPITAL, surge una impresión colateral: los lectores de la época tenían mejor vista o acaso mejores anteojos que nosotros.
Pero esos antiguos diarios, con su tipografía ínfima y su diagramación laberíntica, ofrecen un campo de búsqueda prometedor al revelar frondosos listados de visitantes y nóminas de pasajeros que poblaban los principales hoteles.
Bailes, cotillones, recepciones y agasajos ocupan columnas enteras con la enumeración de sus asistentes. Y hasta un “interesante paseo a Camet” merece algunas líneas que perpetúan con nombre y apellido a los expedicionarios.
El acorazado Moreno frente a Cabo Corrientes durante una revista Naval. En 1930, Gardel fue invitado a participar de un agasajo a bordo. Aporte: Armada Argentina
Pero “El Morocho del Abasto”, pese a su popularidad, “no aparece en el cuadro” de la gran actividad social de la época. Y aquí surge una segunda impresión: la mirada periodística parece acotarse a un círculo que probablemente no incluía a la “farándula”. De hecho, otras grandes figuras del espectáculo se encontraban esos días en Mar del Plata sin que los “cronistas de lo cotidiano” notaran su presencia fuera de los escenarios. Para beneficio de este artículo, la situación cambia cuando un hecho coyuntural pone en contacto a esos artistas con el mundo que interesa a los cronistas.
Entonces, Gardel y otras estrellas de la época aparecen en la abundosa sección de noticias sociales.
La estadía de Gardel en Mar del Plata coincidió con el arribo de los dreadnoughts Rivadavia y Moreno, naves que la Armada Argentina había incorporado al promediar la década del ‘10. Quizás por haber sido considerados en su momento los acorazados más poderosos del mundo, quedaron prendados en el sentir y el orgullo nacional, al extremo que Angel Villoldo -figura fundacional del “dos por cuatro”- compuso el tango “Acorazado Rivadavia” e imprimió en la partitura: “Dedicado al comandante y la oficialidad del primer dreadnought argentino”.
A juzgar por las crónicas, la permanencia de las naves en el puerto local fue el gran acontecimiento de la temporada. Sin dudas, el arribo de 2.400 marinos impactó en el pulso de la apacible villa, que aquel verano recibió a unos 65.000 turistas. Se sumaron los buenos oficios de una comisión de vecinos caracterizados que promovió actividades para que los visitantes estuvieran permanentemente agasajados y entretenidos. Una de ellas tuvo lugar en “la quinta de Iraola, frente a la de Mauduit” (actual zona del Complejo Universitario), donde se sirvió un almuerzo criollo para 1.000 integrantes de la tripulación.
¿Cómo se desplazaron hasta allí? El Ferrocarril del Sud fletó un tren especial desde el puerto.
Agapes, invitaciones y bailes populares abundaron en aquellos días y todos fueron reflejados en la sección de noticias sociales de LA CAPITAL. Así las cosas, en la edición del 7 de febrero hallamos este párrafo: “Mañana por la tarde se efectuará a bordo del acorazado Moreno una fiesta en honor a la oficialidad. Asistirán el actor nacional Luis Arata, Carlos Gardel, Mercedes Simone, Sofía Bozán y otros artistas que se encuentran en el balneario”.
Con gran expectativa buscamos la crónica del día siguiente y con mayor placer la encontramos. El entusiasmo fue languideciendo al leerla y releerla. Allí están los nombres de todos los oficiales agasajados, desde el almirante Bernardo Storni hacia abajo, en riguroso cumplimiento del escalafón. También están Luis Arata, Mercedes Simone y Sofía Bozán, “cuyas actuaciones fueron muy aplaudidas”. ¡Pero Gardel no figura!
¿Es posible que el periodista que registró a todos los presentes se haya olvidado de mencionar nada menos que al “Morocho del Abasto”? Admitamos que la historia del periodismo acumula errores y omisiones mucho más resonantes, de modo que tal posibilidad no es descartable. ¿O acaso Carlitos “pegó el faltazo” en aquella cita con la muchachada de la Armada? Quizás este misterio menor jamás será develado.
Días más tarde, en el teatro Odeón, Gardel ofrecería una función especial para la oficialidad de los acorazados. Eso nos permite saber, al menos, que “El Zorzal” no terminó enemistado con la Marina de Guerra.
Gardel y “La Negra” Bozán en el mismo escenario
Los diarios de hace 86 años nos deparan otra sorpresa: en la noche del 11 de febrero de 1930, dos estrellas del espectáculo -Carlos Gardel y “La Negra” Sofía Bozán- actuaron en el teatro Odeón de Mar del Plata.
Gardel venía cumpliendo allí una serie de actuaciones mientras que la aparición de Bozán fue sorpresiva, al extremo que LA CAPITAL la anunció apenas 24 horas antes. El motivo surge con claridad al leer las crónicas: aquella función fue dedicada a la oficialidad de los acorazados Rivadavia y Moreno, de modo que la actuación de la
estrella del varieté vino a reforzar los agasajos que se les brindaban en la ciudad.
El Teatro Odeón, que estaba en Entre Ríos casi Rivadavia. Carlos Gardel actuó allí diez noches consecutivas. Aporte José Alberto Lago.
¿Cuál era el presente de “La Negra” en aquellos días? No pocos biógrafos aseguran que hacia 1930 competía en popularidad con “El Zorzal”. Para esa época reunía éxitos discográficos y con su estilo desenfadado era atracción en la famosa compañía de revistas del teatro Sarmiento.
Aquel 11 de febrero Gardel dio su habitual “función vermouth” junto a sus guitarristas Barbieri y Aguilar. Y en la de las 23.30, dedicada a los oficiales, “prestó su concurso” la “celebrada y popular cancionista Sofía Bozán”, acompañada por orquesta. Es todo cuanto dice la crónica sobre aquel encuentro memorable. Y quizás premonitorio.
Sólo un año después Gardel se hallaba en Francia firmando su primer contrato con la Paramount. Y Bozán estaba de gira en el mismo país con la compañía del teatro Sarmiento. Una serie de circunstancias quiso que conformaran la dupla protagónica de “Las Luces de Buenos Aires”, el primer paso del “Morocho” hacia la gran fama.