Arte y Espectáculos

Capa sobre capa, Albertina Carri agita la memoria propia y colectiva en “Cuatreros”

La directora elaboró una cinta personal y política en la que fusiona su propia historia de hija de desaparecidos con el relato de un ladrón famoso que vivió en El Chaco. Una película sobre la imposibilidad, con su voz en off y cientos de imágenes de archivo.

Como las capas de una cebolla, velo sobre velo, del relato intimista y autobiográfico a una explícita postura política, Albertina Carri abre su interior en “Cuatreros“. Y con una intensidad inusitada vuelca sobre el filme su historia personal, que a su vez está atravesada por muchas otras historias. “Todos venimos de una catástrofe”, dice la directora en el filme, aludiendo a las palabras de un amigo. “Pero a mi me tiraron un camión de muertos y me dijeron ‘vos fijate'”, sigue sobre su propia biografía, en la que es imposible soslayar que es hija de padres desaparecidos durante la última dictadura militar.

Presentada en la Competencia Latinoamericana del 31° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, la película es “la no película”, comentó la realizadora. Es que cuenta una crónica de imposibilidades. La primera, la de hallar un modo de filmar la historia de Isidro Velázquez, un cuatrero y bandido de los años ’60 que vivió en El Chaco y a quien su padre Roberto Carri dedicó el libro “Isidro Velázquez. Formas prerrevolucionarias de la violencia”, un estudio sociológico.

La segunda imposibilidad es la de encontrar una supuesta película sobre ese personaje, aparentemente una cinta rodada y guardada en Cuba, referencia que le proporcionan amigos de su propio padre.

Y así, viajes a Chaco y a Cuba, la historia del mismo ladrón y la de su amigo Gauna, la traición que habría sufrido y que lo llevó a la muerte, la reciente maternidad de Carri que le estalla en el cuerpo, la necesidad de encontrar rastros de sus padres en los materiales de archivo, en las notas escritas al margen de los libros leídos, la necesidad de construir su propia familia bajo el signo de la rebeldía, la memoria colectiva y la historia reciente de un país azotado por la violencia del poder económico y político siembran toda la cinta. Y Carri y su equipo (editor, productor, sonidista) se convierten en artesanos -y agitadores- de esa memoria fragmentada: la nuestra y la de ella.

Filme sobre todo político, se destaca el modo en que elige la directora para armar la narración. Su voz en off narra toda esta gran historia, con un tono de diario íntimo, con una sensibilidad poderosa y amable. Y mientras se escucha su voz, la pantalla se vuelve múltiple y a través de cientos de imágenes de archivos de diferentes épocas va construyendo el relato, acaso el más personal de su filmografía. Muchas de las imágenes proyectadas aparecen por primera vez: una película anónima argentina sobre el rol de vigilar las fronteras, momentos en que matan en cámara a un vietnamita, entre otras, suponen un verdadero hallazgo de la cineasta, que tiene en su haber filmes como “Los rubios”, “La rabia”, “No quiero volver a casa” y “Géminis”.

“Es una película que yo no quería hacer, mientras la hacía me negaba a hacerla y finalmente nos decidimos, estuve muchos años intentando hacer una película sobre Velázquez”, contó.

Y siguió: “La película tiene algo algo de estructura clásica, es como un viaje, varios viajes, y todos son medios infructuosos, nunca se llega y hasta que al final se encuentra una única salida a todo ese fracaso, a todos esos viajes, por eso es que también es una road movie, una película de género”.

En off, Carri se pregunta si es la intemperie la que lo une a Velázquez. Una intemperie que ella vivió en el campo y que el ladrón vivenció en El Chaco. Y dice que no. “Nos une la supervivencia a un sistema que no nos entiende”, asegura y siempre contundente, agrega como si fuera un consuelo a tanta historia cortada, desaparecida, borrada: “Para sobrevivir también hay que olvidar”.

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