Policiales

Capparelli: “La Justicia está cooptada por los intereses políticos a todo nivel”

En la décima y última entrega de "Penalistas", el abogado Facundo Capparelli, "uno de los más preparados y capaces" según sus propios colegas, recuerda cuando renunció al cargo de secretario del Tribunal Federal en medio de un escándalo por la desaparición de droga secuestrada, y destaca que aquello lo llevó a descubrir un "ámbito más cómodo" en el ejercicio liberal de la profesión.

Por Bruno Verdenelli

verdenelli@lacapitalmdq.com.ar

Tras recibirse de abogado en tan sólo tres años y dos meses, Facundo Capparelli comenzó una carrera en la Justicia que parecía no tener techo: fue empleado, luego secretario del Tribunal Oral Federal, y había ganado con holgura sendos concursos para asumir los cargos de fiscal o juez. Sin embargo, en marzo de 2005 un escándalo desatado con la desaparición de droga secuestrada en una bóveda en el marco de una causa penal terminó con su renuncia al sector público.

En la décima y última entrega de “Penalistas”, el ciclo de reportajes audiovisuales de LA CAPITAL con profesionales locales del derecho, el letrado sostiene que el Poder Judicial está cooptado “por los intereses políticos” y destaca que la situación que le tocó vivir le sirvió para descubrir un “ámbito más cómodo” en el ejercicio liberal de la profesión.

-Doctor Capparelli, de todos los profesionales del derecho que llevo entrevistados, uno de los más renombrados es usted por sus propios colegas. ¿Cómo se adquiere semejante prestigio?

-Bueno, en primer lugar, no sé si es tan así. Supongo que si es el caso, será por el comportamiento que uno ha tenido tanto dentro de Tribunales en su momento, como en los últimos 20 años ejerciendo la profesión con una actividad académica paralela y tratando de compartir conocimiento también con los colegas, intercambiar permanentemente opiniones, y eso va generando en el otro cierta empatía que supongo que será el motivo por el cual algunos colegas tienen esa actitud tan noble conmigo.

-Lo calificaron como el más preparado o el que más estudió o el que más sabe de alguna manera… Y el que mejores recursos utiliza, académicos justamente, a la hora de hacer exposiciones en los debates.

-Bueno, la verdad es que me sorprende para bien. No tengo mucho para decir al respecto más que la autoexigencia que siempre he tenido para tratar de dar lo mejor de mí hacia los jueces para los que trabajé cuando estaba dentro de la Justicia, que confiaban en uno o en los compañeros de trabajo, cuando en su momento algún secretario confiaba en mí siendo empleado, y después en la confianza que depositan los clientes. Todo eso genera en mí la necesidad de dar lo mejor. Por supuesto que la clave es la pasión. Mi profesión me apasionó fundamentalmente desde que cursé Derecho Procesal Penal.

-¿Usted se recibió muy rápido, no? En tres años… ¿Eso es por pura vocación? ¿Desde chico que tiene la vocación de ejercer?

-No, yo me recibí en tres años y dos meses porque fui descubriendo que me entusiasmaba la carrera… Volvemos a lo mismo: autoexigencia, disciplina… Y después fui descubriendo qué rama del Derecho me apasionaba, que a partir del la Cátedra de Derecho Procesal Penal, que fue una cátedra muy, muy significativa para nuestra generación… Estaba integrada por los doctores Falcone, el fallecido Enrique Ferrari, Alfredo Deleonardis, Marcelo Madina… En la práctica penal lo tuve a César Sivo… Bueno, esa generación de profesores que sabía transmitir la pasión y a mí me hicieron mella. Y esto siempre lo digo porque tengo una gratitud continua hacia ellos. Y esa pasión es la que creo en el día a día me fue forjando y fue haciendo que brinde lo mejor de mí en cada oportunidad que tenga.

-Nombró su paso por el Servicio de Administración de Justicia. Y ahora hace ya dos décadas que ejerce la profesión de manera privada. Uno de los temas que tratamos en este ciclo fue justamente eso… ¿Qué diferencias usted encuentra entre cuando era empleado de la Justicia, y cuando dejó de serlo? ¿Qué críticas puede hacer al Servicio Administración de Justicia? ¿Qué cambios haría?

-El Servicio de Administración de Justicia en los últimos 20 años se ha visto cada vez más dominado por la política. Si bien esto fue siempre así, se fue incrementando. Y en el caso particular de la Justicia Federal de Mar del Plata, que es el ámbito dentro del cual yo me desempeñé y hoy gran parte de mi ejercicio profesional también se desarrolla en ese ámbito, eso se ve plasmado, por ejemplo, en que tenemos un Juzgado Federal vacante en primera instancia desde hace casi diez años y por las desavenencias políticas no se designa a un juez federal, con todo lo que eso significa. Exactamente la misma situación se plantea en el ámbito de la Cámara Federal. Tenemos dos camaristas hoy que dan lo mejor de sí, pero realmente están colapsados. Fue una situación también que se veía en el Tribunal Oral Federal hasta diciembre del año pasado, cuando se integraron con dos vacantes que hacían falta… Hasta ese momento el único que estaba era el doctor Falcone, también tratando de hacer todo lo que podía… Y lo vemos, desde un punto de vista del derecho penal de fondo en un Código Penal que tiene más de 100 años y la política no genera consenso para poder actualizar la ley penal de modo que acompañe los cambios sociales y culturales. Y también en el ámbito del derecho procesal penal, la Justicia Federal está en deuda. Tenemos un Código Procesal absolutamente vetusto, con un sistema inquisitivo que en la primera instancia no garantiza, según mi entender, las reglas del debido proceso, conforme la modernidad, y esto no va en desmedro de ningún funcionario en particular, sino que el sistema tiene un funcionamiento que, sobre todo en el ámbito de la primera instancia, comparado con lo que es el sistema procesal bonaerense, no garantiza las reglas del debido proceso. Un sistema inquisitivo con un juez que investiga y acusa, y al mismo tiempo decide. Y eso genera realmente un funcionamiento deficitario de la Justicia, según mi parecer.

-¿Pero eso a quién le sirve? ¿Le sirve a la política que la Justicia Federal no se aggiorne, por ejemplo, como lo hizo la Justicia provincial? ¿A quién le sirve?

-Creo que hay una multiplicidad de factores. Algunas cuestiones tienen que ver con la falta de consenso sobre cuál puede ser, por ejemplo, un proyecto de Código Penal de fondo, un proyecto de Código Procesal Penal… Y después hay cuestiones si se quiere más lamentables, que tienen que ver con el interés de la diligencia política en tratar de nombrar jueces que sean cercanos a sus intereses o pertenencia. Esa es una realidad, y lo vemos en las discusiones que se dan en el ámbito del Consejo de la Magistratura. Y por eso digo que la Justicia hoy está cooptada por los intereses políticos a todo nivel. A nivel de la legislación de fondo, a nivel de la legislación procesal y a nivel de las designaciones de los magistrados.

-Es decir que prácticamente es imposible que el Poder Judicial pueda ser independiente, ¿no?

-No solamente que sea independiente, sino que no sea condicionado. Porque este fenómeno, de alguna manera a menor escala, también se da en la Justicia bonaerense. En el ámbito del Departamento Judicial de Mar del Plata tenemos el caso de dos jueces que para mí son de los más preparados y probos, que estuvieron castigados durante muchísimos años. Se les negaba las designaciones, por ejemplo, en un cargo de cámara, porque como habían tenido intervención en una causa donde el imputado era un político y habían resuelto conforme la prueba en contra del imputado, durante años los castigaron… Lo mismo sucede con los juicios políticos que están en curso con ciertos jueces, por haber tomado determinado tipo de decisiones… Son todos mensajes que se mandan que condicionan el desempeño libre de la magistratura y eso nos perjudica también a quienes ejercemos libremente la profesión, porque nosotros queremos que las causas se decidan en base a la prueba y a la convicción libre de los magistrados.

-Este es un ámbito justamente creado para hablar de este tipo de cosas, porque después uno escucha y supongo que ustedes también, que el Servicio Judicial es malo, que el Servicio de Justicia tiene la culpa de todos los los problemas que tiene el país. Seguramente hay críticas para hacerle de sobra, pero también está bueno poder explicar qué es lo que consideran personas que si bien intervienen en eso, son, digamos, externas… Porque no tienen la decisión… No está en ustedes la decisión, de los abogados, sino que ustedes tienen que tratar de llegar a que se consume una decisión que les favorezca a sus clientes. Pero está bueno que puedan explicar todo este asunto desde desde adentro. Para para tratar de entender por qué el Poder Judicial tiene las los problemas que tiene.

-Sí, por supuesto que también hay problemas intrínsecos que tienen que ver con formación de base de empleados y funcionarios, con convicción de decidir en base a la prueba y no en base a presiones sociales o mediáticas, que eso también es un factor ajeno a la política, más vinculado con las demandas sociales, y que incide muchas veces y condiciona, según mi parecer y mi experiencia, el momento en el que los magistrados o funcionarios toman decisiones. Claro, la Justicia también, y me incluyo, tenemos responsabilidades que son intrínsecas a como funcionamos en el ámbito del ejercicio liberal de la profesión. Yo advierto a veces falta de cierta empatía entre profesionales, porque, si toca el rol de ser particular damnificado, le dan rienda suelta a las víctimas para que hagan carne de cañón de un abogado que por ahí está en ese juicio solamente ejerciendo el rol de defensor. Entonces todo eso también genera un clima que distorsiona, como debería ser el funcionamiento. Por eso, en algún momento, en un alegato de un juicio oral que se hizo aquí, uno de los argumentos que yo utilizaba era que si seguíamos por el camino en el que estábamos, los juicios iban a termina siendo en el estacionamiento de Tribunales, como una especie de juicio y condena pública, retrocediendo casi 200 o 300 años.

-Para mí usted es un entrevistado muy interesante justamente porque ha pasado por todos esos lugares: ha pasado por el rol de empleado judicial, de funcionario judicial, de abogado particular y hasta de imputado. Y es un tema que hay que tocar… Usted en su momento sale de la Justicia. Renuncia… Toma la decisión de renunciar cuando es procesado por una desaparición de material estupefaciente dentro de la bóveda del Tribunal Oral Federal. Pero eso, digamos, después, al ser absuelto, le dio paso a poder ejercer el derecho desde otro lugar… ¿El análisis que hace usted de su carrera es satisfactorio? ¿Se arrepiente de algo?

-Todos cometemos errores. El arrepentimiento se da cuando uno comete errores con mala intención. En mi caso creo haberme equivocado más de una vez, pero no con mala intención. Y en esto me refiero a las decisiones que uno toma, no a hechos que ha cometido. En el caso particular que usted menciona, yo fui imputado por mi condición de funcionario. Es decir, un delito formal de malversación culposa de caudales públicos, que se basa básicamente en el deber de custodia que uno como funcionario judicial en ese caso tenía, y para mí fue una situación muy crítica porque yo me sentía víctima y sin embargo, desde el punto de vista del derecho, tuve que sentarme en el lugar del imputado, lo que así hice desde el primer día. Nunca quise buscar una solución alternativa al conflicto. Quise ir al juicio oral para que quedara claro que no existía ninguna responsabilidad penal y por eso fui absuelto. Mientras tanto, sí, renuncié. No abusé de ninguna licencia médica, ni psiquiátrica, ni nada por el estilo. Durante un año mi padre me solventó, durante ese tiempo pagándome un monto de dinero que era el mismo que yo cobraba como secretario de la Justicia Federal. Me acuerdo que en ese momento eran 5 mil pesos… Yo estaba casado, tenía dos hijas, no dependía ya de mi padre hacía muchos años y fue una situación muy, muy difícil, que durante uno o dos años tuve que ir viendo cómo me reacomodaba desde todo punto de vista. Por supuesto, la familia y los amigos, que siempre tuve los mismos amigos toda mi vida. No cambié de ambiente nunca. En ese momento, me dio una gran mano un gran amigo, Sergio Fernández, que era abogado en el ejercicio liberal de la profesión. Habíamos cursado materias. Es un poco mayor que yo, pero también nos habíamos conocido en el colegio. Y bueno, él me dijo: “Mirá, en el estudio mío hay el lugar. Andate de ahí, vos estás para otra cosa”. Gratitud que guardo también para toda mi vida. Y así fue como descubrí que la profesión era para mí un ámbito mucho más acorde con mi forma de ser: una persona inquieta, una persona a la que no le gusta estar condicionada por una corporación. Y esto lo digo en el buen sentido, es decir, la burocracia propia de un ámbito como la Justicia. No lo digo peyorativamente para nada, porque de hecho, si no me hubiese pasado eso, seguramente hubiese seguido dentro de la Justicia.

-Además usted era candidato a juez federal… Ya había sido subrogante, inclusive.

-Claro, el año anterior yo había sido juez federal subrogante y me había postulado para… Había ganado el concurso… Estaba primero en el orden de mérito para ser juez federal, cargo que a la postre ocupó el doctor Castellanos, recuerdo. Después había concursado para ser fiscal de Cámara y había quedado primero en el orden de mérito, cargo que ocupó a la postre el doctor Pettigiani. Pero bueno, más allá de eso, lo que quiero decir es que no tenía en mi familia antecedentes de ningún profesional del derecho. Entonces yo desconocía absolutamente cómo era el ámbito del ejercicio liberal de la profesión y lo descubrí, y el tiempo me fue mostrando que era el ámbito natural donde yo me sentía más cómodo. Requiere de mucha disciplina para mantener un nivel de estudio, que la actividad dentro de Tribunales, al ordenarte con los horarios, te permite disciplinarte mejor en ese sentido. Pero bueno, yo para entonces ya tenía ese hábito y tuve que reacomodarme, pero por suerte no lo perdí. Y entre el estudio y la profesión me fui sintiendo cómodo.

-Menciona la recuperación económica o su introducción en el ejercicio del derecho privado. ¿Y cómo fue recuperarse del golpe al ego? Porque me imagino que una persona que hace una carrera en tres años y dos meses, que automáticamente pasa a integrar la Justicia Federal, con muchas posibilidades de ocupar todos esos cargos que usted dijo, de tener ese prestigio, a sufrir como usted dice, víctima, según se sentía ese procedimiento? ¿Cómo lo sintió anímicamente?

-Yo me sentí muy mal, fundamentalmente por lo humano. Mi papá fue una persona muy honorable. Mi papá fue una persona que hoy, luego de dos años de su fallecimiento en España, me sigo cruzando gente que me cuenta anécdotas o me dice actitudes que él tuvo y yo en ese entonces, por supuesto, era consciente de quién era mi papá en ese sentido y sentía la vergüenza de que él pudiese haber sentido mancillado su apellido familiar. Y encima sentir que eso que me estaba pasando era injusto. Por lo menos en los términos en lo que jurídicamente se estaba planteando. Pero bueno, él fue incondicional siempre conmigo. Mis amigos también. Nunca lo conté esto: recuerdo el día del juicio, que se tenía que leer la sentencia y uno de mis dos mejores amigos no podía venir a Mar del Plata, porque tiene su actividad profesional en otro lugar y me llamó por teléfono… No entiende nada de derecho, es ingeniero agrónomo. Me llamó por teléfono y me dice: “Mirá, yo no sé que van a dictar, pero a mí lo que digan no cambia nada. Vos para mí vas a seguir siendo Facundo, el de siempre”. Y bueno, esas son las cosas que uno guarda, porque no fue el ego lo que a mí me golpeó. No, no, a mí el ego no, porque yo internamente me sentía y me sentí siempre fuerte. Siempre me considero como un ave fénix. “Yo voy a salir, voy a resucitar, voy a reencaminarme”. Por supuesto que estaba mal, que necesité contención, acompañamiento… Repito, Sergio Fernández, mi viejo, mis amigos… Pero no pasaba por ahí, pasaba más por la vergüenza de no fallarle a mi papá, de no fallarle mi mamá, de no fallarle a mi familia… Era eso más que nada. De hecho, en plena situación crítica, los jueces del tribunal… Roberto Falcone… Siempre tuvo una actitud también de apoyo, de contención… Entonces no fue el ego, fue más que nada el aspecto humano y familiar.

-¿Qué le dice a sus alumnos? ¿Los trata de llevar por el mismo camino, ese por el que lo llevaron a usted? ¿Les transmite el apasionamiento, les marca todas estas estas cuestiones en la facultad a los jóvenes de las críticas que se hacen sobre la profesión y la administración de Justicia?

-Sí, pero a cuentagotas, en la medida en que soy docente de la Cátedra Derecho Penal Parte General, y es una materia de segundo año donde los chicos aún están muy jóvenes, muy indecisos sobre si les va a interesar el derecho penal o no… Sí trato de transmitirles pasión en el modo en el que doy la clase, en el modo en el que enfoco los temas y por supuesto que también emito opinión respecto de algunas cuestiones que tienen que ver con el funcionamiento de la Justicia. Pero trato de ser cuidadoso. Creo que cada joven tiene su propio proceso de descubrimiento. Y fue lo que pasó conmigo. A mí ninguno de los profesores que mencioné me dijo: “Tenés que hacer derecho penal o procesal penal, o tenés que apasionarte por esto”. Ellos transmitían la pasión por el modo en el que me transmitían conocimiento y formación. Y eso es un poco lo que uno trata de hacerles ver o sentir. Y la docencia es un agradecimiento también a la universidad pública, que fue la que me formó. Si bien yo después hice posgrados en universidades privadas, y fui docente de posgrados en universidades privadas, por los tiempos que me limita la profesión, renuncié a todo eso, y mantuve mi compromiso con la universidad pública, no tanto por una cuestión ideológica en sí misma, sino por una cuestión de agradecimiento y de compromiso y de devolver lo que la universidad pública me dio. Y en ese sentido, lo que me parece es que la universidad pública equipara oportunidades y eso me parece que es transformador en una sociedad.

-La última: ¿Está conforme con su carrera? Si tiene que hacer un balance o pedir un deseo a futuro dentro de lo que es su profesión, ¿cuál sería?

-Estoy tranquilo. En retrospectiva, tal vez en algunos momentos me hubiese gustado ser un poco menos vehemente, pero bueno, soy así. Y esa vehemencia a veces lo lleva a uno a excederse y herir innecesariamente sin intención. Ese es el único aspecto por ahí que por momentos, recapacito. Y bueno, forma parte, creo yo también de la maduración que uno tiene como persona, como profesor en ejercicio de la profesión. Y ser más tolerante, ser más tolerante… Bueno, lo que hablábamos, que el sistema no funcione como debería funcionar o que las cosas a pesar de que puedan ser mejor, no lo sean. Pero bueno, hay que ser tolerante, hay que comprender y eso es lo único. Después, por el resto, feliz de haber podido dar lo mejor de mí en casos muy difíciles. Cuanto más difícil es el caso, más me motivo, más me lo tomo como un desafío, más me entusiasma… Y eso es lo que trato de transmitir a los chicos. Pasión y compromiso.

Fotos y realización audiovisual: Diego Egidio Romero.

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